miércoles, 28 de mayo de 2014

CORSARIOS DE LA MENTIRA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 28.01.08


El presidente del Gobierno de la España discutida y discutible lleva meses anunciando regalos con dinero ajeno a cambio de votos. Pero ayer se nos puso muy concreto y nos dio el precio que Moncloa pone a la papeleta en las urnas: 400 euros. Esta cabal tasación del precio del voto nos puede infundir cierto orgullo incluso a los antipatriotas que se atreven a sugerir al Gobierno que podría haber algún problema en la economía española si, como revela la EPA en el último trimestre se ha destruido empleo como nunca desde 1994. Era entonces como ahora responsable de la economía española Pedro Solbes. Por ser casi el único miembro del Gobierno sin vocación para el insulto y con respeto a mínimas reglas de urbanidad, tiene Solbes cierta fama de serio y competente que los datos al final de la legislatura para nada confirman. Si la valoración piadosa pide comprensión para el tecnócrata acosado o ignorado por un gabinete lleno de aventureros sectarios e irresponsables, la crítica considera que Solbes ha sido el indolente mascarón de proa de un equipo cuya insolvencia y pasividad queda ahora de manifiesto. Ninguna humillación o desautorización le ha llevado, pese a tanto amago, a una dimisión que le habría dejado en mejor recuerdo.

Pero el mascarón de proa referido es sin duda de las piezas más nobles -también ineficaces- del buque corsario que asaltó, hace ahora siete años, a la maltrecha flota de la socialdemocracia española y la reconvirtió para sus planes más audaces. Este fin de semana, los corsarios del socialismo «New Age» del Siglo XXI han celebrado una especie de ceremonia de comunión con el caudillo para coordinar las baterías de las mentiras que durante la ya agonizante pero siempre agónica legislatura han perdido potencia de fuego. No es que les haya ido mal desde aquel congreso y después de cuatro años en Madrid. Su progreso es manifiesto. Los trajes de Pepiño Blanco son ya de mucho mejor paño. El presidente del Senado, Javier Rojo cocina con coñac francés, según cuenta él mismo. Los hijos de Pepe Montilla, el enemigo del derecho de los catalanes a elegir la educación de sus hijos, mandan a los propios al Colegio Alemán. El presidente del Parlamento Catalán es su antiguo jardinero. Son cuatro ejemplos entre miles. A la tropa le cunde que es una barbaridad.

Pero si a algún envidioso le puede molestar esta prosperidad, es mera anécdota, sí que algo obscena, comparada con el gran triunfo de la secta que es la equiparación plena, de derecho cabe decir, de la verdad con la mentira. La ocultación y la falsedad han sido erigidas en recurso político legítimo y en absoluto condenable. Perseguible es quien reclama para las palabras su significado. De momento se hace por medio de la difamación, el insulto o la represalia administrativa. Más adelante se verá si tienen opción para una escalada en los medios. Porque el fin ideal del idealista de La Moncloa justifica -lo ha dejado claro él- la treta y el engaño al enemigo. Éste se identifica y expone por su obstinación en reclamar probidad semántica, el contenido y significado auténtico de las palabras -como pidió el intelectual disidente checo Ferdinand Peroutka en su célebre alocución contra la mentira comunista-. Z por el contrario quiere que para todos los españoles la palabra signifique lo que él quiera o entienda en cada momento. O nada. Como en las decenas de congresos de partidos comunistas del este de Europa a los que asistí en la década de los ochenta, el discurso político de ayer de la conferencia del Partido Z es perfectamente impermeable a la realidad. Ni la crisis económica, ni el inmenso daño inferido al Estado de Derecho por la búsqueda de un acuerdo frentepopulista con los nacionalismos, incluido el terrorista, contra la oposición, ni el desprecio a las inquietudes, creencias y tradiciones de media España, nada les preocupa salvo la liquidación y condena del disenso. La esencia de la democracia son ellos. La realidad la dictan ellos. La patria es Él, Z. La palabra no es nada.

DE LLOROS Y GANAS DE GANAR

Por HERMANN TERTSCH
ABC 21.01.08


El «consejo del enemigo» -ese ejercicio del buenismo tan hipócrita como a la postre pendenciero- ha tenido horas estelares esta pasada semana. Siempre pasa que, cuando la peor izquierda pisa el acelerador de la intoxicación, los complejos de la derecha liberal y conservadora, del centro razonable y racional de este país, imponen a la postre planteamientos que conllevan toda la dosis intimidatoria, chantajista y totalitaria de quienes se proclaman adalides de una autoridad moral que la historia les disputa con rotundidad y pruebas. Si algo debiera preocupar al magnífico gestor y brillante político que es Alberto Ruiz Gallardón, son los elogios, las zalamerías y las lágrimas de cocodrilo que le han dedicado quienes, al tiempo que lo hacían, declaraban de nuevo su guerra total al partido nacional que representa él en la capital de España, a sus electores, que son casi media España y a todos los principios que ha defendido siempre. Su presencia ayer en un acto del PP demuestra que más allá de ambiciones legítimas, el principal partido de la oposición tiene todos los mimbres para ofrecer a la sociedad una propuesta basada en la vocación de servicio y el mejor patriotismo e imponer en las urnas su máxima prioridad actual que es convertir a Zapatero en un triste paréntesis de la historia de la democracia española.

La voluntad de ganar desde la libertad y el respeto al individuo que declaró necesaria Gallardón tras la victoria en las municipales es hoy imprescindible para la democracia española. Por eso dicha voluntad de victoria debe imponerse a quienes en el centro-derecha se lloran a sí mismos y creen que para ganar en las urnas hay que adaptarse al terreno viscoso y vil de Zapatero. Cierta derecha lastimera debiera saber que quien nos gobierna se enternece más con los lloros de sus izquierdistas descarriados de ETA que con la emoción de los demócratas no izquierdistas.

Gallardón se refirió -tras la victoria municipal- a la prioridad de convertir en anomalía una legislatura catastrófica. Ahora ha adquirido un protagonismo, en gran medida otorgado por quienes lo quieren liquidar a él tanto como a sus compañeros de partido, que debe usar con contundencia. Y lo debe hacer dentro del único partido que en España ha defendido en los últimos cuatro años la democracia basada en la cultura de la transición, en la firmeza frente al terrorismo y la tergiversación, en la libertad individual, en la solidaridad entre españoles y, ante todo, en un pacto contra la mentira. Con la entrada de Manuel Pizarro en la dirección del partido se han mezclado de nuevo las cartas ante el envite electoral. La dirección zapateril de los socialistas, esa secta mezcla de socialismo caribeño, «New Age», magia tonta y analfabetismo funcional hiperactivo ha entrado en pánico. Pizarro puede estar sumamente orgulloso que le dirijan los cañones de su artillería «Berta» de difamación que cada vez mezclan más mentira con rabia.

Gallardón tiene que utilizar todas sus probadas dotes de comunicador para dejar claro a los artilleros de la secta izquierdista que quiere acabar con la alternancia política en España que él no es ni será nunca su munición. Cuando te elogian personajes siniestros como Rosa Regás, te jalean los coros mediáticos y la soldadesca del revanchismo de Ferraz y te encumbran miembros de un Gobierno que reactivan con virulencia los esfuerzos por expulsar a tu partido del sistema, lo tachan de «integrista» y le discuten el derecho democrático de fiscalizar al Gobierno, es evidente que ha cundido un malentendido que hay que despejar de una vez por todas. Gallardón puede ser clave en la victoria de su partido con Rajoy, con Pizarro y toda su dirección. Para evitar la pesadilla de otra legislatura en manos de la secta, de daños ya con seguridad irreversibles.

LOS CONSEJOS DEL ENEMIGO

Por HERMANN TERTSCH
ABC 17.01.08


Pocos fenómenos del discurso político y mediático actual son tan refrescantes, observados con prudente distancia, como los consejos que regularmente vierten con magnanimidad sobre la Iglesia católica quienes no son miembros de la misma y tienen la declarada vocación de que ésta deje de existir tal como es. No hay institución que reciba más consejos sobre cómo reconducirse y reformarse hacia la absoluta complacencia de sus enemigos declarados. Cuando se tiene algo de salud y buen humor, nada es tan hilarante como leer la retahíla de consejos que dan al Papa de Roma -da igual Juan Pablo II que Benedicto XVI, da igual el luchador polaco que el teólogo alemán- sobre lo que han de hacer para convertirse en una iglesia buena que le plazca a quienes -desde el laicismo radical y la militancia antirreligiosa-, ni son miembros de la misma ni quieren otra cosa que su destrucción. Cardenales, obispos o el propio Dios, -como decía ayer tan bien Ignacio Ruiz Quintano en estas páginas-, todos se ven sometidos a la recriminación o la terrible admonición por parte de aquellos que no creen en Dios, desprecian a la Iglesia Católica o abominan de todas las religiones y nunca han condenado los martirios a los que fueron sometidos los creyentes de fe diversa por el mero hecho de creer. Pero todos, periódicos, familias de artistas, Pepiños Blanco y comunistas asesinos jubilados tienen consejos para hacer del monstruo de la Iglesia católica una institución amable. También tienen consejos para el estado de Derecho. Y eso me preocupa mucho más. Porque el ánimo es el mismo.

La casualidad

Comprendo bien a mi amigo Arcadi Espada que considera que toda religiosidad es perversa y fuente de mal en esencia. También al tan jaleado nuevo gurú del ateísmo, Richard Dawkins, que cree un deber político y civil combatir lo que considera el pensamiento tóxico de la religiosidad y decreta que todo creyente es un absoluto imbécil y además peligroso. Hago memoria y recuerdo que los grandes dramas de la modernidad nos han llegado siempre de la mano de quienes han creído con fanatismo -para nada religiosos- que el ser humano, el individuo, es un producto de la casualidad, moldeable, intercambiable y prescindible.

Aun así, prefiero a mis amigos meapilas del ateísmo incondicional que a los cristianos socialistas y teólogos de no sé qué liberación que, en vez de montar un chiringuito por su cuenta con altar al Ché Guevara o a algún antropófago indigenista, insisten en hacerle una reforma posmoderna a la Capilla Sixtina. El Papa Ratzinger se niega a poner «gotelé» a los frescos de Miguel Ángel y ellos se cabrean. Sobre todo porque ignora sus lloros.

Teólogos del paleosocialismo

Escuchar a ciertos teólogos del paleosocialismo español y sus palmeros progresistas es escuchar a la mentira intercambiable. Sería un gran avance para la civilización que los demócratas electos en las sociedades libres, que han jurado defenderla, tomaran nota de cómo reacciona el Vaticano ante los consejos de los enemigos. Por desgracia, la sabiduría hoy parece intransferible.

En la I Guerra Mundial los soldados en el frente del Somme o Verdún intercambiaban consejos para escapar de los propios. En el Tajuña y Madrid pasaba otro tanto. También en Stalingrado y Berlín. Durante todo el siglo XX, el más sangriento en la historia de la humanidad, ese que los totalitarismos del nacionalsocialismo y el comunismo convirtieron en un infierno para millones, el hombre libre siempre recibía el consejo de rendirse.

Münzenberg

Editorial Ikusager publica la biografía de Willy Münzenberg, el más efectivo de los agentes comunistas en Europa. La autora es Babette Gross. El prólogo es nada menos que de Arthur Koestler. El epílogo es de un lúcido español: Antonio Muñoz Molina. Münzenberg, fue el más brillante creador del aparato generador de consejos al enemigo. Inventó la movilización manipulada: asociaciones pacifistas, actores por la paz, escritores contra el fascismo. De vivir hoy, viajaría en primera clase con billete de la SGAE o de la Alianza de Civilizaciones, esos nietos de Willy cuya inútil, tóxica y placentera estancia en Madrid pagamos ustedes y yo.

CONSEJOS AL PATRIOTA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 14.01.08

«Extirpa la moralidad de la política, sustituye la ley por la fuerza y la astucia, paraliza las inteligencias individuales, confunde a la gente con apariencias, da solo juego a la libertad bajo el peso de la intimidación, fomenta los prejuicios nacionales, oculta al país lo que sucede en el exterior, (...), transforma los instrumentos de pensamiento en instrumentos de poder, lleva a cabo ejecuciones así como deportaciones administrativas, difunde la enseñanza propia de la historia del reino, utiliza la policía como piedra angular, crea seguidores por medio de honores y prebendas, genera un culto al usurpador en una especie de religión sustitutiva, (...), debilita a la opinión pública hasta sumirla en la apatía, (...), aprovecha la facilidad con que los hombres se vuelven informadores, manipula a la sociedad fomentando sus vicios, (...) cambia el propio significado de las palabras».

Maurice Joly no me tomará a mal esta extensa cita de su «Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu». Son consejos del autor de «El principe» a un aturdido Montesquieu en ese gran panfleto del exiliado Joly en 1864, en forma de diálogo imaginario de los dos mencionados gigantes del pensamiento político. No es que tenga yo ninguna intención de pensar bien del presidente del Gobierno después de ésta su legislatura que ya se antoja un permanente acto de sabotaje a la libertad, seguridad, cohesión, dignidad y prosperidad de los españoles. Pero sí comienzo a sospechar que, cuando se dirige a los españoles como ha hecho durante la pasada semana -en su inenarrable desayuno en el Hotel Palace o en amable plática en forma de entrevista-, se acuerda más de las palabras que Joly atribuye a Maquiavelo que de la menesterosa farragosidad aduladora de sus asesores áulicos.

Maquiavelo sostiene que, aunque la Historia avance y las sociedades evolucionen, la fuerza y la astucia -el leonés lo resumiría como «la cintura que está en la cabeza»- siguen siendo los elementos fundamentales para gobernar un país. Montesquieu replica que la evolución política de las sociedades impide a los ciudadanos a renunciar a las libertades que han ido adquiriendo, y desafía a Maquiavelo a explicarle cómo convertiría un Estado con instituciones representativas y familiarizado con la libertad -acostumbrado ya a una democracia tras treinta años de Constitución, diríamos aquí- en un régimen despótico. Maquiavelo procede entonces a explicar los pasos a dar. Y convendrán ustedes conmigo que salvo en asuntos de ejecuciones y deportaciones que están muy mal vistos hasta en los regímenes más «lumpen» que gozan del cariño y apoyo de nuestro Gobierno, casi todas las recomendaciones «principescas» han sido llevadas a un notable nivel de cumplimiento por el nieto del capitán Lozano que prefiere el melón con sal y sin jamón. Con mucha razón me recomendaban mis inolvidables maestros Francisco Eguiagaray y Félix Bayón que cultivara un sano miedo cerval a los austeros.

Austeros nos quieren. No ya por el ninguneo y el desprecio que demuestran a las angustias cotidianas de los españoles con su obsceno triunfalismo. Quieren que deseemos ser como ellos. Puede que ahí esté su punto débil que haga posible el acto liberador para acabar con el poder de esta secta improvisada que comanda a los socialistas en España. Si este presidente y -pongamos un extremo grotesco-, su ministro de Justicia, quieren que los españoles sean como ellos, no les será suficiente con intentar formar a los niños en el odio a las convicciones de sus padres. Tendrán que ejercer sobre los españoles una dosis de coacción mucho mayor. No basta con estigmatizar como antipatriotas a quienes no se sientan felices bajo su régimen de violación sistemática del sentido de la palabra, el significado de los hechos y los hechos en sí.

El antipatriotismo ése que atribuye «Z» a quienes no creemos ser «la envidia de las superpotencias», era el principal argumento de todos los regímenes totalitarios del siglo XX para intimidar, detener o hacer desaparecer de una forma u otra a los «enemigos del pueblo», «derrotistas» o «saboteadores». Quien critica una situación ideal la empeora y debe ser castigado. Por eso algunos creemos que «Z» está dispuesto a asumir toda la batería de consejos arriba mencionada. Cuando Zapatero habla de «patria» se refiere a él. El sentido de las palabras. Y cuando sugiere traición sólo se le ocurren los demás.

«AÑO TRIUNFAL, EL CARBÓN SE HA ACABADO»

Por HERMANN TERTSCH
ABC 07.01.08


Al presidente del Gobierno de España le encanta hablar de los espacios infinitos. Tiene que pasarle a todo individuo poco viajado que a tal insuficiencia añada lecturas de Suso del Toro y Gamoneda. Donde no hay concepto ni conocimiento se inyecta un poco de magia y mucha poesía. De ahí toda esa retahíla de aforismos que nos deja como legado de compañía al monte Gurugú de loza rota -política, económica, institucional y de convivencia- de estos cuatro años victoriosos. Avisando, eso sí, de que es capaz de mucho más a poco que se le dé oportunidad. Una de las últimas aportaciones a la memorable colección de joyas de su pensamiento está en esa «patria de la paz» en que nos quiere adoptar a todos, según les anunció en el Líbano.

Debe de ser tan amplia como esa «cintura» que es «esencia de la democracia» o las «infinitas ansias de paz» que le brotan. En todos estos espacios mágicos de nuestro presidente, como en su últimamente poco cacareada «Alianza de las Civilizaciones» caben todos al parecer. Menos los que no le entendemos. El Ministerio de Exteriores anuncia un «revival» de dicha alianza que nos costará a los contribuyentes un pequeño ajuar que convenza a todos los políticos más o menos menguantes, «algoreros» y demás conferenciantes itinerantes a que acudan al ágape de Madrid. Pero nadie se preocupe. Tenemos superávit y la «patria de la paz» y sobre todo sus adalides también necesitan recursos para alimentarse en la buena voluntad entre los pueblos.

Sin embargo, parece que los alquimistas de Ferraz han detectado fragilidades en las tradicionales pócimas de odios a Aznar, la construcción inmobiliaria o la Iglesia y síntomas de confusión sobre la participación española en Afganistán y Líbano. Y para colmo de males, la «baraka» del presidente en su apuesta por agotar la legislatura parece tan defenestrada como su capacidad de profecía y recibe ya condena abierta y rotunda de los más fieles escribidores del régimen que se veía en ciernes. Cunden los nervios y las fisuras entre la secta. De la Vega está en la picota por no insultar a los obispos. Y ella sigue sin hacerlo.

Pero las cifras cantan. Tanta loza rota comienza a crujir. Tiembla el Gurugú. Ahora surgen los agravios no inventados. Radios y televisiones amigas y la obscena RTVE dicen que la crisis económica es pasajera. Nos espetan que es culpa de Bush el hecho de que millones de españoles que veían con confianza su futuro hace cuatro años hoy viven angustiados.

Ante semejante balance, la tropa en torno al presidente comienza a considerar la posibilidad de que su concepto parasitario de la política vaya a la quiebra. Empiezan a temer que los españoles se deshagan de un gobierno ideológico, sectario e incapaz como hace pocos meses hicieron los polacos al acabar con Kazcynski.

ANV, otra farsa

Han gastado en simulación de patriotismo ingentes sumas del erario público. Pero su jefe es incapaz de dar un «Viva España» de rigor ante sus soldados. Su patria son «la tolerancia», «la paz» y «el diálogo». Todos ellos espacios infinitos. ¿Y el diálogo? ABC anunciaba ayer que el Gobierno ya tiene preparada la instancia de ilegalización de ANV ante la evidencia de que es ETA. Más simulación patriótica. Otra farsa. Es triste que no sea la dignidad zaherida de la nación sino el precio de la leche lo que produzca la primera respuesta seria a un gobierno indigno e incapaz. Pero no es malo. Que la realidad busque y encuentre resquicios para manifestarse.

Hace días me contaba Mikel Azurmendi en su Ondarreta natal cómo su padre fue detenido allí porque en la pizarra de su carbonería, bajo el preceptivo «Tercer año triunfal» en 1942, tuvo que escribir una verdad incontrovertible: «El carbón se ha acabado». Hoy, en la esperanza de que el ministro de justicia no ceda a sus tendencias y tentaciones, hemos de decir que nos cuadra la frase.

lunes, 26 de mayo de 2014

DJILAS Y NUESTRA IZQUIERDA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 05.01.08


POCOS se han acordado durante el año recién despedido de la efeméride de una gesta política e intelectual que merece los honores y la gratitud de todos aquellos que creen que la verdad en la política no es un bien canjeable o modificable al antojo de las conveniencias. Lamentablemente es lógico que, en los tiempos que corren, pocos sepan que en 1957 se publicó un libro que, como pocos del siglo XX, reunía todos los elementos que convierten un trabajo intelectual en un acto de suprema entereza y entrega, de gesta personal, lucidez implacable y victoria de la verdad. Era «La nueva clase» de Milovan Djilas. Se mueren ya los últimos supervivientes de las generaciones del humanismo forjado en el rigor del pensamiento, guardián de la sabiduría extraída a las terribles experiencias de nuestra cultura común durante la larga guerra civil europea que fue el sangriento siglo pasado. Con estos últimos testigos se nos escapa la memoria directa del horror pero también de actos y «momentos estelares de la humanidad» -parafraseando a Stefan Zweig- que han hecho de la civilización cristiana, ilustrada y democrática occidental el mundo más libre, más compasivo y generoso jamás habido, el más capaz de generar la promesa y la esperanza de felicidad a los seres humanos. El rigor y la verdad pierden todos los días batalla frente a la ofensiva de nuevas supersticiones predicadas por todo el arsenal mediático, ante la terrible levedad de la adquisición de ideas fáciles, el pensamiento débil, la mediocridad impuesta y los valores intercambiables de un relativismo en el que sólo tienen solvencia el poder, la comodidad y la supervivencia.

Entre 1914 y 1989, la guerra europea hacinó cadáveres por todos los rincones del continente, condenó a la esclavitud a centenares de millones de europeos, despertó odios y vilezas inimaginables y generó dolor en cantidad e intensidad nunca conocidas. Pero nos legó, además de gestas colectivas conmovedoras, testimonios de la grandeza del ser humano que siempre mantuvieron vivo el mensaje ejemplar del poder único que reside en la conciencia de la persona. A uno de ellos, como ejemplo de la capacidad del individuo de reaccionar contra toda la ponzoña de su formación y entorno y abrazar la causa de la verdad en pleno desierto de la desesperanza, quiero referirme. Cuando Djilas se rebeló contra todo el aparato de mentiras y represión que había ayudado incansablemente a construir durante su vida anterior, era un hombre aislado, un digno indignado, una conciencia que, en su soledad, había decidido nunca volver a ser cómplice de la represión o humillación de ninguna otra conciencia humana.

Hace medio siglo, Djilas, un comunista montenegrino, bregado en la clandestinidad, la guerra y el poder, acostumbrado a matar y a ver morir, dijo ¡Basta ya! Mano derecha de Josip Broz «Tito», miembro de la cúpula comunista de Yugoslavia hasta 1953, tres años más tarde hizo llegar a Nueva York un manuscrito, escrito en el máximo sigilo, que aun hoy conmueve. Era «Nova Klasa». Su ruptura ya se había consumado. Con «La nueva clase» hizo temblar los cimientos del firme andamiaje de la mentira ideológica del comunismo. Y el de aquella izquierda europea que -con la excepción de la socialdemocracia anticomunista que lideró Kurt Schumacher desde el SPD- mantenía su relación de complicidad con las «democracias populares» de los regímenes comunistas. Hay que recordarlo ahora que nuevos experimentadores nos proponen «democracias avanzadas», en Iberoamérica o aquí, con actualizaciones del «antifascismo» frentepopulista y el antioccidentalismo, la fobia antinorteamericana, la agresividad anticatólica o la demanda de limitación de libertades individuales en aras de supuestos derechos colectivos bajo el disfraz de multiculturalismo, el nacionalismo o el «socialismo del siglo XXI».

Leído ahora, el libro de Djilas no revela sino lo después evidenciado por la apertura de archivos de los regímenes comunistas y en toda la bibliografía sobre el totalitarismo comunista que saldría a la luz en décadas posteriores, con joyas como el monumental «Archipiélago Gulag», de Alexandr Solzhenitsin o la novela -tan justamente celebrada en España- «Vida y destino» de Vassili Grossman. Pero en «La nueva clase» estaba por primera vez «todo» lo necesario para entender que el comunismo -y no sólo la desviación estalinista del mismo como había mantenido Nikita Jruschov un año antes en el XX Congreso del PCUS- era, en sí mismo, un terrible error moral y un crimen masivo y sistemático. Desde dentro del sistema, uno de sus prácticos y teóricos más reputados denunciaba la esencia misma del régimen como totalitaria, cleptocrática y asesina en un análisis nunca superado en este medio siglo. Desde la publicación de «La nueva clase» y pese a su celebridad en el exterior -que le salvó de desaparecer para siempre en alguna oscura prisión-, ya no dejaría de entrar y salir de la cárcel hasta la muerte de Tito. Pero nunca volvió a estar solo como lo estaba cuando callaba ante la mentira. En los años que lo traté después de 1988 y hasta 1993, dos años antes de su muerte, Djilas era un anciano sabio respetado y querido por intelectuales y amigos de todo el mundo y por quienes conocían su obra, también sus «Conversaciones con Stalin» y sus magníficas memorias. Pero le debemos ante todo aquel libro que supuso un «misil de verdades» contra el fortín, que se presumía indestructible, del sistema de mentiras del socialismo real. No fue sólo una denuncia inapelable del régimen de injusticia y terror común a todos los estados comunistas habidos antes, durante y después de Stalin. Sigue siendo también una lacerante acusación a todos los cómplices del mismo que durante este medio siglo han ocultado, negado o relativizado los sufrimientos de millones de personas en Europa y otros continentes que cayeron bajo la experimentación social. Gracias al pundonor y la dignidad de supervivientes, investigadores y estadistas, los miserables postulados del «negacionismo» del Holocausto y del nazismo están plenamente desprestigiados en el mundo político e intelectual. No sucede lo mismo con el Gulag y el comunismo. El mismo año en que estallaba aquella «bomba editorial de la verdad» de Djilas, recibía el Premio Nobel Albert Camus, otra víctima de la calumnia generada sistemáticamente por la perversión izquierdista hegemónica en la intelectualidad europea que hace del «antifascismo» un título y del anticomunismo una tara, cuando ambos son, por igual, deber y condición de todo demócrata y humanista.

Ahora, casi veinte años después de la caída del muro de Berlín, vuelven a ser muchos los que consideran que la libertad, la propiedad y la democracia -sin adjetivos- son valores relativos y subordinables a nuevos planes de experimentación social y transformación del individuo. Y no se trata sólo de profesores españoles o cubanos asalariados de Hugo Chávez, populistas indigenistas o entusiastas del castrismo. Cuando dirigentes izquierdistas europeos como Oskar Lafontaine declara pletórico en Madrid que las posibilidades de la izquierda aumentan porque «entre la juventud hay más antiamericanismo que anticomunismo», es que la deriva va más allá de la confusión moral y política del sectarismo y la radicalidad izquierdista que se ha adueñado del socialismo en España. Esta involución de la izquierda hacia el abandono de la socialdemocracia y la reinvención de la felicidad colectiva y de la imposición de una «justicia» superior a la del Estado de Derecho es uno de los fenómenos más graves en la cultura política occidental actual. Son aliados objetivos de los enemigos internos y externos de la sociedad abierta. Las tentaciones de reintentar fórmulas coactivas en aras del supuesto progreso deberían evocar a los demócratas aquella frase de Sigmund Freud, poco antes de huir de los nazis a Londres, que escribía desolado en Viena en 1938: «el progreso parece haberse aliado con la barbarie». Son muchos los que quieren reinventar la historia del siglo XX. Con la misma osadía con que, por cierto, algunos quieren reinventar en España la historia de esta malhadada legislatura. La pérdida de la memoria es el salto decisivo a la pérdida de la libertad. No hace falta leer «1984» de George Orwell para saberlo. Por ello, es necesario recordar con gratitud a quienes desde el pasado nos ayudan a mantener viva la memoria frente al asalto de la mentira.

LA PESADILLA CONSUMADA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 03.01.08


Un dictador que aparece en televisión -como ayer el presidente paquistaní, Pervez Musharraf- para anunciar que pospone unas elecciones anunciadas para dentro de cinco días porque ha perdido el control de la situación, se ha convertido definitivamente en un pelele sin credibilidad alguna, no ya entre la población, sino en los propios cuadros y filas del Ejército y el aparato del Estado. Un golpista y dictador sólo puede justificarse a sí mismo como única alternativa al caos. Ahora hay caos y dictadura. La admisión de esta situación puede ser sólo un artero pretexto para posponer hasta el 18 de febrero unas elecciones que, de haberse celebrado el 8 de enero, habrían supuesto probablemente la desaparición de su partido, la Liga Musulmana Paquistaní. La pretensión del general de reconducir la situación a la normalidad en este plazo de tiempo -principal mensaje de la larga alocución trufada de lamentos, promesas y amenazas- fue una declaración de quiebra total que no hace sino multiplicar las incertidumbres y el resentimiento contra Washington por aceptar la enésima treta de Musharraf. Todo lo peor es posible en estos momentos en Pakistán donde la pesadilla parece consumada después de la muerte, en atentado suicida el pasado 27 de diciembre, de Benazir Bhutto, la candidata del Partido Popular Paquistaní (PPP).

El presidente de una potencia nuclear con 165 millones de habitantes, uno de los focos más activos del fanatismo islamista del planeta, con inmensas tensiones centrífugas, vecino de un Afganistán en el que la OTAN pierde terreno ante talibanes y caudillos, anuncia en discurso televisado que, siete años después de dar un golpe de Estado para establecer el orden y luchar contra el islamismo, ha perdido el control de amplias zonas del país. Mal balance desde luego para él y para los países occidentales -especialmente EE.UU.- que, tapándose la nariz y ante la falta de alternativas, le han apoyado. La estrategia occidental de lograr un acuerdo para una transición ordenada y legitimada hacia un gobierno de cooperación entre la opositora prooccidental Bhutto y el general voló por los aires el 27 de diciembre con los disparos y la bomba que mataron a la ex primera ministra tras el mitin en la ciudad de Rawalpindi. Nadie ha reivindicado el atentado y son muchos los que sospechan del propio Musharraf. Al Qaida niega su autoría, lo que en principio no significa nada. Su interés en lanzar al país al caos general es más que evidente.

Pero tras esta sucinta exposición de la situación sí hay varias conclusiones que hacer y todas dramáticas. La primera se refiere al estado de putrefacción política de Pakistán donde las opciones democráticas han estado siempre marcadas por la rampante corrupción -incluidas las de Bhutto durante su jefatura de Gobierno y la de Nawaz Sharif, el primer ministro depuesto por Musharraf en el golpe de Estado. El hecho de que el PPP de Benazir Bhutto no haya encontrado otro relevo a su líder asesinada que su hijo de 19 años y su marido que cumplió condena por masiva apropiación indebida y tráfico de influencias es un síntoma más de este triste vacío. También ha de alarmar el rotundo fracaso de un gran Ejército y un Estado policial como el paquistaní en combatir al islamismo. A estas alturas nadie duda de la existencia de fuertes sinergias entre el islamismo radical y el aparato del Estado. Musharraf se ha vendido bien en Occidente como único enemigo efectivo del talibanismo afgano y paquistaní, pero mucho indica que ambos se han beneficiado de la existencia del otro y que han actuado como sociedad de intereses. La dictadura y la corrupción generan islamismo igual que el crecimiento de éste fortalece los argumentos de Musharraf para mantener el Estado policial y la dictadura.

Finalmente, hay que destacar una vez más el fracaso de las democracias occidentales en fomentar opciones de prestigio y poder en la región. Con el desprestigio de Occidente crece el desprecio a la democracia en general y la intimidación o la resignación de los demócratas locales. Tras la guerra ganada a los talibanes en Afganistán, la falta de decisión, de presencia militar y medios suficientes han llevado a la OTAN y a las fuerzas democráticas a perder muchos aliados y terreno. Tribus, clanes y gentes en general tienden -no solo allí- a aliarse con los fuertes. Las democracias occidentales parecen empeñadas en demostrar que no tienen voluntad de victoria. Ser aliado nuestro parece ya tan peligroso en algunos rincones que no resulta ilógico que muchos busquen otras lealtades que ofrezcan más garantías.

SANTA RITA Y SAN MAMÉS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 31.12.07


Los alegres y combativos cargos electos de Acción Nacionalista Vasca (ANV), salvados del «Guantánamo electoral» de la ilegalización por el Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, se reunieron ayer en Pamplona para recordar solemnemente a sus benefactores, -el «togamanchada» y su jefe Z-, el dicho aquél de «Santa Rita, Rita». Dicen, y no les falta razón, que ellos no han cambiado en nada en los últimos años y meses y que quienes han de explicar por qué ahora arremeten contra ellos después de haber tenido tantas fiestas en paz son quienes ahora descubren y airean por los cauces habituales unos hechos que conocían perfectamente y acordaron ocultar para mayor gloria del proceso de beatificación de ANV y pacificación de las conciencias del equipo consentidor habitual del presidente y su Fouché cántabro de andar por casa.

ANV se presenta a las elecciones generales y desafía al Gobierno a impedirlo. Aunque el Gobierno saque ahora de bajo la alfombra todo lo que escondió allí hace menos de un año, ETA -es decir, Batasuna, ANV, PCTV y demás aditamentos a la sopa de letras- sabe que la situación generada por el proceso hace virtualmente imposible evitar que la banda terrorista y sus seguidores tengan una lista de candidatos que votar al Congreso de los Diputados. Toda la prisa que quieran tener «bermejos» y «pumpidos» en hacer ahora lo que rechazaban por antidemocrático y entre insultos a la oposición del PP, no servirá para evitar que el nacionalsocialismo vasco tenga diputados, quizás incluso integrados en listas de partidos ya presentes en Madrid.

Los quinientos cargos electos de ANV -a los que ustedes queridos lectores pagan centenares de miles de euros por decisión de su más o menos querido Gobierno- han añadido por tanto otra frase popular a su mensaje. Es esa tan coreada de «todos queremos más y más y más y mucho más». Pamplona es un buen sitio para hacer peña aunque sea durante el solsticio de invierno.

También lo es Elorrio, gran feudo abertzale en el que tocó la Lotería Nacional de España y nadie acaba de devolver un décimo premiado alegando repugnancia a su origen. La Lotería Nacional, miren por dónde, una de las pocas instituciones que aún nos deja intactas el Atila sin caballo llegado de León. En Elorrio, los mismos perros con los mismos collares, hacían el sábado otra parte de esa labor de desafío al Estado de Derecho que hace cuatro años parecía ya ser irreversiblemente parte del pasado. En Pamplona anunciaban su lucha por la presencia en Madrid y hacer así fracasar los esfuerzos del Gobierno de España en intentar revertir e incluso hacer olvidar las consecuencias de sus actos durante la legislatura que concluye. En Elorrio lanzaban su órdago al nacionalismo mayoritario y otrora moderado pero ya muy cerca de la órbita del mensaje radical independentista. Algún cínico podría atribuir el proceso de desprestigio vertiginoso de los defensores del autonomismo a los «esfuerzos integradores» desplegados por socialistas vascos cuyo único enemigo es el PP. Lo cierto es que la acción del «Gobierno de España» primero legitimó al submundo de ETA, después lanzó al nacionalismo a buscar su espacio en la radicalidad ante la deriva «post-constitucional» y «post-estatutaria» del PSE y finalmente ha dinamitado la confianza en el Estado y la constitución en sectores que jamás pensaron adoptar esta opción. Porque cuando Karmele Aierbe decía en Elorrio que «el derecho a decidir» del pueblo vasco es una conquista ya irreversible, en realidad solo repetía palabras del presidente del Gobierno. Si lo dijo Moncloa, podrá ETA estar de acuerdo. ¿O no?

Finalmente tenemos, como otro gran alarde del éxito de la política de cohesión de que alardea con dinero público el Gobierno de Z, el aquelarre contra España que fue el partido de las selecciones vasca y catalana en San Mamés. Allí se unieron en feliz hermandad los antisistema con el «establishment», la «kale borroka» con la corbata Hermés, la herriko taberna y las estrellas Michelín. Estaban gobernantes de dos regímenes que han erigido los nacionalismos para arrebatar la libertad a los españoles que allí discrepen. Con dinero de todos los españoles y con la imprescindible ayuda del «Gobierno de España».

ENTRE MIEDOS Y MENTIRAS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 24.12.07


A punto de fenecer la legislatura moralmente más escuálida y políticamente más tóxica y dañina de la democracia española -difícil es, presidente «Z», hacer tanto daño a las instituciones en tan poco tiempo-, nos surgen patéticos fantasmas del más allá para explicarnos cómo ha sido posible tanto dislate y para decirnos que no ha sido tan grave y lo bien intencionados que estaban algunos, incluso los máximos culpables. Tenían más enjundia y dignidad las explicaciones que dieron sobre sus errores y complicidades gentes amenazadas por la muerte o la tortura en regímenes implacables en el siglo XX que las tristes excusas de esas comparsas del Gobierno de España que han saltado ahora a la palestra para intentar minimizar los efectos demoledores infligidos por el líder al tejido social y al edificio constitucional que juró defender.

Resulta vergonzoso comprobar cómo socialistas, antes serios, previos a la secta, se apresuran ahora, unos en el mundo editorial y en entrevistas, otros con infantil activismo, a intentar engañar a la opinión pública en su cambio de rumbo. Pretenden, a nueve semanas de las elecciones, que la vanguardia del disparate y la radicalidad irresponsable del izquierdismo y la falta de principios, así como la coordinación política con las fuerzas antisistema, transmuten en una decidida y serena defensa del Estado de Derecho. Y -¡sorpresa!- ponen fin a un silencio cómplice y culpable con su hiperactiva defensa de una política antiterrorista efectista que a nadie medianamente lúcido puede hacerle ignorar los inmensos y permanentes daños que a la legitimidad del Estado, al monopolio de la violencia y a la estructura institucional han generado los afanes del Gobierno de coordinar su política con la banda terrorista durante la malhadada legislatura.

Falta de gallardía

Ahora se quieren justificar los que sabían bien los gravísimos perjuicios para el Estado, la seguridad, la igualdad y la dignidad de los españoles que causaba las ambiciones de «Z» y que no tuvieron la gallardía de denunciar. Desde el Gobierno y los despachos del partido «Z». Pero resulta un sarcasmo que todos estos pequeños o altos, flacos u orondos, autosatisfechos o torturados emuladores de Von Papen, que -a diferencia de la tropa de irresponsables adanistas, inventores del mundo y necios natos en torno a Z- sabían como eran los nazis de enfrente, no levantaran la voz una sola vez mientras se producía la inmensa tropelía que nos ha llevado adonde estamos. Y es una triste felonía que ahora, esos socialistas silentes, lloren y acusen de la catástrofe en que nos hallamos al único partido, al PP, que ha mantenido los principios en la lucha antiterrorista que ellos defendieron en su momento. Como algún triste periodista que intenta sin éxito conjurar sus tormentos con insultos a sus colegas, hay socialistas y compañeros de viaje que enferman de mala conciencia ante la situación creada por la organización «Z». Todos tienen miedo a las consecuencias de sus actos. Ante todo a las electorales.

No se puede polemizar con quien no percibe diferencia entre verdad y mentira. La obcecación en la negación de la realidad ha llegado a unos límites enfermizos. El presidente del Gobierno de una democracia civilizada en Europa no se atreve a rodearse de la población si no es filtrada hasta limitarse a sus seguidores incondicionales u obedientes funcionarios. El presidente tiene miedo. A la verdad y a sus ciudadanos. Es tan inútil explicarle los datos obvios del desmoronamiento de la seguridad de los intereses españoles en el exterior como convencer a un estalinista de que los «kulakos» (campesinos) ucranianos morían de inanición y no de entusiasmo por el padrecito del Kremlin.

El balance es claro. Y tiene más que ver con el diván de Freud que con la política adulta de ciudadanos libres en democracia. Es una disfunción. Si un país moderno y sofisticado como España ha caído en manos de Zapatero a nadie debe extrañar que alguien como Suso del Toro escriba en el periódico de mayor difusión. Si políticos otrora respetados se prestan a unirse al escribidor- ujier gallego en su defensa o justificación de la política de destrucción mágica e irracional de nuestro Estado de Derecho, parece casi lógico pensar que habrá millones de españoles dispuestos a continuar el suicidio bajo la mentira y el miedo. Aunque puede, porque a veces sucede, que se resistan la verdad y la decencia.

FOSAS BOLIVARIANAS

Por HERMANN TERTSCH
ABC 20.12.07


Todas las familias tienen sus especiales leyendas, la mayoría de las cuales suelen ser falsas. Entre las muchísimas leyendas de la mía hay una que nos transmite que un familiar, -sepa Judas si era un Iznaga, un Valle, un Lersundi o un Ormaechea, porque nunca me esforzaré por saberlo- murió envenenado por beber la leche que Simón Bolívar tenía que beberse en una reunión en París. Ahora nuestro querido Hugo Chávez, quien ha querido cambiar el curso de la historia y promover a ciertos cadáveres, el de Bolívar, el del Ché y el de Fidel Castro aun trashumante, ha decidido abrir el sarcófago de don Simón para determinar no sólo las causas de la muerte del Unificador sino también su identidad. Los venezolanos y Latinoamérica en general, careciendo de problemas y tediosos como están, agradecerán esta especie de mareo, puzzle y sudoku que les organiza el hombre que, con más dinero, más calamidades ha generado en el continente desde que fue descubierto por España y animó a gentes como los muy españoles vizcaínos de Bolívar a darse una vuelta por aquellas nuevas tierras.

En el Pierre Lachaisse

Volviendo a la leyenda familiar, relata ésta que nuestro pariente murió por Bolívar, al que otros familiares consideraban un detestable separatista y agitador contra la metrópoli española procedente de una aldea cercana a Marquina en Vizcaya, que precisamente lleva su nombre y queda a los pies de la maravillosa colegiata de Cenarruza. Dicen que aquel familiar nuestro está enterrado en el Pierre Lachaisse. No lo he buscado. Bastante susto me llevé en su día, hace bastantes inviernos pero también como ahora en Navidad, cuando me encontré en el cementerio central de Viena -ese camposanto del que dicen los vieneses que es la mitad en superficie que la ciudad suiza de Zurich pero el doble de divertido- una tumba con mi nombre. Perdonen la petulancia pero tengo una sobria tumba en el Zentralfriedhof (cementerio central) de Viena con mi nombre y todo hace suponer que quien está dentro es mi abuelo al que mi padre enterró allí en 1962, descubridor de un inverosímil mineral que se llama tertschita, que se encuentra casi exclusivamente en Turquía y que no sirve para nada más que para ingresar con una referencia en las enciclopedias.

Yo me fío de los enterradores vieneses y agradezco al ayuntamiento de esa magnífica y entrañable ciudad que siga cuidando -desde hace más de cuatro décadas- la tumba de Hermann Tertsch en Viena sin pedirnos a la familia un euro de propina de Pedro Solbes a cambio. El presidente venezolano, sin embargo, parece haber sido poseído por una curiosidad incontrolable por las circunstancias de la muerte de nuestro vizcaíno Bolívar y ha decidido exhumarlo para pedirle el carnet por vía del análisis del ADN e investigar las causas de su muerte. Quizás llegue a la conclusión de que la leche que supuestamente se bebió nuestro pariente fue un hechizo, la muerte oficial de nuestro paisano un mito y los responsables de la desaparición del gran libertador fueron José María Aznar o el Rey de España.

Desentierre a los secuestrados

Lo que es evidente es que Chávez está con serias dificultades para enterrar su proyecto dictatorial para Latinoamérica y que busca desesperadamente fórmulas para convertirlo todo en un entierro clandestino. A punto de enterrar, de veras esta vez, al siniestro sátrapa de La Habana, Chávez ya sabe que ha generado el caos en Venezuela, en Bolivia, en Nicaragua y Ecuador. Pero no ha sabido imponer su orden que era un proyecto liberticida para un continente que se ha resistido con éxito, desde Chile y Brasil, desde la heroica Colombia y los modestos y tímidos gobiernos que se han opuesto callada pero sólidamente al matonismo del castrismo-chavismo armado de petrodólares. No nos desentierre, presidente Chávez, al vizcaíno Bolívar, por favor. Ése puede descansar. Desentierre a todos los secuestrados por los terroristas de las FARC -Ingrid y cientos más- que usted puede liberar porque sabe dónde están en manos de sus secuaces. Y entierre definitivamente sus sueños de enterrar en vida a millones de compatriotas y latinoamericanos en una nueva experimentación social. Millones de tumbas en todos los continentes nos señalan que los inventores de mitos y experimentos con los seres humanos sólo acaban cavando tumbas y fosas comunes.

MENÚ DE ESPAÑA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 17.12.07


No se irriten, ciudadanos. No se atraganten. Aquí no pasa nada. Huyan de catastrofismos y crispaciones. Háganlo ahora en Navidades -perdón, durante el solsticio de invierno- o después, cuando baje la inflación y ETA tome conciencia de que Alfredo Pérez Rubalcaba, ése que no sabía quien roba las armas en Francia y piensa que los zulos y las cartas de extorsión son sólo proyectos, es la «bestia negra» que los ha derrotado.

Al fin y al cabo, casi todo el mundo en este santo país se acostumbra pronto o tarde a tragar de todo y con todo. Aunque sea conejo. Peores bocados se digieren a diario: «Gobierno de España». No tiene ya la menor importancia que el secretario general de Agricultura y Alimentación, un tal Joseph Puxeu, recomiende a los españoles una «carne sana, ligera, muy apetecible y barata» de roedor.

A estas alturas ya la mayoría de los españoles no parecen percibir la falta de respeto de todos y cada uno de los anuncios y consejos que financian con sus impuestos para castigarse y para supuesta mayor gloria de un Gobierno de España que cada vez se asemeja más a una banda convocada por el Tempranillo.

Que la ministra de educación les diga a los padres de familia españoles que los colegios están en el mejor momento de su historia es una mentira casi elegante a estas alturas. El pijerío progresista que lleva a sus hijos a colegios extranjeros o de elite se parten de risa ante las calamidades de la escuela pública, la sistemática dinamitación del futuro personal, intelectual, profesional y académico de los niños obligados a actuar siempre como el peor de la clase.

Que el director general de tráfico, un tal Pere Navarro, que amenaza a los conductores españoles con la cárcel y el control total absoluto y continuo sobre su vida y hacienda, siga en su cargo -y dando consejos sobre conducción- sin haber mostrado la decencia de dimitir tras ser grabado su coche oficial infringiendo masivamente las ordenanzas de tráfico, no parece tampoco crear ningún resquemor. Lo espectacular habría sido el gesto de dignidad de la dimisión o de sus superiores de anunciar su cese. Pero donde no hay demanda carece de sentido la oferta.

Tampoco tiene importancia que el ministro de Interior, el fiscal general y el jefe de la Policía pretendan hacernos creer que los últimos años no han existido. Y que ha sido una obra de sabiduría, perspicacia y firmeza democrática su política de apaciguamiento de la banda terrorista y de sus terminales políticas y financieras -que en muchas otras sociedades democráticas antes homologables a la nuestra se calificaría como pura traición al Estado que juraron defender-. No se trata siquiera ya de lamentar la falta de principios, la demagogia o el posibilismo temerario y la abismal irresponsabilidad dolosa en la defensa de la seguridad de los españoles. Porque los resultados oprobiosos superan, si cabe, la ofensa a la dignidad del Estado y de la ciudadanía.

En Madrid, por donde Chamberí va a encontrarse con Argüelles, hubo dos cementerios muy activos hasta finales del siglo XIX, si no me equivoco. Allí se desarrolló después una colonia chabolista muy dinámica con muchos menos problemas de integración que las promovidas hoy en día por el ministro Caldera del Gobierno de España con su política de inmigración.

A la caza del conejo

Muchos aprovechaban las ruinas de panteones, tumbas y nichos. Allí floreció también la cultura de la caza del conejo con hurones. Se solía practicar debajo de Cuatro Caminos, en la Dehesa de la Villa. No excluyo que, de repetir, este Gobierno de Z,Z,Z por todas sus TVZs y por las cadenas privadas beneficiadas por sus favores o aterradas ante sus represalias, nos recomiende que pongamos «un hurón en nuestra vida», bicho cariñoso, nada facha y cazador de conejos. A unos, como a los cubanos, les dicen desde España, que deben considerarse felices bajo el castrismo y les reprochan que quieran huir a un país que elige a un facha como George Bush. Siempre haciéndo el menú a los demás, los liberticidas.

Hace más de veinte años, un miembro de la Stasi, la policía política de la RDA, que tuvo la desgracia de ser mi escolta y vigilancia con frecuencia, me aseguraba que el miserable coche que producía aquel estado socialista, el Trabant, era más adecuado para sus compatriotas que el Saab con el que yo le metía en tantos aprietos desafiando a los Pere Navarros del régimen aquél.

Ceaucescu pretendía que sus súbditos eran más felices comiendo las pezuñas de cerdo, la única pieza del animal que no exportaba y que por ello los rumanos llamaban «patriotas». «Baja y compra unos patriotas», decía Ceaucescu. Sólo falta la coletilla: Gobierno de España.

LA VERGÜENZA DE ESPAÑA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 13.12.07


Angela Merkel ha vuelto a marcar la diferencia clara frente a aquellos gobernantes en Europa que, con una óptica que procede menos de la «realpolitik» que de un concepto colonial y de desprecio eurocentrista, niega las libertades a los súbditos de regímenes dictatoriales que dicen defender para los ciudadanos propios. Merkel ha anunciado una política hacia Cuba que tendrá muy en cuenta el carácter totalitario del régimen y su trato a presos políticos, disidentes y población en general. Es una buena noticia que, para nuestra vergüenza, aleja aún más a España del núcleo de las democracias europeas. Son muchos los países europeos, especialmente aquellos que han sufrido la dictadura comunista como la República Checa o Polonia, que llevan ya casi cuatro años escandalizados ante la actitud del Gobierno socialista español que actúa como cómplice del castrismo y saboteador de todos los intentos de presionar al régimen cubano a poner fin a su implacable política de represión.

Si Angela Merkel ha sabido impregnar su política exterior con la suficiente carga ética para criticar la represión en gigantes económicos como China y Rusia, y advertir hace unos días en Lisboa al anciano déspota de Zimbabue, Robert Mugabe, que la violación de los derechos humanos y la represión de las libertades sí tienen, y con razón y peso, relevancia en las relaciones internacionales, era lógico que llegara el momento en que se pronunciara sobre Cuba y las miserables condiciones de vida de los presos políticos y toda la ciudadanía cautiva. Es muy triste que hoy la dictadura de La Habana tenga en el Gobierno de España su principal valedor para soslayar sus abusos y evitar represalias ante las tropelías de su policía política y sus escuadrones de matones. Quienes se niegan a galopar sobre el cinismo o a la indolencia frente al dolor ajeno y la persecución política del totalitarismo solo pueden adscribirse al desprecio o a la ira al comprobar, una vez más, el silencio cómplice -contumaz y obsceno- del susodicho «Gobierno de España», que se preocupa en su despilfarro de propaganda por el acné juvenil o los humores en la intimidad y desprecia la agonía de los presos cubanos y el miedo permanente de los disidentes ante la escalada de la represión en Cuba.

La nueva oleada de detenciones en Santiago y La Habana, las renovadas y reforzadas amenazas a aquellos que reclaman dignidad y libertad, no parecen interesar nada al ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, ya con razón considerado en la UE el máximo valedor de la dictadura de Fidel y Raúl Castro. Mientras, nuestro embajador Carlos Alonso Zaldívar, en su día supuesto adalid de la democracia en España desde las filas de un partido comunista que condenaba la dictadura de la URSS, se ha convertido en La Habana en una especie de segunda línea de defensa de la dictadura, que ofende diariamente a la dignidad de los cubanos con su obsequiosidad a la tiranía.

La actitud del Gobierno de España hacia la ciudadanía cubana o hacia la venezolana, donde ha tenido hasta hace poco a un Raúl Morodo de embajador con el mismo cometido de apuntalamiento del proyecto totalitario de experimentación política y social, revela hasta qué punto Zapatero y sus ilusiones son un peligro y no sólo para las aspiraciones de libertad y democracia en el Caribe. Si en España ha dejado claro el talante que prefiere hablar con ETA que con las víctimas, nada más lógico que en La Habana se hable solo con los carceleros que además alimentan bien a algunos de los mayores apologetas periodísticos del nuevo socialismo español. Favores recíprocos, se llama.

Ahora, en un nuevo acto de cinismo, el ministro cubano de Exteriores, Felipe Pérez Roque, dice que Cuba se va a adherir a las convenciones de la ONU de derechos humanos. Es obvio que Moratinos y «Charly» Zaldívar aplaudirán esta enésima farsa. Es evidente que Angela Merkel no se dejará engañar. Y es de desear que Nicolas Sarkozy, ese presidente francés en el que confían los ciudadanos españoles como nunca en sus antecesores, se una al proyecto de demostrar que Europa defiende la libertad en Cuba y no el cómplice de su policía política, su dictadura, sus miserias y mentiras.

LA VOLUNTAD IMPOSTORA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 10.12.07


«En lo económico, tranquilidad. En lo social, seguridad. En lo político, serenidad. En general, asuntos que no dividan». Así sintetiza la estrategia electoral de la organización Z -antes Partido Socialista Obrero Español- uno de los periodistas áulicos en un diario amigo. Pintan bastos en los sondeos y si no se endereza la cosa el pobre Pepiño Blanco podría verse obligado a salir al mercado internacional del trabajo y quizás disputarle a Rodrigo Rato su puesto en Lazard o rivalizar con él desde Goldmann and Sachs o la Banca Oppenheim. Algo parece ya perfilarse claramente -quizás la mejor noticia para la salubridad política nacional- y es que una ya muy posible derrota de Zapatero en las urnas desencadene una catarsis entre los socialistas que haga desaparecer a toda la secta Z en semanas y surgir o resurgir cuadros de mando responsables con una visión general de los intereses de España. No habrá que preguntarles por qué han tolerado en silencio -o con críticas de intimidad o catacumba- una demencial legislatura en la que se ha causado tan inmenso daño -tanto tan gratuito- a las instituciones, a la cohesión nacional, al tejido social, a la convivencia, a la igualdad entre ciudadanos y a la libertad de muchos compatriotas en amplias zonas del territorio nacional. El disfrute del poder inesperado y el miedo a perderlo explican muchas actitudes. La ponzoña lanzada sistemáticamente por la secta contra todo disidente o mero discrepante y su implacable disposición a utilizar su poder en la intimidación de propios y ajenos también ayudan a entenderlo.

Quienes en la primavera del 2004 se lanzaron a provocar y humillar a media España, a despreciar sus valores, inquietudes, creencias, prestigios y dignidades ahora llaman a sus peores insultadores profesionales a abordar solo «asuntos que no dividan». Cabría preguntarles que cuántos de estos asuntos han sobrevivido a sus casi cuatro años de intentos de destruir a la oposición democrática y expulsarla del nuevo régimen, ave fénix de la república inmaculada del abuelo, con que soñaba especialmente el gran arquitecto del universo armónico. Y aun sueña. Está claro que a este presidente sólo le salen bien las cosas que no dependen de su labor, gestión o pensamiento. Z piensa mucho, según confiesa a su muy agradecido hagiógrafo Suso del Toro en un libro demoledor para el personaje como lo han sido otros escritos por sus amigos. La impostura del personaje resulta incontrolable hasta para el halagador más entusiasta.

Materia prima

Hace días me encontré al simpático Suso en la calle Alcalá. Comentando nuestras no pequeñas discrepancias sobre Zapatero, me dijo que él contaba con la ventaja de manejar mucha «materia prima». Es una pena que la inmensa mayoría de los indecisos en estas elecciones no lean el jugo de semejante materia prima. Me atrevo a aventurar que, si así fuera, no habría error de Mariano Rajoy y sus especialistas en ello, que impidiera la mayoría absoluta del Partido Popular. Eso sí, también me atrevo a aventurar que, de ganar Zapatero, el libro de Suso puede acabar siendo asignatura de nuestros hijos y nietos.

Va a ser interesante comprobar como nos van a transmitir la tranquilidad en lo económico aquellos que han tenido que quitar postulados propios del PSOE del presupuesto para financiar extorsiones de sus aliados. Éstos que acaban de gastarse cerca de 70 millones de euros del erario público y una grave concesión para la creación de un Banco Institucional Vasco para evitar que una votación sin mayores consecuencias en el Congreso reprobara a una ministra que a la que la población hace tiempo no reprueba sino desprecia. Mientras cae el poder adquisitivo de todos, el timonel nos cuenta que nos envidian las grandes potencias.

¿Y de ETA qué decir? La legitimación política de su terror está consumada como la radicalización de todas las fuerzas enemigas de la Constitución. Cierto que ahora la organización Z sabe que le conviene utilizar la retórica y la política que tantos insultos le ha granjeado al PP. Pero su política es la que quiso aplicar cuando se veía fuerte. Volverá a ella después de una victoria electoral que considerará un plebiscito de aprobación de su negociación con ETA e intento de destrucción de la oposición democrática.

Estos de la «democracia avanzada» se nos vuelven socialdemócratas a tres meses de las elecciones. No lo son. La vocación impostora de Zapatero tiene ya un monumento imperecedero en el libro de su amigo Suso. El monumento a la secta lo financiamos ahora todos en la obscena campaña electoral del «Gobierno de España». Si fracasa, el PSOE puede volver a ser el partido socialdemócrata nacional con el que recomponer unas bases de convivencia que nunca debieron quedar a merced de gentes como Z y sus «pepiños».

lunes, 19 de mayo de 2014

MLADIC, ENEMIGO ÍNTIMO

Por HERMANN TERTSCH
ABC 27.05.11

VAMOS hoy a olvidar por un momento la farsa en tres actos de «los Borgia en la Casa del Pueblo» por mucho que ya tengamos la primera víctima servidita. Resistiendo a la tentación de narrar crónica de las patéticas piruetas del cadáver aún ambulante que es don José Luis, el eterno adolescente y ya presidente de la nada. No deja de haber cierta poesía de justicia histórica en el hecho de que va a dejar su partido hecho unos perfectos zorros. Hubiera sido intolerable que con la capacidad destructiva demostrada en convertir España en una escombrera, quienes han sido sus jaleadores y cómplices en mil tropelías heredaran un partido indemne. Está ya claro que no será así. Déjenme por tanto olvidar por un rato esa triste astracanada y comentarles un hecho feliz que me alegró ayer el día. Que es la detención del general Ratko Mladic en Serbia. Siempre es bueno que detengan a un asesino fugado y más cuando se trata del mayor criminal de guerra en las listas de busca y captura. Pero esta detención va más allá. El hecho de que fuera detenido en Serbia, en una sociedad donde todavía contaba con una vasta red de colaboradores y admiradores, revela los avances en la calidad democrática de Serbia, que con todas sus dificultades da un paso importantísimo hacia su normalización y confirma el compromiso europeísta de sus autoridades, con el presidente Boris Tadic a la cabeza. Sólo hay que recordar a su antecesor, el presidente Vojislav Kostunica, que hizo lo imposible por cultivar el recelo hacia el Tribunal de La Haya y protegió así a todos los fugitivos. Tras la detención de Mladic, quedan por capturar algunos criminales de aquella guerra. Pero ningún miembro del triunvirato del crimen formado por Milosevic, Karadzic y Mladic queda ya impune. Y ese es el principal mensaje que ayudará a la sociedad serbia a cerrar aquella negra página de su historia.


Ahora con todos contentos con su detención convendría recordar algunos hechos del comienzo de la carrera criminal de Mladic. Yo pasé los primeros años de la guerra en el escenario de sus crímenes. Sus atrocidades nos cambiaron a muchos. Él fue nuestro enemigo más íntimo. Recuerdo bien la devoción que le tenían las tropas serbias, desde los reclutas más ingenuos a los paramilitares más feroces. Presencié muchas de sus hazañas. Conté cadáveres destrozados por metralla o mutilados a cuchillo en ciudades y aldeas. Y asistí al drama de las víctimas. Fue en los años previos a la matanza de Srebrenica. Allí Mladic liquidó más de 7.000 hombres, ancianos y adolescentes musulmanes. Hasta entonces, la UE había hecho el permanente ridículo en negociaciones con un Mladic al que elogiaba como interlocutor fiable. También confiaban en Milosevic. Muchas veces comparé aquello con la vergüenza del Tratado de las democracias europeas con Hitler en Múnich en 1938. Se cedía continuamente a las pretensiones del criminal en la esperanza de aplacarlo. Lo único que se conseguía era aumentar su voracidad y su desprecio a nuestra ceguera y cobardía. Quienes denunciamos las matanzas de Mladic fuimos acusados de demonizar a «la nación serbia». No condenábamos a los serbios sino la política criminal que se hacía en su nombre. Lo cierto es que Milosevic y Mladic gozaron del mismo apoyo popular en su aventura genocida que medio siglo antes había tenido Hitler en Alemania. Sólo la fuerza y determinación de EE.UU., una vez más, lograron parar aquello. Después de Srebrenica. Es bueno recordarlo ahora aquí en España cuando algunos dicen que 300.000 votos en una región española legitiman una opción criminal. Mladic, y por supuesto Hitler, tenían muchos más votos que Bildu.