ABC 13.12.07
Angela Merkel ha vuelto a marcar la diferencia clara frente
a aquellos gobernantes en Europa que, con una óptica que procede menos de la
«realpolitik» que de un concepto colonial y de desprecio eurocentrista, niega
las libertades a los súbditos de regímenes dictatoriales que dicen defender
para los ciudadanos propios. Merkel ha anunciado una política hacia Cuba que
tendrá muy en cuenta el carácter totalitario del régimen y su trato a presos
políticos, disidentes y población en general. Es una buena noticia que, para
nuestra vergüenza, aleja aún más a España del núcleo de las democracias
europeas. Son muchos los países europeos, especialmente aquellos que han
sufrido la dictadura comunista como la República Checa o Polonia, que llevan ya
casi cuatro años escandalizados ante la actitud del Gobierno socialista español
que actúa como cómplice del castrismo y saboteador de todos los intentos de
presionar al régimen cubano a poner fin a su implacable política de represión.
Si
Angela Merkel ha sabido impregnar su política exterior con la suficiente carga
ética para criticar la represión en gigantes económicos como China y Rusia, y
advertir hace unos días en Lisboa al anciano déspota de Zimbabue, Robert
Mugabe, que la violación de los derechos humanos y la represión de las
libertades sí tienen, y con razón y peso, relevancia en las relaciones
internacionales, era lógico que llegara el momento en que se pronunciara sobre
Cuba y las miserables condiciones de vida de los presos políticos y toda la
ciudadanía cautiva. Es muy triste que hoy la dictadura de La Habana tenga en el
Gobierno de España su principal valedor para soslayar sus abusos y evitar
represalias ante las tropelías de su policía política y sus escuadrones de
matones. Quienes se niegan a galopar sobre el cinismo o a la indolencia frente
al dolor ajeno y la persecución política del totalitarismo solo pueden
adscribirse al desprecio o a la ira al comprobar, una vez más, el silencio
cómplice -contumaz y obsceno- del susodicho «Gobierno de España», que se
preocupa en su despilfarro de propaganda por el acné juvenil o los humores en
la intimidad y desprecia la agonía de los presos cubanos y el miedo permanente
de los disidentes ante la escalada de la represión en Cuba.
La
nueva oleada de detenciones en Santiago y La Habana, las renovadas y reforzadas
amenazas a aquellos que reclaman dignidad y libertad, no parecen interesar nada
al ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, ya con
razón considerado en la UE el máximo valedor de la dictadura de Fidel y Raúl
Castro. Mientras, nuestro embajador Carlos Alonso Zaldívar, en su día supuesto
adalid de la democracia en España desde las filas de un partido comunista que
condenaba la dictadura de la URSS, se ha convertido en La Habana en una especie
de segunda línea de defensa de la dictadura, que ofende diariamente a la
dignidad de los cubanos con su obsequiosidad a la tiranía.
La
actitud del Gobierno de España hacia la ciudadanía cubana o hacia la
venezolana, donde ha tenido hasta hace poco a un Raúl Morodo de embajador con
el mismo cometido de apuntalamiento del proyecto totalitario de experimentación
política y social, revela hasta qué punto Zapatero y sus ilusiones son un
peligro y no sólo para las aspiraciones de libertad y democracia en el Caribe.
Si en España ha dejado claro el talante que prefiere hablar con ETA que con las
víctimas, nada más lógico que en La Habana se hable solo con los carceleros que
además alimentan bien a algunos de los mayores apologetas periodísticos del
nuevo socialismo español. Favores recíprocos, se llama.
Ahora,
en un nuevo acto de cinismo, el ministro cubano de Exteriores, Felipe Pérez
Roque, dice que Cuba se va a adherir a las convenciones de la ONU de derechos
humanos. Es obvio que Moratinos y «Charly» Zaldívar aplaudirán esta enésima
farsa. Es evidente que Angela Merkel no se dejará engañar. Y es de desear que
Nicolas Sarkozy, ese presidente francés en el que confían los ciudadanos
españoles como nunca en sus antecesores, se una al proyecto de demostrar que
Europa defiende la libertad en Cuba y no el cómplice de su policía política, su
dictadura, sus miserias y mentiras.
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