jueves, 5 de marzo de 2015

CATÁSTROFE Y POESÍA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  14.01.10


NO hace falta asomarse a los infinitos riscos de tiza terrena de Caspar David Friedrich en el Mar del Norte, en la somnolienta peninsula de Rügen, a aquellas pinturas de la emoción total del hombre ante el sinfín del mundo, ante el vacío que nuestra existencia nos sugiere, para intuir que la tragedia para el ser humano siempre es, por necesidad, fruto de la lealtad espiritual, inminente, necesaria y en tantas ocasiones bellísimamente serena. Otras, sin embargo, al final derivan en drama sin belleza alguna. Sin siquiera ese manido romanticismo. Sin más aspavientos que el cristal roto. El dolor es sólo dolor y nada puede adornarlo. Lo ha sido estos días en Haití -por Dios, en Haití-, el peor sitio para que miseria se sume al drama, a la herida abierta y a la tragedia, al pozo negro, al siniestro destino y al horror directo.
No vamos a hacer ahora disquisiciones sobre la pobreza y el dolor. Los tenemos aquí, en gran parte producidos por la arrogancia y la miseria moral de los comandantes en jefe, de los estupendos inventores de nuevas realidades sociales, de los necios de cultura de solapa, de los tristes mediocres que quieren ordenarnos tanto la vida que nos la acaban mutilando, de la prepotencia infinita de seres menores que disfrutan en el abuso del poder. Las miserias, grandes o pequeñas, públicas o privadas, nos surgen y crecen entre los dedos. Los miserables brotan por su cuenta y ocupan, con su procacidad inepta y su soltura siempre impertinente, todos los espacios del discurso y pensamiento. Mientras se lloran muertos y se despiden certezas de un mundo que ha sido mejor porque supo tenerse respeto a si mismo. En el bienestar y en la tragedia. Haití era inevitable. El drama español no.
Hoy hay tragedias para todo el que sea capaz de sentirlas. También consuelos. Por qué no. Están realmente repartidos en el globo. Prefieres ser de Somalia o Haití, de Senegal o Pakistán. O te parece mejor ser de Hamburgo o Paris, la estación de esquí de Gstaad o las playas de Saint Tropez. Nosotros sabemos la contestación. Hay quien entiende la belleza. La serenidad que hace de nuestras vidas una calidad diferente de las tragedias sufridas por tantos y una posibilidad, tan sólo posibilidad, de generarnos una vida bella durante nuestra breve existencia y una perspectiva amplia, infinita, de gozo en otra vida que trasciende por completo a nuestra percepción humana. Pero los enemigos del sosiego, de la trascendencia en paz y del amor definitivo son muchos. Buenos, malos, tristes, fanáticos o cobardes. Y combaten todo lo que queremos y respetamos. ¿Por qué? Nadie puede explicarlo con rotundidad. No son pobres ni desahuciados. Han nacido en Kensington, barrio nada incómodo de Londres, y están en una cueva en Waziristán, sitio en el que no les recomiendo ni para tomar café. Ni para comer piedras. Han estudiado en Oxford y quieren morir matando. Los pozos del odio se abren infinitos y no sólo se alimentan del fanatismo simple y necio del islamismo o de los nacionalismos de diverso pelaje. También viven de la debilidad definitiva de aquellos que en Gstaad o Saint Tropez, en Moncloa o Doñana, no quieren saber que los problemas existen. Los parados existen, los inhabilitados existen y también están todos aquellos que han sido marginados por una política miserable, económicamente irresponsable, que sólo buscaba triunfadores entre los peores. Así, los reinos de Pajín o Aído, las tristes mentecatadas de Blanco o Salgado, de De la Vega o del propio irrisorio Gran Timonel, son una mendacidad que insulta minuto a minuto a los españoles y sus necesidades.

LA PICOTA DE MONTPEZIER

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  12.08.09


LA ciudad medieval de Montpezier, no lejos de Bergerac en el Perigord, es todo un ejemplo en conservación. Fundada por el rey inglés Eduardo I antes de la Guerra de los Cien Años, conserva un paisaje urbano que parece intacto desde entonces. Aunque al igual que en todos los pueblos, bastillas, castillos y ciudadelas de la región, tiene los parches lógicos hechos a lo largo de una historia cruel y sin ley, cuyos episodios más violentos nos son más cercanos en el tiempo a nosotros que a los romanos. Bajo ellos reinó por siglos el imperio del derecho. Los campesinos podían vivir en granjas lejanas de los burgos en casi todo el Imperio. En el medievo había que tener desapego a la vida o mucho apego a la propiedad para dormir extramuros. Para que luego digan que el futuro siempre es progreso.
El mercado cubierto de Monpezier, donde hoy, como cuando se construyó en el siglo XV, venden sus productos esos campesinos de extramuros, tiene un tejado apoyado en dieciséis columnas de madera. Una de ellas tiene especial interés. En ella está clavada una gruesa cadena con un collar ancho de hierro que cuelga a poco más de un metro del suelo. Es la picota. Allí, sujetos por la cadena y el collar al cuello, eran expuestos a la mofa, al descrédito y a los golpes de los más crueles quienes habían sido acusados de cometer algún delito menor -los mayores se zanjaban con la muerte-. Allí se expuso durante siglos a pequeños ladronzuelos, pillos, retrasados mentales y a ciudadanos acusados injustamente por envidias o intereses contrarios. Tras pasar por la picota, por decisión de cuatro poderosos, se dejaba de ser persona. Y todo acontecía, créanselo, sin televisión.

PEOR DE LO QUE PARECE

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  11.08.09


¡MENUDO agosto! Todo el mundillo político español deseoso de desaparecer del tantas veces grotesco escenario público, un par de semanas al menos, aun a costa de cederle el espacio publicitario en prensa e informativos a nuestra querida Maritere, nuestro moderno híbrido de Florence Nightingale, Paquita la dinamitera y, hoy por hoy, la primera gran mecenas con dinero público «a nivel planetario». Pero no hay forma de tranquilidad agosteña para nadie. Ni de siesta, con o sin orinal, pijama y padrenuestro. Y es que ya no hay cuartel y los frentes se multiplican. Acecha el otoño y cada vez son más los que están en la intemperie que evocaba el poeta de Heinrich Heine. Y ETA quiere estar presente en esta historia de desesperanza.
Hay un dicho en este país -«La policía no es tonta»- que se utiliza tanto con ironía como sin ella. Pero desde ayer hay una variación de la misma, quizás la más mordaz, que es hiriente para toda nuestra sociedad y que fue durante todo el día el titular principal de la edición digital de Der Spiegel, la revista política alemana más leída y de mayor repercusión. Rezaba: «ETA toma el pelo a la policía española». Todos sabemos que esto no es verdad. Todos sabemos de las enormes dificultades con que se encuentra la Policía en su labor en unas condiciones como las que se dan en una isla grande hacinada -todavía- de visitantes. Pero un hecho incontrovertible es que la idea se ha producido. Y es difícil creer que sólo en la redacción de Der Spiegel. Mala señal. Por supuesto no seré yo el que escale la cumbre de las maldades y demagogias para sugerir que la Policía en las Islas Baleares está dedicada a otras cosas. Y que el Gobierno dicta sus prioridades según le conviene a su política, de un día para el otro. Por ejemplo detener y mantener en los calabozos inútilmente a unos miembros de la oposición sospechosos de unos delitos de apropiación o malversación. Todo ello un día después de que la secta político-mediática del izquierdismo viera cómo se le hundía su enésimo intento de destruir al partido de la oposición utilizando conjuntamente instrumentos del estado, medios adeptos o postrados, jueces socialistas militantes. Comprendemos que en este Estado sea imposible ya llamar a declarar al vicepresidente Chaves por la subvención que dio a la empresa de su niña, pero todos saben que los detenidos y gratuitamente humillados en Mallorca habrían estado el lunes en su casa y habrían acudido a comisaría o al juzgado.
Que el Gobierno utiliza a la Policía y a la Fiscalía para intentar anular la posibilidad de una alternancia política es ya mucho más que una sospecha. Que para ello voluntad es muy útil conocer las comunicaciones confidenciales del enemigo a batir, es evidente. Las pruebas contundentes de que se escucha a políticos, empresarios, periodistas solo las habrá cuando los que dirigen las operaciones de escucha de los socialistas cambien de amo.
En fin, un verano aciago en el que los españoles, en vacaciones o no, están angustiados ante un clima que es el peor posible para un otoño que puede traernos un tsunami de desempleo jamás visto, un aumento rampante de la pobreza y quizás de la violencia. Mientras, da la impresión de que solo hay dos españoles que no están de vacaciones sino veranean al estilo antiguo. Uno, el jefe de la oposición, gallegueando. El otro, en La Maretta, jugando a jefe del estado. Esto es peor de lo que parece.

SEDADOS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  23.06.09


ESTÁ claro que los peores no son los muy malos sino los indolentes, los celosos de la corrección, los obsesos de la obediencia y los cobardes. Ya no sé a quién parafraseo aquí. La frase podría haber sido del gran Ralf Dahrendorf, un aristócrata alemán por nacimiento que se convirtió en aristócrata británico por mérito y excelencia. Un auténtico príncipe del pensamiento europeo que nos dejó la pasada semana. Podía haber sido la frase también de Annah Ahrendt, de Elie Wiesel, de Isaiah Berlín, de Anna Ajmátova o Mijail Sebastian, de George Washington o Winston Churchill. Da igual. Lo que me hace inmensamente feliz es que esta frase -por supuesto no en esos términos- me ha parecido oírla o al menos la he evocado continuamente durante estos últimos días, aquí, en España, en el País Vasco, entre gobernantes españoles. Reconozco mi sorpresa. ¿Será un sueño? ¿Será una confusión de las mías? Mucho -sobre todo la experiencia- sugiere que podría ser así. Que a las grandes palabras pronto seguirán las eternas miserias. Que las mezquinas componendas de indolentes, correctos, obedientes y cobardes convertirán en espejismo este despliegue de gallardía al que hemos asistido con motivo del asesinato de Eduardo Puelles.
Son muchas las incógnitas. ¿Cómo es posible que un inspector jefe de Indautxu conocido por todos en Arrigorriaga y por supuesto por las sucesivas camadas pardas, amenazado desde hace veinte años, aparcara su coche en la puñetera calle? ¿Se sentía tan seguro? ¿Lo hacía por ahorrar? ¿Por falta de medios de un Gobierno cuyos miembros viajan en aviones militares hasta a la pedida de mano de su tía Clota? ¿Cuántos merlines puede pescar el jefe de nuestros servicios secretos (CNI) por aguas africanas con el alquiler de un garaje vigilado, o dos o tres si hacen falta? Otro día hablaremos de horteras depredadores. De personajes de mal chiste manchego que manejan toda la información secreta de nuestro Estado. De la catadura de individuos a los que no prestaríamos un coche y manejan nuestros datos, nuestra seguridad y nuestra hacienda que, por supuesto, es la suya.
Hoy hablamos de Arrigorriaga, de las dignísimas palabras que se han podido escuchar estos días en este país habitualmente sedado. Sedado no por el doctor Montes por supuesto, ni en una de esas muertes tan dignas que se inventan nuestros apologetas de la eutanasia, ni en un aborto de una menor que se nos presenta como un «lifting» o unas tetas mejoradas. Mis reservas son infinitas pero mi emoción por lo vivido estos días también. Los moralmente sedados de los nacionalismos, de la indolencia y la capitulación, han visto que en España pueden pasar cosas que hasta a ellos podría llevar a recuperar la lucidez y la dignidad.

AQUELLA CIZALLA MILAGROSA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  18.06.09


LA semana próxima unos cuantos privilegiados asistiremos en Budapest a una ceremonia que va a hacer brotar lágrimas. De felicidad y gratitud. Ese día se evocarán la vida y la muerte de millones de personas a lo largo de medio siglo de dictadura comunista, pero también algunas de las escenas e imágenes más felices y conmovedoras que la sociedad humana ha podido generar. El día 27 hace exactamente veinte años de un hecho protagonizado por dos políticos no especialmente relevantes por sus cargos, pero que entraron en la historia al darle la patada a la primera ficha de dominó que fue demoliendo en los meses posteriores todas las demás, construidas de hormigón y alambre de espino. El 27 de junio del año 1989, los ministros de asuntos exteriores de Austria y Hungría, Alois Mock y Gyula Horn, se citaron en la frontera entre ambos países, cerca de la ciudad de Sopron. Ante cientos de cámaras y un público entusiasmado, aferraron los mangos de una gran cizalla y al unirlos con fuerza cortaron un tramo de alambre de espino que discurría a lo largo de cientos de kilómetros de frontera común. Fue aquel día cuando el telón de acero dejó de existir. Era el primer hueco abierto oficialmente en la frontera que había dividido a Europa después de la Segunda Guerra Mundial. La noticia se extendió como la pólvora. Decenas de miles de alemanes orientales y checoslovacos que se hallaban de vacaciones en Hungría llamaron aquel mismo día a sus casas para decirles que no volvían. Miles de alemanes orientales que sólo podían viajar sin visado a Checoslovaquia comenzaron a llenar trenes y coches en dirección a Praga, para acercarse a aquel hueco en el muro. La capital checa se llenó de alemanes orientales que en principio buscaron refugio en la embajada de la República Federal en la Mala Strana. Cuando ésta fue rodeada por la policía checoslovaca se dedicaron a merodear por la ciudad en busca de una forma de llegar a la nueva tierra prometida que era Hungría como puerta a Occidente. Fueron días indescriptibles e inolvidables. En mi coche frente al hotel U Tri Pstrosu durmieron algunos días hasta seis jóvenes, hacinados, todos decididos a no dar un paso atrás. Alguno se ahogó por impaciencia, al desafiar a nado las violentas aguas del Danubio en la frontera eslovaca con Hungría. En la frontera de Hungría con Austria, retengo en la retina decenas de jóvenes corriendo por los campos de cereales sin que la policía húngara hiciera apenas esfuerzos por retenerlos. El 10 de septiembre, Budapest permitió la salida sin restricciones hacia Occidente a todos los alemanes orientales que acampaban en parques y jardines de todas las ciudades húngaras.
Todo podía haber sido muy distinto. El régimen de la RDA había convocado, ante la creciente crisis, a todos los miembros del Pacto de Varsovia para una acción concertada de represión y restablecimiento del orden socialista al estilo del llevado a cabo por el régimen chino en Tiananmen. Se negaron Hungría y Polonia, pero, ante todo, se negó el Kremlin de Mijail Gorbachov. El telón de acero, rajado en Hungría, había dejado de tener sentido. Dos meses después caía el muro de Berlín. La cizalla milagrosa había cambiado el mundo.

MORIR POR LO PROPIO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  16.04.09


COMO decía mi hija María cuando tenía cinco años, se lo juro de verdad. El Ministerio de Defensa ha hecho algo bueno en estos últimos años. Aparte del ridículo de sus responsables políticos. Se lo explico. Ha publicado una obra magnífica sobre «El mundo militar a través de la fotografía». Son tres grandes tomos de compendio fotográfico deliciosamente editados por Juan Pando Despierto. Tienen ustedes en esta maravillosa edición -considero que única e imprescindible para todo interesado- imágenes y reflexiones sobre todo lo que es la vida militar y la guerra. Están reflejadas en magníficas imágenes las guerras modernas desde que la fotografía existe hasta 1927. De 1840 hasta ese año. Están los muertos en la guerra de Marruecos y los orgullosos militares jovencitos españoles en Cuba. Están los generales y los soldados de Verdún. Ahí están las trincheras y las ratas y el lodo y la sangre y el orgullo y la convicción de saber morir por los propios y también la mirada de la desesperación de la muerte gratuita. Y por supuesto el odio.
No hablamos hoy de la tragedia infinita que siempre supone para los individuos implicados y sufrientes, militares o civiles, hombres o mujeres, niños o ancianos, el hecho propio de la guerra. El devastador efecto que sobre los vivos tiene la cotidianeidad de la presencia de los muertos. Hablamos de la guerra pura y dura. Acaba de publicarse en español un libro magnífico que es «El miedo», de Gabriel Chevallier (Ed. Acantilado). Ahí está gran parte de la guerra. Pero hay más. ¿Sabe alguien por qué murieron decenas de millones de seres humanos vestidos de uniforme, convencidos u obligados a luchar por una bandera en aquellas primeras guerras de la modernidad en las que las naciones creían, enteras y firmemente, en la gloria infinita o la destrucción completa? Quién haya vivido guerras contemporáneas y haya contado en la morgue de un hospital las cabezas reventadas de niños o los cuerpos hinchados de ancianas degolladas y abiertas en canal por cuchillo, con los pulmones abiertos en mil colores y cubiertos de moscas, sabe que nadie en nuestro entorno es consciente de nuestra vulnerabilidad. Las guerras han cambiado. Los civiles muertos en la guerra de Crimea fueron pocos. Los civiles muertos en las Guerras Balcánicas fueron muchos más. Los civiles muertos en la Segunda Guerra Mundial por una u otra causa fueron una inmensa masa de seres humanos que todos deberíamos tener en la mente por la mañana antes de levantarnos. Los militares son gente dedicada a servir a su patria. La historia de las guerras nos confirma que muchas han sido absurdas. Pero otras inevitables y justas. Y todos tienen el deber fundamental de defender -muriendo y matando- a los suyos y a lo propio, a su familia y estirpe, a su sociedad y forma de vida. Cuando un presidente del Gobierno ridiculiza una acción militar de su propio ejército, que logra restaurar impecablemente la soberanía nacional en su territorio, es que la cultura de la defensa de un país se hunde. Y la cultura de la autodefensa es la pura supervivencia. Quien carece de ella está perdido porque los demás lo notan.

DE LA MENTIRA A LA MISERIA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  24.03.09


NUNCA habían logrado consumar su subproducto intelectual del mensaje de la mentira confusa con toda la espectacularidad demostrada desde el jueves pasado. ¡Qué jolgorio de la mentira, la excusa, la falta de vergüenza y la voluntad de perseverar en la falacia! Miren que han mentido con procacidad, miren que han utilizado -con habilidad suprema hay que decirlo- las medias verdades, sus ventajas mediáticas y las percepciones mas inmediatas para distorsionar con éxito, con el lino o el Prestige, con el Yak y el Cougar, con el 11 de marzo mismo. Pues nunca como ahora habían logrado colmarse tanto de su máxima habilidad y quizás única. La han llevado al punto, delirante más que sublime, en el que utilizan masivamente estas armas del desprecio a la verdad para combatirse entre ellos mismos. El fuego amigo de versiones absolutamente mentirosas y alguna semiveraz "ma non troppo" entre los miembros del Gobierno de Zapatero nos ha ofrecido un espectáculo grotesco estos últimos días. Pero prepárense para más. La absoluta incapacidad de todos ellos para tener referentes políticos reales, estudiados e informados sobre una situación para la toma de decisiones ha lanzado a todo el Gobierno a parecer una banda de comancheros que se disputan el botín sin acordarse de que están rodeados. Lo malo es que no están rodeados por una ciudadanía y una oposición que por respeto a sí mismas consideren que hay que acabar con esta ópera bufa que dinamita nuestra seguridad y bienestar. Han quedado rodeados con todos los españoles condenados a pagar los desmanes de los comancheros. Y los errores de quienes en ellos confiaron.
No hay espacio para enumerar las versiones contradictorias, las historietas improvisadas, los cálculos cínicos y las mentiras de autodefensa que se han generado en cinco días en el Gobierno más ridículo que existe hoy en Europa. Ninguno produce tanto sonrojo. Por tanta incompetencia con tanta arrogancia, tanta inanidad como irresponsabilidad. Al final, no les quepa duda, volverán a mostrar acuerdo desdiciéndose todos y cada uno de sus afirmaciones pasadas sin el menor rubor. Y dirán que todos los que les recuerdan sus mentiras mienten y que el pasado no sucedió. Pero existe un mundo que les es totalmente ajeno, ellos ignoran y no entenderán jamás. Es un mundo en el que se respeta la palabra dada y se honran los acuerdos. Es un mundo de individuos que creen en la lealtad y prefiere correr un riesgo propio a poner en riesgo a quién en ellos han depositado confianza. Es el compañero en armas. Es el amigo. Es el aliado en las relaciones internacionales pero, con mucha más razón, en misiones armadas. Quien no entienda que la lealtad al que se encuentra en la misma trinchera es un deber con el honor propio revela una catadura de la que se tiende a huir. Quién está dispuesto a sacrificar, -por lo que sea, aunque sea por intereses menos mezquinos que los cálculos de poder electoral-, ciertos principios básicos indiscutidos en lo que llamamos civilización, que por cierto sólo hay una. Quien insiste en ver varias no la conoce.

EL NAUFRAGIO MORAL

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  19.03.09


Llegan tiempos muy revueltos y peligrosos. Llegan momentos en los que quienes tenemos hijos añoramos otros tiempos pasados menos violentos, miserables y lacayos para educarlos y soltarlos a la vida. Eso ya es un síntoma alarmante. Incluso quienes no somos devotos de la beatería del progreso ni de la niñatería del buenismo teníamos cierta confianza en que nuestro futuro tuviera una cierta continuidad en la construcción de una convivencia en seguridad. Creo que hoy ya podemos decir que esto es un sueño fracasado. Y que, como los ciudadanos de Roma en el siglo V, si hubieran sido avisados de la llegada de la Edad Media, debemos ir adoptándonos a unas condiciones que tienen mucho más que ver con la supervivencia que con el bienestar.
Es triste, muy cierto, que hayamos sufrido un siglo veinte plagado de iras y monstruosidades y después sólo hayamos sido capaces de estar un medio siglo a salvo de los peores instintos del ser humano. Muchos estaban convencidos de que habíamos logrado un escalón superior en el que la tolerancia, la inteligencia y la creatividad serían los motores de nuestra vida común en un planeta cada vez más habitado. No va a ser así. Se lo asegura este agorero. Entramos en zonas oscuras e inciertas. En las que gentes como los adolescentes que se confabulan para matar a una niña en Sevilla van a tener la misma o mayor autoridad que cualquier persona decente, toda la impunidad y la máxima soberbia. Entramos en una era de precariedad en la que nadie podrá sentirse seguro porque hasta los estados de mayor prestigio y tradición en la defensa de sus ciudadanos muestran síntomas de estados fallidos.
No seré yo quién se deje derrotar por esos nubarrones que amenazan nuestra forma de vida. A cierta edad, nuestro proyecto vital siempre está vinculado a quienes nos suceden y queremos. A quienes amamos y suponemos herederos de las virtudes que hemos defendido, siempre en lucha con nuestros pecados, con los inmensos errores que todos cometemos. Comprendidos éstos, aceptados y acatadas sus consecuencias, siempre hemos de estar mirando hacia la esperanza. Pero hay muchas razones para que algunos nos sintamos como Joseph Roth o Stefan Zweig, viendo cómo se desmorona el mundo que amamos y cómo surge una plaga parda que nos invade e inunda y destruye lo que consideramos bello, bueno y auténtico. Muchos errores se han cometido para que volvamos a tener, nosotros tan confiados, jóvenes que matan no ya por pasión sino casi por desidia. No son el Raskólnikov de Dostoievski sino unos tristes pasotas semianalfabetos que creen tanto en la vida humana, en la sagrada vida humana, como esa chiquilla andaluza que se llama Bibiana Aído. Que por cierto es la ministra de la Nada de todos Ustedes. Así, entre casos como el que revela esa siniestra trama de Sevilla en la que la mala educación ha creado una mafia de monstruos, se produce esa deriva que nos despoja de todo lo que merece cultivarse. De todo lo por lo que merece morir o matar.

DE TORBERG A RIDRUEJO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  24.02.09


EL ministro de los correajes cerebrales, el gran depredador o, si prefieren, el hombre que quiso matar al padre de la camisa azul abriendo cabezas ajenas a diestro, a diestro y a diestro, se dejó ovacionar por su grupo parlamentario la pasada semana. Acababa de dejar claro su desprecio a la crítica y a la oposición. Y rezumaba la arrogancia de quien se considera conquistador del patrimonio del Estado. En su frenesí por descalificar y despreciar toda objeción a su conducta y gestión, Bermejo ha llegado a cimas insólitas de prepotencia y desprecio al prójimo. Tan lejos como sólo llegaban aquellos triunfadores de la guerra en retaguardia que con tanto asco describió en sus memorias Dionisio Ridruejo. No se diferenciaban en absoluto de los que han abusado del poder siempre desde posiciones seguras. Nunca en el frente, siempre en tropelías contra los indefensos en retaguardia. Los camisas pardas que describía Friedrich Torberg en sus asaltos a casas judías -«este sofá de tapicería de seda es para mí»- o los bolcheviques que daban órdenes -muchas no descriptibles- a las familias burguesas para las que habían trabajado. Todos mostraban esa prepotencia y esa procacidad grosera de la que el ahora finiquitado ministro es ejemplo. Los relatos sobre su trato a los guardas y al servicio de las fincas en las que se instaló para colmar y calmar sus instintos dan la perfecta medida.
Pero ya no se trata del ex ministro y sus actitudes de zafio nuevo rico en épocas del Zar. Tolstoi y Dostoievski los describen peores. Lo malo no es que se dejara aplaudir el señor Bermejo por toda la bancada socialista. Lo grave es que todo el grupo parlamentario socialista aplaudiera al «torero, torero» en el Congreso de los Diputados después de su enésima y penúltima zafiedad pública. Lo terrible es que socialistas honrados y cabales, todos hoy postrados bajo la bota del Gran Timonel, se consideraran obligados la pasada semana a homenajear a este personaje en pie y con entusiasmo visible. Después de todo lo que sabían y saben de él. Ahora llega el talante mutante. Produce vergüenza ajena comprobar cómo durante todo el día de ayer, uno tras otro, los responsables socialistas aplaudieron el cese -no me cuenten milongas dimisionarias- del Supremo Cazador de la Barra Americana. Todos los que le rieron las gracietas y los desprecios, los desplantes y los exabruptos contra la oposición, están ahora encantados con la defenestración del feo del momento. Todos los que le aplaudieron hace cinco días. Hay tanta angustia por ser buen miembro de la secta que nadie piensa en cuánto aplauso cosecharía el espectáculo de ver sus propias cabezas rodar por la dehesa, aunque no mediara encontronazo con muflón o jabalí.
Y no pienso sólo en la pobre Magdalena Álvarez, que una vez más demuestra su sofisticación y cultura al irse nada menos que a Siberia a buscar efectividad, saber hacer y raciocinio en materia de seguridad de vuelo. No se ha ido a Helsinki, a Estocolmo o a Viena, a Varsovia o a Praga para inspeccionar técnicas de seguridad. Se ha ido a aeropuertos rusos, en los que algunos accidentes ni siquiera llegan a conocimiento público. Ha ido a pedir asistencia e información a los funcionarios más corruptos del mundo -si se excluye a alguno chino o africano-, a los técnicos más desarmados, precisamente por la corrupción y el miedo, a la administración más ducha en el oscurantismo y la mentira. Algunos nos tememos que ha ido realmente a aprender algo de una vez. Pero será, en todo caso, lo equivocado. Pienso también en la vicepresidenta, que parece salir triunfadora de esta cuita que se cree liquidada con la desaparición de escena del montaraz y lenguaraz Bermejo. También ella se sorprendería de los aplausos que, en sus propias filas, tan sumisas y obsequiosas, cosecharía o cosechará su propia decapitación. Dicen que el ministro nuevo es un chico de los suyos. Dicen que es amable y conciliador. De ser cierto esto, hay un perfil equivocado, el propio o el del antecesor. Pero da igual. Una vez que todos se han perdido el respeto a sí mismos, los perfiles se difuminan.

EL CARNAVAL

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  19.02.09


SE consuma el estado de profunda anomalía en el que se ha sumido España desde que llegó al poder el hombre decidido a diseñarnos el pasado y el futuro, siempre con desprecio a la realidad del presente. Después de abolir el valor de la palabra, el sentido de los acuerdos, el rigor intelectual, la validez de la memoria personal, el aprecio a las relaciones personales e incluso la vigencia de las matemáticas, los hechos y la historia, el inquilino de La Moncloa hace nuevas conquistas en su proceso de reinvención del todo.
Convertido ya el país en un Patio de Monipodio en el que todos los poderes parecen obligados a mentir o fabular, quedaban por dejar claro que cualquier respuesta o resistencia tendría una respuesta contundente por parte del demiurgo. Amedrentar es la consigna. Todo esto es sin duda triste pero no vayan a creer que alcanza la categoría de solemne. En absoluto. Como ha sucedido casi siempre que individuos se encaraman de una forma u otra a posiciones desde las que son capaces de hacer tantísimo daño a su país como en el caso que nos ocupa, la función suele ser grotesca. Durante todo el proceso de maduración hasta que, después eso sí, se convierte en tragedia para millones unos más inocentes que otros.
En el Carnaval organizado aquí desde hace cinco años, se han despertado y cultivado los peores instintos, se ha fomentado el desenfreno ridículo y paleto, se ha institucionalizado la mentira -Gobierno de España-, y se ha querido forzar a retozar en el lodo a toda la población. Ahora estimados amigos, todos dirigidos por una cuadrilla de enmascarados y embozados, nos hallamos ya casi en vísperas de la cuaresma. Será muy dura y seguro que entre los más entusiastas de los festejantes comienzan ya a surgir dudas sobre la necesidad, oportunidad, probidad y decencia de la jarana de autodestrucción en la que nos embarcó nuestro reinventor del mundo.
Que un país con una historia difícil, por supuesto, pero muy larga y digna como el nuestro, tenga hoy que soportar los espectáculos circenses que nuestros gobernantes han auspiciado es ya en sí una tragedia. Que tengamos un ministro de justicia que parece más propio de regentar una barra americana podría ser un problema inicialmente estético. Que tengamos a gentuza en todas partes, en todos los partidos, comportándose como perfectos chulos de barrio tenebroso, es muy triste. Esto lo hay en otros sitios y se combate como procede cuando hay instituciones que funcionan y una sociedad con autoestima que se lo exige. Pero que tengamos al ministro de carcajada de Millán Astray, al juez mitinero, conferenciante y nuevo rico y al jefe de la poli en alegre cambalache antes y después de saber lo que traman es algo que nos debiera dar vergüenza a todos. Y que tengamos a un ministro del Interior que a los delincuentes les parece un indolente y a los demócratas les da terror es ya peligroso. En realidad da miedo todo. Da tanto miedo la ineptitud como la procacidad, la falta de escrúpulos y el desprecio a las consecuencias. Todo este carnaval, que tantos pensaron sería una juerga, nos va a provocar muchas desgracias. Al tiempo.

LETANÍA POR AZPEITIA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  04.12.08


HABRÁ que buscar más de una explicación. Tendremos, unos más que otros, que pensar mucho sobre lo que hemos dicho en el pasado para entenderlo. Pero hay un hecho tan cierto como la muerte de Ignacio Uría y la autoría criminal de ETA, es decir, del partido que dirige el ayuntamiento en el que el empresario pagaba sus impuestos. Y no hablo de los llamados revolucionarios, sino de los municipales. ¿Quién había convencido a Ignacio Uría, propietario de una empresa que participa en un proyecto amenazado por ETA y por un ayuntamiento dirigido por Acción Nacionalista Vasca (ANV), de que podía irse tranquilamente de su despacho en la empresa al restaurante cercano, sin escolta, todos los días a la misma hora, a compadrear con los amigotes a la vista de todo el mundo? ¿Quién había logrado que este empresario vasco creyera que vivía en un país normal, en una sociedad normal? Con tal ceguera para no ver y olvidar que su empresa estaba amenazada, el proyecto en el que participa para la construcción de la Y vasca del Tren de Alta Velocidad es objetivo prioritario de ETA y él un personaje clave y víctima potencial más que lógica.
Lo cierto es que, de la forma en que se han producido estos trágicos hechos que este padre de familia con cinco hijos, prototipo de empresario vasco con éxito, sólo se puede deducir que no temía nada. Amenazado por lógica, por palabra y por hechos, carecía de la más mínima percepción de riesgo si actuaba en Azpeitia de la forma que se ha informado. La falta de percepción de riesgo es un fenómeno muy común en las sociedades modernas de bienestar. Y sin embargo, cuando llega a estos extremos hay que preguntarse por las causas. Por supuesto que tiene que ver con la capacidad de adecuación a las circunstancias. Quien conozca la zona de Azcoitia y Azpeitia -entre ambas localidades estaba el desaparecido balneario de San Juan que tanto visité de niño- sabe que nadie que allí tenga vida regular puede escapar al ojo de la bestia. Menos ahora que la bestia no sólo controla la calle con sus mil ojos, sino informatizado en el ayuntamiento con los datos de todos los ciudadanos y sus actividades.
Ayer, ANV, ese partido con una trayectoria impecablemente democrática según el Gobierno de Zapatero antes de las elecciones municipales, no condenó el atentado. Lamentó la violencia que genera el conflicto. Después vino la ya grotesca letanía de lamentos. Se suman todos los errores y perversiones políticas que han hecho de algunas zonas del País Vasco un territorio comanche en el que vives gracias a la magnanimidad de los asesinos y sus funcionarios. La seguridad es ficticia. Por mucho que los corifeos de la negociación con los terroristas sentenciaran el final de ETA. En Azpeitia han sacado a relucir sus armas y sus votos ayer. También la legitimidad, el poder y la confianza que les otorgaron quienes quisieron -y, según creo, querrán- ser sus socios políticos.

LAS FORMAS Y EL LODO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  25.10.08


EN tiempos confusos e inciertos, rogamos a todos esfuerzos por movilizar su autenticidad. Y la rebelión ante el desprecio a las formas y a la palabra. Ellas son las que nos salvan de la constante amenaza del hermanamiento indeseado y de la igualdad indeseable. A todos afecta. El hecho es que somos infinitamente distintos. Todos. Iguales sólo ante la ley. En nada más. Cuando surge la amenaza del lodo sin formas que todo lo arrastra, es más necesaria que nunca dicha rebelión, la voluntad de estilo, la recreación de las formas, la forja del espíritu. El individuo.
Nuestro mundo se ha llenado de repente de impetuosos e inverosímiles defensores de la igualdad a toda costa. Del tuteo compulsivo. Del compadreo obligatorio. Del triunfo del mínimo denominador común. De la llamada de la jauría, tan reguladora e inquisidora como falta de formas. En tiempos de zozobra, nos dicen, las máximas de vida son la igualdad y la protección, la seguridad. Viene a ser lo que ofrecen en la cárcel. Ahora que se ha acabado la fiesta, nos dicen los festejantes, mendiguemos certezas del Estado que éste trueca generosamente a cambio de porciones de nuestra independencia e individualidad. Tengan todos cuidado y alcen la guardia. Porque nos quieren convencer de que ante las convulsiones del mundo y las angustias del hombre debemos resignarnos a parcelas modestas de espacios no vigilados. La intimidad y la libertad habrán de ser dosificadas por ese gran estado benefactor que nos evitará el desorden. Lo llaman «la hora de la política». Ante semejante amenaza, consumada en omnipresencia del Estado y desprecio total al carácter único y sagrado de la persona en tiempos no lejanos, nadie debería dejarse confundir. Porque el poder absoluto de la mediocridad genera pozos negros de desprecio al ser humano en el que todos podemos ser absorbidos.

CUARENTA AÑOS NO SON NADA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  21.08.08


«A todo el pueblo de la República Socialista de Checoslovaquia. Ayer, día 20 de agosto de 1968 a las 23 horas, tropas de la Unión Soviética, de la República Popular de Polonia, de la República Democrática Alemana, la República Popular Húngara y la República Popular de Bulgaria han cruzado la frontera de la República Socialista Checoslovaca. Lo han hecho sin conocimiento del presidente de la República, de la Asamblea, del Comité Central y los demás órganos del Estado». Veinte años después de que los comunistas impusieran la dictadura en 1948, la Radio Estatal Checoslovaca no podía ya desprenderse de su retórica burócrata y totalitaria ni siquiera para denunciar la agresión de sus vecinos, aliados y patronos ideológicos. Para clamar por la libertad hace falta otro lenguaje. Y, sin embargo, horas después, hace hoy -esta misma mañana- cuarenta años, decenas de miles de ciudadanos de Praga, hacían frente, armados tan sólo con su ira y dignidad, a aquellas tropas extranjeras que irrumpían por las calles de la ciudad milenaria. Aquel primer día los invasores mataron tan sólo a 58 personas en toda Checoslovaquia, 22 de ellas en Praga, 15 de ellas precisamente en el asalto al edificio de la Radio estatal. Querían a toda costa que no les diera tiempo a los locutores a adoptar el lenguaje de los hombres libres.
Lo consiguieron. Hubo muchos más muertos, heridos, detenidos, deportados y torturados en días, semanas, meses y años, décadas siguientes. Todos estos sufrimiento fueron compartidos, por supuesto, trágica y paradójicamente, con los ciudadanos de las naciones, a su vez aplastadas, cuyos ejércitos participaron en aquella operación tan rotundamente victoriosa para el poder soviético. Porque lo fue en su momento. Pese a los actos heroicos, las protestas sinceras y los lloros petimetres occidentales. Millones de vidas rotas y ese silencio cargado miedo. Durante otros veinte años volvió a reinar ese silencio oprobioso, ese orden bruto y brutal que era la pax soviética de Moscú. Hasta 1989 los disidentes fueron, cuando no suicidas como Jan Palach, que se inmoló en la Plaza de San Wenceslao, sí héroes civiles dispuestos a la muerte civil y profesional, a la cárcel o al destierro. En las capitales occidentales, como doce años antes durante las trágicas jornadas de octubre de 1956 en Budapest, solo se podía escuchar el lamento de la impotencia. Como en Bruselas, en la sede de la OTAN, el 19 de agosto del 2008. Cuarenta años no son nada.
Parece que fue ayer aquel 21 de agosto de 1968. En gran medida lo ha sido. Este agosto tiene mucho de aquel. Las imágenes de los tanques soviéticos aplastando coches de la policía de Praga son intercambiables con las que ahora vemos de los carros de combate del Zar Putin arremetiendo contra vehículos policiales georgianos en Gori. Y ha vuelto a suceder lo que siempre deberíamos al menos querer evitar: la obscena pero incontestable y palmaria demostración de los enemigos de nuestra forma de vida de que tienen instrumentos superiores a los nuestros para imponer su voluntad y su orden. No nos había pasado de forma tan contundente desde Praga. Las fronteras entre los bloques se debilitaban entonces por la voluntad de los ciudadanos del este de ser libres, en Praga y Varsovia. Hoy estamos como entonces, ante la contraofensiva de un estado imperial, como entonces un estado fracasado por poderoso que le hagan sus recursos minerales, que niega a los estados vecinos una libertad democrática que, de triunfar, pondría en peligro su propio régimen. La convulsión de los años sesenta había hecho germinar la idea de que los bloques hegemónicos y sobre todo el «cortijo» ideológico y político militar del Kremlin no era una realidad irreversible. Antes había sucedido en 1948 cuando el yugoslavo Josip Broz «Tito» se revolvió contra Stalin y éste respondió con su inmensa e implacable ofensiva de «limpieza» de todos los cuadros comunistas en Praga, Varsovia, Budapest y Bucarest. De veinte en veinte años como pueden ver parece pendiente siempre un pulso entre el totalitarismo y la libertad en nuestro continente. De la imposición estalinista en toda Europa oriental en 1948 retando a las democracias con el bloqueo de Berlín y la batalla contra el «titoismo» a la imposición de la doctrina «Breznev» del sarcasmo de la «hegemonía limitada» en 1968. De la confirmación del fracaso del Pacto de Varsovia y el sistema del socialismo real en 1988/89 a la resurrección de una fuerza totalitaria que reclama su potestad incondicional sobre su inmediata vecindad y reclama para sí la hegemonía de un estado bonapartista o abiertamente dictatorial sobre las democracias vecinas o cercanas.
Estamos en este agosto ante un cambio de era y es muy posible, aunque indeseable, que éste suponga, como el agosto praguense, dos décadas de ocupación más o menos larvada y sumisión para pueblos que quieren compartir libertad y prosperidad con Occidente y cuyo mayor delito es tener fronteras con el nuevo Bizancio de la Checa, aunque reconvertido a la estética Armani. Aun estamos a tiempo para evitarlo. Siempre que Occidente sea consciente de que hoy no puede ya dividir el mapa europeo como lo hicieron Churchill y Roosevelt en Yalta. Nuestra debilidad ante Rusia la pagaremos todos con una dependencia permanente y creciente en la que nuestra libertad y soberanía no pueden sobrevivir. Y que no se basa en la amenaza de un arma, la nuclear, de la que también disponemos, sino de otras, la energética y tras ella la militar convencional, en las que no podemos o no queremos competir.
Los tiempos se vuelven profundamente inciertos para quienes no queremos conciliaciones entre nuestro sistema de libertades y el matonismo imperial. Aunque solo sean conscientes de ello quienes sienten un poco el pulso de la historia, tienen ciertas claves para identificar sus vaivenes y disfrutan o sufren la capacidad de percepción, como malditos augures, de las tinieblas de miedo, violencia y precariedad. Nubarrones de angustia amenazan con acabar con grandes proyectos de libertad, seguridad y prosperidad construidos por generaciones de comunidades de civilización participativa en zonas muy concretas del globo, gracias a voluntades, principios y circunstancias muy específicas, gracias a los legados de Grecia, de Roma, del Cristianismo, de la Ilustración y finalmente de la Democracia. Sus resultados son envidiados por la inmensa mayoría de los seres vivos de este planeta. Tanto que muchos arriesgan sus vidas por acceder a la condición de pobladores de estos círculos privilegiados de seres humanos que son los habitantes de las democracias occidentales. Es lo que intentaron los checoslovacos cuando se levantaron sin éxito contra la hegemonía soviética hace cuarenta años. Es lo que lograron todos esos millones que considero compatriotas, en Centroeuropa, en el Báltico y ya también final y lentamente en los Balcanes, cuando derrocaron a los cacicatos comunistas impuestos por un imperialismo soviético ideológico que hoy renace como fuerza expansionista imperial rusa. O cuando vencieron al mensaje fanático, mezquino y destructivo del nacionalismo, en el que otros intentan aun sumergirse. Esa huída hacia la vida en libertad y decencia es la misma que intentan todos aquellos que escapan de Cuba o Senegal, Mauritania o Marruecos, Myanmar o Sudán. Ahí es donde se equivoca nuestra caverna del izquierdismo europeo. El español, como siempre, el que más. Porque la gente huye mucho más de la falta de libertad que de la miseria porque sabe que ésta es consecuencia de aquella. Pero es inútil intentar debatir con quienes no tienen más hoja de navegación que el miedo a la libertad y el código de la dependencia como relación entre seres humanos y entre el poder y la ciudadanía.
Hace cuarenta años hoy de aquel día en el que Praga, como antes Budapest, después Varsovia y Gdansk, nos dio una suprema lección. Nunca la han aprendido quienes creen que las libertades son un privilegio por criterio poco menos que geográfico. Nunca la aprenderán los apaciguadores; los que claman contra la crispación «venga de donde venga»; los turbados por el conflicto; los convencidos de que sus vidas tendrán mejor calidad si no provocan sino complacen a quien les intimida; quienes están convencidos de poder vivir el resto de su vida en un pacto con los enemigos de la libertad; quienes así se convierten ellos mismos en enemigos de la libertad de quienes de verdad la quieren y la aprecian como máxima expresión de la dignidad de la persona y de la sociedad.

DISCURSO DE HERMANN TERTSCH EN LA CENA DE GALA DE LA COMUNIDAD JUDÍA DE MADRID

Discurso de Hermann Tertsch en la cena de Gala de la Comunidad Judía de Madrid
17.12.11


Querida presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, estimado presidente de la Comunidad judía de Madrid, Samuel Bengio queridos amigos todos los congregados hoy aquí en la Fiesta de Gala de Or Januká del 5772. Un saludo lleno de afecto a todos los presentes. Y también a los ausentes. Y entre ellos, me permitirán un especial recuerdo, lleno de cariño, reconocimiento y admiración a Mauricio Hatchwell, el amigo inolvidable, mío y de tantos de Ustedes, que nos ha dejado este año. Su amor poderoso y generoso, su inteligencia extraordinaria, su entusiasmo por la vida y su energía contagiosa, son un ejemplo y un regalo precioso que nos legó a todos los que tuvimos el privilegio de su amistad.
Sólo aquellos que me conocen bien saben lo profundamente que me emociona y me honra que me hayan elegido para hablarles hoy aquí a todos Uds. Alguien que, como yo, se dedica a escribir y a describir, a analizar y a narrar el presente, tiene siempre dos opciones. Puede lidiar con lo inmediato, sacando rápido provecho al acontecer diario y a los vaivenes políticos y sociales. Al fin y al cabo, el periodismo es por antonomasia el trato con lo perecedero, sea un hecho, una idea o una sentencia.
Yo siempre he creído en un periodismo que va más allá. Que aporta contexto histórico, cultural y político al acontecer. Que busca las razones profundas tras la aparente banalidad de los hechos. Que expone la reiteración del factor humano y la pulsión del pasado sobre el presente, más allá de la descripción mecánica de los acontecimientos. He aprendido de cientos de periodistas. Pero entre los que más me ha marcado está Egon Erwin Kisch, contemporáneo de Kafka y judío praguense como él. Era un maestro en el encuadre del acontecimiento en la historia, también en la historia con mayúsculas. El mundo de Kisch, nacido aun en el Imperio Austrohúngaro y muerto en 1948, es un mundo del que culturalmente me siento miembro. Que me ha marcado cultural y sentimentalmente como ningún otro. El periodismo centroeuropeo, desde Karl Kraus a Victor Adler o Kurt Sonnenfeld, que se suicidó, acosado por la peste nazi, era una potencia cultural y humanista. Dirigida por todos estos grandes periodistas judíos que eran los que mejor sabían preguntar.
Es el de Isaac Bashevis Singer con cuyos cuentos mejorábamos en casa el inglés. Un inglés tan salpicado de términos yiddish como el alemán de Friedrich Torberg y su inolvidable Tante Jolesch. Y las narraciones de Manes Sperber. U otro sefardita austrohúngaro, Elias Canetti o el genio del periodismo y el relato que fue aquel judío de la remota Bukowina que se llamaba Joseph Roth. Es en resumen la Mitteleuropa, una patria cultural que siempre se sumó a la española en mi identidad caleidoscópica. O sí se quiere utilizar un insulto propio de las mentes torpes y cerradas del nacionalismo o de los odiadores desde el igualitarismo ideológico, un insulto por cierto tantas veces utilizado contra los judíos, mi cosmopolitismo. Siempre eso sí profundamente europeo.
En este mundo centroeuropeo, el elemento judío es el aglutinador espiritual y el catalizador de la efervescencia cultural. Ahí están muchas de las claves que se han convertido a lo largo de mi vida en referentes en el esforzado intento cotidiano por comprender el mundo y convertirme en mejor persona. Entre las frases más profundamente grabadas de mi niñez tengo la de la explicación de mi padre a una escena en un colegio en un shtetel, un pueblito judío, en la Polonia profunda a una decisión en principio sorprendente al repartir los elogios un rabino. Supongo que sería de un cuento de Bashevis Singer. Me explicó mi padre: “El mejor no es el que cree saber más, sino el que mejor pregunta”. Siempre lo recuerdo. Hacer siempre la mejor pregunta, buscar las fisuras entre las realidades y por los laberintos y contradicciones de la lógica y la vida.
Buscando, siempre buscando, verdades. En busca de lo auténtico. Que siempre es lo bello y lo bueno. Y siempre haciendo preguntas. Queriendo siempre hacer, hacerse a uno mismo, las mejores preguntas. En el trabajo y en la vida, este esfuerzo por la superación, por la educación continua, de curiosidad y ganas de conocer y entender, de admiración y emulación de la excelencia, de la sana envidia de la bondad ajena, de humilde conciencia de la vulnerabilidad y firmeza en la vocación de la verdad. Son las máximas que siempre han estado marcadas por aquella frase de mi padre y la imagen del pupitre con niños con tirabuzones con la mano alzada.
Aquel mundo del que les habló es un mundo que se hundió en el infierno de los hornos crematorios del Holocausto. Así hemos llegado al acontecimiento central de la historia. Y que tienen no por casualidad a los judíos como trágicos protagonistas. Es el acontecimiento histórico que condensa todas las energías del choque brutal de las fuerzas del bien y del mal. Allí se juntan todos los caminos para el combate frontal entre la barbarie criminal y la cultura de la humanidad, la bondad y la belleza.
El holocausto es el hecho filosófico central de la historia moderna.
En el que se enfrentan con toda radicalidad total los dos proyectos posibles del hombre sobre la tierra. La negación y la afirmación del hombre en Dios, del carácter sagrado del ser humano. En un lado el proyecto de bondad, humanidad, amor, libertad, inteligencia, humor y compasión. En el otro la bestial certeza de la aniquilación, la inapelable apuesta por el hombre sin alma del nazismo. Quienes no entienden esto, quienes son incapaces de ver su carácter único, carecen del elemento fundamental para analizar la evolución posterior de la modernidad.
Aquí en España esto por desgracia es evidente. El aislamiento de España durante muchos años es una explicación. La desgraciada falta de conocimiento y reflexión sobre el Holocausto lleva a muchas confusiones. A mucha superficialidad en el juicio. Y todos Ustedes lo pagan de alguna forma con un antisemitismo que hoy se disfraza preferentemente de fobia a Israel. En el fondo es el mismo que el medieval, germen después del antisemitismo político moderno que lleva al Holocausto. El miedo y el odio al diferente que existe en todas las comunidades humanas siempre se volcó contra los judíos a lo largo de la historia. Con la modernidad, las ideologías que luchan contra la pregunta, contra la duda, contra el pensamiento y por tanto, contra la libertad y contra la pluralidad, tienen hoy el mismo objeto de odio obsesivo. Pero como los judíos casi desaparecieron con el Holocausto en Europa y en Oriente Medio después de las sucesivas guerras a partir de 1948, –en España 500 años antes– hoy ese odio se concentra en Israel. Todas las ideologías, religiosas o no, que combaten la pregunta, la discrepancia, niegan la libertad y la supremacía del individuo, ven a Israel como un enemigo. Es regla sin excepción. Toda vocación totalitaria odia a Israel como objeto de su fobia contra lo judío, el máximo exponente de una libertad que no pueden aplastar más que con la liquidación.
Y aquí entro en el terreno de la absoluta incertidumbre de una actualidad en pleno movimiento que me ha pedido mi querido Samuel Bengio repase brevemente. Israel vive rodeado de enemigos. Son enemigos que se hallan hoy en plena efervescencia interna. ¿Serán en el futuro más o menos enemigos de Israel? ¿Habrá posibilidad real al final de este camino de una convivencia más abierta y pacífica o habrá que resignarse a que las próximas generaciones en Israel continúen en permanente estado de guerra? La respuesta fácil es que es imposible decirlo hoy. Porque el camino de las sociedades árabes ahora sublevadas contra sus dictaduras acaba de comenzar. Y sería iluso esperar pronto en ellas estabilidad. Ni para bien ni para mal. Por supuesto que se equivocan los ilusos que vieron en las insurrecciones el amanecer de una pronta democracia en los países árabes. Pero creo que tampoco tienen razón quienes consideran que está ya escrito que los nuevos regímenes caerán en manos de los peores. Y que pronto todo todos aquellos países tendrán tiranías salafistas o jomeinistas. Nadie dude de que Arabia Saudí e Irán lo van a intentar y rivalizarán en ello. Ambos son enemigos mortales de Israel pero también de la libertad de los países árabes.
Pero nadie debe olvidar que estas dos metrópolis del fanatismo –no sólo en Oriente Medio- sino en todo el mundo, tienen también los pies de barro. Teherán tuvo que reprimir a sangre y fuego a su propia juventud en el 2009. La desafección interna crece y la movilización ideológica ya no cuaja. Teherán puede ser pronto otra pieza en el dominó. Riad también lo teme. Aplasta los levantamientos en Bahrain y otros puntos. Pero sabe que no podrá comprar indefinidamente su estabilidad sembrando la desestabilización lejos de sus fronteras. Arabia Saudi e Irán son los más activos enemigos de Israel y Occidente. Y no sólo en Oriente Medio. Unos como exportadores del wahabismo por todo el globo. Véase Pakistán. Y los otros, los ayatollahs, con operaciones más clásicas de Estado totalitario, como la penetración ya alarmante en Latinoamérica a través de la plataforma que es el régimen de Chávez en Venezuela.
Pararle los pies a Arabia Saudí en la actual coyuntura económica mundial parece imposible. Para el régimen de Teherán yo creo que la situación es más precaria. Y que pronto puede contar con contestación interna pero también con un ataque exterior. No sé si lo hará Israel en solitario o no. Sí sé que Occidente no se puede permitir un régimen como el actual con armamento nuclear. No digo Israel, que se sobreentiende. Digo Occidente. Y evitarlo es tarea de todos.
Hay otro actor principal en Oriente Medio que es Turquía. En permanente rivalidad con los dos anteriores por la hegemonía en la región. En el marco de esa lucha por la popularidad y hegemonía en Oriente Medio hay que entender la hostilidad hacia Israel de que hace gala el primer ministro Erdogan. La lucha de esas tres fuerzas se verá pronto con la implosión del régimen sirio de Assad, donde podríamos estar ante una muy cruenta guerra civil. Pero también Turquía sobrevalora sus fuerzas. Especialmente Erdogan ha caído en una megalomanía de la que pronto se podría ver obligado a bajarse. Por un pinchazo de la burbuja económica turca y consiguientes problemas internos. Y porque Ankara infravalora el recelo árabe al antiguo ocupador otomano.
Para concluir esta rápida e incompleta visión panorámica. Aunque algunos países, quizás Túnez, quizás Libia, puedan entrar en relativa estabilización de un régimen aceptable evolutivo, la inestabilidad –muchas veces violenta- será la tónica reinante en muchos vecinos de Israel en el futuro previsible. Pero las minorías urbanas ilustradas y la inmensa mayoría que es la juventud, cada vez más informada sobre el mundo exterior, no se van a conformar con cambiar una dictadura por otra. Exigen libertad y se miran en nuestras sociedades que son sencilla e inequívocamente mejores. Me adhiero por tanto a la visión del presidente Simon Peres, -expresada por cierto durante su visita a España, en el hogar madrileño de nuestros queridos Mauricio y Monique-. De que lo empezado hace tan sólo un año ahora en Túnez, que ha derribado ya cuatro dictaduras, no tiene por qué acabar de la peor forma posible.
Esperanza, cautela y vigilancia. Cierto, las posibilidades de influenciar la evolución son mínimas. Habrá que estar atentos y aprovecharlas. Para ayudar a quienes defienden una sociedad como la nuestra. Pero habrá que estar siempre con la guardia alta. Nuestros enemigos han de temernos. Y el baremo para medir la calidad de los nuevos regímenes será precisamente su actitud frente a Israel. No hay mejor baremo. También para las sociedades occidentales. Dime como te llevas con tu comunidad judía, dime como te llevas con Israel y te diré cuál es la calidad de tu democracia y tu respeto a la libertad y a la sociedad abierta. Lo hemos visto en Madrid. Y lo simboliza como nadie Esperanza Aguirre. Esta calidad ha mejorado sin duda con la desaparición de ciertos responsables de ayuntamientos que gastaban parte del erario público en el activismo a favor de grupos terroristas como Hamás, disfrazados de flotillas u otras ideas imaginativas.
Está bien que agradezcan a la presidenta de la Comunidad su compromiso con los judíos madrileños y con Israel. Pero también deben saber que quienes lo hacen con tanta convicción como ella, y yo me incluyo, sabemos que defendiendo a nuestra comunidad judía defendemos la calidad humana y política de nuestra democracia. Como sabemos también que la defensa de Israel es la defensa del bastión capital de Occidente, del mundo libre. Una defensa que jamás se puede delegar ni confiar a la buena voluntad del enemigo. Que nos odia con razón porque nuestra existencia revela su indigencia.
En la defensa de Israel defendemos la civilización que ha generado la sociedad democrática occidental, de raíces judeocristianas, la más libre, próspera y compasiva que jamás ha existido en la historia de la humanidad. Esperanza Aguirre y yo estamos de acuerdo en muchísimas cosas. También en que en el permanente conflicto entre la brutalidad totalitaria y la sociedad abierta de la libertad, la humanidad, la compasión y la excelencia, Israel somos nosotros. Nosotros somos Israel.

Hermann Tertsch, 17 de Diciembre de 2011

lunes, 2 de marzo de 2015

EL RETORNO DE LA RUSIA DE AMALRIK

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  12.08.08


POCOS de ustedes recordarán su nombre, aunque era un genio destinado a la gloria. Sí lo recordará Vladimir Putin, el gran jefe de la Gran Rusia que en estos últimos días nos está enseñando a los despistados occidentales lo que vale un peine. Putin tiene más decisión y claridad de objetivos, más ambición y menos escrúpulos, pero también más memoria que la mayoría de nosotros. Se acordará de Andrej Amalrik. Por talento, biografía y generación parecía destinado a tomar el relevo de Alexandr Solzhenitsin, el que sería después premio Nobel de Literatura y gran autoridad moral para todos los que le entendieran. Amalrik siguió los pasos de Solzhenitsin por los campos de Siberia, por Kolyma, por los calabozos de la Liubianka.
Pero a Amalrik le sucedió lo que el maestro Francisco Eguiagaray solía llamar la «maldición del talento literario», a la que, según decía, estaban condenados todos los que no aprovechaban la ocasión de morir como genio joven y no tenían la suerte de llegar a patriarca. Solzhenitsin fue de estos últimos. Amalrik, por el contrario, se mató a los 42 años en España, en un accidente de tráfico extraño en una carretera de Guadalajara cuando acudía a la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) que se celebraba en Madrid en 1980. Venía a denunciar al Kremlin y no llegó. Llevaba cuatro años exiliado en Holanda. Años después se mató en otro extrañísimo accidente en Guadalajara otro gran valor político de Europa Oriental, el entonces embajador de Yugoslavia en España, Rexhai Surroi.
Más allá de estos dos trágicos sucesos nunca explicados, hay ocasiones en los que lejanos recuerdos nos acercan explicaciones actuales oportunas. Antes de pasar cinco años en Siberia, Amalrik escribió un libro corto de ensayo que conmocionó a los círculos intelectuales rusos y occidentales. Se titulaba «¿Podrá sobrevivir la URSS a 1984?». Meses más tarde, Amalrik -que ya había pasado dieciséis meses de prisión por una «obra teatral antisoviética y pornográfica»- comenzaba su calvario de cinco años en un campo de trabajo de Kolyma. Antes de ser deportado, en el prólogo de la primera edición del libro, provocador como siempre, agradecía al KGB que no le confiscara este manuscrito, el más explosivo, en sus registros de su casa.
Desde aquel lejano 1969, en que el joven Amalrik de 31 años escribió su impresionante radiografía de la sociedad soviética y de la miseria del socialismo real -y le puso fecha de caducidad en el año orwelliano de 1984-, han pasado muchas cosas. Pero no invalidan su visión del producto social surgido de la simbiosis de imperialismo ruso e ideología bolchevique que hoy vuelve a enseñar su peor cara en un poder lanzado de nuevo al expansionismo y una sociedad inerme. Rusia es hoy poderosa, como entonces. Pero no próspera. Sus millonarios son mafia del poder. El resto es material humano subsidiado por unos u otros. Dependiente y obediente. Como entonces. Conscientes Putin y los suyos de que su poder actual sólo se basa en el poderío energético y la debilidad y desunión del adversario, intentan crear realidades irreversibles por la misma lógica que entonces. Esa es la razón capital de sus renovados intentos de expansión hegemónica y matonismo. Va unida al miedo a la fuerza corrosiva del occidentalismo hasta en el vecino más diminuto. Tras el pragmatismo y la prepotencia de Putin se esconde la impotencia y el miedo. No hay salto a la modernidad. La URSS sobrevivió poco a la fecha orwelliana de Amalrik. La Rusia de Putin intenta perpetuarse con los mismos métodos, escondiendo los mismos fracasos. Por ello, lejos de consolidarse, su agresividad vuelve a ser la propia de un estado fallido. De ahí su peligro y no sólo para los vecinos.

ODÓN, DE JUANA Y LA BELLE EPOQUE

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  07.08.08


ODÓN Elorza, alcalde y espíritu del San Sebastián de ahora, ha sacado, una vez más, su vena combativa contra todos los males que puedan acechar a la bonhomía donostiarra. Puntualmente en vísperas de la Semana Grande, le quiere dejar meridianamente claro al mundo que le observa que esa sociedad otrora urbana que él preside, la donostiarra, tiene coraje sobrado para lanzar, sin miedo ni titubeo, una seria advertencia al terrorista y conciudadano Juan Ignacio de Juana Chaos. Y Elorza ha sido muy claro: queremos que Iñaki sea de los nuestros pero ha de comportarse un poco. Así, con seriedad y sin tapujos. Es como hacen las cosas los enhiestos que, eso sí, jamás caerán en el enfrentamiento sin sentido, en la crispación ni en los aspavientos de quienes sólo buscan reventarnos el buen ambiente, aquí en la ciudad más bonita del mundo, tan civilizada, esta Donostia.
Implacable con De Juana, don Odón. Le conmina a un cambio de actitud, algún gesto cariñoso, se supone, o tierno ademán, no se sabe hacia quién. Pero sí está claro para qué. Se trata de consumar lo que el alcalde socialista parece desear más que nada y nadie: que «el represaliado político number one», recién llegado de Aranjuez a Amara, se convierta en símbolo de la reconciliación entre donostiarras. Asesinos y tullidos, viudas y delincuentes politizados, pistoleros y bañistas, vivos, muertos y muertos en vida, todos juntos de nuevo bajo el amable patronazgo de don Odón, en el gran balneario de la Belle Epoque. Si reflexionamos sin acritud -siempre sin acritud, que es lo que nos pide el alcalde- todos deberíamos coincidir en que la imagen de De Juana frente a la Perla de la Concha es el mejor cartel para la promoción de unas fiestas en las que siempre gritan unos y callan otros. Y Odón las celebra como gran ceremonia de la armonía y el «jatorrismo» del buen beber.
Parece mentira que este alcalde sea el mismo que advertía hace un año al Partido Popular que «debía controlar a sus perros» porque «insufla fuerza a una extrema derecha» que era «propia de la guerra civil». ¿Dónde están los perros, don Odón? ¿No estarán en la calle Juan de Bilbao -y en el resto de la Parte Vieja o tantos otros rincones- donde, si no ha protegido, nunca ha combatido en diecisiete años de alcaldía un pozo negro de terrorismo en el que se dio hace unos días la bienvenida a su potencial cabeza de cartel en la carrera de la armonía? Hasta la terminología de sus chicos descarriados la ha interiorizado tanto el alcalde que le sale el «txakurrak» en cuanto habla de su enemigo.
Nadie vaya a creer que es una casualidad que Elorza sea alcalde de San Sebastián desde hace diecisiete años. Con tanto enemigo asustado -es verdad que con razón ante conciudadanos tipo De Juana o estilo Juan de Bilbao-, y tanto cómplice envalentonado, sabiéndole a él tan cercano, Odón, el pequeño Napoleón donostiarra, ha consumado la conversión/perversión de una gran ciudad española cosmopolita en un zarrapastroso mercadillo aldeano dominado por el miedo. Algunos ilusos llevarán años o quizá lustros preguntándose: ¿cómo, por Jaungoikoa, los nacionalistas pueden hacer de Bilbao una ciudad medianamente abierta y don Odón convertir San Sebastián en territorio de guetos con vocación de caserío? Pregúntenle a él. Por sus amistades y simpatías. Acaba de proclamar la voluntad de integración de un asesino irredento. Los que han tenido que irse, huyendo, son muchos más, pero sin sitio en la agenda de consejos de don Odón.

MUCHOS JEFES Y MALENTENDIDOS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  31.07.08


El Departamento del Interior del Gobierno Vasco alertó ayer a la Ertzaintza en una circular urgente del «riesgo de un gran atentado de forma inminente» por parte de la banda terrorista ETA. Según indica, más de veinte acciones terroristas sin aclarar y el reciente atentado de Orio demuestran que parte de la estructura de «liberados» y de colaboradores legales de la banda ha podido quedar intacta. No ganamos para sustos. Resulta que la Policía española ha detenido al máximo dirigente de ETA y a toda la cúpula al menos media docena de veces desde que el Gobierno de Rodríguez Zapatero se dio por enterado de que la tregua, el alto el fuego indefinido, las negociaciones y el compadreo habían acabado. Con la caída del comando Vizcaya y su cabecilla Arkoitz Goikoetxea, por supuesto máximo líder operativo de la banda, había sido detenido «no sabemos si el único comando existente de ETA pero sin duda el más activo, operativo y buscado», en palabras del ministro Rubalcaba.
Días después se volvió a detener a dos «máximos dirigentes» en Francia, entre ellos, vaya por Dios, al «jefe del aparato militar», el muy desagradable Asier Eceiza, alias evidente «el Gordo». Y un par de días después, ETA vuela las casetas de obras de unas constructoras en Orio y estalla en Torremolinos una bomba pequeñita, por cierto, la única que consigue desde hace tiempo interrumpir la programación de los canales televisivos de noticias de la CNN y la BBC. Poco después un chatarrero encuentra cerca de la ciudad andaluza un paquete con explosivos y una pistola Smith and Wesson igual que la incautada días antes a Goicoetxea en la calle de Iturribide. Ambas armas proceden de aquel alijo de cerca de 350 pistolas que desaparecieron de un arsenal en Francia y de cuyo robo Zapatero y Rubalcaba no creían en su día capaz a ETA. Hablo de aquella época en la que los zulos no eran sino amagos, las cartas de extorsión las escribían poco menos que los enemigos del proceso de paz y no precisamente en ETA y De Juana estaba, como hoy, con un pie en la calle. Parece que fue ayer. Aunque muchos no quieran acordarse.
Hay que subrayar que todos nos alegramos mucho de los éxitos de las policías española y francesa. No vayan a surgir de nuevo esas voces tan cercanas a Ferraz que han llegado a acusar hasta a las víctimas del terrorismo de alegrarse de las actividades de ETA por ganas de fastidiar y llevar la contraria al Gobierno. Dicho esto y expresamente encantados de que tantos máximos líderes de una sola organización hayan sido detenidos en tan poco tiempo, habrá de permitirnos el ministro don Alfredo que nos preocupe a algunos un triunfalismo que parece diseñado para hacernos olvidar otras realidades además de ésta. Nos irrita que De Juana Chaos vaya a consumar su triunfo y humillación de las víctimas el sábado próximo. Pero nos preocupa mucho que doña Inocencia (sic) Galparsoro, alcaldesa de ANV de Mondragón por la gracia de la negociación y del Gobierno de España, recibiera ayer un cálido homenaje en su pueblo que fue todo un homenaje a esa ETA tan descabezada que va, tontiloca ella, dejándose las pistolas por esquinas diversas de la geografía española. El Gobierno vasco piensa que todavía quedan varios «máximos jefes del aparato militar» sueltos por ahí. Y los que están en la cárcel parecen recobrar ánimos. Así se ha visto esta semana en la «pecera» de la Audiencia Nacional. ¿Será por eso de los malentendidos a los que es tan aficionado el presidente del Gobierno? Si hacen pensar a un José Erkoreka del PNV que Zapatero aún cree en un fin dialogado de ETA. ¿Por qué no van a creerlo los etarras dentro y fuera?

NUESTROS ÉXITOS INTERNACIONALES

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  22.05.08


RESULTA encomiable el esfuerzo sin precedentes que la televisión pública española, RTVE, está realizando para encumbrar a la gloria al candidato nacional -perdón, estatal-, al premio internacional de Eurovisión. Chiquilicuatre es, si quizás no el más digno, desde luego el más idóneo representante de nuestra nueva España y merece todo la presencia en pantalla y el dispendio que le dedica el ente público. En estos días previos al gran reto que para el prestigio internacional de España supone el concurso interestelar de Belgrado, gracias a la televisión de todos podemos seguir a nuestro simpático embajador por todos los rincones de la capital serbia, navegar con él por el Sava y el Danubio y conocer sus íntimas reflexiones.
Si nuestro graciosísimo símbolo nacional (glup, estatal) del desenfado triunfa, Zapatero confirmará que también fuera de nuestras fronteras se comienza a comprender la profundidad de los cambios éticos y estéticos de la revolución que lidera para el bien de todos nosotros y en memoria de su abuelo. Porque ya está claro que quienes en los últimos cuatro años han acusado a Zapatero de incompetencia, ignorancia e indolencia en la defensa de los intereses de España en el exterior habrán de rectificar muy pronto. Habrán de tragarse sus palabras quienes le hacen responsable de la irrelevancia de España en los foros internacionales y la falta de respeto hacia su Gobierno consensuada al parecer por George Bush, los piratas somalíes, la delincuencia internacional y los líderes de todos los grandes países de la UE y no sólo del malévolo «fascista» de Silvio Berlusconi.
Además del muy probable triunfo de nuestra propuesta estética y musical de Chikilicuatre, estamos a punto de alcanzar un éxito moral sin precedentes con nuestra efectiva defensa de los intereses de la dictadura cubana. En junio, la incansable brega de nuestro Gobierno acabará definitivamente con las restricciones que en su día impuso la UE al régimen de La Habana por su sistemático desprecio de los derechos humanos y en particular por la brutal ola represiva de 2003 que llevó a cientos de cubanos a unas cárceles en las que sufren en condiciones inhumanas. Zapatero y su «lobby castrista» en Europa lograron hace dos años la suspensión temporal de estas medidas que no son sino un mero recordatorio al régimen cubano de que las democracias europeas no consideran un estado «normal» a la dictadura. Ahora, alegando son inefectivas, España está a punto de lograr la gesta de que la UE premie al régimen castrista por sus ridículas medidas cosméticas de liberalización, parejas a una represión constante cuando no creciente. El día 26 de mayo, bajo la dirección del máximo abogado de la dictadura régimen en Europa, el vicepresidente del Parlamento Europeo y socialista español, Miguel Ángel Martínez, se celebra una Conferencia para «la normalización de las relaciones UE- Cuba». En fin, la dictadura castrista caerá tarde o temprano por mucho que la protejan algunos. Cuando suceda, sería mejor para los intereses españoles en la isla que los cubanos olvidaran los éxitos de Zapatero.

TIEMPO ACIAGO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  06.05.08


LA melancolía nunca ofrece solución a los problemas. Por definición, los genera y multiplica. Conviene huir de su dulzura seductora. Pero sólo son capaces de sentir melancolía quienes tienen al menos un soplo de nobleza en el alma. Quienes carecen del mismo no son, en principio, culpables de nada porque la nobleza de carácter es un don como la fe. Lo acaban siendo cuando impostan atributos que les han sido negados. Innumerables -más o menos auténticos- han sido los elogios que ha recibido después de muerto el ex presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. Casi tantos como vilezas y afrentas que sufrió durante y después de su mandato. Da pudor alinearse en tanta letanía de muchos que carecen de todo lo que elogian y solo quieren fagocitar al muerto y su prestigio. De la gratitud, el respeto y el afecto que le tuvimos tantos, sabe su familia. Él disfrutaría con sus necrológicas.
Partamos por tanto de la dignísima vida conclusa de un hombre de honor hacia la cochambre. Es una crónica breve sin más diagnóstico que la lucha contra la melancolía. Mientras el presidente del Gobierno actual, el dinamitador de la Transición y la Constitución, pronunciaba su vacua aportación de elogios a don Leopoldo -nuevo alarde de su capacidad de solemnizar la nada-, conocíamos nuevos detalles sobre el estado de la Nación (?). El Tribunal Constitucional está madurito para santificar la trapacería jurídico-política del Estatuto de Cataluña. Vistas las maniobras y presiones de estos años que han llevado al TC a humillarse ante el Ejecutivo dan ganas de agradecer al juez Baltasar Garzón que no cambie sus criterios por miedo sino por ese interés personal que tanto coincide con el de los gobernantes. Porque los cinco mil abertzales (¿o etarras, juez Garzón?) que se reunieron el sábado para defender a su alcaldesa de ANV, doña Inocencia (sic) Galparsoro tienen al menos una pregunta que es la misma que la de millones de españoles: ¿Por qué -según Garzón, la vicepresidenta y el fiscal general- la candidatura de Inocencia hace un año era impecable hace un año y hoy merece mazmorra?
La presencia de Inocencia en Mondragón -como todas las alcaldías de ANV-, se debe a la comunión de intereses políticos que Zapatero y ETA han considerado tener durante más de tres años. Las malas alianzas se rompen bruscamente. Santiago Carrillo por ejemplo, fue aliado del jefe de las SS, Heinrich Himmler, durante los dos años que duró el Pacto Stalin-Hitler entre 1939 y 1941. Le podía haber dicho Carrillo a Zapatero que estas cosas tienen peligro. Pero Z consideró provechoso para sus fines que ETA volviera a las instituciones y tuviera seis millones más de ingresos directos del erario público. ¿Cómo le iba a molestar que unos piratas terroristas de Somalia se hicieran con 1.200.000 dólares, entregados en mano por el CNI, para comer y ampliar negocio? ¿Y la oposición? En desbandada los demonizados por la secta y bunkerizados los que carecen de más instinto que el de la supervivencia. Así las cosas, nadie negará que un hombre de honor puede morirse de asco, de pena o de melancolía.

DE ESTAMBUL A BUCAREST

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  03.04.08


Cuando el aún presidente de Rusia, Vladimir Putin, llegue mañana a Bucarest para hablar ante el pleno de la Cumbre de la OTAN, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, habrá abandonado Rumania. Es una pena, porque las posibilidades de cruzar unas frases con el jefe del Kremlin habrían sido mayores que las de tener ese «encuentro» con el presidente norteamericano George Bush que las terminales intoxicadoras de La Moncloa dieron por hecho hace tres semanas.
En el fondo da igual que estos dos encuentros resulten, como era previsible, fallidos. El interés de los líderes ruso y norteamericano, como de los europeos, por intercambiar opiniones con nuestro Gran Timonel, es equiparable al que éste tiene por entender y atender las cuestiones clave de la política estratégica del continente, la política atlántica o la de la UE. Le trae al pairo a Zapatero todo lo que no le valga para su vuelo bajo de mensajería por conquistar titulares de la revista Zero o los diarios y telediarios de aplauso. Aunque nos vaya en ello la seguridad militar y energética, la coordinación política y la defensa democrática de los aliados. Deja la Cumbre, a los aliados y a Putin plantados y se vuelve a ver a sus niñas. No le gusta al presidente dormir fuera de casa. Eso es política familiar. Seguro que el gesto conmueve a los españoles más tiernos.

Sin auriculares
Recuerdo bien el estupor que produjo el hecho de que, en la primera cumbre de la OTAN a la que asistía como presidente del Gobierno de un país miembro, en Estambul hace cuatro años, Zapatero se quitara los auriculares durante los discursos de diversos oradores. Toda la asistencia era consciente de que el presidente del Gobierno español no habla más que su propia parla y que, sin traducción simultánea, era allí un invitado de piedra. Fue todo un gesto anticipatorio de lo que habría de llegarnos. Hoy sigue mostrando el mismo interés en los graves y acuciantes problemas de nuestra seguridad continental, los problemas de integración de nuevos países en la Alianza, las tensiones con Rusia, las amenazas de Moscú a sus vecinos, la estabilidad en los Balcanes y el chantaje energético a que ya estamos siendo sometidos los europeos. Lo único que ha cambiado es que los demás no tienen ya la curiosidad por la opinión del español recién llegado que muchos entonces tenían genuinamente o intentaban al menos aparentar.

Es significativo -preocupante- que nuestro máximo representante, en una cumbre en la que se dirime la seguridad global de las democracias europeas, no tenga interés por estar presente hasta el final de una reunión de vital importancia tras la intervención del principal responsable e interlocutor necesario, Rusia, en cuestiones de inmensa gravedad que van desde Afganistán, donde España está disimuladamente en guerra, o el Kosovo, donde tenemos tropas españolas en flagrante contradicción con la obstinación por no reconocer como todos nuestros principales aliados, al nuevo Estado. O como la integración en la OTAN de Macedonia, Croacia y Albania o la candidatura de Ucrania y Georgia que plantea graves incertidumbres. Cuando la irrelevancia internacional es voluntad o vocación propia suele deberse a que los dirigentes de una nación -al margen de limitaciones y circunstancias personales- consideran el poder propio interior como compartimento estanco al margen de la evolución general de los acontecimientos exteriores, políticos, militares y económicos.

Amenazas comunes
Ocultamiento y mentira, una vez más, por parte del Gobierno de España. La sociedad no se ofende. George W. Bush y Vladimir Putin se despiden en Bucarest con más disposición de limar diferencias. Los aliados son más conscientes de las amenazas comunes. Bush, Merkel, Sarkozy y Brown se han comprometido más en Afganistán y evitado una fisura entre los principales actores de la OTAN en esta guerra que Occidente no puede permitirse perder. Aquí, como todo va bien, el caudillo se vuelve a casa y todos tranquilos.

LA PASIÓN POR INFORMAR

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  24.03.08


JOSÉ COMAS – Periodista

Su sana irreverencia al poder la aplicó también a la terrible fuerza de la enfermedad que le surgió cuando se aprestaba a pasar quizás la fase más feliz de su vida con su mujer Ana a la que conoció paradójicamente en el sitio en el que peor lo pasaba: la redacción en Madrid

Nada más saber el sábado por la mañana que José Comas había sido vencido finalmente por el cáncer insidioso que lo comenzó a perseguir hace ya cinco años, me puse a buscar su libro «Polonia y Solidaridad» que, prologado por Manolo Azcárate, comenté yo en las fechas de su presentación en el diario El País allá por 1990. No lo he encontrado aunque sé que está. A Pepe Comas no le habría pasado. Porque con la vitalidad indómita de un potro asturcón –que demostró hasta el final en circunstancias que habrían quebrado a la mayoría– , con su furiosa honestidad, su incorruptible voluntad de saber y su perfecta incapacidad para la subcultura del cinismo tan extendida en nuestra profesión, José Comas, corresponsal y reportero hasta el final de sus días, muerto en Berlín a los 64 años, combinaba un amor por el orden que era más teutón que los alemanes a los que entendió como pocos y cuyos avatares desde los años setenta explicó a los españoles en miles de crónicas.
Desde que cambió la enseñanza allá en el Lago Constanza por la información periodística, primero en el equipo fundacional de Diario 16 y después en su inverosímil oficina/nicho en el Pressehaus (Casa de la prensa) a orillas del Rhin en la otrora capital de la República Federal de Alemania, donde yo le sucedí como corresponsal en 1985, Comas se paseó por medio mundo como reportero obsesionado por informar de los hechos, por el testimonio y por el valor de la palabra. Desde México y Buenos Aires pasó quince años transmitiendo su interés, su capacidad de sorpresa y de indignación y su inagotable curiosidad a los lectores de su periódico al que, durante décadas, quiso con adoración y al que representó con orgullo.
Era irascible y no le importaba demostrarlo, ante colegas, funcionarios o políticos. Si en México era casi temido por la ira que le producían parsimonia, indiferencia y corrupción, en Polonia el portavoz del régimen durante la Ley Marcial, Jerzy Urban –uno de los grandes cínicos de la historia de la posguerra centroeuropea según sus compatriotas–, se exasperaba ante la impertinencia del corresponsal español. Comas se había presentado en Varsovia en diciembre de 1981 con una camioneta de víveres que conducían él y un compañero brasileño cuando ningún periodista podía soñar con un visado. Y allí estuvo, sin un ápice de cinismo, con inteligencia y honestidad, relatando lo visto y oído, sin hacer concesiones a aquellos que, desde la terminal receptora en Madrid, eran poco comprensivos hacia los polacos en rebelión contra el comunismo. Comas era lo más alejado al sectario que carga énfasis según conveniencia. Poco lo refleja tan bien como su pasión por el fútbol que le emocionaba como juego en sí, sin forofismo salvo para su calidad. Su sana irreverencia al poder la aplicó también a la terrible fuerza de la enfermedad que le surgió cuando se aprestaba a pasar quizás la fase más feliz de su vida con su mujer Ana a la que conoció paradójicamente en el sitio en el que peor lo pasaba: la redacción en Madrid. La última vez que nos vimos en Berlín, estaba desalojando la oficina –más oficina que la que yo heredé de él en Bonn hace 23 años–. Se llevaba a su casa la colección de Der Spiegel. Era en vísperas del enésimo intento de acabar con el cáncer que acababa con él. Se llevaba su propia historia a casa. «Por si me muero de verdad esta vez». No fue entonces. Por desgracia no ha tardado mucho en serlo.

CONCILIADOR Y DESCONFIADO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  24.01.08


El presidente colombiano, Álvaro Uribe, ha recibido plenas garantías de Javier Solana de que los narcoterroristas de las FARC seguirán en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea. La noticia puede parecer un disparate. ¿En qué sano juicio cabía la posibilidad de que la mayor unión de democracias del mundo se planteara el dejar de considerar terroristas a una inmensa banda de narcotraficantes y asesinos que mantienen secuestrados y en permanente tortura a centenares de ciudadanos inocentes colombianos y extranjeros? ¿Quién, salvo los propios terroristas de las FARC o su cada vez menos disimulado cómplice que es el presidente venezolano, Hugo Chávez, podría tener la peregrina idea de reclamar el reconocimiento de esa banda sanguinaria como «fuerza combatiente» en práctica equiparación política, militar y moral con el Estado democrático de Colombia? Semejante idea, incalificable por su perversión de todos los principios básicos de la democracia y las leyes internacionales, debería haber sido desechada nada más ser formulada por el ínclito Chávez como una intolerable afrenta a la Unión Europea y un disparate que no merecía ser discutido. Sin embargo, al parecer para algunos no debía ser tan demencial ya que Javier Solana, consideró adecuado anunciar que los terroristas seguirán siéndolo a ojos de la UE. Ha sido necesaria esta manifestación explícita de «pleno apoyo» para aliviar los temores del presidente colombiano.
Uribe ha estado en Madrid después de pasar por París y de camino a Davos. Ha pronunciado una magnífica conferencia ante un par de centenares de políticos, empresarios y periodistas para explicar una vez más, con toda la paciencia y pedagogía del mundo, hechos que debieran ser obvios para todo ciudadano del mundo libre. Uno es que la democracia colombiana ha logrado inmensos avances en la conquista de seguridad y libertad para sus ciudadanos en los últimos años y que los terroristas pierden ante la firmeza del Estado de Derecho y la voluntad política de derrotarlos. Otro, también evidente, es que esta lucha de la democracia armada que ha sacado ya irreversiblemente a Colombia de la estrategia de la guerra civil e insurreccional planeada, alimentada y apoyada por ideólogos izquierdistas de Latinoamérica y Europa, debiera tener un apoyo mucho más rotundo por parte de las democracias europeas.
Liberación de rehenes
Uribe ha venido a estudiar los siguientes pasos a dar para la liberación de los rehenes con los tres países -Francia, España y Suiza- que, junto a la Iglesia católica, ha autorizado a mediar con las FARC después de poner punto final a la farsa mediadora del presidente venezolano. Y tiene razones para querer amarrar bien cortas las condiciones. Por varias razones. En París, un presidente Nicolas Sarkozy que se declara implacable con todo terrorismo y desafío al monopolio del estado de la violencia, parece peligrosamente tierno en su ferviente y loable deseo de conseguir la liberación de Ingrid Betancourt, candidata presidencial colombiana que tiene también la ciudadanía francesa. Resulta lógico que las familias de los secuestrados tengan como único objetivo la liberación de los suyos y asuman parte del «síndrome de Estocolmo» de los propios secuestrados. Pero los últimos gestos del pequeño gran hombre del Elíseo sugieren que también él puede estar interiorizando esta reacción, humanamente explicable, políticamente nefasta.
En España tiene Uribe suerte de que la «luna de miel» de los camaradas Zapatero y Chávez ha concluido. Pero hace bien en no fiarse. Tampoco él olvida que fue Zapatero el precursor en dar crédito internacional a unos terroristas, a ETA, en Estrasburgo, en su insensata apuesta de armonía infinita con los asesinos.
Si el jefe del Gobierno español cree que puede permitirse esto y mucho más, Uribe sabe bien que ni él ni la democracia colombiana pueden mecerse de nuevo en el abismo. El presidente colombiano es probablemente la antítesis política y de carácter de Zapatero. Eso explica los atronadores aplausos que recibió en el IV Congreso de Víctimas del Terrorismo que clausuró ayer en Madrid antes de partir hacia Suiza. Allí dejó claro que sólo ofrece a las FARC reinserción y a sus ciudadanos la lucha hasta «la derrota del terrorismo».