ABC 10.12.07
«En lo económico, tranquilidad. En lo social, seguridad. En
lo político, serenidad. En general, asuntos que no dividan». Así sintetiza la
estrategia electoral de la organización Z -antes Partido Socialista Obrero
Español- uno de los periodistas áulicos en un diario amigo. Pintan bastos en
los sondeos y si no se endereza la cosa el pobre Pepiño Blanco podría verse
obligado a salir al mercado internacional del trabajo y quizás disputarle a
Rodrigo Rato su puesto en Lazard o rivalizar con él desde Goldmann and Sachs o
la Banca Oppenheim. Algo parece ya perfilarse claramente -quizás la mejor
noticia para la salubridad política nacional- y es que una ya muy posible
derrota de Zapatero en las urnas desencadene una catarsis entre los socialistas
que haga desaparecer a toda la secta Z en semanas y surgir o resurgir cuadros
de mando responsables con una visión general de los intereses de España. No
habrá que preguntarles por qué han tolerado en silencio -o con críticas de
intimidad o catacumba- una demencial legislatura en la que se ha causado tan
inmenso daño -tanto tan gratuito- a las instituciones, a la cohesión nacional,
al tejido social, a la convivencia, a la igualdad entre ciudadanos y a la
libertad de muchos compatriotas en amplias zonas del territorio nacional. El
disfrute del poder inesperado y el miedo a perderlo explican muchas actitudes.
La ponzoña lanzada sistemáticamente por la secta contra todo disidente o mero
discrepante y su implacable disposición a utilizar su poder en la intimidación
de propios y ajenos también ayudan a entenderlo.
Quienes en la primavera del 2004 se lanzaron a provocar y
humillar a media España, a despreciar sus valores, inquietudes, creencias,
prestigios y dignidades ahora llaman a sus peores insultadores profesionales a
abordar solo «asuntos que no dividan». Cabría preguntarles que cuántos de estos
asuntos han sobrevivido a sus casi cuatro años de intentos de destruir a la
oposición democrática y expulsarla del nuevo régimen, ave fénix de la república
inmaculada del abuelo, con que soñaba especialmente el gran arquitecto del
universo armónico. Y aun sueña. Está claro que a este presidente sólo le salen
bien las cosas que no dependen de su labor, gestión o pensamiento. Z piensa
mucho, según confiesa a su muy agradecido hagiógrafo Suso del Toro en un libro
demoledor para el personaje como lo han sido otros escritos por sus amigos. La
impostura del personaje resulta incontrolable hasta para el halagador más
entusiasta.
Materia prima
Hace días me encontré al simpático Suso en la calle Alcalá.
Comentando nuestras no pequeñas discrepancias sobre Zapatero, me dijo que él
contaba con la ventaja de manejar mucha «materia prima». Es una pena que la
inmensa mayoría de los indecisos en estas elecciones no lean el jugo de
semejante materia prima. Me atrevo a aventurar que, si así fuera, no habría
error de Mariano Rajoy y sus especialistas en ello, que impidiera la mayoría
absoluta del Partido Popular. Eso sí, también me atrevo a aventurar que, de
ganar Zapatero, el libro de Suso puede acabar siendo asignatura de nuestros
hijos y nietos.
Va a ser interesante comprobar como nos van a transmitir la
tranquilidad en lo económico aquellos que han tenido que quitar postulados
propios del PSOE del presupuesto para financiar extorsiones de sus aliados.
Éstos que acaban de gastarse cerca de 70 millones de euros del erario público y
una grave concesión para la creación de un Banco Institucional Vasco para
evitar que una votación sin mayores consecuencias en el Congreso reprobara a
una ministra que a la que la población hace tiempo no reprueba sino desprecia.
Mientras cae el poder adquisitivo de todos, el timonel nos cuenta que nos
envidian las grandes potencias.
¿Y de ETA qué decir? La legitimación política de su terror
está consumada como la radicalización de todas las fuerzas enemigas de la Constitución.
Cierto que ahora la organización Z sabe que le conviene utilizar la retórica y
la política que tantos insultos le ha granjeado al PP. Pero su política es la
que quiso aplicar cuando se veía fuerte. Volverá a ella después de una victoria
electoral que considerará un plebiscito de aprobación de su negociación con ETA
e intento de destrucción de la oposición democrática.
Estos de la «democracia avanzada» se nos vuelven
socialdemócratas a tres meses de las elecciones. No lo son. La vocación
impostora de Zapatero tiene ya un monumento imperecedero en el libro de su
amigo Suso. El monumento a la secta lo financiamos ahora todos en la obscena
campaña electoral del «Gobierno de España». Si fracasa, el PSOE puede volver a
ser el partido socialdemócrata nacional con el que recomponer unas bases de
convivencia que nunca debieron quedar a merced de gentes como Z y sus «pepiños».
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