lunes, 31 de julio de 2017

SOBRE LO VERAZ Y LO INEXACTO

Por IGNACIO CAMACHO
ABC  Lunes, 31.07.17

La diferencia entre inexactitud y falsedad es clave en la protección jurídica de la libertad de expresión

LO único que parece, digo parece, claro del veredicto que ha condenado al querido Hermann Tertsch es que el abuelo de Pablo Iglesias participó durante la Guerra Civil en una saca. No fue sentenciado por ello sino por rebelión militar (contra Franco, se entiende), pero sorprende que la diferencia entre imprecisión y falsedad, tan relevante en la protección jurídica de la libertad de expresión, le haya pasado por alto a la jueza zamorana. La sorpresa y la confusión se extienden a la propia jurisdicción –Zamora y no Madrid, donde se publica este diario–, a la celebración del juicio a puerta cerrada –cuando una simple testifical del presidente del Gobierno se ha televisado a toda España–y a la extraña orden de borrar el artículo de la hemeroteca digital, una decisión de índole orwelliana. Naturalmente cabe recurso y lo habrá hasta la última instancia pero no deja de resultar inquietante que la historia esencial, que la magistrada considera lesiva para el honor de la familia demandante, no quede satisfactoriamente refutada.
El pleito demuestra que eso de la memoria histórica puede tener para todos un lado ingrato. Nadie es responsable, faltaría más, de lo que hicieran sus padres, abuelos o antepasados. Pero la Historia es como es, no como nos gustaría que hubiese sido, y si la saca criminal existió y Manuel Iglesias tuvo alguna parte en ella, el relato de Herman es sustancialmente veraz aunque sea parcialmente inexacto. Este matiz es clave en la doctrina constitucional que interpreta el Artículo 19, por más que la Carta Magna vigente no le guste a don Pablo. Y debería conocerla cualquier juez obligado a pronunciarse sobre esta clase de casos.
Por fortuna los linchamientos contemporáneos se producen –por ahora– en Twitter y a eso el colega Tertsch por desgracia está acostumbrado. Lo que sería deseable es que la justicia hilase con aguja fina para contribuir a que en tiempos de debate tan turbulento el periodismo crítico sea un oficio algo menos vapuleado.


CODA. Lamento decepcionar a David Gistau, cuya amistosa generosidad había delegado en un servidor las opiniones sobre la cuestión catalana. Después de doce años ininterrumpidos detrás del mostrador creo que los lectores que todavía me quedan, como diría De Prada, se merecen que durante quince días deje de darles la tabarra. Esto del descanso estival se ha convertido en una especie de ordinariez desde que Cristina Cifuentes, con su lucecita perenne, lo haya declarado propio de gente holgazana. Pero si hasta Rajoy se lo toma, con la zapatiesta que los soberanistas tienen montada, un humilde escribidor de periódicos bien puede dejar la secesión en manos de los opinadores de guardia. Por lo demás, y dado que si algo no escasea entre los columnistas de ABC es el talento, no es poco el riesgo de que nadie eche al firmante de menos. Pero también es conveniente darle vacaciones al ego.

LAS GUERRAS CIVILES

Por GABRIEL ALBIAC
ABC  Lunes, 31.07.17

Una tierra cuya cúpula militar es guardia pretoriana hoy del narcotráfico. Y cuya Guardia Nacional nuclea la inteligencia cubana

ASESORA Podemos el golpe de Estado de Maduro en Venezuela? Tengo mis dudas. Las eminencias populistas andan demasiado ocupadas en reivindicar el honor de sus abuelos contra el relato de Hermann Tertsch: reinventarse la ideologizada matanza vecinal a la cual damos solemne nombre de guerra civil, parece acunar sus dulces sueños épicos. La historia real no les concierne.
Haber tenido un padre militar de carrera y fiel a la República me salvó de ese tipo de infantilismos bobos. Supe la guerra de primera mano, por voz de uno de quienes la perdieron, fueron condenados a muerte y salvaron la vida de insólito milagro. Ni guerra legendaria ni romántica. Desalmada sólo: los militares de verdad, fuera cual fuera el bando en el que combatieron, describen esos tres años como los del salvajismo. No hubo brutalidad que no fuera hecha. En un lado como en el otro. Revestirlo de leyenda dorada, es peor que inmoral. Es ignorante.
Puede que esa leyenda esté llevando a Podemos a ansiar una repetición latinoamericana de la amada carnicería. Si es así, resulta probable que hayan encarrilado bien al no muy neuronal Maduro. Ni siquiera la nulidad universal de Zapatero parece dispuesta a seguir a su asesorado caraqueño en tal enormidad.
¿En qué consiste la operación política del presidente venezolano? En resolver una estancada coyuntura de doble poder. Maduro es presidente electo. Frente a él, el igualmente electo Parlamento se opone a su apuesta de transformar Venezuela en una narco-Cuba. El resultado es un bloqueo del Estado, que Maduro ha buscado quebrar despojando al Legislativo de funciones. El Señor Presidente pasa ahora a la siguiente fase: si los representantes del pueblo no se pliegan a tus dictados, cambia de representantes. O, mejor, cambia de pueblo.
Si aún le quedan asesores que hayan leído dos libros –pero parece que ésos andan muy ocupados en linchar a Tertsch aquí en Madrid–, a Maduro le pueden haber soplado el ejemplo de la Commune (o sea, la Municipalidad) de París entre agosto de 1792 y el golpe de Thermidor, dos años luego. En el Diccionario crítico de la revolución francesa de Furet y Ozouf, Patrice Gueniffey caracteriza bien la fuerza de aquella municipalidad convertida en poder alternativo al de la Convención Nacional. «Llevada al poder por las armas, la Comuna supo explotar ese capital de terror», consumado en las ejecuciones masivas de presos en septiembre. Dos años de doble poder descompusieron todo. Y asentaron las condiciones para el golpe que, en 1794, enterraría el primer ciclo de la revolución. Napoleón velaba armas. Y soñaba Imperio.

Nadie en Venezuela se engaña. Se avecina el homicida juego de los golpes militares. Y el riesgo de una guerra dibuja su maldición ineluctable. En una tierra cuya cúpula militar es falange pretoriana hoy del narcotráfico. Y cuya Guardia Nacional nuclea la inteligencia cubana. Puede que el petróleo haya sido la paradójica maldición de Venezuela. Los nuevos amos cambiaron de mercancía: dudosa ganancia.

LA VERGONZOSA SENTENCIA CONTRA HERMANN TERTSCH

Por FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

Estamos en manos de unos jueces que no aplican la ley sino que labran su futuro mediante sentencias.

Un juzgado de Zamora ha condenado a Hermann Tertsch por publicar datos ciertos, gravísimos y de indudable interés público, sobre la actividad criminal del abuelo de Pablo Iglesias, aspirante a la Presidencia del Gobierno, durante la guerra civil. Lo hace tras aterrizar allí, en lo que diríase un alzamiento de bienes jurídicamente protegibles como el de la libertad de expresión (artículo 20 de la Constitución), una denuncia del padre de Pablo Iglesias, ex-terrorista del FRAP, que siente mancillado su honor, o el de su padre o el de su hijo. Y la condena es a pagar 10.000 euros, a las costas del juicio por despeje a la zamorana de la denuncia –con el codo las mandaba lejos Ricardo Zamora- y, atención, a borrar el artículo de la hemeroteca de ABC. Me parece todo ello, sobre todo lo último, un alarde tan arbitrariamente liberticida, tan opuesto a la letra y al espíritu de la Constitución, que sólo la cobardía de un periodismo de corrala, palmeros y agradaores dejará de ver en ello una agresión brutal. Otra más que agradecer a la Dinastía Iglesias.
Los hechos de que escribe Hermann
Como la famosa Ley de Memoria Histórica busca, sobre todo, borrar los crímenes cometidos por el bando y las bandas del Frente Popular, nada es más urgente que recordar los hechos, como ayer, respaldando a Ramón Pérez Maura y al ABC, que recurrirá la sentencia, hacía en El Mundo Santiago González.
Hermann no inventó nada. Esto se publicó un año antes, citando a lagaceta.es, el 7-2-2015, en Villafranca hoy, de donde era el tristemente célebre papá del papá del que pretende convertir a España en Venezuela:
"El abuelo villafranqués de Pablo Iglesias fue juzgado por hacer sacas en el Madrid republicano"
Y extrae algunos fragmentos de la declaración judicial de una víctima del Terror Rojo:
En la declaración de María Ceballos Zuñiga y Solís, marquesa viuda de San Fernando, natural de la localidad de Villafranca de los Barros igual que Manuel Iglesias, el abuelo de Pablo Iglesias, estaba en la partida de milicianos que el 7 de noviembre de 1936 detuvo a su marido, Joaquín Dorado y Rodríguez de Campomanes, Marqués de San Fernando, y a su hermano, Pedro Ceballos. Ambos fueron entregados a la checa de milicias situada en la calle Serrano 43 y fusilados en la Pradera de San Isidro.
Junto al abuelo de Pablo Iglesias estaban, según refieren varias de las declaraciones de implicados y testigos, Ángel Medel Larrea, Manuel Carreiro "el Chaparro", Jesús Yuste 'el Cojo de los Molletes', Antonio Delgado 'el Hornachego' y otros dos milicianos de los que solamente se conoce el apodo 'el Vinagre' y 'el Ojo de Perdiz'.
Al día siguiente de la detención fueron varios los empleados y vecinos de la casa de la calle del Prado número 20 los que fueron a pedir explicaciones a Manuel Iglesias, al que conocían los marqueses por ser de la misma localidad. Los testigos son claros en su declaración y explican que el abuelo del líder de Podemos les dijo que no le molestaran más, que "lo habían fusilado en la Pradera del Santo".
¿Niega estos hechos la sentencia zamorana? No, se acoge a una excusa técnica de Iglesias II: que Iglesias I, el chequista, fue condenado a 30 años por rebelión militar y no por los crímenes cometidos junto a su cuadrilla, denunciados y respaldados por testigos. ¿Y por qué no denunció Iglesias II a lagaceta.es ni a Villafranca hoy, sino, tiempo después, a Hermann Tertsch y al ABC? Pues porque no se trata de defender el honor, si honor tuviera el delito, sino para meter miedo a los críticos de Iglesias III.
El monstruo de Sorayenstein ya manda en los juzgados
Esta semana hemos asistido a un esperpento judicial que demuestra hasta qué punto el monstruo de Sorayenstein, o sea, los podemitas togados, se han convertido en un monstruo incontrolable, como el de Frankenstein. Rajoy fue obligado a declarar, de forma clarísimamente ilegítima, cuando esa misma sala admite que hasta los etarras declaren por videoconferencia.
Ilegítima fue la llamada, ilegal la colocación del testigo, que si no es togado no puede ocupar un lugar en el estrado, delictivas las declaraciones del testigo, que mintió por toda la barba, y delictuosa cuanto defectuosa la actuación de los abogados del PSOE, que facilitaron a Pedro y Pablo III el rasgado de vestiduras por los extremos a que ha llegado España. ¡Y tanto!
Pero lo peor de lo mucho malo que pasa en España es la corrupción generalizada de la Justicia. No sólo contra el PP, que lo merece por infame y traidor a sus promesas de independencia y pulcritud judicial, sino contra las libertades cívicas de todos los españoles, que estamos en manos de unos jueces que no aplican la ley sino que labran su futuro mediante sentencias.
Que un juez se atreva a decir, tras multarlo por un tecnicismo, que hay que borrar el artículo de un periodista que ha relatado unos hechos de enorme gravedad y que los Iglesias pretenden ocultar a la opinión pública, es el acabose de la Ley de venganza Histórica, es la Orden de Desmemoria para la nación española. Y sin ánimo de molestar a Su Señoría pero sí de defender el sagrado derecho cívico a saber la verdad y decirla, suscribo, de la cruz a la raya, el artículo de Santiago González y éste de Pérez Maura:
No callaremos
Malos tiempos para la libertad. Se derrumba la Venezuela de Pablo Iglesias y los suyos, mas ellos siguen empleando aquí los tribunales para actuar con un rigor inimaginable en los lugares en los que gobiernan aquellos a quienes han aleccionado las gentes de Podemos. El juzgado de Primera Instancia Nº 3 de Zamora ha condenado a mi colega y amigo Hermann Tertsch por la publicación en la Tercera de ABC el 17 de febrero de 2016 del artículo El abuelo de Pablo. Se le impone una indemnización de 12.000 euros al padre del secretario general de Podemos. La razón de ello es que en aquel artículo Tertsch afirmaba, recogiendo lo ya aparecido en otras publicaciones a las que nadie ha demandado, que Manuel Iglesias Ramírez, abuelo de Pablo Iglesias, fue condenado a muerte por la desaparición y el asesinato en noviembre de 1936 del marqués de San Fernando y su cuñado Pedro Ceballos, tras la saca perpetrada en su domicilio.
La sentencia no niega que Iglesias participara en esa saca con el Chaparro, el Hornachego, el Vinagre, el Ojo de Perdiz y el Cojo de los Molletes. Pero sí niega que él asesinara a las dos víctimas pues la investigación sobre la saca fue "archivada provisionalmente" e Iglesias fue condenado a muerte por rebelión militar. Pena, que como explicaba Tertsch en su artículo, le fue conmutada por 30 años de prisión de los que, ya se sabe lo de la dureza del franquismo, sólo cumplió cinco.
Ha sido ésta una causa verdaderamente extraña. Primero porque el padre del secretario general de Podemos presentó su demanda en los juzgados de Madrid, como es lógico por ser esta ciudad la sede de ABCy, sorprendentemente, el tribunal declaró su "incompetencia territorial" y lo despachó a Zamora, residencia del demandante al que no se le debía haber ocurrido acudir directamente al juzgado allí. Después, el día de la vista oral, el 19 de abril de 2017, se decidió celebrar la vista a puerta cerrada. La sentencia no aclara si el motivo de expulsar al público –sin que hubiera habido ningún incidente- fue por proteger el supuestamente ya mellado honor de la familia Iglesias o porque la libertad de información no es un bien protegible cuando se juzga a periodistas.
Al fin la sentencia conocida ahora condena a Tertsch a pagar la indemnización referida y los costes del proceso y "a retirar a su costa de la web y del caché el artículo referido". No entraré en lo del caché, porque en el diccionario de la Real Academia Española no hay más que dos acepciones de "caché": la cotización de un artista y la distinción o elegancia de una persona. Y como el pobre Tertsch tenga que hacerse cargo de la distinción y elegancia de la familia Iglesias le aconsejo que opte por pedir conmutar la pena por una de cárcel.
En cuanto a lo de retirar el artículo de la web, aquí ya hemos llegado a la censura más absoluta, una que supera lo que vemos en Venezuela. ABCes un diario publicado en papel. Los diarios en papel tienen una hemeroteca que sólo se censura en regímenes como el de la fenecida Unión Soviética. Esa hemeroteca de ABC, todas las páginas publicadas desde el 1 de enero de 1903, pueden ser vistas por cualquiera enhttp://hemeroteca.abc.es. Ahora el juzgado de Zamora pretende eliminar de la hemeroteca digital el artículo de Tertsch. Y supongo que después irá a la Biblioteca Nacional y también censurará allí nuestras páginas cortando esa Tercera con una cuchilla. Ni Chávez se atrevería a tanto. Llegaremos a volver a publicar portadas con el titular "Este número está visado por la censura" como la aparecida el 16 de octubre de 1935.
Ellos lo tienen claro. No pararán hasta que nos callen. Pero no callaremos.

Hágase a la idea, Señoría. Y avergüéncese el justiciable Rajoy del monstruo que ha creado y que infama la política española. Es su criatura.

LA ESPAÑONA

Por IGNACIO RUIZ-QUINTANO
ABC  Domingo, 30.07.17

«El ofendido por las expresiones vertidas es el fallecido, sin que deban considerarse ofendidos los hijos»

La Españona de Mariano es una cosa rara: se dice democrática, pero ignora sus dos elementos constitutivos (separación de poderes y representación política, incompatible con el sistema proporcional y las listas de partido), aunque incorpora dos adelantos socialdemócratas: el delito de odio (hoy descriminalizan el acto de sedición y criminalizan el sentimiento de odio) y el delito de opinión, por el que en Zamora, en defensa del honor de los Iglesias, la juez Mongil San José (¡qué justicias poéticas para Bergamín el Católico!) ha condenado al periodista Hermann Tertsch, que citó lo que en la Causa General se dice de Manuel Iglesias, abuelo del jefe del comunismo español.
–El ofendido por las expresiones vertidas es el fallecido, sin que sea posible apreciar que deben considerarse ofendidos los hijos porque implícitamente se les está llamando hijos de asesinos o hijos de fascista, toda vez que las expresiones se dirigen contra una persona determinada ya fallecida –contestó la jueza de Jerez a los hijos de Pemán, que defendían su honor ante una concejala comunista que llamó «fascista, misógino y asesino» a su padre.
En Jerez sí, pero en Zamora no. ¿Por qué? No lo sé: los jueces escriben tan mal como los periodistas, y en la motivación se habla de «Estado democrático» (?). Pero la democracia es forma de gobierno, no de Estado. «Estado democrático» se decía el soviético (y sus satélites) por razones que no caben aquí. Y, bien mirado, la Españona de Mariano se parece jurídicamente a la Urss de «La facultad de las cosas difíciles» de Yuri Dombrovski.
Yo fui a lo de Zamora por curiosidad periodística, pero Iglesias dijo que no quería público y la juez echó de la sala al público y a la prensa. Sólo trascendió que la fiscal creía que hablaban de Angela Merkel cuando el demandado hablaba de Margarita Nelken.

El silencio liberal es lógico: el que se mueve no sale en la tertulia. Mejor luchar contra Trump con citas de Dawkins y Dori Toribio.

UN OFICIO JUSTICIABLE

Por SANTIAGO GONZÁLEZ
EL MUNDO Sábado, 29.07.17


Ramón Pérez Maura ha publicado hoy una excelente columna en ABC, a propósito de la condena que un tribunal de primera instancia de Zamora ha impuesto a Hermann Tertsch del Valle Lersundi por una tribuna publicada en el diario ABC el día 17 de febrero de 2016 bajo el título 'El abuelo de Pablo'. Lean:

NO CALLAREMOS
Ramón Pérez Maura
Malos tiempos para la libertad. Se derrumba la Venezuela de Pablo Iglesias y los suyos, mas ellos siguen empleando aquí los tribunales para actuar con un rigor inimaginable en los lugares en los que gobiernan aquellos a quienes han aleccionado las gentes de Podemos. El juzgado de Primera Instancia Nº 3 de Zamora ha condenado a mi colega y amigo Hermann Tertsch por la publicación en la Tercera de ABC el 17 de febrero de 2016 del artículo "El abuelo de Pablo". Se le impone una indemnización de 12.000 euros al padre del secretario general de Podemos. La razón de ello es que en aquel artículo Tertsch afirmaba, recogiendo lo ya aparecido en otras publicaciones a las que nadie ha demandado, que Manuel Iglesias Ramírez, abuelo de Pablo Iglesias, fue condenado a muerte por  la desaparición y el asesinato en noviembre de 1936 del marqués de San Fernando y su cuñado Pedro Ceballos, tras la saca perpetrada en su domicilio.
La sentencia no niega que Iglesias participara en esa saca con "el Chaparro", "el Hornachego", "el Vinagre", "el Ojo de Perdiz" y "el Cojo de los Molletes". Pero sí niega que él asesinara a las dos víctimas pues la investigación sobre la saca fue "archivada provisionalmente" e Iglesias fue condenado a muerte por rebelión militar. Pena, que como explicaba Tertsch en su artículo, le fue conmutada por 30 años de prisión de los que, ya se sabe lo de la dureza del franquismo, sólo cumplió cinco.
Ha sido ésta una causa verdaderamente extraña. Primero porque el padre del secretario general de Podemos presentó su demanda en los juzgados de Madrid, como es lógico por ser esta ciudad la sede de ABC y, sorprendentemente, el tribunal declaró su "incompetencia territorial" y lo despachó a Zamora, residencia del demandante al que no se le debía haber ocurrido acudir directamente al juzgado allí. Después, el día de la vista oral, el 19 de abril de 2017, se decidió celebrar la vista a puerta cerrada. La sentencia no aclara si el motivo de expulsar al público -sin que hubiera habido ningún incidente- fue por proteger el supuestamente ya mellado honor de la familia Iglesias o porque la libertad de información no es un bien protegible cuando se juzga a periodistas.
Al fin la sentencia conocida ahora condena a Tertsch a pagar la indemnización referida y los costes del proceso y "a retirar a su costa de la web y del caché el artículo referido". No entraré en lo del caché, porque en el diccionario de la Real Academia Española no hay más que dos acepciones de "caché": la cotización de un artista y la distinción o elegancia de una persona. Y como el pobre Tertsch tenga que hacerse cargo de la distinción y elegancia de la familia Iglesias le aconsejo que opte por pedir conmutar la pena por una de cárcel. 
En cuanto a lo de retirar el artículo de la web, aquí ya hemos llegado a la censura más absoluta, una que supera lo que vemos en Venezuela. ABC es un diario publicado en papel. Los diarios en papel tienen una hemeroteca que sólo se censura en regímenes como el de la fenecida Unión Soviética. Esa hemeroteca de ABC, todas las páginas publicadas desde el 1 de enero de 1903, pueden ser vistas por cualquiera en http://hemeroteca.abc.es/ Ahora el juzgado de Zamora pretende eliminar de la hemeroteca digital el artículo de Tertsch. Y supongo que después irá a la Biblioteca Nacional y también censurará allí nuestras páginas cortando esa Tercera con una cuchilla. Ni Chávez se atrevería a tanto. Llegaremos a volver a publicar portadas con el titular "Este número está visado por la censura" como la aparecida el 16 de octubre de 1935.
Ellos lo tienen claro. No pararán hasta que nos callen. Pero no callaremos.

La columna de Ramón Maura ha venido a sistematizar todas las perplejidades que me han embargado ante el juicio y en la lectura de la sentencia y que había puesto Pedro Muñoz Seca en boca de Don Mendo: "Escuchéla y contemplela,/víla , señora y oíla/ pero cuánto más miréla y más escuchéla/ menos, señora, entendíla".
No se entiende el extraño criterio territorial. Si los hechos se produjeron en Madrid, donde tiene su sede el diario ABC, en el que se publicó el artículo objeto de la demanda, ¿por qué se juzga en Zamora, lugar de residencia del demandante?¿Por qué la Fiscalía pide que el juicio sea a puerta cerrada? También parece algo extraño que la sentencia haya condenado al procesado por algo que no refuta: que Manuel Iglesias sirviera de guía a los milicianos 'el Cojo de los Molletes', 'el Hornachuelo', 'el Ojo de Perdiz', 'el Vinagre' y 'el Chaparro' para identificar al marqués de San Fernando y a su cuñado, ya que ambos eran, como él mismo de Villafranca de los Barros. La sentencia niega que Manuel Iglesias fuera condenado a muerte por esa acción como se desprende del artículo objeto de la demanda, estableciendo en la página 17 que 'El abuelo de Pablo' contiene "información falsa y expresiones tendentes a desacreditar realizando afirmaciones no veraces tales como que la condena a muerte lo fue por delitos de asesinato y no por rebelión militar, tergiversando la realidad de los hechos con claro ánimo de difamar y desacreditar la memoria del padre del actor y abuelo de Pablo Iglesias."
Vayamos por partes. Resulta llamativo que sea Hermann Tertsch el demandado y no los medios que publicaron la historia antes que él, así por ejemplo, la publicación local Hoy Villafranca, que un año antes que Tertsch, el 7 de febrero de 2015, publicó una información bajo el título 'El abuelo villafranqués de Pablo Iglesias fue juzgado por hacer sacas en el Madrid republicano'. En dicho artículo se cita una publicación anterior de Lagaceta.es, en el que se sostiene lo mismo. Singularmente estos párrafos:
"en la declaración de María Ceballos Zuñiga y Solís, Marquesa viuda de San Fernando, natural de la localidad de Villafranca de los Barros igual que Manuel Iglesias, el abuelo de Pablo Iglesias estaba en la partida de milicianos que el 7 de noviembre de 1936 detuvo a su marido, Joaquín Dorado y Rodríguez de Campomanes, Marqués de San Fernando, y a su hermano, Pedro Ceballos. Ambos fueron entregados a la checa de milicias situada en la calle Serrano 43 y fusilados en la Pradera de San Isidro.
    Junto al abuelo de Pablo Iglesias estaban, según refieren varias de las declaraciones de implicados y testigos, Ángel Medel Larrea, Manuel Carreiro "el Chaparro", Jesús Yuste "el Cojo de los Molletes", Antonio Delgado "el Hornachego" y otros dos milicianos de los que solamente se conoce el apodo "el Vinagre" y "el Ojo de Perdiz".
    Al día siguiente de la detención fueron varios los empleados y vecinos de la casa de la calle del Prado número 20 los que fueron a pedir explicaciones a Manuel Iglesias, al que conocían los marqueses por ser de la misma localidad. Los testigos son claros en su declaración y explican que el abuelo del líder de Podemos les dijo que no le molestaran más, que lo "habían fusilado en la Pradera del Santo".
Si estos párrafos no contuvieran verdad debería ser explicado en la sentencia, porque si hay algo perjudicial para la memoria de Manuel Iglesias Ramírez sería su participación en estos hechos tal y como se describen aquí, no la causa por la que fue condenado. Los hechos, no la sentencia. Pondré un ejemplo de lo que quiero decir: el poeta Miguel Hernández fue condenado a muerte en marzo de 1940. La pena fue conmutada y el grandísimo poeta de Orihuela murió en la cárcel dos años más tarde. Nunca he simpatizado con los esfuerzos de sus familiares por lograr la anulación de la sentencia. Creo que esa condena es ominosa para la dictadura franquista, no para la memoria de Miguel Hernández. De análoga manera, lo que puede dañar el honor del actor, Javier Iglesias Peláez, hijo de Manuel y padre de Pablo, son esos hechos que no se niegan, no el error en la causa de la condena. Por otra parte, no se me alcanza en qué puede menoscabar el honor de un hombre que militó en una organización terrorista, el FRAP, según reconocía su propio hijo a la muerte de Santiago Carrillo: "Créanme si les digo que siendo hijo de un militante del FRAP (....) tiene su mérito admirar a Carrillo".
Hay entre mis amigos algunos ex militantes de una banda terrorista, ETA. La diferencia está en la enmienda. Algunos que militamos en el PCE, admiramos al Carrillo de la transición, al que impulsó en 1956 la Política de Reconciliación Nacional, no al de Paracuellos del Jarama. Espero que esto no me valga una demanda por intromisión en el honor de su familia.

Este está volviendo a ser un oficio arriesgado. Hay que destacar la actitud del diario ABC al recurrir la sentencia. Tertsch se vería en un problema si no contara con el respaldo de su medio. Para afrontarlo con dignidad y con toda la seguridad posible, debería instituirse un Comité de Seguridad Informativa, ante el que los periodistas en nuestros variados oficios pudiéramos presentar nuestras crónicas, entrevistas y artículos de opinión, tal como se hacía en la dictadura, entre 1938 y la Ley de Fraga que suprimió la obligatoriedad de la censura previa y aquella figura que se llamaba 'consulta voluntaria'. A mí ya me gustaría contar antes de publicar este comentario con un buen Comité de Salud Informativa, quizá una docena de jueces para la democracia, con la encomienda de 'Táchese lo que no proceda', que va estando uno muy mayor para disgustos. Mientras, seguiremos haciendo lo que sabemos. Como dice Pérez Maura 'no nos callarán'.  Quevedo hace ya cuatro siglos: "no he de callar, por más que con el dedo". La libertad de expresión es lo que tiene, que una vez que se le coge el tranquillo ya no te callan ni atiborrándote de polvorones.

NO CALLAREMOS

Por RAMÓN PÉREZ-MAURA
ABC  Sábado, 29.07.17

La libertad de información no es un bien protegible cuando se juzga a periodistas

MALOS tiempos para la libertad. Se derrumba la Venezuela de Pablo Iglesias y los suyos, mas ellos siguen empleando aquí los tribunales para actuar con un rigor inimaginable en los lugares en los que gobiernan aquellos a quienes han aleccionado las gentes de Podemos. El juzgado de Primera Instancia Nº 3 de Zamora ha condenado a mi colega y amigo Hermann Tertsch por la publicación en la Tercera de ABC el 17 de febrero de 2016 del artículo «El abuelo de Pablo». Se le impone una indemnización de 12.000 euros al padre del secretario general de Podemos. La razón de ello es que en aquel artículo Tertsch afirmaba, recogiendo lo ya aparecido en otras publicaciones a las que nadie ha demandado, que Manuel Iglesias Ramírez, abuelo de Pablo Iglesias, fue condenado a muerte por la desaparición y el asesinato en noviembre de 1936 del marqués de San Fernando y su cuñado Pedro Ceballos, tras la saca perpetrada en su domicilio.
La sentencia no niega que Iglesias participara en esa saca con «el Chaparro», «el Hornachego», «el Vinagre», «el Ojo de Perdiz» y «el Cojo de los Molletes». Pero sí niega que él asesinara a las dos víctimas pues la investigación sobre la saca fue «archivada provisionalmente» e Iglesias fue condenado a muerte por rebelión militar. Pena, que como explicaba Tertsch en su artículo, le fue conmutada por 30 años de prisión de los que, ya se sabe lo de la dureza del franquismo, sólo cumplió cinco.
Ha sido ésta una causa verdaderamente extraña. Primero porque el padre del secretario general de Podemos presentó su demanda en los juzgados de Madrid, como es lógico por ser esta ciudad la sede de ABC y, sorprendentemente, el tribunal declaró su «incompetencia territorial» y lo despachó a Zamora, residencia del demandante al que no se le debía haber ocurrido acudir directamente al juzgado allí. Después, el día de la vista oral, el 19 de abril de 2017, se decidió celebrar la vista a puerta cerrada. La sentencia no aclara si el motivo de expulsar al público –sin que hubiera habido ningún incidente- fue por proteger el supuestamente ya mellado honor de la familia Iglesias o porque la libertad de información no es un bien protegible cuando se juzga a periodistas.
Al fin la sentencia conocida ahora condena a Tertsch a pagar la indemnización referida y los costes del proceso y «a retirar a su costa de la web y del caché el artículo referido». No entraré en lo del caché, porque en el diccionario de la Real Academia Española no hay más que dos acepciones de «caché»: la cotización de un artista y la distinción o elegancia de una persona. Y como el pobre Tertsch tenga que hacerse cargo de la distinción y elegancia de la familia Iglesias le aconsejo que opte por pedir conmutar la pena por una de cárcel.
En cuanto a lo de retirar el artículo de la web, aquí ya hemos llegado a la censura más absoluta, una que supera lo que vemos en Venezuela. ABC es un diario publicado en papel. Los diarios en papel tienen una hemeroteca que sólo se censura en regímenes como el de la fenecida Unión Soviética. Esa hemeroteca de ABC, todas las páginas publicadas desde el 1 de enero de 1903, pueden ser vistas por cualquiera en http://hemeroteca.abc.es/ Ahora el juzgado de Zamora pretende eliminar de la hemeroteca digital el artículo de Tertsch. Y supongo que después irá a la Biblioteca Nacional y también censurará allí nuestras páginas cortando esa Tercera con una cuchilla. Ni Chávez se atrevería a tanto. Llegaremos a volver a publicar portadas con el titular «Este número está visado por la censura» como la aparecida el 16 de octubre de 1935.

Ellos lo tienen claro. No pararán hasta que nos callen. Pero no callaremos.

martes, 9 de mayo de 2017

LA GRAN OCASIÓN FRANCESA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  05.05.07

Muy grande será la sorpresa si al final del mismo no es Nicolás Sarkozy, el nada conservador candidato de la derecha, el nuevo Presidente de la República Francesa. Francia puede estar a punto de poner fin a una V República que ha sido incapaz de adecuarse a las demandas del nuevo mundo, atenazada como ha estado por mitos políticos y supersticiones culturales, tiranías sindicales y gremiales y una ya crónica fatalidad en la elección de sus jefes de Estado. Solo el socialista François Mitterrand logró generar en su día tantas expectativas de cambio genuino y profundo en las anquilosadas estructuras de la administración y en una sociedad paralizada por el victimismo y la autocompasión, la falta de iniciativa, la dejación de responsabilidades y la falta de incentivos.

La andadura de Mitterrand
Más de veinticinco años después de aquella andadura mitterrandista que concluiría en un corrupto lodazal, existen indicios claros de que una mayoría de los franceses cree llegada la hora de abrir un nuevo capítulo de cambio radical y acabar con los lastres y prejuicios que desde hace cuatro décadas impiden el debate real y veraz sobre los problemas ciertos de la sociedad. Sarkozy ha llamado a romper esta mordaza que es la hegemonía cultural izquierdista que desde 1968 es en la práctica dogma de Estado y que el oportunismo equilibrista del presidente saliente Jacques Chirac jamás pudo o quiso poner en cuestión.
Su rival, Ségolène Royal, socialista más bien tradicional, quemó el miércoles sus últimos cartuchos en un debate televisivo que nadie parece creer que pueda haberla beneficiado. Su rival volvió a dejar en evidencia que más allá del «charme» que la llevó a ganar las primarias socialistas y a despertar grandes entusiasmos iniciales, la candidata no solo tiene inmensos huecos en su conocimiento general del funcionamiento de la administración y la economía sino también considerables problemas de carácter. No por casualidad no son sólo sus partidarios los que ven similitudes entre ella y el presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. Con las mismas formas del «buenismo autoritario» del que hace gala el socialista español, Royal asegura que todos los franceses sufrientes o con problemas serán felices bajo su mandato pero no tolera que se le pidan explicaciones sobre la forma de hacerlo y financiarlo. Su forma de descalificar e interrumpir al adversario que osa cuestionar sus propósitos o métodos, suele surtir efecto en los mítines. Pero le resultó claramente perjudicial en el debate televisado, según todos los analistas. Los sondeos posteriores revelaban unánimes un aumento de la ventaja de Sarkozy. Y comprobada la agresividad de que han hecho gala los adversarios de Sarko en general, de existir voto oculto éste muy previsiblemente sería suyo.

Mayo del 68
En su último mitin en Montpellier, Sarkozy declaró la guerra al legado de Mayo de 1968, que con sus dogmas del antiautoritarismo y el igualitarismo reduccionista, es el origen de la catástrofe educativa en especial y causa de muchos de los graves problemas que aquejan a la sociedad francesa y europea en general. «Nos quedan dos días para liquidar la herencia del 68. Dos días para renunciar a la renuncia. Dos días para que todo sea posible».
Son las de mañana unas elecciones fascinantes cuyo resultado, sea cual sea pero muy especialmente si se cumplen las expectativas, provocará olas expansivas mucho más allá de las fronteras de nuestro vecino. En Francia se enfrentan dos candidatos y dos políticas clara y rotundamente diferenciadas y enfrentadas con una izquierda galopante sobre el sentimentalismo caritativo y el conservadurismo de la corrección política de los esquemas político-culturales de los pasados cuarenta años y una derecha que intenta liberar nuevas fuerzas por medio de la liquidación del paternalismo del Estado y por el fortalecimiento de la autoestima individual por la incentivación del mérito y el esfuerzo pero también por el fortalecimiento de la seguridad ciudadana y la reactivación de los valores de la sociedad abierta occidental frente a movimientos culturales o religiosos hostiles a los mismos. Estos últimos objetivos han determinado en gran parte la movilización tan vehemente y agresiva en contra de Sarkozy por sectores muy diversos de la sociedad.

La incógnita: Bayrou
Queda como gran incógnita si la hostilidad demostrada por el candidato centrista Bayrou hacia Sarkozy le va a perjudicar a éste o no. Los diputados del UDF de Bayrou en su inmensa mayoría ya han anunciado que votarán al líder de la derecha y no parece muy probable que tal como se ha desarrollado la campaña en estas dos semanas, Ségolène Royal se haya podido hacer con la mayoría de estos siete millones de votos. Tampoco es nada probable que ese llamamiento de Sarkozy a la liquidación de la herencia de Mayo de 1968 deje indiferentes a los votantes de Le Pen pese a que el líder ultraderechista llamara a la abstención.

Lo que ha quedado una vez más claro es lo poco consciente que es aún la sociedad francesa de la importancia de las relaciones internacionales y del resto del mundo para su propia suerte. Esto por supuesto se ha reflejado en el discurso de ambos candidatos que apenas han hablado de política internacional. En el debate televisivo del miércoles, visto por más de 21 millones de franceses, apenas se dedicaron a las relaciones internacionales veinte minutos de las dos horas y media. El desinterés no puede ni debe ser recíproco. Europa no se podía permitir el lujo de una Francia que permaneciera en el letargo al que fue condenada por aquella desgraciada obstinación de Chirac de no dimitir tras el referéndum sobre la Constitución Europea. Un nuevo eje Berlín-Paris con Merkel y Sarkozy quizás puedan desbrozar el camino hacia un acuerdo que lleve al relanzamiento de una constitución europea eficaz y cada vez más libre de lastres del pensamiento mágico.

martes, 16 de agosto de 2016

"DÍAS DE IRA" DE HERMANN TERTSCH. RESEÑA DE GONZALO ALTOZANO

“Días de ira” de Hermann Tertsch, por Gonzalo Altozano

Martes, 16.06.15

No es necesario reír con los bárbaros
Se llamaba Rafael Pérez Escolar, fue abogado de Banesto en la etapa de Mario Conde, y compartió con este algunos años entre rejas. En la soledad de su celda, a Pérez Escolar las noches se le pasaban de claro en claro diseñando un plan no de fuga (ya estaba mayor para saltar muros o practicar túneles), sino de venganza. Porque nadie le quitó nunca de la cabeza que detrás de la intervención de Banesto estaba Emilio Botín, presidente del Santander, a quien juró odio eterno. Ya en libertad, Pérez Escolar puso en práctica su plan, y con cierto éxito, pues aunque no logró meter en la cárcel al banquero, sí lo sentó un par de veces en el banquillo. A Pérez Escolar se le veía mucho por la calle Génova, caballero de fina y airada estampa, imprimiendo a su paso una energía tal que parecía iba a partir en dos los adoquines del suelo, siempre con prisas, como si le fueran a cerrar la ventanilla de la Audiencia Nacional donde depositaba la querella cotidiana contra Botín, para luego irse a Jockey, donde almorzaba a diario. Tanto odiaba Pérez Escolar a Botín y a su círculo que les dedicó montones de páginas en sus Memorias, la lectura de las cuales equivalía a irrumpir en un consejo del Santander con una ametralladora. Es más, mandó componer el libro sin índice onomástico. Se negaba a que sus muchos enemigos -parecía coleccionarlos- entraran en una librería, agarrasen un ejemplar, buscasen su nombre en el índice, leyeran la página donde se les despellejaba y devolviesen el tomo al estante. Y todo sin pasar por caja. Lo que el autor pretendía era someterlos a todos -Botín el primero- a la humillación de tener que comprar el libro y, más despiadado aún, leerlo. Un tipo de cuidado, Rafael Pérez Escolar.

El nuevo libro de Hermann Tertsch, Días de ira, no tiene índice onomástico. Pero por razones distintas a las de Pérez Escolar. Y no porque Tertsch no tenga enemigos. Los tiene, vaya si los tiene. Basta descender al submundo de los comentarios en Internet, donde a Hermann le dan el paseo a diario y lo fusilan al amanecer sin posibilidad de confesión. La diferencia con otros -Pérez Escolar, por ejemplo- es que Tertsch no malgasta un minuto en ajustes de cuentas. Que no se metió él en la cosa esa del periodismo para apedrear a los perros que le ladran en el camino, sino para defender a la sociedad abierta de sus enemigos. Y he aquí la razón por la que a Tertsch algunos lo quieren ver colgado del reloj de la Puerta del Sol un 15-M cualquiera. Claro que tampoco cabe descartar explicaciones más pedestres para el odio como la envidia que en algunos provoca este hombre que viste bien, habla idiomas, acredita lecturas y sabe manejar la pala del pescado. Días de ira, en fin, no tiene índice onomástico pues su autor cita a otros solo cuando es necesario para ilustrar un episodio, una crítica, un argumento. Exactamente lo mismo que en Libelo contra la secta, su anterior libro.

Días de ira es, de alguna manera, una continuación de Libelo contra la secta. Los dos son la crónica política de la España de los últimos años, desde los atentados de Atocha hasta hoy. Pero ninguno está escrito con la prosa aséptica de un redactor de agencias que solo se atiene a los hechos sin poner en cuestión los entrecomillados. Tertsch, al contrario, a todo le da un barniz de opinión. Opinión no dictada por su capacidad para la improvisación y la agudeza, sino por su conocimiento de la política, la Historia y, por supuesto, la naturaleza humana. En Días de ira el autor vuelve con alguna frecuencia a lo narrado en las primeras páginas de Libelo contra la secta: su marcha de El País. No en vano, en su salida estaría la causa de que contra él se abriera la veda, una cacería al hombre en la que todo valdría, como los señalamientos nocturnos a su domicilio en las redes sociales, versión 2.0 de la vieja técnica de poner unos el ojo y otros la bala. Hay que reconocer que la palabra “secta” del título está muy bien escogida.

En Libelo contra la secta Tertsch relataba las denuncias anónimas cursadas contra él desde la redacción del que en su día fue uno de los grandes diarios europeos. Curiosamente, sus autores no eran los veteranos del periódico, sino los alevines recién aterrizados, a los que escandalizaban las opiniones vertidas por Tertsch en sus columnas, pero nada tenían que objetar a artículos como ese de Almudena Grandes en el que esta fantaseaba con monjas violadas por forzudos milicianos empapados en sudor. A los comisarios políticos de El País Tertsch los llamaba los jóvenes turcos del zapaterismo, título que en Días de ira otorga a los mandos, los cuadros y las bases de Podemos. Unos y otros tienen en común haber salido de una de esas facultades donde sus profesores no se cansaron de repetirles la mentira de que eran la generación mejor preparada de la Historia; una de esas facultades que diríanse construidas con los restos del Muro de Berlín y en las que los programas de algunas asignaturas recuerdan los viejos manuales de guerrilla urbana de Mayo del 68.

En el anterior libro de Tertsch, los Iglesias, los Monedero y los Errejón ya desfilan por sus páginas, solo que de incógnito, confundidos con el paisaje y con el paisanaje que en la primavera de 2012, y al calor de sus camping gas, lograron hacer brotar de los adoquines de la Puerta del Sol centenares de tiendas de campaña de la marca Quechua, como si de setas se trataran. Lo que al principio parecía el hasta-aquí-hemos-llegado, el se-acabó-la-broma de una ciudadanía harta que no se resignaba a que España fuera una unidad de destino en la impunidad, pronto degeneraría cuando la protesta la monopolizaron las camadas rojinegras -así las llama Tertsch- de la izquierda callejera y violenta, la misma cuya narrativa se la escribían unos jóvenes y no tan jóvenes profesores de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
Es curioso, la facultad de Políticas que allá por los cincuenta se ideó como la escuela de mandos de un régimen -el franquista- ha devenido hoy en factoría de guionistas de otro régimen que aún pervive en la España de Rajoy: el zapaterato. Porque hay políticos con vocación de régimen y la rara habilidad de imponer su obra a sus sucesores, sin importarles que sean del signo contrario. Cuentan que a Margaret Thatcher le preguntaron cuál era su mejor legado a lo que ella rápido respondió que Tony Blair y circula por Youtube un vídeo de las primarias del Partido Demócrata en el que Obama y Hillary se enzarzan a cuenta de cuál de los dos es más reaganita. Cierto es que no ha querido el cielo bendecir a la España de los últimos años con unos líderes de la talla de la Dama de Hierro o aquel viejo cowboy de “la resplandeciente ciudad en la colina”. Pero no es esto a lo que íbamos, sino a lo que ya se conoce como la tercera legislatura de Zapatero, que no es otra que la de Rajoy, al que nuestro autor dibuja subido a una bicicleta obsesionado por quemar etapas pero sin moverse del sitio, o ensimismado en su zona de confort, en su perímetro de seguridad, cazando ratones, sus ratones. Y con este hombre cuenta la derecha para pararles los pies y mojarles la oreja a los desahuciados hijos de la indignación, hoy encuadrados en Podemos.

Si un Zapatero en retirada fue capaz de neutralizar a un PP con una formidable fuerza de choque de 185 diputados, de qué seducciones no sería capaz el de León con sus discípulos amados. Porque leyendo Días de ira se llega a la conclusión de que el tapado de ZP no era Pedro Sánchez ni Eduardo Madina, era Pablo Iglesias. Claro que Zapatero no es el único padre de la criatura. Ahí están Venezuela, Irán y Rusia. Y ahí el temor de muchos de que el apoyo de los círculos bolivarianos, los ayatolas de Teherán y los Lobos de la Noche de Putin no sea a fondo perdido, sino que esa factura al final la paguemos todos los españoles, y no alguna de las empresas pantalla de Monedero. Es tanta la inquietud que provocan los de Podemos que las buenas gentes de las derechas pretenden ver en un simple desconchón en la pared -la última encuesta del CIS, la salida del propio Monedero o la ruptura incluso entre Pablo y Tania- la grieta por la que se resquebrajará entero el edificio okupa y podemita. Y es entonces cuando aparece Tertsch para recordar, sin temor a que le llamen aguafiestas, que en las elecciones de noviembre de 1932 el Partido Nazi perdió muchos votos, lo que no le impidió recuperarse y alcanzar el poder solo un año después. La Historia, a veces, es una ciencia exacta, parece decir Tertsch. Los de Podemos han venido y lo han hecho para quedarse. Y a como dé lugar.

Otro punto sobre el que Tertsch pone el foco es la auténtica naturaleza de Podemos. El Podemos verdadero no es el del año en curso, el que ahora trata de disfrazarse a toda prisa de socialdemócrata finlandés, representado por un Errejón ataviado con sus New Balance y sus Levi’s 501, como recién llegado a España tras un año de Erasmus encamándose suecas. El Podemos genuino es el de antes de las Europeas, el de antes incluso de su inscripción en el Registro de Partidos Políticos, el de aquellas veladas de La Tuerka amenizadas por el rapero Pablo Hasel, quien llevaba a su entregado público al delirio cuando desde el escenario se burlaba de la nuca de Miguel Ángel Blanco. En cualquier caso, la intención de Tertsch y su Días de ira no es asustar a ancianitas con que viene el rojo, sino convencer al español medio de que existe una directísima relación entre su propia suerte y los hechos potencialmente amenazadores que le rodean. Para Tertsch levantar la voz entra en la categoría de los imperativos morales.

¿Y cómo hemos llegado a todo esto? No anda desencaminado el autor cuando apunta como posible causa del desastre lo que él llama la mentira antifranquista, falsificación de la Historia que divide a los españoles en buenos y malos, y que data de los tiempos de la Transición. Según este relato, la unidad de España, la bandera nacional, el sentimiento religioso o conceptos incluso como honor, lealtad o cortesía serían inventos del franquismo, meros productos de sus planes de desarrollo cocinados a fuego lento en las hogueras del Frente de Juventudes. Ojo, en ningún momento el autor reivindica la figura y obra de Franco, simplemente viene a señalar que el certificado de nacimiento de España no fue el parte de guerra del primero de abril de 1939, ese en que las tropas nacionales se declaraban victoriosas. O sea, que cuando Franco llegó, España estaba allí, y desde hacía ya unos siglos. Si la derecha hubiera asumido este discurso desde el minuto cero de la Transición, mejor marcharían las cosas hoy para todos. El problema es que se dejó comer el terreno y robar la merienda por unos estafadores, muchos de los cuales no tuvieron empacho entonces -y siguen sin tenerlo hoy- en inventarse a toda prisa un pasado nuevo, suyo y de sus padres. No así Hermann, no así.

Las más descarnadas páginas de Días de ira son aquellas en las que Hermann habla de su padre, al que amaba. Como tantos alemanes de la época, el hombre se afilió al Partido Nazi y como pocos alemanes de la misma época participaría en un complot para matar a Hitler, lo que le valió ser perseguido por la Gestapo y encarcelado. Y así, restando hechos al relato y añadiéndole literatura, nuestro autor podría haber confeccionado para el apellido Tertsch un elegante traje como los que gastaba el padre cuando era diplomático en Londres. Podría, por ejemplo, haber justificado la ficha de afiliación nazi por la vía de la contextualización histórica, con el escenario de una Alemania humillada en la que de pronto surge no se sabe bien si un poeta o un loco que promete que solo por ser ciudadano alemán hasta el último barrendero del Reich iba a atesorar más dignidad que todos los títulos contenidos en el Gotha. Podría también Hermann haber reclamado para su padre un lugar, siquiera entre los papeles de reparto, en los títulos de crédito de Walkiria, la película protagonizada por Tom Cruise que narra aquel célebre pero fallido atentado contra el führer. Podría haber hecho todo esto y qué bien hubiera quedado él y también su padre.
Y, sin embargo, en Días de ira Hermann cuenta lo que solo él sabía y nadie habría averiguado jamás: que su padre siguió afiliado al Partido Nazi para hacer carrera -carrera diplomática- cuando los cuchillos ya se habían afilado, y las botas negras de caña alta pisaban los cristales rotos, y las chimeneas de los campos de concentración echaban humo a pleno rendimiento, y Polonia había sido invadida. El atentado solo fue un intento de última hora por restaurar el honor perdido, la vergüenza. Pero ya todo era demasiado tarde. La pregunta, sin embargo, es por qué Tertsch da carnaza a la legión creciente de sus odiadores con lo rentable que le hubiera sido optar por la operación de embellecimiento personal. La respuesta no puede ser otra que la de dotar de autenticidad cada una de las frases del libro, como esa en la que expresa su deseo de que sea la verdad el punto de encuentro de un auténtico pacto de Estado en España. De haberse guardado para sí el secreto familiar, Días de ira sería solo una colección de bonitas mentiras escritas en folios de colores.

A pesar de que en Días de ira no hay espacio para las risas, el compadreo y los selfies con los bárbaros (los de aquí y los que acampan con sus banderas negras a las puertas de Occidente), no cabe leer el libro como unas notas a pie de página del Apocalipsis. A Tertsch podrá llamársele agorero, pero si finalmente se cumplen sus pronósticos, nadie podrá acusarle de no haber estado en su lugar, que no es otro que el que ocupó aquel anónimo obrero de la Alemania nazi que ostensiblemente se cruzó de brazos en una foto mientras el resto de sus compañeros saludaban al objetivo brazo en alto. Días de ira es también una invitación a sacar a España de la maldita excepcionalidad histórica, tarea para la que el autor advierte de que no queda sino imponerse la disciplina, prohibirse el lamento y la resignación, y poner en marcha todos los recursos de la autoestima, en lo que puede ser un hermoso intento de la búsqueda de la felicidad.

Gonzalo Altozano

Libro

lunes, 23 de mayo de 2016

HERMANN TERTSCH: "EN ESPAÑA LLEGAREMOS A LAS MANOS"

El periodista, escritor y columnista de ABC, HERMANN TERTSCH, concede una entrevista a ACTUALL en la que habla del deterioro de la convivencia en España, la posible llegada del Frente Popular, el balance del Gobierno de Rajoy, la hegemonía cultural de la izquierda, los refugiados, el auge de la derecha nacional en Europa, Trump...


11.05.16

domingo, 25 de octubre de 2015

ESPAÑA Y EUROPA, SIN RODEOS Reseña de "DÍAS DE IRA"

 Por SERGI DORIA
  ABC CULTURAL  Sábado, 24.10.15

La actualidad más inmediata late en las páginas de Días de ira. Una recopilación de crónicas donde Hermann Tertsch toma el pulso a la política nacional e internacional


Una reflexión urgente. Así titula Hermann Tertsch (Madrid, 1958) el primero de los escritos recolectados en Días de ira. El «mundo líquido» que acuñó Zygmunt Bauman engloba la última década española. En estos momentos, advierte el periodista de ABC, los valores de la Transición cotizan a la baja: «Truenan los llamamientos a la destrucción purificadora, a la revancha y la venganza. Surgen con mucha pujanza fuerzas que se dicen justicieras y redentoras. Unas dicen clamar por los pobres y maltratados, otras por tribus viejas o naciones inventadas. Enfrente se encuentran un Estado cuestionado y asediado y una sociedad confusa. Con un orden legal que se atasca y lealtad y disciplina olvidadas. Y nadie aporta la firmeza en la defensa de unas leyes y una razón cada vez más desprestigiadas».

                                                                                  ÓSCAR DEL POZO

Entre las perniciosas herencias del franquismo, la presunta supremacía moral de un antifranquismo que tilda de «facha» las opiniones conservadoras o la oposición a los nacionalismos periféricos. La corrección política confunde disciplina con autoritarismo y juzga con diferente baremo a los extremismos. En España, la izquierda goza de superioridad moral frente a una derecha acomplejada y sin discurso ético. El patriotismo es visto como algo ajeno, y la palabra «España» se esquiva con la de «país» o «Estado español».

Pensamiento mágico
Esa indolencia de la pertenencia, señala Tertsch, dificulta el compromiso con la nación: concepto «discutido y discutible» según la boutade de José Luis Rodríguez Zapatero. La irresponsabilidad envenena la convivencia: «Desde el ‘derecho a decidir’, o el derecho de un juez a redactar una constitución para destruir la Constitución que juró defender, al derecho de Artur Mas a utilizar el Estado abiertamente en contra del Estado, el de los estudiantes a exigir trabajo en estudios universitarios que solo garantizan su inutilidad, a la exigencia de facilitar y promover la violación de las fronteras propias, al ministro de Defensa que dice que prefiere ‘morir a matar’, son interminables las incoherencias flagrantes que la corrección política impone a la lógica en España».
ZP consagra lo que Tertsch califica acertadamente de «pensamiento mágico», mejunje de «socialismo orgánico del siglo XXI» y anticapitalismo universitario con raíces chavistas de Podemos. Los partidos emergentes cuestionan el orden constitucional, mientras que el nacionalismo catalán deviene en independentismo; mirando hacia atrás con ira, ambos movimientos retan a un Mariano Rajoy educado en el pensamiento débil por el asesor Pedro Arriola. En nombre del pragmatismo, el presidente se vuelca en la economía, elude desde el plasma desafíos sociales y nacionalistas, y deja expedita La Sexta a sus antagonistas, mientras los casos de corrupción desarbolan el Partido Popular.
Como apunta el ensayista, «la falta de política siempre es mala, porque si no ponen la política los cuerdos, la suministran con seguridad los locos… En la desigual pugna entre la nación y los nacionalistas periféricos, desde hace casi cuatro décadas jugada con permanente ventaja para los últimos, la indolencia, indiferencia e inactividad, la lacerante pasividad del gobierno de Rajoy ante el permanente discurso del desafío, desacato y sedición de las instituciones autonómicas catalanas, ha dejado postrado a su partido».

Hermann Tertsch (arriba) dedica no pocas
de sus reflexiones a Putin (bajo estas líneas): «El presidente ruso ha invadido un país vecino (Ucrania) con exactamente los mismos pretextos que usó Hitler para anexionarse los Sudetes».


Sombríos episodios
En la Europa que parecía haber conjurado el totalitarismo soviético tras la caída del Muro, la Historia amenaza con repetirse sombría. Los populismos antieuropeos se ceban en una política europea indecisa. En la invasión y desmembración de Ucrania por los rusos, Tertsch ve una reedición de los pactos de Múnich de 1938, cuando Chamberlain «regaló» Checoslovaquia a Hitler para evitar la guerra. En el Múnich de 2015, Merkel y Hollande encarnan la impotencia occidental. «Setenta años después de la Segunda Guerra Mundial, la flamante Europa unida está inerme ante una agresión exterior de un gigante antidemocrático como la Rusia de Vladimir Putin», escribe.
A la resurrección bélica rusa –el ataque sobre Siria confirma las tesis del cronista–, se añaden las extrañas alianzas entre la extrema izquierda con el régimen bolivariano, el antisemitismo y la ascensión y caída de Syriza en Grecia: los Días de ira del calendario internacional. El autor ilustra con sus vivencias familiares las anomalías que mantienen el sectarismo de una España hegemonizada culturalmente por una izquierda sin pecado original.

Dimensión criminal
Para muestra, el padre del autor, uno de los millones de alemanes y austriacos que confundieron nazismo y esperanza. No se vio por fortuna en el dilema de ser un asesino. En la Noche de los Cristales Rotos (1938) calibró desde su despacho diplomático en Londres la dimensión criminal del nazismo. Detenido por la Gestapo tras el atentado contra Hitler de 1944 y acusado de pertenecer a la resistencia católica austriaca, acabó huyendo del campo de concentración cuando se produjo la derrota hitleriana. Su destino fue Madrid, donde iba a reunirse con su mujer y ganarse la vida trabajando en la prensa. Volvía a España, aclara Tertsch, pero «no para recibir refugio de Franco como peligroso criminal de guerra nazi, como se empeñan en afirmar algunos pelmazos…».

Para el cronista sólo la memoria con «mirada limpia» inmuniza contra el odio: «Todo español debería, ochenta años después, considerar tan propios los muertos de Paracuellos como los de Badajoz, los oficiales del Cuartel de la Montaña como los fusilados en Montjuïc. Pero deberíamos guardar especial memoria, afecto y luto por aquellos que murieron víctimas de quienes consideramos más cercanos en aquella guerra, si es que algunos lo son más que otros». España y Europa, por fin, sin rodeos.

martes, 8 de septiembre de 2015

LA HORA DE LOS ALUCINADOS - Reseña de "DÍAS DE IRA"

Por GABRIEL ALBIAC
  LEER - LA REVISTA DECANA DE LIBROS Y CULTURA
 Número 264. Extra de Verano 2015, pág. 89
 www.revistaleer.com
 Reseña. "DÍAS DE IRA" de HERMANN TERTSCH


El corazón de los Días de ira (La Esfera de los Libros) de Hermann Tertsch está en su página 182. Y en la narración de una tragedia familiar que no es la de su padre: que es la tragedia colectiva de Centroeuropa en los años de entreguerras. Y que, por ese aterrador efecto de intemporalidad que define las pocas cosas verdaderamente graves del imaginario humano, estamos viendo reaparecer ahora. Impotentes. Como entonces.
    Eso precisamente hace de esta, que su subtítulo presenta como Una reflexión que clama a las conciencias ante una España en alarma, una reflexión más honda, en ningún modo anecdótica sobre lo oscuro que acecha siempre en las actuaciones de los hombres: el lado tenebroso de la historia, que quisiéramos soñar haber vencido para siempre, pero que siempre está ahí, que es la amenaza frente a la cual se libra sin remedio una vida de hombre que valga la pena, una vida de hombre libre.
    “Mi padre fue un miembro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). Es muy cierto. Como muchos millones de alemanes y austriacos. Que se convirtieron en nazis y comunistas en aquellos finales de la década de los años veinte y principios de los treinta. No porque fueran malos o crueles. Ni antisemitas, ni antipolacos o antinorteamericanos. Se convirtieron en seguidores de ideologías y promesas que les prometían rápidas soluciones a sus problemas terribles”. Exactamente igual que ahora.
    Días de ira se mueve en un implacable péndulo que oscila narrativamente entre la demencia colectiva que acabó en aquel terrible suicidio colectivo de la Europa del final de los años treinta y ésta que irrumpe ahora, con los mismos discursos, con idénticas retóricas, hasta con la común autodefinición de “populismo”.
    Y es verdad que, si no conociéramos la natural tendencia a lo peor que prima siempre en los comportamientos humanos, debería asombrarnos la pureza con la que el discurso totalitario, medio siglo después de haber lanzado la peor matanza de la historia, pueda volver a ejercerse sin la menor vergüenza, pueda incluso exhibir atributos de modernidad o decirse portador de soluciones éticas. No hay una sola palabra, no hay un solo gesto ni comportamiento en los nuevos populistas que no haya sido puesto a prueba en la Alemania de Hitler y en la Rusia de Stalin, antes de serlo en la Cuba de Castro, la Argentina de Perón, la Venezuela de Chávez. Pero nadie quiere oír eso tan desagradable, eso que habla de millones de asesinados. Y el antisemitismo de un concejal de Carmena en 2015 es presentado por la bonachona alcaldesa como poco más que un bondadoso chiste de incuestionable filántropo.
    Vivimos el peor de los tiempos. Y ni nos damos cuenta. Pero eso sí que no es nuevo. El libro de Tertsch nos ayuda también a entenderlo. A entender que los viejos populismos de entreguerras fueron recibidos por una población hastiada como última esperanza de paraíso en tierra. Y el paraíso en tierra se llama infierno. Entonces, como ahora. Siempre.
    Días de ira está escrito entre las elecciones europeas y las municipales y autonómicas. Cubre, pues, el intervalo de la más súbita ola populista que ha sufrido la España de después de la dictadura. Y prevé, de algún modo, lo que tras municipales y autonómicas vendría: un horizonte cerrado, que da directamente sobre el abismo. Exactamente igual que en la Europa de hace tres cuartos de siglo.
    Los populismos no surgen de la nada, ni son accidentes meteorológicos venidos de vaya usted a saber qué maldición de los dioses. Son la respuesta desesperada a situaciones que generó una política incompetente. Sin los errores en cadena de Weimar, el nazismo no hubiera ido más allá de un pintoresquismo de taberna: patología menor. Sin las arbitrariedades de una política arrogante y corrupta,  Podemos raramente habría logrado salir del cotorreo propio a las cafeterías de las facultades madrileñas. Tertsch hace el esfuerzo de trazar la genealogía material de esa irrupción. Y el paisaje que dibuja nos deja desolados.
    Hubo, ante todo, 2004: un atentado brutal que quebró la continuidad normal de la política española. Y puso en el poder al sujeto más inimaginablemente desquiciado de nuestra historia reciente. Sin la infantilización de todos los discursos y de todas las prácticas que Zapatero erigió en suplencia de cualquier pensamiento adulto, la salida a escena de Iglesias y los suyos no hubiera generado más que carcajada. Pero, después de un Presidente como Zapatero, cualquier cosa parece una minucia.

    Hubo también la completa incapacidad del PP de Rajoy para entender que un ciclo constitucional estaba terminando. Y que era imprescindible legislar para poner en marcha los cimientos de algo nuevo. No se hizo. Y hoy Rajoy despierta en Weimar. Y, con él, todos nosotros. Es la hora de los alucinados.

lunes, 7 de septiembre de 2015

ENTREVISTA A "HERMANN TERTSCH"en "LA TRIBUNA DEL PAÍS VASCO" (07.09.15)

Entrevista a HERMANN TERTSCH
 Por RAÚL GONZÁLEZ ZORRILLA, Director
 LA TRIBUNA DEL PAÍS VASCO  Lunes, 07.09.15


“LA SOCIEDAD ESPAÑOLA ESTÁ MÁS AFECTADA QUE OTRAS SOCIEDADES EUROPEAS POR LA PÉRDIDA DE CERTEZAS, EL DESMANTELAMIENTO Y LA DESTRUCCIÓN DE VALORES Y PRINCIPIOS”

Hermann Tertsch: “Europa, fascinada por los bárbaros, va camino de conseguir lo que ya intentó en el siglo anterior: entregar voluntariamente la libertad y la civilización al totalitarismo y la barbarie”

Nacido en Madrid en 1958, Hermann Tertsch Del Valle-Lersundi es uno de los mayores expertos en el análisis de la realidad política y social española y europea. Contundente, rápido en la interpretación de los acontecimientos y siempre coherente, Tertsch posee a raudales esa extraña habilidad que solamente tienen los mejores especialistas y que consiste en descifrar con pericia los pequeños detalles del acontecer diario para bosquejar con éxito los grandes retos, las posibilidades y las amenazas del futuro.

Hijo de periodista, siendo un niño buceaba día sí y día también entre los veinticinco periódicos y revistas -prensa nacional e internacional- que llegaban diariamente a su hogar. Como no podía ser de otra manera, comenzó a ejercer la profesión en el boletín económico “Spanish Economic News Service”, propiedad familiar, y después en la Agencia EFE, en Viena. Allí comenzó a colaborar con “El País”, que pronto lo llamaría a España. En 1985 ya era corresponsal de este periódico en Bonn y Varsovia y, más tarde, lo fue para toda Europa oriental durante la caída del Telón de Acero, el desarrollo de las jóvenes democracias nacidas de la ex Unión Soviética y la posterior guerra de Yugoslavia.

Subdirector y jefe de Opinión de “El País” entre 1993 y 1996, fue después enviado especial por todo el mundo, columnista y editorialista. Abandonó este periódico en 2007 por discrepancias ideológicas y desde entonces es columnista y enviado especial del diario “ABC”.

Ha sido comentarista político y tertuliano en las principales cadenas de radio y televisión de España, y también colaborador de diarios y revistas extranjeras. Entre 2008 y 2010, dirigió el informativo nocturno diario de Telemadrid.

A lo largo de su carrera, Hermann Tertsch  ha sido galardonado con los premios “Cirilo Rodríguez”; “Europeo de Periodismo”, del Parlamento Europeo; “Mejor Corresponsal”, del Club Internacional de Prensa; “Libertad de Expresión”, del Club Liberal y otras distinciones, como la Gran Cruz al Mérito Civil de Austria.

Ha publicado los ensayos “La venganza de la historia” y “Libelo contra la secta”, y las novelas “La acuarela” y “Cita en Varsovia”.

En esta entrevista con La Tribuna del País Vasco, Hermann Tertsch  habla de su última y esencial obra, “Días de ira”que, en sus propias palabras, es una reflexión urgente en tiempos decisivos. “Es una visión personal de nuestra actualidad política en España y Europa. Estamos en un momento histórico en el que solo una cosa es previsible: que hechos imprevisibles producirán cambios profundos en nuestra realidad, con grave incidencia en las vidas de todos nosotros. Es un tiempo fascinante y peligroso. Entre amenazas y oportunidades, están en juego nuestra libertad, nuestra dignidad, nuestra memoria y nuestra civilización”.

¿Cómo definiría la actual situación política y social en España?

España comparte todos los problemas y peligros de los demás países europeos y de las sociedades desarrolladas. Pero tiene, además, los suyos específicos, que hacen a España más débil para superar aquéllos y los propios. Y mucho más vulnerable e inestable.

La sociedad española está más afectada que otras sociedades europeas por la pérdida de certezas, el desmantelamiento y la destrucción de valores y principios, irremediablemente desprestigiados para generaciones por el mero hecho de haber sido parte de nuestro pasado.

Los españoles detestan su pasado real porque saben que lo tienen que combatir permanentemente con la mentira. Los españoles pretenden siempre distanciarse de su pasado real y, de este modo, se alejan también de todo lo que pudiera conferirles fuerza, seguridad y confianza, claridad y probidad para afrontar el presente y el futuro. Por eso los españoles tienen muchas más dificultades para afrontar con eficacia los retos y las cuestiones generales de las sociedades modernas. Porque cuestionan permanentemente su identidad y la legitimidad de todos sus planteamientos y acciones. Están secuestrados por esas mentiras que arrastran y que les condicionan siempre en la falta de libertad. La trampa es omnipresente. Los españoles se hacen trampas permanentemente los unos a los otros. Pero se las hacen hasta en los solitarios, como suele decirse. Todos los debates necesarios son estrangulados. Porque no hay una mirada limpia para ver los problemas propios ni los de los demás, porque la probidad es una anomalía, porque la veracidad y la buena fe no son la regla sino la excepción y porque los españoles perdieron su gran oportunidad de sanar definitivamente de una subcultura omnipresente del odio y el resentimiento, surgida de una historia de pobreza, fracaso, sumisión y miedo. Los españoles detestan su pasado, pero no han sabido mirar al mismo con ganas de verdad y con honradez. Detestan el éxito y conforman hoy una sociedad muy cobarde, que se ha tragado y asumido todas las leyendas negras sobre sí misma, la ciertas y las falsas. La hegemonía cultural de la izquierda ha supuesto una plena continuidad de la docilidad y sumisión de las décadas y siglos anteriores. Pudo haberse producido la liberación, pero no fue. Y hoy, España vuelve a estar muy lejos de ser la sociedad razonablemente sana que pudo llegar a ser 

Afirma en su libro “Días de ira”: “España es otra. Y de repente, en un mundo sin anclajes, donde todo está en movimiento, todo parece ya líquido, desde los electorados a las expectativas, desde el pensamiento mismo a las menguantes certezas, lealtades o esperanzas, los españoles se encuentran en 2015 en un año en el que saben que han de suceder muchas cosas”… ¿Cómo cree que acabaremos los españoles este año, después de las elecciones generales que tendrán lugar en diciembre?... En su opinión, ¿cuáles son los principales peligros que nos acechan colectivamente?

Creo que los españoles se dejan llevar fácilmente por una versión propia y muy extrema de la moda occidental del desprestigio de la racionalidad, del culto al sentimentalismo, del “buenismo” y de una hipocresía que es capaz de alcanzar cotas de automutilación. Todo ello aderezado con el resentimiento como músculo y la envidia como suprema motivación, convierte el mensaje igualitarista y reaccionario de la izquierda en imbatible. En ese sentido, creo probable que tengamos después de las elecciones un gobierno de izquierda/extrema izquierda/nacionalistas que será incapaz de dar estabilidad a España y de gobernar con un mínimo de solvencia. Quizás las elecciones de diciembre sean las primeras de muchas. Y quizás lo que se haya acabado definitivamente sea la estabilidad política. Lo que, en un clima de abierto desafío y desprecio a las leyes, puede anunciarnos mayores problemas a medio plazo. Y en España, en estas circunstancias, siempre hay que incluir la violencia. 

¿Qué solución ve a esta situación que describe?

Aunque improbable, me parece que la única solución, precaria pero razonable, es la de un gobierno de coalición entre el Partido Popular y Ciudadanos. Creo que, salvo un milagro que pudiera movilizar a los votantes contra el terror a un nuevo Frente Popular, Mariano Rajoy no tendrá un resultado que pueda hacerle volver a gobernar. Tampoco con Ciudadanos. Aunque aritméticamente fuera posible, que es mucho suponer, creo que Ciudadanos impondría la retirada de Rajoy para dar una mayoría de gobierno al PP. Con buen criterio.

Creo que Mariano Rajoy, su vicepresidenta y el equipo del Presidente, con su inanidad, indolencia y arrogancia, han cosechado un estrepitoso fracaso político que sus éxitos en la relativa estabilización de la economía no podrán compensar. Y han hecho ya imposible lo que parecía no solo viable, sino inmensamente esperanzador: una regeneración de España desde las instituciones. La gran coalición, tan deseable en condiciones así, será imposible porque, definitivamente, el PSOE es un partido prisionero del mensaje de la revancha y el resentimiento político permanente como seña de identidad, con un anclaje a la Guerra Civil, reactivado por Zapatero, que solo se podrá superar enterrando a ese partido y refundando una socialdemocracia homologaba a la europea. Esto, en el caso de que la socialdemocracia sobreviva. Si no, la única opción de los socialistas parece estar en unirse al radicalismo de nuevo cuño contra el sistema.   

A su juicio, ¿de dónde surge, ideológica e intelectualmente, la extrema-izquierda, abiertamente populista, que se localiza alrededor de las diferentes marcas de “Podemos” y de otras formaciones?

Surge de las nuevas generaciones de Izquierda Unida, que son aupadas a la actualidad y a la centralidad del discurso político por el nuevo radicalismo de la era Zapatero y la reactivación de la noción de revancha. En el “no a la guerra” se vio la oportunidad de reactivar a una izquierda que enterrara la reconciliación nacional de la Transición y que abriera nuevamente el enfrentamiento ideológico con el centro-derecha al que había que identificar con el franquismo. Así, el nuevo sectarismo logra dar el salto de las catacumbas de la Complutense a los gobiernos de las grandes ciudades. Pero, todo, gracias a José Luis Rodríguez Zapatero y a un PSOE, ya lo hemos dicho, dominado definitivamente por el concepto de las dos Españas y el “guerracivilismo”.

¿Qué responsabilidad tienen los grandes partidos tradicionales (PP y PSOE) en la actual situación política?

Los grandes partidos son los grandes culpables. Ellos pactaron sistemáticamente con los nacionalismos la liquidación paulatina de la soberanía de la nación española. Ellos han sido, con los nacionalistas, los grandes organizadores y gestores de la corrupción. Pero es una inmensa hipocresía acusarles como únicos artífices. En “Días de ira” hago una enumeración de los fracasos, y concluyo que nadie estuvo a la altura.

Antioccidentales, antiliberales, anticapitalistas, antiglobalizadores, filoterroristas… ¿cómo explica usted la aparición, la expansión y el ascenso electoral de personajes como Monedero, Colau, Guillermo Zapata y tantos otros como en estos momentos se encuentran en múltiple instituciones locales españolas?

La selección negativa que tanto se estudió en los aparatos comunistas, el sistema por el cual los más mediocres y con menos escrúpulos son quienes triunfan, ha tenido un éxito brutal en los partidos tradicionales, pero también en la aparición de los líderes de los grupos extremistas que se nutren de la debilidad de las instituciones y del sistema. El desprestigio de los valores tradicionales y el culto a la transgresión han servido para dar una permanente bonificación en el trato a todo lo peor de la marginalidad y del desprecio y la agresión a los cánones de cultura y civilidad. 

En su opinión, ¿cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación españoles en la actual situación política?

Inmensa, terrible, nefasta y muchas veces, en mi opinión, criminal. El adoctrinamiento en el odio, la manipulación y la mentira en consignas que han practicado, fomentado y divulgado televisiones y otros medios, han dañado a la convivencia, a la cohesión y a los esfuerzos de regeneración y probidad en España. Los medios han hecho un daño como solo puede hacerlo un enemigo hiperactivo e inmensamente poderoso. Los daños para la cultura política y la convivencia en la sociedad española son, en gran parte, irreversibles.

Como analista con una amplísima experiencia, ¿cuál es su opinión sobre lo que ocurrirá en Cataluña a partir del próximo 27 de septiembre?

No tengo ni idea de lo que pasará en Cataluña. Sueño con un retorno del imperio de la ley. Pero como no soy tonto, solo sueño. Creo que las monstruosas mentiras que dominan todo el debate en Cataluña solo pudieron darse por la monstruosa mentira que tiene secuestrada a toda España. Después del fiasco se recompondrán cambalaches para mantener esas mentiras. Nadie tendrá el coraje para replantear globalmente todo lo que se ha hecho desastrosamente mal desde la Transición y empezar a dar la batalla no ya solo por las ideas, sino por las verdades objetivas. Esta batalla solo se puede dar en un clima de serenidad que no vamos a tener en España. Por eso, perderemos definitivamente el tren de la modernidad. Por eso nos quedaremos en los furgones de cola de Europa, que tarde o temprano serán desenganchados. 

¿Cómo se imagina España dentro de cinco años?

No tengo ninguna expectativa real de ver cambiar las cosas hacia bien. Creo que los dos grandes partidos, por mucho que salven los muebles ahora, son dos entes más que podridos, secos e inanes, lastres inútiles para el desarrollo de España. Por mucho que tengan gentes que inútilmente intenten hacer aun la renovación desde dentro. Otros partidos como Ciudadanos carecen de masa crítica para hacer la gran tarea de la regeneración. Respecto a Podemos y otros grupos extremistas que han surgido, sean éstos separatistas o no, creo que suponen una amenaza totalitaria y que son grupos que, en el poder, inevitablemente degenerarían muy pronto en regímenes criminales. Lo más importante es que en España y en Europa no vuelva a matarse. Y, desde luego, si tuviera dinero para ello, que no es el caso, garantizaría a mi familia y a mis seres queridos si no para esta, sí para las siguientes generaciones, una buena vida… en Estados Unidos. 

Sr. Tertsch, ¿Por qué parece que Occidente, que históricamente ha llevado el desarrollo de la Humanidad a sus niveles más elevados, tiene tantas ganas de autodestruirse?


Europa se empeñó en destruirse en el siglo XX, y EEUU no le dejó. Ahora vuelve a las andadas y pilla a Estados Unidos más viejo también, y con falta de la ingenuidad suficiente como para luchar y morir por otros. Por eso en el siglo XXI Europa va camino de conseguir lo que ya intentó en el siglo anterior, entregar la libertad y la civilización, voluntariamente y sin lucha, al totalitarismo y la barbarie. En su debilidad, fascinada por las certezas de los bárbaros.