Por HERMANN
TERTSCH
ABC 05.05.07
Muy grande será la sorpresa si al final del mismo no es
Nicolás Sarkozy, el nada conservador candidato de la derecha, el nuevo
Presidente de la República Francesa. Francia puede estar a punto de poner fin a
una V República que ha sido incapaz de adecuarse a las demandas del nuevo
mundo, atenazada como ha estado por mitos políticos y supersticiones
culturales, tiranías sindicales y gremiales y una ya crónica fatalidad en la
elección de sus jefes de Estado. Solo el socialista François Mitterrand logró
generar en su día tantas expectativas de cambio genuino y profundo en las
anquilosadas estructuras de la administración y en una sociedad paralizada por
el victimismo y la autocompasión, la falta de iniciativa, la dejación de
responsabilidades y la falta de incentivos.
La andadura de Mitterrand
Más de veinticinco años después de aquella andadura
mitterrandista que concluiría en un corrupto lodazal, existen indicios claros
de que una mayoría de los franceses cree llegada la hora de abrir un nuevo
capítulo de cambio radical y acabar con los lastres y prejuicios que desde hace
cuatro décadas impiden el debate real y veraz sobre los problemas ciertos de la
sociedad. Sarkozy ha llamado a romper esta mordaza que es la hegemonía cultural
izquierdista que desde 1968 es en la práctica dogma de Estado y que el
oportunismo equilibrista del presidente saliente Jacques Chirac jamás pudo o
quiso poner en cuestión.
Su rival, Ségolène Royal, socialista más bien tradicional,
quemó el miércoles sus últimos cartuchos en un debate televisivo que nadie
parece creer que pueda haberla beneficiado. Su rival volvió a dejar en
evidencia que más allá del «charme» que la llevó a ganar las primarias
socialistas y a despertar grandes entusiasmos iniciales, la candidata no solo
tiene inmensos huecos en su conocimiento general del funcionamiento de la
administración y la economía sino también considerables problemas de carácter.
No por casualidad no son sólo sus partidarios los que ven similitudes entre
ella y el presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. Con las
mismas formas del «buenismo autoritario» del que hace gala el socialista
español, Royal asegura que todos los franceses sufrientes o con problemas serán
felices bajo su mandato pero no tolera que se le pidan explicaciones sobre la
forma de hacerlo y financiarlo. Su forma de descalificar e interrumpir al
adversario que osa cuestionar sus propósitos o métodos, suele surtir efecto en
los mítines. Pero le resultó claramente perjudicial en el debate televisado, según
todos los analistas. Los sondeos posteriores revelaban unánimes un aumento de
la ventaja de Sarkozy. Y comprobada la agresividad de que han hecho gala los
adversarios de Sarko en general, de existir voto oculto éste muy
previsiblemente sería suyo.
Mayo del 68
En su último mitin en Montpellier, Sarkozy declaró la guerra
al legado de Mayo de 1968, que con sus dogmas del antiautoritarismo y el
igualitarismo reduccionista, es el origen de la catástrofe educativa en
especial y causa de muchos de los graves problemas que aquejan a la sociedad
francesa y europea en general. «Nos quedan dos días para liquidar la herencia
del 68. Dos días para renunciar a la renuncia. Dos días para que todo sea
posible».
Son las de mañana unas elecciones fascinantes cuyo
resultado, sea cual sea pero muy especialmente si se cumplen las expectativas,
provocará olas expansivas mucho más allá de las fronteras de nuestro vecino. En
Francia se enfrentan dos candidatos y dos políticas clara y rotundamente
diferenciadas y enfrentadas con una izquierda galopante sobre el
sentimentalismo caritativo y el conservadurismo de la corrección política de
los esquemas político-culturales de los pasados cuarenta años y una derecha que
intenta liberar nuevas fuerzas por medio de la liquidación del paternalismo del
Estado y por el fortalecimiento de la autoestima individual por la
incentivación del mérito y el esfuerzo pero también por el fortalecimiento de
la seguridad ciudadana y la reactivación de los valores de la sociedad abierta
occidental frente a movimientos culturales o religiosos hostiles a los mismos.
Estos últimos objetivos han determinado en gran parte la movilización tan
vehemente y agresiva en contra de Sarkozy por sectores muy diversos de la
sociedad.
La incógnita: Bayrou
Queda como gran incógnita si la hostilidad demostrada por el
candidato centrista Bayrou hacia Sarkozy le va a perjudicar a éste o no. Los
diputados del UDF de Bayrou en su inmensa mayoría ya han anunciado que votarán
al líder de la derecha y no parece muy probable que tal como se ha desarrollado
la campaña en estas dos semanas, Ségolène Royal se haya podido hacer con la
mayoría de estos siete millones de votos. Tampoco es nada probable que ese
llamamiento de Sarkozy a la liquidación de la herencia de Mayo de 1968 deje
indiferentes a los votantes de Le Pen pese a que el líder ultraderechista
llamara a la abstención.
Lo que ha quedado una vez más claro es lo poco consciente
que es aún la sociedad francesa de la importancia de las relaciones
internacionales y del resto del mundo para su propia suerte. Esto por supuesto
se ha reflejado en el discurso de ambos candidatos que apenas han hablado de
política internacional. En el debate televisivo del miércoles, visto por más de
21 millones de franceses, apenas se dedicaron a las relaciones internacionales
veinte minutos de las dos horas y media. El desinterés no puede ni debe ser
recíproco. Europa no se podía permitir el lujo de una Francia que permaneciera
en el letargo al que fue condenada por aquella desgraciada obstinación de Chirac
de no dimitir tras el referéndum sobre la Constitución Europea. Un nuevo eje
Berlín-Paris con Merkel y Sarkozy quizás puedan desbrozar el camino hacia un
acuerdo que lleve al relanzamiento de una constitución europea eficaz y cada
vez más libre de lastres del pensamiento mágico.