martes, 9 de mayo de 2017

LA GRAN OCASIÓN FRANCESA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  05.05.07

Muy grande será la sorpresa si al final del mismo no es Nicolás Sarkozy, el nada conservador candidato de la derecha, el nuevo Presidente de la República Francesa. Francia puede estar a punto de poner fin a una V República que ha sido incapaz de adecuarse a las demandas del nuevo mundo, atenazada como ha estado por mitos políticos y supersticiones culturales, tiranías sindicales y gremiales y una ya crónica fatalidad en la elección de sus jefes de Estado. Solo el socialista François Mitterrand logró generar en su día tantas expectativas de cambio genuino y profundo en las anquilosadas estructuras de la administración y en una sociedad paralizada por el victimismo y la autocompasión, la falta de iniciativa, la dejación de responsabilidades y la falta de incentivos.

La andadura de Mitterrand
Más de veinticinco años después de aquella andadura mitterrandista que concluiría en un corrupto lodazal, existen indicios claros de que una mayoría de los franceses cree llegada la hora de abrir un nuevo capítulo de cambio radical y acabar con los lastres y prejuicios que desde hace cuatro décadas impiden el debate real y veraz sobre los problemas ciertos de la sociedad. Sarkozy ha llamado a romper esta mordaza que es la hegemonía cultural izquierdista que desde 1968 es en la práctica dogma de Estado y que el oportunismo equilibrista del presidente saliente Jacques Chirac jamás pudo o quiso poner en cuestión.
Su rival, Ségolène Royal, socialista más bien tradicional, quemó el miércoles sus últimos cartuchos en un debate televisivo que nadie parece creer que pueda haberla beneficiado. Su rival volvió a dejar en evidencia que más allá del «charme» que la llevó a ganar las primarias socialistas y a despertar grandes entusiasmos iniciales, la candidata no solo tiene inmensos huecos en su conocimiento general del funcionamiento de la administración y la economía sino también considerables problemas de carácter. No por casualidad no son sólo sus partidarios los que ven similitudes entre ella y el presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. Con las mismas formas del «buenismo autoritario» del que hace gala el socialista español, Royal asegura que todos los franceses sufrientes o con problemas serán felices bajo su mandato pero no tolera que se le pidan explicaciones sobre la forma de hacerlo y financiarlo. Su forma de descalificar e interrumpir al adversario que osa cuestionar sus propósitos o métodos, suele surtir efecto en los mítines. Pero le resultó claramente perjudicial en el debate televisado, según todos los analistas. Los sondeos posteriores revelaban unánimes un aumento de la ventaja de Sarkozy. Y comprobada la agresividad de que han hecho gala los adversarios de Sarko en general, de existir voto oculto éste muy previsiblemente sería suyo.

Mayo del 68
En su último mitin en Montpellier, Sarkozy declaró la guerra al legado de Mayo de 1968, que con sus dogmas del antiautoritarismo y el igualitarismo reduccionista, es el origen de la catástrofe educativa en especial y causa de muchos de los graves problemas que aquejan a la sociedad francesa y europea en general. «Nos quedan dos días para liquidar la herencia del 68. Dos días para renunciar a la renuncia. Dos días para que todo sea posible».
Son las de mañana unas elecciones fascinantes cuyo resultado, sea cual sea pero muy especialmente si se cumplen las expectativas, provocará olas expansivas mucho más allá de las fronteras de nuestro vecino. En Francia se enfrentan dos candidatos y dos políticas clara y rotundamente diferenciadas y enfrentadas con una izquierda galopante sobre el sentimentalismo caritativo y el conservadurismo de la corrección política de los esquemas político-culturales de los pasados cuarenta años y una derecha que intenta liberar nuevas fuerzas por medio de la liquidación del paternalismo del Estado y por el fortalecimiento de la autoestima individual por la incentivación del mérito y el esfuerzo pero también por el fortalecimiento de la seguridad ciudadana y la reactivación de los valores de la sociedad abierta occidental frente a movimientos culturales o religiosos hostiles a los mismos. Estos últimos objetivos han determinado en gran parte la movilización tan vehemente y agresiva en contra de Sarkozy por sectores muy diversos de la sociedad.

La incógnita: Bayrou
Queda como gran incógnita si la hostilidad demostrada por el candidato centrista Bayrou hacia Sarkozy le va a perjudicar a éste o no. Los diputados del UDF de Bayrou en su inmensa mayoría ya han anunciado que votarán al líder de la derecha y no parece muy probable que tal como se ha desarrollado la campaña en estas dos semanas, Ségolène Royal se haya podido hacer con la mayoría de estos siete millones de votos. Tampoco es nada probable que ese llamamiento de Sarkozy a la liquidación de la herencia de Mayo de 1968 deje indiferentes a los votantes de Le Pen pese a que el líder ultraderechista llamara a la abstención.

Lo que ha quedado una vez más claro es lo poco consciente que es aún la sociedad francesa de la importancia de las relaciones internacionales y del resto del mundo para su propia suerte. Esto por supuesto se ha reflejado en el discurso de ambos candidatos que apenas han hablado de política internacional. En el debate televisivo del miércoles, visto por más de 21 millones de franceses, apenas se dedicaron a las relaciones internacionales veinte minutos de las dos horas y media. El desinterés no puede ni debe ser recíproco. Europa no se podía permitir el lujo de una Francia que permaneciera en el letargo al que fue condenada por aquella desgraciada obstinación de Chirac de no dimitir tras el referéndum sobre la Constitución Europea. Un nuevo eje Berlín-Paris con Merkel y Sarkozy quizás puedan desbrozar el camino hacia un acuerdo que lleve al relanzamiento de una constitución europea eficaz y cada vez más libre de lastres del pensamiento mágico.