miércoles, 12 de febrero de 2014

ABUCHEOS Y AMENAZAS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 03.12.07


No me parece que tenga mayor importancia que doña Sonsoles, la mujer del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no pudiera acompañar este domingo a su marido al tristísimo trance de asistir al funeral del Guardia Civil Raúl Centeno en el Cuartel General de la Benemérita en la madrileña calle de Guzmán el Bueno. Aunque una semana antes sí pudiera interrumpir el fin de semana familiar para acudir a la cuchipanda-mitin de proclamación de su marido como candidato Z del partido Z. Aunque las mujeres del Rey y del Príncipe de Asturias, Doña Sofía y Doña Letizia, con agendas que se sepa más apretadas, estuvieran en aquel patio de armas y de honor y ayer de tristeza. Tampoco debe preocupar demasiado que entre el público asistente hubiera quien perdiera los nervios o incluso fuera a provocar e insultara al jefe de la organización Z y lo llamaran, como decía ayer TVZ, «traidor». Nadie puede exigir, en momentos de tanta rabia y emoción, tanta disciplina a civiles, muchos ancianos y volubles, como a los militares. Y a nadie le debiera sorprender que son muchos los que acusarán siempre de todos los males y desgracias de esta legislatura a un presidente que desde un principio ha gobernado para unos españoles y en contra de otros, rompiendo así la voluntad manifiesta de sus antecesores de presidir un Gobierno para todos los españoles.

Sí preocupa que desde que concluyó el funeral y durante todo el día en la televisión pública que, eso sí, pagamos todos los españoles, en TVE y en el Canal Internacional se lanzara durante todo el día al viento la afirmación de que «se cree que pudieron ser miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo». Muy perspicaces investigadores o perfectos reporteros tribulete llegaron a la conclusión de que sólo miembros de la AVT pueden llegar a pensar mal del presidente y a manifestarlo públicamente con abucheos y gritos de mejor o peor gusto. Pero ni la realidad es tan simple como los análisis del presidente ni la toxicidad en la sociedad es la de la TVZ. De hecho hace bastante tiempo que Zapatero no puede pasearse en público fuera de los mítines de su partido sin escuchar abucheos. Ni escondiéndose tras el Rey lo ha logrado. Y no podrá volver a hacerlo nunca si no se le otorga el poder en la próxima legislatura para incluir el silbido y el vituperio a su persona en el código penal. Sin duda piensa en ello.

Pero los cada vez más abiertos y obscenos propósitos de criminalizar a quienes se oponen a Z y a su entorno sectario sí debieran alarmar a todos quienes quieren que la democracia española tenga también más allá de los comicios -si los adelantados idus de marzo le dieran a Zapatero la capacidad de gobernar- la calidad que aun la homologa con las sociedades libres europeas. Ya hay partes de este país en que no es así y lo saben aquellos que intentan hacer oposición real a los regímenes del País Vasco o Cataluña, de Galicia o Andalucía. Pero los intentos de criminalizar a quienes no acatan los proyectos de Míster Z comienzan a adquirir visos de operación general a medio como ha demostrado tanto la denuncia contra el presidente de la AVT, José Alcaraz, como el despliegue masivo de infamias y basura que los medios obedientes o aliados con el gobierno vierten contra la AVT, el Foro de Ermua y todo aquel que no comulgue con sus cada vez mayores mentiras.

Debiera entender el presidente del Gobierno y sus muchas televisiones y periódicos adeptos que puede ser un arma de doble filo su política de ridiculizar e intentar destruir en su prestigio civil y reputación social a los adversarios que se han situado irrevocablemente junto a las víctimas en su oposición a que la España institucional busque componendas con los asesinos. Y que por poderosos que se sientan, la escalada a la que se lanzan ellos y sus obsequiosos e interesados amigos comienza a ser motivo de escándalo, dentro y fuera de España. Debiera entender el presidente que no basta con poner cara de enfadado por la muerte de Raúl Centeno cuando ha acumulado en una legislatura mil gestos de desprecio hacia los familiares de los 205 guardias civiles que murieron antes que él y de los centenares de policías, militares y civiles que cayeron bajo las balas y bombas asesinas de quienes él y su partido -Pachi López pidiendo comprensión hacia sus razones- han elevado a interlocutores y socios para dibujar una España muy distinta a la que nos dimos con la constitución de 1978. Debiera entender este presidente que si sus gentes y negociadores encontraron razones para el terrorismo de ETA y los han legitimado objetivamente durante esta legislatura, haya españoles, viudas, madres, hijos de víctimas, amigos o simples compatriotas solidarios que se desahogan llamándole «traidor». Que sean de la AVT -dígaselo a su tele- no les quita derecho a expresarse. Lo multiplica por mil.

LA CORDURA DE FRANCIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 29.11.07


Es reconfortante saber que en un país vecino -que siempre queda a mano por si aquí sucede lo peor- acontecen cosas tan estimulantes como que el Jefe del Estado diga que quienes agreden al estado, a sus servidores y ciudadanos, serán perseguidos y puestos a disposición de la justicia. Nada del otro mundo, dirá alguno. Pues sí. Parece mentira que después de las terribles experiencias del siglo pasado -que debiera estar marcado en fuego en la memoria de todo adulto europeo-, tengamos que alegrarnos porque alguno de nuestros líderes proclama su irrevocable voluntad de defender el proceder de la justicia frente a las presiones de sus enemigos. En Francia, tan dado a la desmesura, se impone día a día, con fuerza, la cordura.

Nicolas Sarkozy ya ha cruzado un Rubicón que las próximas generaciones, salvo catástrofe, le agradecerán. Ha logrado que las huelgas salvajes de los sindicatos más chantajistas se hundieran ante el oprobio de la inmensa mayoría social. Las enormes penalidades sufridas por la población por los sabotajes sindicales sólo han aumentado el apoyo al presidente y quebrado la ya mínima reputación de los secuestradores del bien común. Y este presidente francés, húngaro y judío, parece decidido a que esos otros grandes chantajistas, los de la violenta pulsión negativa del victimismo generado por la subcultura de la subvención y la dejación oculta tras una falsa tolerancia, la del gueto multicultural, acaben entendiendo que los tiempos han cambiado.

Quédale a Sarkozy por lidiar con la agricultura, que no será trago fácil porque el clientelismo y el ventajismo de derechos adquiridos es un monstruo que devora recursos, iniciativa, valor y voluntades.

Los humos de los suburbios de París, aunque se extiendan a Lyon, a Marsella o a Lille, no son sino arrebatos indignados de quienes se alimentan del mito de que un Estado de Derecho no sabe defenderse y habrá de transigir ante el conflicto planteado por quienes menos lo respeten.

La democracia se defiende

El hecho constatado, también en tiempos con enemigos exteriores más compactos y ominosos, es que las democracias europeas sí saben y pueden defenderse si tienen a su cabeza a líderes que creen en el Estado de Derecho y en la Ley y no se engañan sobre la naturaleza del enemigo.

Por eso es tan importante que Sarkozy, nada más llegar a Francia desde Pekín, se dirigiera al hospital a ver a los gendarmes heridos y a asegurarles que aquellos que les han atacado, ahora ya con armas de fuego a diferencia de lo sucedido hace dos años, serán identificados, detenidos y puestos a disposición de la justicia. También ha visto a los padres de los dos adolescentes que en una motocicleta, sin casco -animados por la susodicha subcultura de desafío permanente a sus instituciones-, chocaron trágicamente con el coche de policía.

Los guetos de la inmigración en Europa son, por supuesto, un fracaso común de los llegados y de las instituciones de las democracias que han acogido a millones de individuos que huyen de estados fracasados por la represión, por el fanatismo religioso e ideológico y no han sabido imponerles unas formas de vida y conducta que garantizaran su integración en la sociedad de prosperidad y éxito de la democracia y el libre mercado.

En España nos daremos cuenta pronto de la inmensa hipoteca que para nuestra seguridad ha sido este angelismo necio de los últimos cuatro años. No lo sufrirán los hijos del presidente de la Generalitat, José Montilla, que van al colegio con inmigrantes pizpiretas del Colegio Alemán, ni los de Pepiño Blanco, que aprenden inglés entre gente bien. Sarkozy tiene primero un problema de orden público que parece muy capaz de subsanar. El problema de la igualdad de oportunidades tiene mayor recorrido. Eso sí, Francia tiene hoy un problema menos. Ha reconocido sus problemas y tiene voluntad de conquistar soluciones.

PUGNA DE PRINCIPIOS EN BERLÍN

Por HERMANN TERTSCH
ABC 22.11.07


Los enemigos de la gran coalición en Alemania se multiplican por días. No se romperá de momento porque quienes pueden acabar con ella, saben que quien lo haga pagaría caro en las urnas. Pero ya está claro que el proceso de reformas que ha desatascado a la locomotora alemana en dos años puede darse por concluido hasta después de las próximas elecciones. En el otro frente europeo en el que el Gobierno lucha por liberar a un gigante varado de las mil ataduras liliputienses de los intereses particulares, Francia, todo indica que el presidente Nicolas Sarkozy -ahora no como llanero solitario sino con protagonismo de sus ministros- está ganando la primera gran batalla al chantajismo de las organizaciones sindicales de los sectores laborales más privilegiados. En Alemania, donde la socialdemocracia del SPD no puede llevar desde la coalición su radicalización retórica a la movilización contra su propio Gobierno, ha cristalizado en estos últimos días una operación muy curiosa con la que algunos creen poder hacer el máximo daño a la cancillera cristianodemócrata Angela Merkel sin quemarse ellos en la nave, que aun es común, pero cada día menos. Han abierto un frente contra la política exterior de la cancillera, precisamente ahora que el ministro de asuntos exteriores, Frank-Walter Steinmeier, se ha convertido en vicecanciller debido a la dimisión del ya ex ministro de Trabajo, Wolfgang Müntefering.

Curioso cuando menos es que el SPD haya dejado que la iniciativa en esta operación ya haya asumido el excanciller Gerhard Schröder, que muy poco después de dejar el cargo -todos los biempensantes quieren pensar que fue después- se convirtió en un empleado del gigante energético Gasprom. Esta inmensa compañía es hoy, muy por encima del arsenal nuclear u otros instrumentos persuasorios, disuasorios o coactivos, la principal arma del presidente ruso Vladimir Putin en su política exterior.

Así las cosas, se ha generado una situación estrambótica en la que el ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller Steinmeier parece coordinar estrechamente con el excanciller Schröder, representante de los intereses del Kremlin en el mundo, los ataques a la política exterior de su jefa de Gobierno. Detonante de esta campaña ha sido el hecho de que la cancillera alemana, crecida bajo un régimen comunista, tuviera el coraje de recibir oficialmente y en la cancillería federal al líder religioso tibetano Dalai Lama. Esto provocó las iras del régimen de Pekín y la cancelación de diversos encuentros bilaterales. También es lógico que la lucha de Merkel por defender, además de los intereses nacionales, principios morales en la política exterior que parten de la autoestima de quien no relativiza el valor del Estado de Derecho y la democracia, genere resistencias en los cómplices ideológicos de las dictaduras pero también en la gran industria.

Los beneficiarios directos de los ingentes intereses económicos e industriales alemanes en China han reaccionado con gran irritación por el hecho de que Merkel defienda sus principios con no más complejos que la dictadura china defiende los suyos. Y ahí tenemos ahora al SPD defendiendo el buen trato verbal y protocolario, a ser posible obsequiosidad, a los tiranos para mayor beneficio de la gran industria nacional. Lo mismo le pasó a la cancillera cuando fue a Moscú y criticó abiertamente el retorno a la dictadura que prácticamente ha consumado Putin. Lo que por supuesto ha provocado las iras del principal empleado de Gasprom y de Putin en el continente europeo, Gerhard Schröder. O cuando, con George Bush primero y Sarkozy después, acordó una mayor dureza hacia Teherán para que desista de su programa nuclear y su amenaza a Israel. Alemania es, con mucha diferencia, el país de la UE con mayor intercambio comercial con Irán. Merkel ha intentado transmitir en su país y fuera de él la convicción de que si las sanciones contra Irán no hacen cambiar de actitud al régimen islamista, la situación puede desembocar en una catástrofe cuyos daños serán para la industria alemana muy superiores a los recortes exigidos ahora en una política de presión económica.

El ideal para algunas grandes compañías alemanas sería que Merkel imitara la política del Gobierno español hacia Cuba o en Latinoamérica en general, con mucha coba a los carceleros, desprecio a las víctimas de la dictadura y una exquisita equidistancia entre regímenes de libertad y tiranías. No es así. La crisis de la coalición ha abierto el debate sobre los principios en política exterior y los límites morales de la «Realpolitik». Merkel -es de esperar que Sarkozy no titubee en tomar la misma senda- pide respeto y reciprocidad. Ha conseguido, con su postura frente a Putin, despejar las sombras generadas por Schröder en las relaciones con Europa Oriental y ha colaborado significativamente a espantar fantasmas como el Gobierno Kazcynski de Polonia. Que Schröder discrepe va en su sueldo de Gasprom. Que discrepe la izquierda alemana es más triste.

Z, BARDOS Y DEMIURGOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 19.11.07


¡Revienten de envidia los coroneles caribeños! ¡Reconcómanse los caudillos bolivarianos! ¡Sepan lo que es bueno dictadores y reyezuelos africanos! Sus bardos no valen nada. Ni sus trovadores y poetas. Corneliu Vadim Tudor, el lacayo supremo de la corte comunista rumana de Nicolae Ceaucescu era un miserable tímido a la hora de cantar las virtudes y gestas de la mano de la que siempre comió y que le daba acceso cotidiano a las páginas de los diarios del régimen. Todos se antojan tibios partidarios de su amo ante el culto que esta semana nos ha desplegado el régimen del «nunca jamás» (nunca mais) del peterpanismo español. Estamos despegando, que diría «Campanilla». Porque nuestro caudillo socialista sí tiene quién le escriba. Y no precisamente consejos para gobernar -que no necesita-, sino grandes loas como las que habían quedado desacreditadas en la Europa democrática después del abuso en los años treinta y cuarenta en Europa. Las razones pueden hallarse en el razonable pudor de halagados y halagadores -Neruda y Alberti vivieron para avergonzarse-, por descrédito del almíbar político, la obsequiosidad cursi y obscena y el culto a la personalidad propio de satrapías y dictaduras, por vergüenza de alabados y alabadores o por miedo a que la memoria -auténtica- las convirtiera en contraproducentes.

Sin sorpresas

Como la nueva España es un mundo aparte que despega, el presidente Z, caudillo del Gobierno de España y candidato socialista a unas elecciones a cuatro meses vista, presidió la pasada semana, rodeado de un público entusiasta y pagado en mil formas, a la presentación de «Zapatero, ese hombre» en la sede central del «Instituto de Cultura Socialista», antes Cervantes. No debería sorprender porque el secuestro de las instituciones del Estado para la «vida de partido» y sus satélites editoriales y culturales tan sólo es una forma más de humillar a una sociedad democrática europea de las utilizadas por una secta que previamente ha humillado al partido socialista degradando a sus órganos directivos y de control hasta convertirlos en una especie de orfeón de lacayos. Cuando la ejecutiva del PSOE se reunía la pasada semana para sentenciar que España hoy es un país más cohesionado, próspero, seguro, confiado, feliz, fuerte y prestigioso que hace cuatro años, lo hacía con la sólida obscenidad en la negación de la realidad con que el Comité Central del PCUS advertía que no existían problemas de desabastecimiento en Ucrania en los años treinta o que sentenciaba que Bujarin era un espía troskista, alemán, japonés, británico y menchevique a la vez.

Quien tenga dudas sobre la felicidad de los españoles, que consulte a los oráculos de la secta, en periódicos y editoriales de costumbre. Y si algo molesta e irrita, será culpa, dicen, de quienes no son sumisos a las ocurrencias del poder. Y, no podía ser de otra forma, ninguna institución podía quedar intacta, se vuelcan responsabilidades sobre el Rey. El desmontaje de las instituciones se precipita. La gestión socialista ha entrado en barrena con la cristalización de sus resultados. De ahí su agresividad contra los pilares de la transición y de la democracia. Si la vocación de liquidar la división de poderes ya no se disimula, la operación contra la monarquía, alimentada por peculiares compañeros de cama, tiene su motor en el ejecutivo y sus medios afines. En estos días y al socaire del «año terrible», ya elevan la apuesta con la infame sugerencia de que el Rey fue el máximo beneficiario del golpe del 23F (¿quod prodest?) -y la conclusión de que el crédito conseguido entonces, ¿de forma artera?- se ha acabado.

Se produce una curiosa y no menor paradoja. El jefe de la oposición recibe un aluvión de consejos desde todos los puntos cardinales con la supuesta intención de que deje de equivocarse. Y el máximo responsable de que la situación a final de la legislatura sea la que es, la de una acumulación sin precedentes de desasosiego social e incertidumbres, es actualidad en los medios porque sus bardos bien pagados le encumbran al Olimpo de la inocencia simple. Quien, desde la oposición, se ofrece para cambiar la situación se ve bombardeado por las admoniciones, recriminaciones y amenazas de directores de periódico con vocación de demiurgos, por asesores áulicos indeseables y deseosos de su derrota. El líder de la oposición habla de limitar los terribles daños que cuatro años de la carrera tontiloca de la secta que controla al partido socialista han producido al tejido social, económico y político de la sociedad española y al prestigio y la influencia de España en el exterior.

Es ocioso lamentarse

La batería de mentiras del Gobierno no sería enemigo si la oposición hubiera errado menos. En una situación de cierta salubridad democrática, oposición y partido socialista deberían haber llegado a un pacto de Estado que inhabilitase al Héroe de Suso del Toro. Esto tan razonable, es impensable con la secta. Ya es ocioso lamentarse. Sólo cabe convencer al electorado de que populares y socialistas pueden retornar a una normalidad europea cuando las urnas inhabiliten al nunca apto.

TODOS LOS FASCISTAS DE MR. Z.

Por HERMANN TERTSCH
ABC 12.11.07


A un periodista que conozco bien se le ocurrió -corría, creo recordar, la primavera de 2003- acudir a una manifestación celebrada en Madrid en contra de la intervención militar que se anunciaba en Irak. Quería calibrar las emociones e intenciones de la inmensa muchedumbre concentrada en contra del ultimátum de la alianza occidental a un dictador sospechoso de acumular armas químicas y conocido por haberlas utilizado contra los kurdos y otros enemigos. Como fórmula de activar las opiniones optó por colgarse un cartel por pecho y espalda, como clásico sándwich publicitario u hombre anuncio, que rezaba algo así como «evitemos la guerra, todos unidos contra Sadam Hussein» y «abajo el dictador iraquí, no a la guerra». Este periodista no era un ingenuo. En los 70 había agredido a gran parte de las superficies planas de los edificios de Santuchu, Ocharcoaga, Begoña y las Siete Calles de Bilbao para llamar a movilizaciones contra posibles perpetuaciones de la dictadura, antes e inmediatamente después de la muerte de Franco. Y siempre según las consignas que el Comité Central del EPK (Partido Comunista de Euskadi) distribuía.

Volvamos al 2003. El periodista se sumó a la gran manifestación en la que toda la simbología era conocida. Las enseñas eran banderas republicanas, del Frente Polisario, palestinas, iraquíes, cubanas, con el rostro del Che Guevara y pancartas con José María Aznar y George Bush caricaturizados como Hitler y con lemas de «Aznar fascista». A esa manifestación acudió toda la plana mayor del PSOE, incluido su nuevo secretario general, un oscuro miembro del aparato socialista de nuevo cuño al que, como a todos sus más allegados colaboradores, no se les conocía mayor hazaña que cobrar el sueldo de diputados o funcionarios desde hacía mucho tiempo y haber montado un buen tinglado en el congreso socialista del año 2000. Lo hicieron con éxito y suficiente cambalache como para granjearse los votos de los tiburones socialistas del ladrillo, se decía que más inspirados por el submundo neoyorquino de los años 30 que por Pablo Iglesias, y por los socialistas nacionalistas de diversas latitudes.

El periodista no fue muy comprendido por el núcleo duro de una manifestación por lo demás repleta de ciudadanos pacíficos movilizados por la buena voluntad. La militancia dura no albergaba dudas sobre su posición. Con Sadam contra los fascistas Bush y Aznar. Aun guarda todo un cuaderno de notas sobre las reacciones de los organizadores y líderes hacia su pancarta tan buenista («Sadam, evita la guerra, ríndete»). Pero no se preocupen. Hay precedentes de tanta buena gente junta con tan buena voluntad haciendo tanto daño.

Desde entonces a la Cumbre Iberoamericana no ha pasado un día sin que alguien desde el poder socialista llame fascista a alguien que disiente de su política. Paralelo al deterioro de las instituciones del Estado, de la seguridad y la cohesión, simultáneo al envalentonamiento del rufianismo y la omnipresencia de la catadura de esa secta que entonces comenzaba su andadura hacia el poder -para la que todo lo que le es inalcanzable es perseguible y fascista-, se ha hundido, más que perdido, el respeto que nos debemos los españoles por una historia tan convulsa como ennoblecedora.

El Rey intentó el otro día hacernos recordar esto. En un movimiento reflejo de dignidad que, en él como en tantos millones de españoles es normal, pero imposible de reclamar al caudillo de la secta, pidió el Rey respeto. Con rabia. Pero muy consciente, cabe pensar, de que la culpa de que no se nos otorgue es nuestra. Porque Z está y estará siempre más cerca del rufianismo de Chávez, Morales, Ortega y Castro que del cuadro moral de los españoles que lo consideramos una tragedia para las perspectivas de futuro de nuestros hijos. Todos los que nos negamos a descender a los niveles de Z y su organización somos fascistas para su tropa. No nos han dicho otra cosa a lo largo de la legislatura. Nos ha hundido en la discordia pero también en el lodo de la irrelevancia despreciada. Dramático es pensar el tiempo que pasará, en el mejor de los casos, antes de que tanto daño perpetrado en tan poco tiempo pueda tener remedio o consuelo.

ROMA Y SUS RUMANOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 08.11.07


Los problemas de cierta izquierda europea para enfrentarse con la realidad y buscar soluciones fuera de las intoxicaciones ideológicas y sin ingeniarse enemigos imaginarios es una de las peores catástrofes del siglo XX y por lo que se ve, también del XXI. La izquierda mediterránea en especial, la menos seria y más faldicorta, suele resolverlo con el recurso directo a la mentira y la negación de lo obvio.

Se dice que lo blanco es negro y que la niña que sangra no está herida y quien ose pretender lo contrario es tachado de miserable difamador fascista que ha de ser lanzado a los lobos mediáticos domesticados. Esto resulta bastante fácil en tiempos de bonanza, cuando a la mayoría poco politizada, tan práctica ella, le da bastante igual el discurso general porque poco afectan a su propia seguridad y bolsillo la falta de honestidad intelectual en el análisis y le genera buena conciencia el tonto sentimentalismo de las soluciones.

Italia es hoy con España, aunque con un gobierno ideológicamente menos intoxicado que el de Madrid, el ejemplo más claro en la Unión Europea de esa agitación y propaganda de la estulticia que impide toda solución a los problemas. Porque los niega y oculta hasta que son incontrolables y porque deforma después causas y efectos para ocultar responsabilidades e impide rectificaciones porque aunque carece de principios está sobrada de dogmas que atan de pies y manos a quienes podrían buscar soluciones.

Los efectos de esta perversión intelectual no tienen por qué alcanzar los niveles grotescos de la subcultura izquierdista española cuando intenta explicar los problemas que genera la inmigración sin control. Ni cuando desacredita los muy explicables y legítimos temores y la profunda inseguridad y desazón de las poblaciones menos privilegiadas de la sociedad ante la destrucción del entorno social y cultural propio.

Pero las realidades son tozudas y el Gobierno de Romano Prodi ha tenido que aceptarlas aunque solo parcialmente y de forma vergonzante. Visto lo que tenemos en España, esta rectificación en la miseria política del pensamiento izquierdista en Italia se nos antoja un lujo. El gobierno italiano ha promulgado un decreto que es tan lógico que ha provocado indignación entre los más conspicuos seguidores de la bondad irresponsable, la peor culpa de un gobernante frente al bien común de una ciudadanía que, como representante democráticamente elegido, ha jurado defender.

Quizás el viejo profesor Prodi se haya dado finalmente cuenta de que la vida tiene reglas que solo Zapatero y su ministro Caldera saben ignorar a largo plazo. Nadie se atreve a decir en Europa que la integración de Rumania en tan breve lapso y con condiciones tan laxas tiene hoy unos efectos nefastos en el resto de Europa y para nada buenos en el propio país en el que las reformas son dinamitadas por una cleptocracia que fomenta tanto la emigración como la idea común de que hay que buscar cobijo donde las leyes no se cumplan.

España e Italia

No es casual que los rumanos, no sólo su inmensa minoría gitana, hayan llegado a la conclusión de que los países europeos donde menos se cumplen las leyes y más impunidad existe son España e Italia, por este orden. Sean 500.000 en Italia o en España los rumanos llegados en los últimos años, lo cierto es que han llegado por el efecto llamada que supone el hecho de que el clima es bueno. No hablamos de meteorología.

Los gitanos rumanos, de todos los Balcanes, que desde la Edad Media -también bajo el implacable régimen fronterizo de Ceaucescu y en pleno Pacto de Varsovia-, tenían rutas fijas y transitadas para comerciar con gentes, productos y razones, han asumido el mensaje de que en Italia y España las leyes se cumplen menos.

Algún necio pensará que esto es un alegato antirrumano o antigitano. Quien conoce bien a los gitanos transilvanos de Sibiu (la antigua Hermannstadt) o de Tirgu Mures o Siguishoara y sabe de los efectos demoledores sobre la moral social colectiva que el comunismo -y la miseria y los fanariotas- han tenido en los Balcanes más profundos, sabe que solo la ley y la firme disposición del Estado de Derecho a ejercerla puede tener los efectos de educación y formación en individuos que tienen una cultura formada para violar leyes justas o no.

Los planes de expulsión de Italia de los rumanos, gitanos o no y otros miembros delictivos o ilegales de países de la UE no son sino una primera reacción sana y honesta ante la realidad. 

DEL RIDÍCULO, EL DRAMA Y EL DESPRECIO

Por HERMANN TERTSCH
ABC 06.11.07


El secretario de la «Organización Z», Pepiño Blanco, tuvo ayer un incomodísimo lapsus al intentar vender como éxito de los socialistas el viaje real a Ceuta y Melilla. Lo denominó «la primera visita de los Reyes de España a Marruecos». Inmediatamente percibió que algo se le había torcido en esa frase y rectificó: «Es notorio que los Reyes de España han viajado a Marruecos en numerosas ocasiones». Blanco supo que se había equivocado pero no localizó a tiempo la neurona que le dijera en qué. «Freud hätte Freude». Sigmund Freud (Sigmundo Alegría en alemán) se habría «alegrado» con dos lapsus seguidos tan bonitos y coherentes. Habría invitado al señor Blanco a echarse en su diván en el piso-consulta de la Berggasse 19, en el noveno distrito de Viena, y le habría preguntado si su intención real no era afirmar como su compañero en la «Organización Z», el diplomático Máximo Cajal, que Ceuta y Melilla son y deben ser Marruecos. Y que considera toda esta fiesta nacional en torno a la visita real en Ceuta y Melilla una buena idea en la medida en que sirva para rojigualdear un poco a su caudillo ante las elecciones de marzo porque ahora toca eso.

Para la operación contaban con la buena fe de los Reyes y su profundo deseo de visitar aquellas ciudades españolas, con el entusiasmo de sus poblaciones y con la seguridad de que la visita sería tan bienvenida que habría que pasar por alto los móviles torticeros del Gobierno. Eso sí, siempre que los acuerdos con la satrapía marroquí para montar una minicrisis efectista no se salgan de madre. Porque hasta Blanco sabe bien que los jueguitos con fuego de «Z» tienen una marcada tendencia a escapar al control de su audaz instigador. Y nadie sabe si Rabat cumplirá con la expectativa de volver a la normalidad tras estos gestos aun para la galería. Puede que sí. O que no. En todo caso, es evidente que la principal pieza que Marruecos quería del Gobierno débil de España, su cambio radical en la política del Sáhara a cambio de nada, ha sido cobrada. Y no hay que ser Metternich para saber que Marruecos no podía imaginar un Gobierno más favorable a sus intereses en Madrid que ese enjambre descoordinado de ineptos ideologizados que ya se han granjeado la enemistad de los otros dos protagonistas en la región, Argelia y Estados Unidos, y el desprecio mayúsculo del tercero, Francia. Nuestros intereses ya solo los defienden otros cuando les conviene por una razón u otra como ha sido el caso ahora con el rescate de nuestras ciudadanas en Chad por parte del presidente francés. En Latinoamérica y Africa, en Asia como en la UE, nadie tiene respeto al que demuestra no tenérselo a sí mismo ni al país que gobierna. Rabat y muchos otros mimarán al Gobierno de España más extorsionable jamás habido.

Mientras los desastres, el ridículo y las amenazas a nuestra seguridad se multiplican, este puente de noviembre ha sido todo un alarde de catadura con «Z» y sus ministros interrumpiendo el ocio para insultar a la oposición. Moratinos se ha hecho ya miembro de pleno derecho del tropel de campeones de la villanía. Su acusación al PP de promover conflictos internos en España con inmigrantes es una vileza que le era impropia.

En la política exterior, ganarse el respeto y la confianza es una ingente labor que exige lustros de constancia en el esfuerzo y la probidad, mucho más para un país como España surgido de una dictadura. Se logró en una encomiable labor que comenzó en los albores de la transición y tuvo continuidad con cuatro presidentes de Gobierno. Pero se pierde en media legislatura y así ha sido. La inanidad de «Z» es ya la indefensión de España. Como en la seguridad, la lucha antiterrorista, la educación, la igualdad entre españoles y la libertad de todos, en nuestras relaciones internacionales, el «caudillo Z» y su organización de cuadros soberbios e ineptos impenitentes dejan, incluso si su desaparición es inmediata, unas montañas de loza rota que ya parecen el Gurugú, pero podrían ser pronto el Rif.

PUTIN Y LAS ALMAS LIBRES DE RUSIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 01.11.07


«Ahora se trata de pagar por el pasado. (...) Pagar en todos los sentidos. Pagar por la demencia de los días de marzo, por la demencia del Octubre, por las autonomías nacionalistas traidoras, por la desmoralización de los trabajadores. Habremos de pagar la factura». Esto lo decía Mijail Bulgakov el 26 de noviembre de 1919 en un periódico local de Grosni, una oscura y siniestra ciudad del norte del Cáucaso que, como todos los que allí han vivido esta última década bajo el actual presidente de Rusia, no habían tocado aún el fondo de su abismo de sufrimiento.

Sólo es inicialmente paradójico el hecho de que Vladímir Putin orquestara el martes un homenaje, el primero por su parte, a las víctimas de Stalin con motivo del 70 aniversario del principio de la gran oleada de terror que lanzó el dictador en 1937. Destruido el partido, desautorizados y neutralizados todos sus órganos de control y decisión, liquidados sus principales rivales, -Kirov tres años antes, Bujarin en la cumbre de los juicios farsa en 1937 y 1938- el salvajismo de la represión estalinista alcanzó sus cumbres y el terror pasó a ser el principal motor de la conducta social de la época. Este terror total en el que la denuncia del prójimo era la mejor -pero siempre trémula- probabilidad de sobrevivir a la denuncia ajena, está tan maravillosa y estremecedoramente descrito en la gran obra de Bulgakov, «El maestro y Margarita» como en esa inmensa novela de Vasili Grossman que ahora ha sido publicada en España por Galaxia Gutemberg y que es el «Guerra y paz» tolstoyano del siglo XX, desenterrado como las cartas de Bulgakov de las mazmorras para manuscritos de los archivos de la Liubianka del KGB, del NKVD, de la OGPU y todas las organizaciones de la cheka.

Del mismo modo que el Holocausto -el proyecto hitleriano alemán finalmente no consumado de la definitiva extinción de la raza judía en el globo terráqueo es único en su abismal y terrible calidad- es única la penetración de la cultura del terror total que en la Unión Soviética tuvo siete décadas para cincelar la sociedad, los hábitos y la conducta de comunidades e individuos. En el reino del terror y la mentira, en la graduación del miedo y su combinación con otros sentimientos, los comunistas han tenido muchísimo más tiempo que los nazis y los fascistas para experimentar. Grossman es un periodista soviético, judío, culto y sensible cuando escribe su gran «Stalingrado» rebautizado en «La causa justa». Ya entonces es un hombre en revuelta contra el miedo, la desidia y la falta de humanidad que con «Vida y destino» alcanza la cumbre de la novela rusa. Tanto él como Bulgakov describen muy bien lo que está haciendo hoy este presidente ruso que no se presenta a la reelección, pero que todos saben seguirá siendo el único poder central y total en Rusia después de las elecciones. La llamada al fervor patriótico fue el arma de Stalin para movilizar, consolar e intentar inmunizar frente al horror a sus masas cuando Hitler rompió en 1941 el pacto de asesinos firmado dos años antes.

El pequeño chequista que fue Putin fue el martes a honrar -rodeado por popes de la iglesia ortodoxa rusa- a las decenas de miles de asesinados en el Butovsky Poligon, una más de las localizaciones de la muerte sistemática que el régimen comunista implantó por todo el inmenso país y que nadie como Alexandr Soljenitsin ha sabido describir. Putin ha sabido imponer el miedo de acuerdo con los tiempos actuales y utilizando sus recursos frente a los enemigos internos y externos. Ha tenido éxito. Quien se opone a su voluntad sabe que por ese simple hecho se pone en riesgo. Y sabe que no puede contar con apoyo del exterior democrático, bajo permanente extorsión por el suministro energético y el veto en el Consejo de Seguridad, ni del interior donde todo el que se ha enfrentado a Putin o muere o acaba en los campos de Kolyma como el magnate Jodorkovsky. El homenaje de Putin a los muertos por Stalin parece por tanto mucho más una cruel advertencia a sus adversarios que un luto por las víctimas de un sistema de terror que el presidente aprendió de joven y es su principal elemento de gobierno. Bulgakov, Grossman y Soljenitsin fueron genios muy distintos. Pero todos eran desesperados luchadores por la libertad de la conciencia del individuo y obcecados enemigos del miedo. Putin nunca será, con popes o sin ellos, miembro de esa maravillosa escuadrilla, tan sola, tan desamparada, de almas libres del espíritu ruso. 

martes, 11 de febrero de 2014

«Z» EN EL SOCAVÓN DE PLATÓN

Por HERMANN TERTSCH
ABC 29.10.07


El líder máximo «Z» viajó ayer hacia las tierras movedizas de Barcelona para reconfortar a sus maltratados e irritados pero imprescindibles votantes en las elecciones de marzo. Debido precisamente a la inestabilidad general del paisaje, «Z» prefirió que la visita oficial tuviera ese carácter que los periodistas denominan «sorpresa» y «relámpago», propio de las apariciones que hace su fetiche favorito, el presidente norteamericano George W. Bush, en la «zona verde» de Bagdad. No parece muy dispuesto el presidente a que le hagan vídeos electorales sin control de Pepiño Blanco y en escenarios poco agradecidos como es la desoladora estación de Bellvitge. Y nadie debe reprocharle cierto miedo a un abucheo que con seguridad se habría reproducido de hacer aparición por la maltratada zona meridional de Barcelona en un día de labor -digamos hoy- en una visita anunciada. Al hombre que todo lo sabe decir con una sonrisa le habría brotado ese rictus nada amable habitual en él cuando no domina la escenificación. A su corte obediente le habría costado mucho esfuerzo, tinta y saliva de predicadores, presentar las lógicas protestas de los indignados ciudadanos barceloneses como una operación de desestabilización del «aznarismo» de la Plaza de Colón, llegado desde Madrid en autobuses para orquestar una fechoría del «facherío». Habría sido más difícil y caro difamar a los descontentos allí que a los del día 12 de Octubre en Madrid.

Sin embargo y pese a la brevedad de su visita, lo cierto es que el subsuelo catalán parece haber decidido, en emulación de aliados, beneficiados, socios, interlocutores clandestinos y demás cómplices de Zapatero durante la legislatura, adquirir vida y voluntad propia y demostrar al presidente «Z» lo poco que le respeta. Así, mientras él daba plenas garantías de que las grietas que aparecen y crecen sin cesar por tabiques, fachadas y balcones en diversos edificios cercanos a las obras no suponen peligro alguno, la tierra se volvió a abrir no lejos de donde hablaba para sus pocos elegidos y la prensa. Hay que advertirle al presidente -que, según dicen, tiene cierta debilidad por los fenómenos paranormales- que lo de ayer parece una abierta amenaza de las fuerzas ocultas por tragárselo como vuelva a aparecer por las cercanías. Con la misma alegría juvenil con que nos dio a los españoles solemnes garantías -en primera página y a cinco columnas- de que las turbulencias financieras iniciadas en el Imperio del Mal del señor Bush no nos iban a afectar, Míster Z les dice ahora a los habitantes de unos bloques de viviendas cada vez más agrietados que están más seguros que nunca. ¿Por qué entonces no hicieron las viviendas con grietas desde un primer momento?

Hundidos en el socavón -en uno de ellos-, no se puede evitar la evocación de la caverna de Platón en la que los prisioneros confundidos por sus sombras proyectadas por la luz de las hogueras sobre las paredes subterráneas tienen unas certezas ajenas a la realidad. Y en reflexionar sobre las terribles dificultades de transmitir realidades más auténticas a quienes permanecen encadenados en el fondo de la sima. Pero esto -sentenciaría nuestro desenfadado Míster Z-, es un problema de Platón. Complicaría las cosas. Porque la ministra Maleni Álvarez le preguntaría en el próximo Consejo de Ministros si Platón era progresista o facha. Y sembraría allí la confusión porque ya saben ustedes que se es lo uno o lo otro. «Platón está con la caverna», diría la vicepresidenta doña Maria Teresa, ya definitivamente conocida como la «Fashionaria» por genial aportación del blog de Santiago González (www.santiagonzalez.blogspot.com).

Para el final quedan, por supuesto las responsabilidades. Mister Z asegura que el gobierno asume la responsabilidad. Da la impresión de que lo hará con algún esfuerzo de introspección religiosa. Porque por lo demás y como siempre, Mister Z no da pistas. Búsquenlas en las sombras de las paredes de la caverna-socavón de Platón.


HOMENAJE A POLONIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 25.10.07


Mucho se ha criticado en toda Europa y con mucha razón al Gobierno de Varsovia en los últimos dos años, ahora felizmente derrotado en las urnas por una alianza ciudadana liberal, atlantista y europeísta, antinacionalista y moderada, liderada por un muy razonable Donald Tusk.

Feliz es más, si cabe, el hundimiento que han sufrido los peores sarpullidos del postcomunismo, las excrecencias políticas que son los grupos de ultraderecha que han brindado apoyo durante esta por supuesto desgraciada pero felizmente breve legislatura al tándem del rencor, la ineptitud y el disparate. Pero no debe pasarse por alto que, con este pretexto de la constelación maldita que llevó a los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski al poder, mucho se ha insultado a Polonia con muchísima menos razón y toneladas de mala fe y no precisamente por la torpeza, incapacidad, el sectarismo y el revanchismo de los hermanos del «doblete» ya finiquitado.

Polonia formará uno u otro gobierno pero que será normal, europeo, leal, profesional y nada experimental, aventurero ni adanista. En resumen, el «zapaterismo» en su versión derechista, la «nada demagógica», ha sido liquidado en Polonia. Ahora falta recomponer la simetría europea que han de conformar dos países tan parecidos en tamaño, peso político, historia trágica y épica de reconciliación como han sido Polonia y España.

En una soberbia entrevista publicada el pasado domingo en estas páginas de ABC, el amigo y maestro Adam Michnik le venía a decir a Ramiro Villapadierna, ya digno heredero del inolvidable Francisco Eguiagaray en los territorios de Mitteleuropa, que los polacos estaban hartos de hacer el ridículo en Europa porque son un país serio. Y subrayaba los evidentes paralelismos entre la desgracia electoral de Polonia hace dos años con la nuestra habida hace casi cuatro. Michnik sabe mucho de la capacidad de perversión e intimidación de la mentira. Y de sus nefastas consecuencias si no se ataja a tiempo. Pero una vez más como tantos polacos a lo largo de la historia se negaba a la resignación. No hay derecho a resignar. Porque arrastra a los demás a la desesperanza. Michnik ha vuelto a ganar.

Lo dijo Juan Pablo II cuando llegó a Varsovia en su primer viaje como Pontífice a asegurar a sus compatriotas que tenían y tienen el mismo derecho a vivir en libertad que los franceses o alemanes occidentales. Era otoño de 1979. En ese instante comenzó a resquebrajarse toda la arquitectura del terror construida por Stalin a imagen del Palacio de la Cultura de Varsovia. Diez años después, el sórdido régimen comunista polaco había pasado a la historia. Meses después todo el sistema carcelario del Pacto de Varsovia. Lo dijo el expresidente uruguayo Julio Sanguinetti hace unos días en Valladolid, en la entrega de los Premios Cristóbal Gabarrón: No hemos de resignar ante la ofensiva de la mediocridad y el miedo. En Polonia han vuelto a tener la fuerza interior para ello.

Jan Sobieski

Con esta legitimidad histórica de los polacos y sus muchas lecciones de dignidad a Europa, a nadie debería sorprender esta respuesta liberadora. No hay que remontarse a Jan Sobieski en el siglo XVII con su ruptura del asedio turco a la ciudad de Viena en 1683 y su liberación de Europa.

Lo han hecho una y otra vez, como pueblo capaz de reaccionar ante los reveses de la historia y ante la injusticia manifiesta. Lo han vuelto a hacer ahora en condiciones muy difíciles, con tensiones sociales fuertes, miedos rampantes y fácil demagogia. Han votado por la libertad individual, por la reconciliación y por la mesura. Han liquidado un proyecto de gobierno basado en la vileza, la delación, la descalificación ideológica, la manipulación de la historia, el fundamentalismo y el rufianismo político. Dieron el ejemplo supremo, con la única ayuda de la democracia británica en 1939, cuando los comunistas y los nazis en su Pacto entre Hitler y Stalin repartieron Polonia y dejaron para siempre en evidencia la cooperación asesina y equiparación moral aun no asimilada de los dos supremos totalitarismos.

Ahora que los polacos han acabado con la pesadilla del sectarismo revanchista gubernamental, convendría que los españoles, emulados con honor y éxito por los polacos en la transición, sigan a su vez los pasos de Polonia y acaben con el tercero de los gemelos, el caudillo Z.