ABC 07.04.08
Diviértanse señores con las malas bromas del patio nacional
si se cansan del lamento por lo pasado, les asusta lo que llega y las muy
justificadas náuseas ante el presente no se lo impiden. Mientras los perdedores
de las elecciones descubren el esperpento, los vencedores se dedican a la
ofensa con un virtuosismo al que se le puede sacar gracia con cierta dosis de
humor negro. Ofrezco a los que no tuvieran ayer la posibilidad, por costumbre o
estómago delicado, una de las muchas joyas que contiene la entrevista del
presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren a «El País». Se
las hace a un periodista que compitió con el presidente, la vicepresidenta y el
ministro de Interior en la difusión de la mentira de que las negociaciones con
ETA se habían roto definitivamente tras el atentado de la T-4.
Pero
aquí hablan de algo que resulta casi más repugnante que la mentira a la que, al
fin y al cabo, aquí nos hemos acostumbrado. En plena apoteosis de
prestidigitación con las palabras -ellas siempre al servicio de la política,
como dice el Gran Timonel Zapatero-, Eguiguren se permite un brinco retórico
maravilloso y en un solo párrafo niega y confirma el mismo hecho. Demostrado
que a gran parte de los españoles no les importa que su presidente del Gobierno
les mienta y después les venda como honestidad reconocerlo con impudicia, es
probable que la profanación de la palabra y su sentido nos lleve a niveles que
ni Orwell podía intuir.
Pocos
españoles parecen haber sentido como ofensa la certeza de que el «Gobierno Z»
les mintió respecto a las negociaciones con ETA. Quizás parte de la sociedad
española aún encuentre capacidad de indignación al conocer más indicios, por
boca de Eguiguren, de lo que fue una inaudita coordinación clandestina entre
los socialistas vascos y la organización terrorista para lograr acuerdos
políticos en beneficio mutuo. Desde antes de que Zapatero llegara al poder y
mientras éste firmaba con el Gobierno de Aznar el pacto contra el terrorismo.
Pregunta:
«¿Hubo diálogo previo con ETA para propiciar la tregua?» Respuesta: «Diálogo
como tal no hubo hasta después de la tregua. Lo que hubo antes fueron contactos
sobre los métodos para propiciarla. (...) Convinimos en que aquella no era una
tregua más, sino permanente. (...) Teníamos la convicción de que iba a serlo.
(...) Lo decían los representantes de Batasuna y ETA en las conversaciones
previas». Recapitulemos. Según Eguiguren, no hubo diálogo previo «como tal».
Pero Batasuna y ETA -valga la redundancia- le habían dicho a Eguiguren en «las conversaciones
previas» que aquello iba a ser una tregua fetén. Lo cierto es que aun bajo el
Gobierno de Aznar en un momento de éxito masivo en la lucha antiterrorista y
con la «kale borroka» en vías de extinción, Eguiguren comienza a coordinar
-llámelo como quiera cada uno- la política de los socialistas vascos con
Batasuna, es decir con ETA, para cambiar una situación que ambos coincidían que
no les convenía.
A
espaldas del Gobierno se negoció con el enemigo del Estado. Esta conducta tiene
nombre. Pero da igual. Aquí somos muy nuestros. Especialmente en las tribunas
exquisitas de la superioridad moral izquierdista. La eterna doble vara de
medir. ¿O se imaginan al citado diario o a la vicepresidenta, o al Zapatero
feminista, aplaudiendo el protagonismo de un líder vasco del PP condenado en
firme por malos tratos a su mujer? Pues éste merece dos páginas de heroísmo y
la por nadie cuestionada presidencia del PSE. Para no concluir abatido en este
páramo moral en el que los Zetas profanan todo lo que nombran y tocan, quiero
homenajear a una de esas almas nobles que nos honran y dignifican con su
palabra, presencia y obra. Ana Iríbar habló en el Parlamento vasco en homenaje
a su marido Gregorio Ordoñez. Y despreció lo despreciable. Podía haber dado
bastantes nombres más.
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