lunes, 30 de junio de 2014

SIETE AÑOS DESPUÉS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  11.09.08


TODOS recordamos dónde estábamos aquel 11 de septiembre de 2001. Y no creo que nadie olvide nunca las sensaciones vividas cuando se estrelló el segundo avión contra la torre gemela aún intacta. Millones de espectadores en todo el mundo observaban el incendio causado en la primera torre por el impacto de un avión. Atónitos especulaban todos sobre las causas, sin atreverse muchos a inclinarse por las dos hipótesis posibles, la del accidente y la del atentado. Cuando se transmitió en directo la aproximación del segundo avión, su vuelo directo hacia la torre y la inmensa bola de fuego que provocó al arremeter contra los pisos medios del segundo rascacielos, se disiparon todas las dudas. Ante la súbita certeza terrorífica, recuerdo el estupor del grupo de políticos, diplomáticos y periodistas que lo presenciamos en un despacho en la sede del grupo editorial Bertelsmann en Gütersloh, en la Baja Sajonia. Habíamos sido convocados para debatir sobre los nuevos retos a la seguridad en Europa. En aquel instante todos los presentes supimos que todo lo hablado, discutido, divagado y especulado había dejado de tener relevancia. Todos éramos conscientes de que aquel día ponía fin a una «era de bienaventuranza» iniciado con las revoluciones democráticas en el este de Europa y la disolución de la Unión Soviética. La «nueva era» que algunos creían ya definitivamente el «fin de la historia», la victoria de las democracias y la apertura de unos tiempos nuevos de cooperación internacional global, de la abolición de la amenaza existencial, había durado exactamente una década. No había llegado a cumplir esos veinte años que transcurrieron en el siglo XX entre las dos guerras mundiales. Siete años después podemos comprobar que el éxito de los terroristas ha superado con creces la espectacularidad del atentado en sí. Como siempre es gratuito especular sobre cuál habría sido, sin el 11-S, el devenir de las relaciones internacionales, de la presidencia de George Bush, del diálogo norte-sur, de la evolución política interna en Rusia o del desarrollo del Tercer Mundo y especialmente África. Lo sucedido desde entonces está en las hemerotecas. Lo cierto es que se produjo un punto de inflexión que supuso el final abrupto del largo y continuado avance de las democracias. Iniciado hace treinta años en España y Portugal, se había extendido a Latinoamérica una década después, y en 1990 se mostró imparable por toda Europa oriental y Rusia. Hoy el desprestigio de las democracias ha avanzado tanto que hasta en el extremo occidental de Europa, los líderes socialistas españoles tienden ya a ponerle adjetivos como hacían los comunistas del este de Europa. Allí era la «democracia popular» y hoy aquí la «democracia avanzada». El odio irracional hacia EE.UU., nutrido por la política unilateralista de Washington, rompió pronto la solidaridad occidental. Rusia abandonó su breve sueño de convertirse en una democracia y un Estado de Derecho. China acaba de celebrar la apoteosis olímpica de la tiranía aceptada y agasajada por el mundo. Las democracias occidentales miembros de la OTAN están profundamente divididas porque la disparidad en la percepción de las amenazas externas les impide la acción efectiva común para afrontarlas. El populismo de muchos líderes y el relativismo cultural hacen peligrar las democracias desde la cúpula y la base. Así las cosas, Bin Laden no ha destruido a las sociedades libres. Pero sí ha triunfado en hacer el mundo infinitamente más inseguro.

EL CULTO AL ENEMIGO INTERIOR

Por HERMANN TERTSCH
ABC  09.09.08


SE acabaron las fiestas. Y, aunque ha sido a fecha fija, nadie podrá decir que sin sorpresas. Porque muy pocos, incluso entre los más conspicuos miembros del quintacolumnismo fascista, traidor y agorero, esperábamos tanta puntualidad de esta primera gran apoteosis de la crisis. Ya debe de haber pocos españoles que no conozcan a alguien de su entorno que perdiera el empleo la semana pasada. Las largas colas ante las oficinas del INEM y el colapso de expedientes de regulación de empleo y suspensiones de pagos en juzgados y en las asesorías laborales son el mejor reflejo de este amanecer otoñal de la nueva España. «Lunes y primero de septiembre del quinto año triunfal: no hay trabajo». Al padre de mi querido amigo, el antropólogo y escritor Mikel Azurmendi, que era el carbonero de Ondarreta, le mandaron a la cárcel vecina durante unos meses porque escribió un día en la pizarra ante su almacén una verdad incontestable interpretada como provocación por el poder: «Tercer año triunfal. No hay carbón». La vocación totalitaria se irrita cuando le recuerdan que algo va mal. Todavía no estamos en Ondarreta, pero es de esperar que el Gobierno socialista se vea tarde o temprano obligado a intervenir para impedir que los enemigos internos desmoralicemos al pueblo y prosigamos con los intentos de sabotaje de la gran marcha hacia la sociedad feliz de mujeras y mujeros. La obstrucción a la felicidad no puede quedar impune. El empleo no será ya imprescindible para que se «realicen» las futuras generaciones de «Aidos» porque existirá la Ley Total de Dependencia por la que el Estado se ocupará de todos y de todo. Desde el momento de la no interrupción del embarazo hasta el definitivo adiós, cuyo momento decidirá un comité de clones de Bernat Soria, según criterios de oportunidad, gastos, dolores, molestias del enfermo, de su entorno o del propio comité, al que tarde o temprano el gracejo popular apodará «el Mengelito».

Es sólo una aparente paradoja que el gran demiurgo que nos obsequia con tanta racionalización nos confiese este domingo, después de su sermón en la montaña incluido: «Tengo las ideas en el corazón». Ciertas ideas envenenan el corazón, cabría responderle al Komsomolsk de Rodiezmo. La percepción utilitaria de la vida humana es propia de estos sentimentales que harían cualquier cosa por esas ideas que les brotan del corazón. Sin preguntar a los afectados. Por eso se equivocan quienes creen que esta nueva avalancha de proyectos -y providencias de aledaños cómplices- son una mera cortina de humo para intentar impedir que la ciudadanía tome conciencia del hundimiento vertiginoso de su calidad de vida en el quinto año triunfal. Por supuesto que la lucha contra el enemigo interior busca desactivar toda crítica y oposición. Pero no es una operación táctica, como parte de la oposición se obstina en creer. La anomalía española la definen bien dos nombres: Zapatero y Carrillo. El primero habría sido inhabilitado en cualquier democracia madura por sus mentiras, su relación enfermiza con la realidad y su odio manifiesto a media ciudadanía. Pero los españoles le volvieron a votar. El segundo, responsable de uno de los mayores asesinatos en masa del siglo XX en Europa, es el adalid jaleado por el zapaterismo y la intelectualidad socialista del revanchismo triunfante. Ambos, como tantos que dejaron triste historia en Europa en el siglo pasado, unos sentimentales.

BUENOS MODALES JUNTO A LAS FOSAS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  04.09.08


NO creo que ninguno de los participantes en la Cumbre de la Unión Europea reunida el lunes para «debatir la respuesta» a la invasión de Georgia por parte de Rusia haya siquiera notado la carga de profundidad repleta de sarcasmo que lleva el aplauso que han recibido por parte de Vladimir Putin. El instigador y artífice del primer gran paso de la Rusia imperialista hacia la reconstitución de su patio trasero y delantero además de finca aledaña ha aplaudido «el sentido común» de los 27 jefes de Estado y de Gobierno que se reunieron para decidir no hacer nada y pedir al Kremlin buenos modales. Su comunicado parece copiado de las exhortaciones plañideras del lendakari Ibarretxe en esos comunicados en los que ruega a la banda terrorista ETA que respete a las personas y recapacite. Putin está muy contento, como todos aquellos que dieron tiempo al tiempo para lograr que la UE volviera a quedar en ridículo en su política exterior adoptando el mínimo denominador común que, en política exterior, siempre es la nada.
Buenos modales.

Los medios de la izquierda europea ya han decidido que la culpa de todo lo acaecido es del presidente georgiano Saakashvili que, al fin y al cabo, es un lacayo de Washington. El resto, acata. Por lo tanto, la culpa de toda esta crisis que ya ha dejado de existir se le puede adjudicar fácilmente -¿adivinan a quién?- a Jorgito Bush, el joven. Consideren cerrada esta cuestión hasta que Rusia vuelva a tener apetito. Podemos hablar ya de otras cosas. Aunque no vayan a creer que tenemos muchas de las que alegrarnos por Europa y desde luego no en uno de los países que por desgracia vuelve a caer en sus tentaciones seculares e intereses inmediatos como es Alemania. Fue uno de los principales responsables de que no se admitiera en el proceso de candidatura a la integración en la OTAN de Georgia y Ucrania en la cumbre de Bucarest en abril. Ahora, en alianza con un presidente de Francia y a la sazón de la UE muy ladrador y poco más y con el apoyo de todos aquellos que desprecian a todas las democracias emergentes y sus voluntades soberanas por miedo a irritar al chequista con el grifo del petróleo en la mano, ha vuelto a ser decisiva a la hora de dejar a Europa inane e inerme. El mensaje recibido en el Kremlin ya está claro.

Puede que dentro de poco podamos contar con aun más comprensión hacia las agresiones armadas del Kremlin que por supuesto no van a quedarse en la ocupación definitiva -de una forma u otra- de los territorios ocupados de Georgia. Llegan noticias del Sarre -nombre muy evocador también en nuestra historia común europea- de que los comunistas y ultraizquierdistas del PDS, por primera vez desde la caída del muro, superan en intención de voto al socialdemócrata SPD, con un 24% frente al 23. El PDS es un partido que, aunque liderado por el inefable demagogo izquierdista Oskar Lafontaine, está dominado por comunistas de la RDA que piensan como Putin que la disolución de la URSS fue la peor tragedia del siglo XX, holocausto y guerras incluidos. Antinorteamericanos y enemigos de la OTAN, como lo es gran parte del socialismo español, consideran que las purgas de Stalin pero probablemente también las fosas de Katyn en las que murieron millares de molestos polacos -el ensayo general había sido dos años antes junto a Madrid- fueron un mal menor en el proceso de modernización de la URSS como sugieren ya los libros de texto de la nueva Rusia. En fin, al final todos hablando de fosas comunes antiguas aunque quizás los próximos Juegos Olímpicos de invierno que esta UE seguro que no boicoteará, se celebrarán junto a las muy recientes, en Sochi. A tiro de piedra, o de obús, de Abjasia.

LA REHABILITACIÓN DEL CRIMEN

Por HERMANN TERTSCH
ABC  02.09.08


MALOS tiempos para la ingenuidad. El poeta Yevgeni Yevtuchenko advirtió al morir Stalin, que la tumba del gran criminal debería ser custodiada por dos o tres turnos de guardia a un tiempo, no fuera a resucitar aquel monstruo que parecía, hasta después de su muerte, más dueño de los hombres y los pueblos que cualquier dios imaginado. No se siguió el consejo del poeta y todo hace pensar que nuestro seminarista atracador georgiano soviético anda de nuevo transitando por la vida de los pueblos europeos, amo de las mentes de muchos de sus dirigentes, por generación de amor o terror, las dos fuentes habituales de la dominación. Al parecer, ese número indeterminado de decenas de millones de muertos habidos en el siglo XX durante el baile maldito de la redención ideológica -dirigido por los dos compositores del pacto Hitler-Stalin- no ha sido suficiente para inocular cautela, piedad y cultura en las almas de los individuos y sus líderes. Debemos reconocer ahora, que el luto cultivado durante décadas por los muertos que el supremo terror del nazismo y el comunismo impusieron, no ha sido suficiente para generar en nuestras sociedades las fuerzas de autodefensa contra la repetición del horror. Y en el origen de este horror que nos vuelve a visitar está la mentira.

Todos los días aceptamos de buen grado una dosis de mentiras para llevarnos bien con el mundo. Algunas son banales. O pequeñas mendacidades. En forma de película sobre la guerra civil española o en difamación obediente de aquellos que no quieren aceptar la mentira como norma. En patética cruzada contra crueles regímenes muertos o adulación obscena e interesada de otros poderes criminales aun muy vivos y dedicados a la matanza y represión. La mentira germina de nuevo y como siempre, donde mejor en su terreno más fértil, que son los timoratos y los biempensantes, los siempre dispuestos a ocultar o combatir una verdad por intentar imponer el bien fácil, siempre cargado de cadáveres. Matar a un sietemesino nonato es una heroicidad pareja al abatir a un fascista. Parece que la racionalidad, la piedad y la lucidez vuelven a perder la batalla. ¿Quiénes son los culpables? ¿Los ambiciosos sin escrúpulos, los vanidosos más irresponsables, los sectarios ignaros, los miedosos o los demás? Estamos de nuevo ante una gloriosa victoria para los sumos sacerdotes de la mentira que precede al crimen, en nombre de la suprema bienaventuranza. Son los que imponen la mentira a toda una sociedad que no llora más que sus propios tristes, mezquinos e inmediatos reveses. Los grandes beneficiarios de la constelación de estrellas negras se crecen. Allá surge un Putin con energía en su rehabilitación de Stalin y de sus purgas racionales, productivas y patrióticas. Acá, sale un Carrillo, aquel que vendía reconciliación, con su clara reivindicación «antifascista» de haber sido el verdugo de Paracuellos y con la misma reivindicación de Karadzic de haber matado a entre seis y ocho mil civiles inocentes por la lógica del momento. Y le aplaude la mayoría y sus autoridades. Por la dinámica de la mentira. Hasta los más necios de las nuevas huestes de iletrados -que los campeones de la mentira pervierten con sus omnipresentes mensajes en constante estabulación mediática- saben lo práctico y rentable que es vivir en el pacto de conveniencia con esa mentira que los biempensantes siempre han creído una pequeña fechoría. Incluso después de haberla visto engendrar la mayor de las barbaries.

FULTON PARA LA EUROPA POSMODERNA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  28.08.08


DIMITRI Medvedev, presidente de Rusia por la gracia del Zar Vladimir Putin, nos ha hecho saber que su vecina Georgia se ha quedado definitivamente sin parte de su territorio. Y sus embajadores en Moldavia y en Ucrania han advertido a los gobiernos de los respectivos países que debieran tener en cuenta estos acontecimientos a la hora de tomar decisiones. También nos anunciaba ayer el Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú que considera innecesaria y una provocación la integración en la OTAN de unos estados que lo han solicitado repetidas veces por medio de sus parlamentos y gobiernos democráticamente elegidos. Presidencia y Gobierno de Rusia han decidido cambiar las fronteras de un vecino y se muestran dispuestos a hacerlo con las de otros. Se han inventado dos países donde han repartido pasaportes rusos en los últimos años y meses y ya están amenazando a otros estados vecinos -en Bielorrusia la amenaza es oficial- para que reconozcan a sus títeres o se atengan a las consecuencias. No cuentan con un cardenal como Tiso que Hitler puso a la cabeza del estado títere eslovaco cuando invadió los Sudetes y destruyó Checoslovaquia, pero sí con unas franquicias en Osetia, Abjasia o Transniester, -aun no reconocido-, donde la mafia local comparte con el ejército ruso y el KGB el presupuesto que les dedica el Kremlin a cambio de desestabilizar primero e imponer sumisión después a los estados vecinos.

De momento, Moscú triunfa. Gozar de esta gloria militar del momento y, desde luego, del placer de haber impuesto un veto de hecho sobre las decisiones de la OTAN sobre su ampliación y sobre la voluntad de los vecinos democráticos de pertenecer a una alianza que les proteja precisamente de este matonismo imperialista que muchos venían anunciando y que en las capitales occidentales se tachaba de «alarmismo». ¿Cómo iban a preocuparse nuestras democracias posmodernas de los agoreros de la guerra fría? De ahí que, de momento y aunque cunda la alarma, los países afectados están abandonados a su suerte. Estamos protestando. Interesante será ver si, ante estos éxitos que tan buen humor generan en Rusia, el Kremlin se decide a organizar una «provocación» en algún país vecino miembro de la OTAN como son los estados bálticos. No sería difícil crear ambiente de «Heim ins Reich» (Retorno al imperio) entre la población rusa letona y generar incidentes para hacer «imprescindible» la intervención del ejército ruso. El proyecto piloto ha sido un éxito. ¿Seguirá la OTAN limitándose a «protestar»? Si entra en Ucrania por supuesto. Pero ¿y si entra en Letonia? ¿Creen capaz a la OTAN de acordar medidas militares en reacción a un ataque a sus fronteras orientales? Muchos en Occidente no. Y desde luego que muchos en el Kremlin tampoco.

«Desde Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático se ha bajado un telón de acero a través del continente». Ésta es la frase más célebre de la histórica conferencia pronunciada el 5 de marzo de 1946, con motivo de la aceptación del doctorado «honoris causa» de la Universidad de Fulton en Missouri, por el entonces ya ex primer ministro británico, Winston Churchill. Entonces advertía el estadista británico que las democracias no podían cometer ante el nuevo totalitarismo los mismos errores que permitieron a Hitler crecer, conquistar y devastar el continente. No se evitó la esclavitud de medio continente durante otro medio siglo. Pero surgió una alianza de sociedades libres, la OTAN, con el poder necesario para hacerse respetar por quienes solo respetan el poder. Y con la determinación creíble de utilizarlo. Sin esta credibilidad la sumisión de los georgianos será solo un terrible principio de una larga tragedia.

CADA VEZ MENOS OBAMA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  26.08.08


ES cierto que en los últimos tiempos el Kremlin no le hace precisamente favores al candidato demócrata a la presidencia norteamericana y que la invasión rusa de Georgia es en gran medida responsable de que Barack Obama haya perdido en un mes una ventaja de entre siete y diez puntos frente a John McCain. Ayer, al comenzar la Convención Demócrata en Denver, los sondeos coincidían en que los candidatos a la Casa Blanca están empatados en la intención de voto. La espectacular y sangrienta salida del armario del nuevo imperialismo moscovita no cuadra en absoluto con el mensaje de Obama que viene a achacar prácticamente todos los males del mundo a la actual administración norteamericana. No le benefició al candidato demócrata que la noticia de la invasión le sorprendiera de vacaciones en Hawai. Y quizás menos aún que su primera declaración pública al respecto, mientras degustaba un helado, fuera una letanía de simplezas y obviedades sobre la necesidad de buscar soluciones diplomáticas a las crisis y sobre las virtudes del diálogo.

Pero la crisis del Cáucaso y la escalada de tensión entre Rusia y la OTAN no son suficientes para explicar por qué Obama, que se antojaba imparable tras su victoria sobre Hillary Clinton en las primarias demócratas, se ve ahora alcanzado por McCain, un candidato gris que comete considerables errores y carga con todo el lastre de la administración Bush. Una de las causas de este paulatino agotamiento del «fenómeno Obama» está sin duda en la división en el seno del Partido Demócrata. Durante los preparativos de la Convención ha quedado en evidencia que la hostilidad hacia el candidato por parte de algunos sectores de los partidarios de Clinton, lejos de desaparecer, ha cristalizado en un movimiento abstencionista cuando no partidario del candidato rival. Pero más allá de los incondicionales del aparato Clinton, los observadores detectan otro grupo de militantes demócratas que podría ser aun más peligroso para Obama. Apoyaron en un principio con entusiasmo el «fenómeno Obama» pero, según se acerca la fecha electoral, comienzan a temer a un presidente Obama. Todo indica que están agotados de grandilocuencia y buenismo, de sus parientes pobres africanos y sus esperanzas de armonía. Cada día están más impacientes por escuchar medidas y planes concretos.

Lo que parece claro es que entramos en una campaña electoral norteamericana a «cara de perro» en la que será Obama quien gane o pierda las elecciones. Porque sólo hay un paso desde las dudas sobre la capacidad o el temor al aventurerismo del candidato demócrata y la resignación a una presidencia de McCain, un político republicano poco republicano, sólido e informado, crítico con Bush y que previsiblemente, por su edad, no ejercerá más que un mandato. Para contrarrestar esta amenaza, el señor Obama tendrá que ser cada vez menos lo que decía ser. Los líderes del «I´ve got a dream» («he tenido un sueño») son necesarios. Pero si están secuestrados por sus sueños y no dejan que la realidad se los modifique -o incluso impida- se convierten en un peligroso poder que intenta imponer sus anhelos a los ciudadanos y divide al país entre quienes los comparten y quienes se niegan a ello. La democracia norteamericana nunca lo ha permitido. También en esto radica su grandeza. Difícilmente llegará a presidente en EEUU alguien que diga majaderías como «Os prometo que el poder no me cambiará». Si gana Obama será porque se obliga y le obligan a cambiar. Será menos Obama. Y eso es bueno.

LO HEMOS VISTO ANTES

Por HERMANN TERTSCH
ABC 19.08.08


HOY se reúne en Bruselas con carácter de urgencia la cumbre de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN para intentar lograr una respuesta común a la invasión rusa de Georgia. No hay que ser Merlín para vaticinar que el resultado será una proclamación común que no contendrá nada que pueda llamarse seriamente una respuesta a una agresión como la llevada a cabo por el ejército ruso en territorio georgiano y a semejante violación de todos los principios de las relaciones mutuas entre la OTAN y Moscú. Después de su gran victoria en el Cáucaso, el zar Vladimir Putin va a cosechar un éxito más con la escenificación de la profunda división que existe en el seno de la Alianza Atlántica. Las democracias occidentales están aturdidas ante la contundencia del matonismo ruso, asustadas ante una realidad rusa que no han querido reconocer durante una década y muchas de ellas en pleno dilema sobre la conveniencia de esconder su inoperancia, indiferencia o cobardía tras un «no pasa nada» o un «sálvese quien pueda». Habrá una serie de países, especialmente los más amenazados por la vecindad, el chantaje y los nuevos apetitos rusos, que se unirán a Estados Unidos en el diagnóstico de que lo sucedido el 8 de agosto cambia radicalmente -o confirma brutalmente el cambio- de la seguridad europea de los últimos veinte años. En el otro lado estarán con más o menos matices los que creen que pueden comprar su tranquilidad y la condescendencia rusa con un desprecio a la suerte de Georgia, país pequeño que no interesa a nadie.

En realidad, la invasión de Georgia ha dinamitado definitivamente la relación de confianza y cooperación entre Moscú y la OTAN que comenzaron a fraguar Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en Reykiavik. Concluyó felizmente la guerra fría y la luna de miel llegó a los extremos en que George Bush hijo descubrió en Putin un alma pura y sincera de la que uno puede fiarse. Todo eso lo vio el aun presidente norteamericano en los ojos de pez del hombre del KGB. Todo se perdonó e ignoró en aras de esta nueva amistad que creció sin cesar según se convertían Rusia y sus ex soviéticos vecinos asiáticos en la oferta energética alternativa a Oriente Medio. A pocos les importó la carnicería en Chechenia y a casi nadie el aplastamiento de los grupos opositores rusos, la destrucción de la prensa independiente, los asesinatos selectivos dentro y fuera de Rusia y la consolidación del poder incontestado del chequista y su entorno. Ahora dicen fuentes de la OTAN que «después de esto ya no existen discrepancias sobre la auténtica naturaleza del régimen ruso». Un poco tarde, sobre todo para algunos. Pero sería al menos un avance si del diagnóstico fueran capaces las democracias de acordar medidas para el tratamiento. No se tomaron en serio las advertencias de los países centroeuropeos, no se desarrolló estrategia alguna de contención militar porque quien no aceptaba que «Rusia no es una amenaza para Europa» era descalificado de inmediato como enemigo de la convivencia. Todo se ha visto antes. Por supuesto que es plenamente cierto el paralelismo entre el caso de Osetia y los Sudetes invadidos por Hitler en su día. Pero la división en la OTAN hace que su impotencia de hoy evoque la que le era propia durante las invasiones soviéticas de Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. Cuando no tendría por qué serlo. Porque si el recurso militar era entonces como ahora impensable, Occidente tiene muchos medios para hacer sentir a Rusia que para las democracias vuelve a ser un régimen paria. Desde su exclusión o no admisión en organismos internacionales a la implantación de un régimen severo de visados y revisión de propiedades y depósitos que afecta ante todo a esos millonarios cómplices del Kremlin, hay medidas que afectarían al prestigio del matón del Kremlin. Pero para eso, la OTAN tendría que ser aún una alianza de principios e intereses.

SE LO MERECEN POR GEORGIANOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 14.08.08


YA sabíamos todos que cuando pasa algo realmente malo, grave, trágico o funesto, lo más sabio -en realidad lo único sensato- es esperar el tiempo suficiente hasta que quede claro y revelado que la culpa la tienen los norteamericanos. Y que quienes sean sus aliados leales son sospechosos. Eso, que siempre ha sido verdad revelada en la cultureta del submundo izquierdista es aquí en la España de Zapatero, doctrina de Estado. Aun estaban ayer las bandas de paramilitares protegidas por el ejército ruso arrasando la ciudad georgiana de Gori, cuando nuestro ministro de Asuntos Exteriores ya hacía distingos entre la ayuda española a Osetia del Sur y el resto de Georgia. ¡Siempre un viva a las tesis antiamericanas, ahora antigeorgianas, vengan de donde vengan! Nada hace mejor este Gobierno que mostrar comprensión y brindar ayuda a todo enemigo de Estados Unidos que se declare como tal. La diligencia de nuestro Gobierno en este afán es tal que a veces da la impresión de que nuestros gobernantes siguen considerándose en guerra con EE.UU. desde 1898. Cualquier enemigo de Washington se convierte de inmediato en aliado nuestro.

A nadie debe sorprender. Más pronto que tarde, en nuestro bien informado país en el que las revelaciones se nutren directamente de la verdad de la secta, sus cacicatos y coros, se acaba sabiendo quién tiene la culpa. Y es fácil porque siempre es el mismo. ¿Quién es? Ya lo sabemos. Es ese pozo de serpientes que es Washington, capital de la iniquidad, el tonto de George Bush, la muy lista y ladina -por eso de judía- que es la CIA, el glotón y trincón de Dick Cheney, los «neocon» fachas, los fascistas «neocón», José María Aznar y todas las multinacionales que son malas, malas de verdad.

Ya sabíamos todos que Washington es culpable de estos lodos como de aquellos polvos. Lo es de que se disolviera la Unión Soviética que -como Cuba pero a lo bestia-, tendría muchos defectos, pero también sus considerables ventajas. Eso sí, ventajas las percibían ante todo quienes no las gozaban, especialmente por estos lares. Pero estaba claro que una vez orquestada la terrible conspiración por Estados Unidos, el Vaticano de aquel Papa ultra, llamado Wojtila, por sus compatriotas polacos -todos ellos unos meapilas- y el resto de la caterva reaccionaria de checos, eslovacos, rumanos, alemanes orientales, húngaros, búlgaros, rumanos, lituanos, letones, estonios, georgianos, armenios y demás gente no dispuesta a mantener el sueño izquierdista de las asociaciones de barrio carpetovetónicas, esto habría de acabar mal.

Resulta por eso un poco ridículo que algunos intelectuales que se dicen reticentes a las teorías de la conspiración cuando siempre han apoyado sin la menor duda ni salvedad toda teoría de la conspiración con la única condición de que erija en culpables máximos a Estados Unidos, se esfuercen ahora por revelarnos que la teoría de la conspiración es la buena. Si ya lo sabíamos. Washington, una tropa de perversos imbéciles, ha intentado convencer a los georgianos que pueden ser libres, occidentales e independientes. Y estos imbéciles ingenuos han creído al Imperio del Mal y han intentado serlo en todo su territorio. Pero tranquilos porque los momentos de desorden en Moscú que aprovecharon polacos o checos, lituanos o letones y tantos otros, ya no existen. Los georgianos han sido aplastados. Como amigos de los americanos, se lo merecen.

ASIGNATURA SANGRIENTA EN EL CÁUCASO

Por HERMANN TERTSCH
ABC  10.08.08


La primera reacción oficial rusa al brote de guerra abierta entre Georgia y Rusia no llegó el viernes del Kremlin, sino, muy significativamente, de Pekín, donde el expresidente y primer ministro Vladimir Putin asistía a las pompas de la apertura de los primeros Juegos Olímpicos paramilitares de la era moderna. Era casi simultánea al anuncio de la delegación georgiana de que ante las matanzas no tiene humor para juegos y se retira de las Olimpiadas. Y los mil soldados georgianos que defienden a Occidente y al estado de Irak también anuncian que hacen más falta en su propio país para luchar contra la abierta intención de Moscú de volverlos a convertir en lacayos. Son un par de noticias que han de conmover al mundo y sobre todo a Europa y que serían una gran lección para Occidente si hubiera cierta posibilidad de que entendiera lo que sucede y cuánto de ello responde a su propia ingenuidad y cobardía.

En la última Cumbre de la OTAN en abril de este año en Bucarest, los líderes de la Alianza Atlántica demostraron una vez más su miedo a irritar al Kremlin, mejor dicho a Putin, y pospusieron «sine die» la integración de Georgia y Ucrania. Aquí tienen el resultado en sí perfectamente evitable de esta intimidación occidental bajo las amenazas rusas. Porque bajo el paraguas atlántico ni los osetios del sur hubieran mantenido su provocación armada, ni Tiflis se habría visto obligada ante su población a intervenir militarmente en Osetia del Sur ni el Kremlin estaría hoy bombardeando ciudades georgianas. En Osetia del Sur hay setenta mil ciudadanos que se consideran rusos. Contraviniendo todas las reglas del derecho internacional, han recibido de Moscú pasaportes rusos en los últimos años bajo Putin. Esos setenta mil rusos recalificados por el Kremlin y que caben en el Estadio Bernabeu son una fracción ridícula de los rusos que habitan por ejemplo en Letonia, también ex soviética como Georgia pero plenamente independiente, miembro de la Unión Europea y de la OTAN y con fronteras no cuestionadas. En Letonia también intentó utilizar el Kremlin en su día a los rusos para secuestrar la independencia e impedir la integración del país en la UE y la OTAN. Con la diferencia de que en Letonia los rusos suponían el 30% de la población y en Georgia apenas son un 7%. Pero la OTAN no tuvo el coraje de dar el paso decisivo en Bucarest respecto a Georgia y Ucrania y pocas semanas después comenzó la escalada de provocaciones de Osetia del Sur, del Kremlin, contra Georgia. En el Cáucaso, ahora de forma ya muy sangrienta, se presenta la asignatura de Occidente de parar los pies a un Kremlin con objetivos y métodos muy similares a los de siempre.

Ahora ya la situación es otra. Cuando ya se habían producido más de mil muertos en Osetia del Sur a los que seguirían otros muchos cientos en las siguientes horas -ya no solo en esta región al extender la aviación rusa sus ataques a otros puntos de Georgia- Putin no ha tenido siquiera la deferencia de esperar a que se pronunciara en el Kremlin el jefe nominal del Estado, Medvedev, presidente ruso precisamente por una deferencia suya. Militarmente está claro que la potencia rusa puede exterminar militarmente a los georgianos, no solo en Osetia del Sur sino en toda la república, cuya independencia mantiene secuestrada desde su proclamación. Lo muy cuestionable es que Rusia, derrotada varias veces por guerrillas y bandoleros desasistidos en Chechenia vaya a ganarle una guerra al estado de Georgia a no ser que crea posible aplicar en territorio de un miembro de la ONU su política militar de tierra quemada. Para eso tiene que elevar los muertos a los seis dígitos. Difícilmente lo aguantarían las relaciones internacionales de las que depende Rusia mucho más que otros, por mucho matonismo que despliegue con su poderío energético. Y desde luego, aunque nos acostumbremos a Juegos Olímpicos en lugares lúgubres, unas olimpiadas de invierno, como las previstas en Sochi en 2014, difícilmente serán un éxito entre fosas comunes en Osetia y Abjasia. El intento del secuestro total del Cáucaso tiene mucho que ver con esa apuesta de convertirse en el cancerbero único de la riqueza energética del Cáucaso y Asia central. Occidente tiene el deber y la necesidad de impedírselo. Y de no dejarse embaucar con majaderías sobre paralelismos con Kosovo.

El pretexto de la defensa de los setenta mil del Bernabeu puede costar, tal como van las cosas en estas horas, mucho más de setenta mil muertos. Pero no pueden erigirse en pretexto para una rendición de Occidente que no sería la primera pero sería de las más graves para nuestra seguridad y libertad.

sábado, 28 de junio de 2014

SOLZHENITSIN Y NOSOTROS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  05.08.08


NO es España por supuesto el único país en el que se ha insultado, difamado e injuriado al ahora fallecido Alexander Solzhenitsin, uno de los máximos hombres de letras del siglo XX, sin duda el escritor ruso más importante desde Tolstoi y Dostoievski y uno de los ejemplos más preclaros de la capacidad del ser humano de convertir su espíritu, llámenlo alma, en fuerza inquebrantable. Hace tiempo ya que callaron para siempre los que desde el poder soviético le llamaron «traidor y loco» antes de que fuera privado de su ciudadanía y expulsado a Occidente. Para el pueblo ruso es un clásico desde mucho antes, desde que la efímera apertura bajo Jruschov, después del XX Congreso del PCUS, permitió que se publicara «Un día en la vida de Iván Denisovich», el relato de una jornada en un campo de trabajo soviético que cambió para siempre la percepción de los rusos del régimen comunista. En Occidente, también entre los disidentes soviéticos, se le consideró un excéntrico, un ultranacionalista, un religioso radical. Aunque como le decía a la escritora norteamericana Susan Sontag el poeta ruso Joseph Brodsky, como Solzhenitsin, Premio Nobel de Literatura y exiliado en EE.UU., «nos podemos reír mucho de Solzhenitsin, pero todo lo que ha dicho siempre es verdad». Henry Kissinger, como secretario de Estado, desaconsejó al presidente Gerald Ford recibir a Solzhenitsin «porque el encuentro podría ser malinterpretado no sólo en la cúpula soviética». Aunque recién salido del «Archipiélago Gulag» que después describiría en su inmensa obra sobre el exterminio de millones de seres humanos en aquella geografía paralela de los campos de prisioneros soviéticos, Solzhenitsin ya había atacado como «cobardía» la retirada norteamericana de Vietnam y criticado fenómenos de la vida de las democracias y el capitalismo como la rapacidad, el populismo, la falta de respeto a la persona, a su dignidad e intimidad, el desmoronamiento ético y cultural o el desprecio al hecho religioso. Así se ganó a pulso Solzhenitsin las descalificaciones como «ultraderechista» con su demoledora denuncia de la brutal miseria del régimen comunista -que ya sólo gozaba de prestigio en ciertos sectores de un Occidente que no lo padecía- y su falta total de entusiasmo por las democracias, tantas veces cobardes y siempre autocomplacientes. En España fue peor porque, cuando muy superficialmente se comenzó a conocer aquí su obra, la hegemonía cultural y mediática de la izquierda ya se había instalado firmemente con esa zafia y mentirosa administración de verdades que condena la duda y la discrepancia, heredada del franquismo y del antifranquismo totalitario. El trato a Solzhenitsin, con tan pocas voces capaces de defenderlo, no ya el incuestionable monumento literario de su obra -que perdurará cuando sus críticos más célebres no aparezcan ni en el «Google»- sino su incorruptible voluntad de verdad, de honestidad intelectual, demuestra que nuestras miserias actuales vienen de lejos. Hoy la mentira y la perversión de la palabra son ya el principal instrumento de Gobierno. Su efectividad está fuera de duda. Los ciudadanos -la casi inexistente protesta contra la liberación de De Juana Chaos lo demuestra- son en su inmensa mayoría insensibles a lo que no sea su nómina o la subvención cuando aquella no exista. Y los discrepantes son vapuleados con insultos, descalificaciones y con la vil caricaturización y manipulación de sus denuncias y demandas. Así, los cancerberos de este patio de monipodio mentiroso acaban de sentenciar que quienes piden medidas para impedir la humillación de las víctimas de De Juana Chaos exigen «la ley del ojo por ojo». Dicha barbaridad no tendrá respuesta. La sociedad ha cerrado por vacaciones. O por bancarrota. Desde luego por quiebra moral.

SUBVERSIÓN OLÍMPICA Y CUENTO CHINO

Por HERMANN TERTSCH
ABC  29.07.08


AUNQUE de gustos siempre se puede discutir, sí parece poco discutible que el estadio olímpico de Pekín, construido para estos Juegos por el arquitecto suizo Jacques Herzog es un edificio colosal y un monumento arquitectónico impresionante. El régimen chino ya lo ha convertido en el símbolo de la nueva China, como la Gran Muralla lo es de la antigua. A las críticas que ha recibido por prestarse a diseñar y ejecutar esta magna obra para la dictadura china el arquitecto ha respondido que «sólo un idiota habría dicho que no». En eso estamos de acuerdo. No creo que existan muchos arquitectos capaces de rechazar este proyecto para un estadio deportivo por consideraciones morales. Otra cosa habría sido recibir el encargo de Pekín para hacer una nueva red de campos de prisioneros en China, aunque también para ese encargo, con mucha mayor obra -no quepa duda-, se habrían prestado muchos, y muchos sólo habrían protestado después de perder en el concurso. No digo yo que Herzog fuera uno de ellos.

Lo que ya irrita y no poco de las largas e inteligentes explicaciones que da el arquitecto suizo en una larga entrevista en el semanario alemán «Der Spiegel» es el intento de presentar su implicación en esta obra en un acto a favor de los derechos humanos. Asegura que la construcción «es un espacio público en el que es posible la vida social, y ésta no puede ser fácilmente controlada o vigilada» y «tiene por tanto algo subversivo», explica. Y concluye que por eso considera «que el estadio es una especie de Caballo de Troya». Hombre bendito, pues mire, tampoco es eso.

Estaba claro que el boicot a unos Juegos Olímpicos en una potencia que emerge con la inmensa fuerza de China era inviable además de irrazonable. Los que en su día, no hace mucho, se lo plantearon con motivo de la represión habida en el Tíbet han retornado al discreto silencio y estarán allí, en las tribunas o aplaudirán los Juegos como el que más. China no viola hoy más los derechos humanos que cuando se le otorgaron los JJOO y si su actividad internacional, en activa defensa de criminales notorios como el régimen de Al Bahir en Sudán o el de Robert Mugabe en Zimbabwe, el de los Castro en Cuba u otras satrapías del mundo, es porque tiene de nuevo más presencia en el exterior y los criterios morales le son perfectamente ajenos en sus relaciones comerciales y políticas. La franqueza de China no es precisamente encomiable, pero sí contrasta mucho con la hipocresía a la que el realismo, la avidez y la cobardía inducen una y otra vez a las democracias occidentales.

Nadie sabe cuánto cambiará China con estos Juegos Olímpicos, que suponen un hito de presencia y atención extranjera en cinco mil años de historia china. Lo que está claro es que China no será nunca lo que los occidentales llaman «occidental» y que los derechos, las inquietudes, las libertades y la vida de los individuos seguirán teniendo un valor absolutamente subordinado cuando no residual si chocan con los intereses de lo que el estado considera la colectividad. Eso no quiere decir que no se deban denunciar las atrocidades allí con la misma energía que se deben denunciar en pequeños países que las democracias sí podrían cambiar radicalmente. Las esperanzas de que la libertad económica llevara a todos los rincones del mundo las libertades democráticas occidentales se han revelado una efímera quimera. Quizá porque si hubo en algún momento la posibilidad de que ese sueño se cumpliera, el mundo occidental careció del coraje o el interés necesario. Luego hagamos lo posible por convivir sin grandes complicidades. Y sin intentar vender lo que suele ser negocio, o puede que incluso arte o deporte, como actos liberadores.

viernes, 27 de junio de 2014

KARADZIC: EL VENENO EN EL ALMA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  27.07.08


El hombre tenía pinta de bueno. Una especie de híbrido entre druida y Gepetto, un sabiete medio hippy, un niño de las flores del sesentayochismo, bien envejecido, metido como otros de aquellas quintas en la cultura y el negociado de la medicina alternativa y las nuevas supersticiones.

Allí estaba, el viernes 18 de julio en el Sava Center del barrio belgradense de Novi Beograd, el palacio de congresos que albergó los congresos de la Liga Comunista de Yugoslavia, quizás también alguna de las últimas cumbres de los No Alineados y por supuesto los grandes congresos nacionalcomunistas de Slobodan Milosevic después. Fue al final de una mesa redonda sobre curas bioenergéticas, energías curativas y medicina semimágica, cuando el moderador anunció para principios de agosto una conferencia del doctor Dragan Dabic. El anunciado conferenciante, asistente desde la cuarta fila al encuentro, se levantó y saludó cortésmente al auditorio.

La conferencia, ya no cabe ninguna duda, ha sido cancelada. El doctor Dragan Dabic dejó de existir el lunes pasado cuando miembros de los servicios secretos de Serbia, presumiblemente la misma organización que se había inventado al personaje y había emitido sus impecables documentos oficiales, detuvo al personaje en un autobús de la capital y generó una de las noticias más espectaculares de los últimos tiempos, la resurrección y captura de Radovan Karadzic, probablemente, como dicen los anuncios, el criminal de guerra más buscado del mundo. En próximos días o semanas iremos sabiendo más sobre la insólita existencia del doctor Dabic que hace dos años se presentó en la clínica Nova Vita del barrio de Rakovica en busca de trabajo como psiquiatra y especialista en medicina alternativa, según cuenta uno de sus propietarios, Milomir Kandic.

Vida oculta

Y algo más se sabrá también de su vida anterior, en los diez años en que su rastro desaparece después de dar sus últimas entrevistas en Pale, el pueblo de montaña que erigió en 1992 en la siniestra capital de un estado fanático que sitió y desangró a su auténtica capital, la hasta entonces alegre, vividora y cosmopolita ciudad de Sarajevo.

No lo sabremos todo porque son muchos los implicados en facilitar su fuga y su vida en clandestinidad desde que dejó de considerarse seguro en Pale ante la orden de busca y captura del Tribunal Penal Internacional de La Haya. Dice el propietario de la clínica Nova Vita que cuando llegó a Belgrado tenía llagas en las piernas que él se trataba personalmente y fueron curando. Podría ser un indicio de que es cierto que ha pasado años en cuevas en su región natal de Montenegro vecina a Bosnia, protegida por miembros de su clan familiar y de popes ortodoxos.

En ciertos sectores de la iglesia nacional serbia, la «pravoslavie», es decir, la correcta y ortodoxa, la fobia al Occidente vaticanista es casi equiparable a la que profesan, por motivos históricos bien explicables, al Islam. La agreste y paupérrima región montenegrina de la que emigró el joven Karadzic en 1960 para estudiar psiquiatría en la muy mundanal capital bosnia, es uno de los santuarios en los que la iglesia ortodoxa se refugió y resistió durante siglos a una ocupación otomana que se mantuvo en los valles y vía de tránsito entre ciudades y mercados, pero nunca demostró mayor interés por controlar la remota alta montaña.

Fiesta en Sarajevo

Cuando el pasado lunes por la noche se conoció la detención de Radovan Karadzic, la ciudad de Sarajevo se convirtió en una fiesta. Cuentan que se produjo una situación extraña. Los mayores, aunque contentos con este tan tardío consuelo, no podían entusiasmarse porque la reactivación de la memoria les devolvió al luto por los miles de muertos que descansan en los cementerios aún frescos en las laderas que caen a la ciudad. Eran los jóvenes, los que eran niños pequeños durante el asedio, los que tomaron las calles. Son aquellos niños que veían con terror el rostro de aquel monstruo que desde la pantalla de los televisores -cuando había electricidad, cuando había combustible para el generador, cuando no había que refugiarse en los sótanos de los agotadores bombardeos- les aseguraba que todos serían degollados.

Ellos vieron las fotografías del melenudo gurú y druida y, aunque jamás lo hubieran podido identificar horas antes en una calle o un café, reconocieron enseguida esos ojos grandes y húmedos del hombre uniformado y con flequillo canoso que hacía palidecer y llorar de horror a sus madres y que les decía en su propio idioma que «en Sarajevo no van a contar los muertos. Al final van a contar a los que queden vivos».

Creo recordar que la última vez que le vi fue en un hotel de Ginebra, en la recepción. Su inevitable corte de escoltas era lo más granado del submundo de la mafia proxeneta de Sarajevo y Belgrado. Por entonces su delegación, o él mismo, ya había comprado una magnífica villa en aquella ciudad suiza. Eran tiempos en los que su suerte ya estaba girando y desde Washington, el presidente Bill Clinton ya barruntaba una acción que acabara con el espectáculo vergonzoso al que Occidente se había prestado en sus negociaciones con esta tropa de delincuentes.

El héroe y el mito

Antes de imponer el asedio a Sarajevo se le veía mucho en el Holiday Inn, hotel que después bombardeó aunque -o precisamente porque- se alojaba allí la prensa internacional. Era por entonces un héroe y ya rozaba la categoría del mito entre la población serbia rural.

El intelectual se había convertido en el ídolo del razonamiento plano. En Han Piljesak, pueblo de alta montaña en el que se instaló el alto mando militar que había organizado con órdenes de Belgrado la guerra, ya se le recibía como un auténtico Mesías del pueblo serbio. Y en el viejo balneario de Ilidza donde se organizaron los últimos detalles para el asedio de Sarajevo coincidíamos en el restaurante en el que compartía mesa con los otros dos intelectuales asesinos de aquella cúpula política de la limpieza étnica, la profesora Biljana Plavsic y Momchilo Krajsnik, aquel al parecer exquisito traductor de Shakespeare al serbo-croata, que explicaba con toda suerte de detalles que los no serbios entre ellos ya mayoría de sus estudiantes debían elegir entre rendirse o morir. El asedio a Sarajevo, el más largo de la historia de la guerra moderna, duró desde el 5 de abril de 1992 al 29 de febrero de 1996. Hubo unos doce mil muertos, el 85 por ciento civiles, y cincuenta mil heridos.

El profesor Dragan Dabic ya vuelve a ser Radovan Karadzic y puede que ya haya emprendido vuelo hacia la prisión de Sheveningen en La Haya. O que se disponga a hacerlo. Puede que ocupe la celda de su mentor, el caudillo serbio Slobodan Milosevic que murió en aquella cárcel.

Como Milosevic, ha anunciado que asumirá su propia defensa, como hace también otro de los grandes criminales de guerra serbios cautivos, el líder del Partido Radical, Vojislav Seselj. Cuando se abra su juicio, Karadzic aprovechará la oportunidad de nuevas horas estelares, mayores aun que la que habría tenido como doctor Dagic en su anunciada conferencia de agosto sobre medicina natural.

Quizás en este juicio al psiquiatra, intelectual en su pretensión y mucho más sofisticado que su salvaje retórica bélica dejaba entrever, podamos intuir mejor que en el de un Slobodan Milosevic obcecado y obtuso en una autodefensa política, cuales fueron las claves del mal y la anulación de la piedad, como se puede movilizar tanto odio hacia la vida de los otros.

La vida de Karadzic tiene objetivamente mucho más interés que la del zafio político brutal en su ambición que era Milosevic. ¿Fueron sus resentimientos por el maltrato recibido en la universidad, como montenegrino montaraz, los que desarrollaron su odio a la ciudad, a la urbe, a Sarajevo?

Hombre de letras, genocida

Nunca aceptado por las elites intelectuales de Sarajevo en los años sesenta y setenta, se convirtió en el caudillo del asalto a la ciudad de los «papac», de los «pezuña» como despectivamente se trataba a los procedentes del monte. Este intelectual erigido en caudillo del odio a la urbe y en apologeta de la pureza de la cultura campesina. Aquel arrogante y petulante hombre de letras convertido en teórico de la matanza y adalid del exterminio vuelve a una sociedad cada vez más abierta disfrazado o quizás convertido en moderado curandero.

¿Por qué después de años inmerso en la clandestinidad en esta cultura campesina remota se arriesgó a bajar a la ciudad, esta vez a Belgrado, donde su riesgo era mayor y en todo caso creciente?

La banalidad del mal

¿Añoranza de la cultura plural, hastío de lo predicado? ¿Quizás incluso algo de arrepentimiento o una oculta compulsión a expiar sus actos, los ocho mil muertos de Srebrenica que él siempre negó que hubieran muerto? El juicio a Karadzic puede ser, es deseable que lo sea, un proceso de similar calado al de Eichmann en Israel. El criminal de guerra nazi alemán nos proporcionó algunas de las claves más profundas sobre lo que Hannah Arendt llamó la banalidad del mal. El doctor Dagic quería ilustrar a su audiencia sobre pócimas para el cuerpo.

Su alter ego Karadzic quizás nos pueda ilustrar a la sociedad moderna sobre los procesos venenosos en el alma.

PELIGROSAS ARMONÍAS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  24.07.08


EL presidente del Gobierno de España, Gran Timonel de la Bondad y la Lucha contra el Hambre Mundial, se proclamó ayer perfectamente satisfecho de sus acuerdos con el presidente del Partido Popular y candidato a Gran Capitán de la Armonía y el Diálogo Perpetuum Mobile. José Luis Rodríguez Zapatero dice estar encantado con los acuerdos supuestamente alcanzados con Mariano Rajoy en materia de lucha antiterrorista y justicia, es decir, concretamente, en la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Rajoy se proclama medianamente satisfecho. Sobre todo por sus divergencias en el análisis de la situación económica. Dice que el presidente del Gobierno no comparte su diagnóstico ni por supuesto sus propuestas de tratamiento para una crisis económica que parece alarmar más a los que no gobiernan que a los que tienen responsabilidad directa.

Pero entendámonos antes de que alguien despotrique. No pasa nada. Es cierto y evidente que el señor Zapatero se ha metido en un inmenso berenjenal con su mendacidad y contumacia en la mentira. Lo comienzan a reflejar hasta las encuestas amigas. La sociedad española está dispuesta a zamparse cualquier sapo mientras la digestión esté medianamente garantizada por la Seguridad Social. Pero, aunque cómoda, caprichosa y bastante cobarde, se queja cuando las indigestiones de lo servido se convierten en crónicas. De ahí que nada le venga mejor a nuestro apuesto druida leonés que buscar a un ayudante de cocina con el que poder compartir la responsabilidad de la intoxicación generalizada. Para repartir responsabilidades civiles en caso de que se produzcan colapsos orgánicos generalizados.

El señor Rajoy tenía bien claro que el asunto de la lucha antiterrorista era hoy terreno fácil para imponer sentido común porque, por mucho que Zapatero jamás reconozca su aventurerismo y su consumada estafa a la población durante la pasada legislatura, han sido ETA e Ibarretxe los que han forzado al Príncipe de la Paz a echar mano de la Guardia Civil y aparcar a sus emisarios y especialistas en cambalaches. Pero nuestro buen Rajoy debiera tener muy claro que su acuerdo respecto al CGPJ y al TC sin ninguna contrapartida de garantías -y ninguna se conoce-, le dejará al Gran Timonel las manos libres en todos los demás campos políticos. La voluntad de coacción y utilización de la justicia para crear un régimen distinto en España «más allá de alternancias» debiera ser evidente hasta para los más piadosos de la calle Génova. Da la muy incómoda sensación de que Rajoy tiene tantas ganas de convencer a los votantes de Zapatero de que él es un Zapatero mejor, que se olvida de sus propios votantes y de aquellos que, antes de las elecciones y sobre todo en los últimos cien días gloriosos de la segunda legislatura, han llegado a la conclusión de que jamás volverán a votar a un trilero.

Quizás debiera Rajoy fijarse más en los pasos concretos que está dando el Gobierno que en las alharacas con las que nos quiere distraer de sus grandes estafas. No estaría de más que pusiera su máximo interés en intentar cambiar la actitud de los socialistas como aliados de los nacionalistas para impedir que se violen y machaquen los derechos de los españoles allá donde gobiernan juntos. Y no estaría de más que Rajoy y su partido dijeran algo sobre el asalto que orquestan los socialistas contra los medios de comunicación que no son sus cómplices o lacayos. Es en estos campos en los que los españoles nos jugamos nuestras libertades. Están en peligro por mucho que tantos, también en el PP, se empeñen en ignorarlo y decirnos que esto es un trámite administrativo. Y que no pasa nada.

CHÁVEZ EN MARIVENT

Por HERMANN TERTSCH
ABC  22.07.08


HUNDIDO, porque está al borde del fracaso su prepotente y delincuente aventura de sembrar guerrilla, populismo, violencia y fobia a la democracia y a occidente por toda Latinoamérica, Hugo Chávez busca un respiro y tiempo. Sus petrodólares y sus asesores cubanos, su vocación totalitaria y su pose habitual de rufián no le han valido para evitar la galopada de derrota en derrota. Quería asediar a Colombia y chantajear al presidente Álvaro Uribe con los secuestrados. La respuesta a sus planes ha sido la magnífica operación colombiana de liberación de Ingrid Betancourt y la muerte de los principales cabecillas de los terroristas a los que lleva tanto tiempo dando cobijo. Pero también la evidencia de esta complicidad suya con los peores grupos del narcotráfico más o menos disfrazado ideológicamente en su continente. Dentro de Venezuela, donde lleva años aterrorizando y esquilmando a quienes se resisten a su totalitaria «revolución bolivariana» -entre ellos centenares de miles de españoles, por cierto prácticamente indefensos-, resurge la contestación también en las clases más pobres hasta ahora secuestradas en su criterio por subvenciones y promesas incumplidas e imposibles.

Ese Hugo Chávez que se pasó semanas riéndose del Rey de España y de los Borbones, de los supuestos colonialistas empresarios españoles y de todos los que no le rieran las gracias después del incidente habido en la última Cumbre Latinoamericana, va a venir a España. Y nos cuenta Chávez desde Venezuela, vía «Aló presidente», que lo mismo se digna a aparecer por Mallorca donde veranea el Rey de España. El notorio compañero de trapacerías de Chávez que es Daniel Ortega, ese sórdido personaje que vuelve a ser presidente de Nicaragua gracias al dinero de Caracas y a los comisarios cubanos, le ha dicho al compañero Chávez que le tiene que dar un par de lecciones al Rey de España sobre la forma de comportarse en las cumbres latinoamericanas.

Rusia, Bielorrusia, Portugal y España. Esa es la magnífica gira triunfal europea en la que algunos en La Moncloa quieren encuadrar la de por sí vergonzosa y vergonzante visita del bufonísimo presidente de Venezuela Hugo Chávez a España. A Rusia y al último estalinista de Europa, el bielorruso Lukashenko, no les importa nada la catadura de sus visitantes mientras puedan sacarle provecho. Nuestros dignísimos vecinos portugueses no han tenido problemas con susodicho personaje. Si hubiera ofendido a la Jefatura del Estado portugués, Chávez no pisaría Lisboa. Pregunta para niños: ¿Qué visita le da prestigio entre los suyos a Chávez y debilita a su oposición democrática en el interior? La que hace a España. ¿Le esperan en Alemania, París, Londres, Roma, Varsovia, Estocolmo, La Haya, Bruselas? No. Ni le esperan ni está invitado. ¿A qué viene entonces este nuevo e inenarrable atropello a nuestra dignidad de aceptar la zafia visita del milico incontinente? Es lamentable tener que recordar que el Rey tuvo que interrumpir a Chávez porque no lo hizo el presidente del Gobierno español. Está claro que tienen listones distintos, jefe de estado y de Gobierno, respecto a lo tolerable en lo que va de la impertinencia a la afrenta. Zapatero no tiene problemas con Chávez. Lo sabemos. Como sabemos que muchos han de callar por disciplina y vocación de servicio. Pero algunos aun podremos decir que nos parece del todo insufrible la presencia de Chávez en Marivent. Después de lo pasado y lo dicho.

LOS HECHOS EXPLICABLES

Por HERMANN TERTSCH
ABC  17.07.08


HAY noticias que pueden gustar más, menos o nada, pero que tienen explicación. Resulta perfectamente explicable por ejemplo que esté hoy enfadado el asesino en serie De Juana Chaos. Hace poco más de un año era el ser más mimado por su novia, médicos y el Gobierno de España. Era objeto de todas las preocupaciones humanitarias del ministro del Interior y símbolo de los esfuerzos de conciliación de los partidarios de la paz. Con la libertad y los honores de los suyos al alcance de la mano, era un mal menor el ser víctima del acoso de las rencorosas asociaciones de víctimas del terrorismo y de la oposición crispadora, obsesionada por dinamitar el proceso de paz. Ahora, sin que él haya cambiado en nada desde entonces su actitud ni conducta y después de cumplir un restito de pena de prisión de forma, al parecer, muy civilizada en la cárcel de Aranjuez, resulta que toda España se ensaña con él. ¿Qué otra cosa va a pensar el pobre hombre? Ya no son enemigos de la paz los asqueados por el hecho de que a este hombre cada asesinato le haya costado algo menos que un curso escolar. El propio Fiscal General se ha limpiado la toga e insta al embargo de la casa propiedad hoy de su mujer. De mimado y protegido lo quieren convertir ahora en el primer etarra al que se le expropia para compensar económicamente a sus víctimas. De Juana considera sin duda que perder un piso por matar a 25 personas es hacer el primo. De ahí que, con la ayuda de su novia mimosa y la no menos cariñosa Caja Laboral, hiciera la operación del cambio de titularidad que ahora le quieren reventar incluso quienes hace poco parecían dispuestos a regalarle uno mayor, en Amara o hasta en Miraconcha. Noticia ésta comprensible toda ella. De Juana Chaos está enfadado. Nos alegramos todos aquellos que estábamos enfadados cuando él se sentía tan feliz. También nos alegramos de que ahora ayuden a que esté enfadado aquellos tan celosos en su día de colmarle de felicidad.

Otros hechos carpetovetónicos son menos explicables. ¿Alguien sabe a santo de qué se concede apoyo oficial y máximo patronazgo a una conferencia organizada por la teocracia de Arabia Saudí en España cuya única pretensión es equiparar el islam más radical al resto de las religiones? Algún malpensado sugerirá sin duda de que al Gobierno español en su fobia a la Iglesia Católica le viene bien esta equiparación entre el cristianismo y un islam versión saudí que esclaviza a las mujeres y a los infieles, decapita, lapida y mutila a delincuentes, discrepantes y homosexuales. Si la fantasmal Alianza de las Civilizaciones no es sino una boutade del Líder Mundial de la Bondad, esta conferencia es un disparate. Cuando entre sus objetivos se señala la «coordinación de posturas para contrarrestar comportamientos contrarios a la naturaleza» o la consolidación de «prácticas sociales contra el libertinaje» a más de uno se nos hiela la sangre. El Rey Saudí tiene formas más sencillas y baratas de promover el diálogo entre las iglesias y es la de tolerar la práctica del cristianismo en su país y permitir la construcción de una iglesia en su territorio. No somos tan osados como para pedir plena reciprocidad. No hace falta que sean tantas como mezquitas financia su reino en nuestro país. Basta con una. Mientras, por favor, no nos tomen el pelo.

TRUCO, TRAMPA, ESTAFA, PELIGRO...

Por HERMANN TERTSCH
ABC  15.07.08


TAN libres son ya en la mendacidad, tan impunes se saben en la mentira, que intentan colarles la trola hasta a sus seres más queridos. Le preguntaban este domingo a José Blanco, ahora vicesecretario general del PSOE, sobre los «grandes proyectos más allá de la alternancia» con los que los socialistas quieren imponer a la sociedad española códigos de conducta que son imposiciones a su conciencia. Léanse con atención las reveladoras respuestas del Gran Grumete sobre los planes reales y la pulsión «modificadora» de la realidad del Gran Timonel. Y concluyan ustedes mismos sobre la visión que del consenso y la convivencia entre los españoles maneja esa máquina de mentir que es la organización usufructuaria de las siglas del Partido Socialista Obrero Español al que la mayoría de los españoles ha dado el poder. Que según encuestas de estos días muchos compatriotas se arrepientan de ello no soluciona nada. No es consuelo para nadie. Tiempo van a tener muchos otros de arrepentirse por los daños que a esta nación y a este Estado de Derecho se están infligiendo gracias a su voto.

Entrevistadora: «En ese congreso han abierto la puerta a una ley de plazos del aborto que quitaron de su programa electoral hace cuatro meses. ¿Temían que les restara votos?». Respuesta de Blanco: «Nunca estuvo en nuestro programa. Hubo reflexiones sobre la necesidad de abrir un gran debate. (...) Queremos hacer esto con un gran consenso social y político». Entrevistadora: «Perdone, pero la ley de plazos sí figuraba en su programa electoral de 2004 y en este último se quitó. ¿Qué ha pasado para que ahora lo recuperen?». José Blanco: «No quisimos adquirir un compromiso concreto porque intuíamos que no tendríamos solos la fuerza suficiente para poder llevarla a la práctica». Entrevistadora: «Y no la tienen. Y, sin embargo, ahora sí lo anuncian». José Blanco: «Déjenme que lo trate de explicar. El PSOE indica el camino a seguir, y será posible si generamos consenso». Entrevistadora: «Tampoco figuraba en su programa la eutanasia. Y ahora abren la reflexión aunque sea para los próximos años». José Blanco:«Nuestro deseo es avanzar, pero con consenso. Aunque los avances sociales no pueden ser frenados por posiciones retrógradas. (...)». Entrevistadora:«Dice que la falta de consenso no puede frenar los avances. Eso quiere decir que aunque no tengan una mayoría...». José Blanco: «Hay que buscar el acuerdo con todos pero el PP no puede condicionar el consenso o limitar los avances sociales».

El Gran Grumete nos ha hecho una vez más un inmenso favor a quienes no hemos tenido en estos cuatro años y medio la capacidad necesaria para persuadir a nuestros compatriotas de que el zapaterismo no es un mero error o disparate, fruto de la incapacidad, incapacidad e inmoralidad de los gobernantes. El zapaterismo es un proyecto que «más allá de la alternancia», es decir superándola, construya los llamados consensos al margen y en contra de media España. Se ha demostrado muchas veces y se ha dicho con frecuencia. Pero pocas veces se ha expresado con esta claridad. El PP puede expresarse con los buenos modos que quiera, pero será siempre un enemigo de la secta mientras no se pliegue a los designios, al «consenso», de la misma. Nos lo cuenta el Gran Timonel y nos lo explica el Gran Grumete. Tendrán ocasión de hacerle caso. Ante la catastrófica situación que se avecina en otoño van a buscar enemigos hasta debajo de las piedras. Acabarán siéndolo también sus ex votantes.

OBAMA, «EVERYWHERE BONSÁIS»

Por HERMANN TERTSCH
ABC  10.07.08


El candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, ha decidido entrar en la historia lo antes posible y sus prisas por conseguirlo empiezan a generar quebraderos de cabeza. No sólo en Estados Unidos. A nadie le ha parecido mal que haya decidido que se le queda pequeño el recinto en el que se celebrará la convención de su partido el próximo 28 de agosto en Denver y que pronunciará su discurso de aceptación de la candidatura en el estadio de los Broncos -no es broma-, que triplica el aforo del pabellón que albergará el resto de ceremonias. No parece que vaya a tener problemas para llenar las 75.000 plazas. Hace unas semanas logró reunir a más de 70.000 seguidores en un mitin electoral, hecho probablemente sin precedentes en la carrera de primarias.

Se trata, nadie lo oculta, de emular a John Fitzgerald Kennedy, que aceptó oficialmente la candidatura a la presidencia en 1960 en un acto multitudinario en el Memorial Coliseum de Los Ángeles. Y de galopar sobre las enormes expectativas de revolución interplanetaria que han depositado en su candidatura no sólo los socialistas españoles, con José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco a la cabeza, sino todos los que creen que votar a Obama es votar contra Bush y que muerto éste se acabó la rabia. Obama en la Casa Blanca y «everywhere bonsáis» florecientes. Pero ya hay gente, y no gente cualquiera, que comienza a irritarse con la sobredosis de gestualidad histórica que Obama quiere darle a su campaña y que contrasta con la vacuidad de su mensaje político. Entre ellos se cuenta desde hace unos días la canciller alemana Angela Merkel, a la que han sentado francamente mal los planes de Obama de hacer campaña electoral por Alemania con la prepotencia del poco ducho en relaciones exteriores.

El candidato demócrata norteamericano pretende emular a Kennedy también en Berlín con un discurso ante la Puerta de Brandemburgo, donde JFK pronunció en su día, con el Muro de la Vergüenza en plena construcción, su célebre discurso en el que se proclamó berlinés. «Ich bin ein Berliner», dijo en su día Kennedy, y lo dirá sin duda Obama si tiene ocasión, aunque ya no haya ni muro ni división ni carros de combate soviéticos a unas decenas de metros, como era el caso en 1961. Merkel ha dejado claro que considera fuera de lugar esta gratuita solemnización de la campaña electoral norteamericana en suelo alemán y que la Puerta de Brandemburgo, por su significación histórica auténtica, está a disposición de los jefes de Estado, pero no «in pectore», sino electos y en ejercicio.

Bien está que Obama quiera compensar su notable falta de criterio en política exterior con viajes preelectorales a otros continentes. Y desde luego en Alemania puede estar seguro de tener un recibimiento entusiasta de todos aquellos que, sabiéndolo negro, del norte, antirrepublicano, abstemio, casi feminista y algo así como la consumada antítesis de George Bush, creen que conjurará todos los males del planeta, originados, como todo el mundo progresista sabe, por el tejano maligno. Pero según se acercan las elecciones de noviembre y comienza a perfilarse como una posibilidad real que Obama gane estas elecciones, surgen en muchos rincones las dudas sobre la solidez de las propuestas faldicortas y buenistas del candidato demócrata. Y sobre una especie de arrogancia juvenil y superioridad moral que pregona que pueden ser tan peligrosas como otros aventurerismos de signo contrario.

DISCURSO PARA EL TERRARIUM

Por HERMANN TERTSCH
ABC  08.07.08


LA sociedad española está avisada y todos deben ir haciendo eso que llaman composición de lugar. Si ustedes son lo suficientemente antipatriotas como para percibir incorrecciones en el curso de los acontecimientos en su patria, hagan el favor de callar. No ya por el daño que puedan hacer al prójimo, que es mucho. Sino por amor propio. Por el daño que se puedan hacer a ustedes mismos. Que no es menor. Cuando el presidente del Gobierno les avisó, antes de que una mayoría le otorgara el beneficio del voto, ya iba la cosa en serio aunque algún despistado no lo percibiera. El presidente del Gobierno de España les estaba pidiendo encarecidamente que no se convirtieran en traidores. Ante todo porque la historia demuestra que ser traidores no es gratis a medio plazo. Ahora, ganadas las elecciones por parte del Amo de La Moncloa gracias a tanto colaborador y elector, nos llega el segundo aviso desde las alturas del poder. Nos recomienda ser optimistas. Porque quien no hace gala de optimismo ante la evolución de las cosas en nuestra patria es algo más que antipatriota; algo peor, es indecente. Dice el Amo de la Z. En principio no se alarmen porque la traición, que antes se castigaba en los países más decentes con la pena de muerte, no conlleva mayores consecuencias en nuestro país. Aquí todo el mundo puede ser traidor un rato o siempre. Pero con formalidad, por supuesto porque todo es negociable, opinable, objetable. Lo cual es de agradecer. En caso contrario, la interpretación misma de este delito nos sumiría a los españoles en un dilema serio que podría poner en peligro lo que llamamos ahora la armonía perpetua por la que avanzamos sin cesar gracias al diálogo, a las mujeres, al palabro y al amor. Sería tristísimo que comenzáramos a tirarnos la traición a la cabeza los optimistas y los pesimistas, esta pandilla de traidores. Eso sí, queda claro quién determina quién es el traidor en esta casa.

Cuentan los mayores que hubo un tiempo en España en el que aún eran muchos los que se atrevían a protestar, incluso abiertamente, contra las decisiones del poder, contra las medidas de corrección de conducta por parte del Gobierno. Eran aquellos, eso sí, tiempos confusos en los que, después de una larga dictadura, ninguna autoridad se arriesgaba a asumir el riesgo de ser calificada como autoritaria. Por eso no había mucha contundencia en la réplica del Gobierno a las protestas. Había que sorber los vientos del ánimo de las gentes -ansiosas de armonía- y disculpar siempre a los más antiautoritarios, siempre decididos a ejercer su autoridad. Aun a costa de aceptar sus desafueros y sus excesos. Derecha e izquierda, Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar soportaron la impertinencia hasta bien pasados los límites del delito con un estoicismo que recomendaban y aplaudían todos.

¡Cómo han cambiado los tiempos desde que gobiernan los auténticos buenos! Ahora ha llegado el momento de poner las cosas claras, en limpio. Ya está bien de tanta armonía hipócrita de quienes se creen obligados a sentarse en esas bayonetas que, al fin y al cabo, han dictado esta transición. Todos somos Leire y Bibiana. Hartos de política de conveniencia y cambalache incesante con el enemigo, hay que sacar a éste de sus madrigueras y dejar claro que su mundo ha caducado. El futuro nos pertenece.

jueves, 26 de junio de 2014

DE LA SENDA DEL ARREPENTIMIENTO

Por HERMANN TERTSCH
ABC  03.07.08


EL escritor e historiador Vitali Shentalinski revela en sus imprescindibles investigaciones sobre la represión de los intelectuales bajo Stalin («Esclavos de la libertad» y «Denuncias contra Sócrates», los archivos literarios del KGB, editorial Galaxia Gutenberg) cómo todo ser humano, hasta el más libre y excelso, el más fanático, piadoso, valiente o genial, tiene su cota de sufrimiento o temor, superada la cual se culpa a sí mismo de la suerte adversa propia o de los seres cercanos. Es entonces cuando entra en funcionamiento el más perverso de los mecanismos del arrepentimiento. Josip Mandelstam intentó hacerse perdonar sus versos crueles y sarcásticos sobre el «Vozhd» (el lobo blanco o el jefe, véase Stalin) con una oda que le acercó un poco más a la muerte. Babel, Bujarin, Mayerhof, todos los grandes hombres devorados en la gran maquinaria de destrucción de voluntades y dignidades de la Lubianka, tuvieron un momento en el que arrepentirse de lo mejor que habían hecho, que fue haber tenido el coraje de enfrentarse al monstruo que era la encarnación de la inhumanidad, de la injusticia y de la mentira. Hasta Anna Ajmátova cayó en la tentación de creer que salvaría a su hijo con elegías que enmendaban furiosas críticas previas. Los dos libros de Shentalinski, basados en los archivos secretos del KGB sobre juicios e interrogatorios a toda la elite intelectual y política rusa en los años de plomo son un relato inmenso y conmovedor sobre el abismo del sufrimiento y el pulso entre dignidad y terror de gentes incapaces de vivir sin honor pero cuya autoestima aquel Estado había decidido destruir.

De la gran tragedia del totalitarismo del siglo XX pasemos ahora a la triste farsa de nuestra España actual, en la que hasta los arrepentimientos son de vodevil chusco. Ya tenemos un par de arrepentidos entre los firmantes del «Manifiesto en defensa de la lengua común». Alguno de ellos recurre a la manida excusa del malentendido cuando el texto del manifiesto es perfectamente claro. Pero hagámosles caso. Pudiera ser en algún caso un malentendido. No debieran sorprender a nadie aquellos que, una vez informados de que el Gran Timonel se había enfadado al saber de su firma, se hayan apresurado a retractarse. No habían pensado que le pudiera irritar que se defendiera la lengua española. Pero una vez enterados han dejado claro cuáles son sus prioridades. Como entonces los obedientes y agradecidos funcionarios de la Asociación de Escritores Soviéticos que tan bien describía Bulgákov, los afortunados directivos de la Sociedad General de Autores (SGAE) ahora no estarían en su sano juicio si firmaran un manifiesto ya condenado por el Timonel, por los nacionalistas y por la secta. Más difícil lo ha tenido el poeta Ramón Gamoneda. Su disquisición torturada sobre sus razones para retirar su firma no es más que una tristeza. Ningún intento de apropiación de este manifiesto por parte de fuerza política, medio o persona alguna, aunque existiera, resta un ápice de veracidad y solvencia al mismo. Mientras los diversos ramoncines probablemente no lo leyeran nunca, nadie pensará tan mal del Premio Cervantes de nuestra nueva era. Como damos por hecho que no ha sido torturado como Bujarin ni amenazado como la poetisa Ajmatova, supongamos que el poeta leonés se ha arrepentido libre y noblemente de lo que ha considerado una deslealtad hacia quienes defienden y promueven lo que antes de arrepentirse consideró una injusticia.

LA INMENSA SUERTE DEL GAFE

Por HERMANN TERTSCH
ABC  01.07.08


«DECIR que soy gafe era una maldad, he tenido siempre suerte en mi vida», ha afirmado José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente de todos nosotros, vosotros y ustedes, cuyo amor por las palabras y su significado queda otra vez perfectamente revelado en este jocoso avatar semántico. Zapatero quería al parecer, minutos después de que la selección nacional de España concluyera un maravilloso partido frente a Alemania y ganara la Copa de Europa de Naciones, dejarnos la virtud y la victoria de nuestros jugadores como prueba irrefutable de que él no nos trae mal fario a los españoles, como sospechan muchos. Tantos que cuentan de un plan de ciertos seguidores de la selección que lanzaron una iniciativa popular para intentar evitar su presencia en el estadio Ernst Happel de Viena por lo que pudiera pasar. No pasó nada malo, sino todo lo contrario. Los españoles están felices por haber ganado la Copa de Europa, todos salvo Urkullu, Arzalluz, Puigcercos y Rubert de Ventós nos congratulan y las calles de toda España se llenaron de banderas nacionales. Tan bueno ha sido el ambiente que, aunque en Colón, dentro del recinto de la televisión privada que tuvo la fortuna de retransmitir el evento, ondeaban varias banderas preconstitucionales -no la republicana ni la de Carlos I, la de Francisco Franco Bahamonde-, ningún diario de Madrid parece haberse molestado por ello. ¡Qué cambio de talante! Después de años de buscar desesperadamente una bandera con el águila franquista para la portada y acusar a la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) de ser el huevo de la serpiente fascista incubada por Génova. Eso ya no pasa. Los que calificaban a Mariano Rajoy de guerracivilista y gran gurú de la caverna le invitan a hablar de fútbol en sus programas adobados de música de buen rollo.

Todo esto está muy bien, señor presidente pero, como dice sabiamente Arturo Pérez Reverte, dinamitarnos el idioma es algo muy grave. Más, si cabe, que engañarnos tanto tiempo. Una cosa es pervertir el discurso y otra pervertir los elementos transmisores del mismo. Lo primero es una desgracia. Lo segundo, en caso de que lo consiguiera, sería una tragedia para generaciones. Con todo respeto, estimado presidente, si Usted es gafe o ha sembrado la sospecha de serlo incluso más allá de nuestros actuales y debatibles confines, no tiene nada que ver con la suerte que Usted tenga. Ésta es mucha y de eso damos fe quienes le quieren mucho, poco o nada. Usted tiene lo que llamábamos de pequeños -hace tiempo que no oigo la expresión- auténtica potra. Tiene a un tiempo la suerte del malo y del desvalido, del tramposo y del ingenuo. Tiene tanta suerte que ha obtenido, en su más genuino estilo, un éxito innegable en su maniobra de usurpación de la merecidísima victoria de España en Viena que -mire si seré cabezota-, me atrevo a sugerir que habría sido mayor en su ausencia. Tiene suerte y carece de pudor al exhibirlo. «Es un privilegio, creo que soy el primer presidente en democracia que asiste a un título de esta naturaleza».

«Mi generación tenía el derecho de ver a la selección de fútbol ganando un campeonato». Ni a los locutores deportivos se les nota tanto que las palabras les son gratuitas y el sentido indiferente. ¡Cuánto valor al derecho de su generación a un éxito deportivo y qué poco al derecho de los españoles a aprender, estudiar y pensar en su lengua con más respeto que el que él demuestra! Pero tiene suerte el presidente. Hasta quienes se topan con la fatalidad nada más encontrarse con el afortunado parecen tener miedo a jugar con la suerte. Los españoles.