ABC 31.12.07
Los alegres y combativos cargos electos de Acción
Nacionalista Vasca (ANV), salvados del «Guantánamo electoral» de la
ilegalización por el Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, se
reunieron ayer en Pamplona para recordar solemnemente a sus benefactores, -el
«togamanchada» y su jefe Z-, el dicho aquél de «Santa Rita, Rita». Dicen, y no
les falta razón, que ellos no han cambiado en nada en los últimos años y meses
y que quienes han de explicar por qué ahora arremeten contra ellos después de
haber tenido tantas fiestas en paz son quienes ahora descubren y airean por los
cauces habituales unos hechos que conocían perfectamente y acordaron ocultar
para mayor gloria del proceso de beatificación de ANV y pacificación de las
conciencias del equipo consentidor habitual del presidente y su Fouché cántabro
de andar por casa.
ANV se
presenta a las elecciones generales y desafía al Gobierno a impedirlo. Aunque
el Gobierno saque ahora de bajo la alfombra todo lo que escondió allí hace
menos de un año, ETA -es decir, Batasuna, ANV, PCTV y demás aditamentos a la
sopa de letras- sabe que la situación generada por el proceso hace virtualmente
imposible evitar que la banda terrorista y sus seguidores tengan una lista de
candidatos que votar al Congreso de los Diputados. Toda la prisa que quieran
tener «bermejos» y «pumpidos» en hacer ahora lo que rechazaban por
antidemocrático y entre insultos a la oposición del PP, no servirá para evitar
que el nacionalsocialismo vasco tenga diputados, quizás incluso integrados en listas
de partidos ya presentes en Madrid.
Los
quinientos cargos electos de ANV -a los que ustedes queridos lectores pagan
centenares de miles de euros por decisión de su más o menos querido Gobierno-
han añadido por tanto otra frase popular a su mensaje. Es esa tan coreada de
«todos queremos más y más y más y mucho más». Pamplona es un buen sitio para
hacer peña aunque sea durante el solsticio de invierno.
También
lo es Elorrio, gran feudo abertzale en el que tocó la Lotería Nacional de
España y nadie acaba de devolver un décimo premiado alegando repugnancia a su
origen. La Lotería Nacional, miren por dónde, una de las pocas instituciones
que aún nos deja intactas el Atila sin caballo llegado de León. En Elorrio, los
mismos perros con los mismos collares, hacían el sábado otra parte de esa labor
de desafío al Estado de Derecho que hace cuatro años parecía ya ser
irreversiblemente parte del pasado. En Pamplona anunciaban su lucha por la
presencia en Madrid y hacer así fracasar los esfuerzos del Gobierno de España
en intentar revertir e incluso hacer olvidar las consecuencias de sus actos
durante la legislatura que concluye. En Elorrio lanzaban su órdago al
nacionalismo mayoritario y otrora moderado pero ya muy cerca de la órbita del
mensaje radical independentista. Algún cínico podría atribuir el proceso de
desprestigio vertiginoso de los defensores del autonomismo a los «esfuerzos
integradores» desplegados por socialistas vascos cuyo único enemigo es el PP.
Lo cierto es que la acción del «Gobierno de España» primero legitimó al
submundo de ETA, después lanzó al nacionalismo a buscar su espacio en la
radicalidad ante la deriva «post-constitucional» y «post-estatutaria» del PSE y
finalmente ha dinamitado la confianza en el Estado y la constitución en
sectores que jamás pensaron adoptar esta opción. Porque cuando Karmele Aierbe
decía en Elorrio que «el derecho a decidir» del pueblo vasco es una conquista
ya irreversible, en realidad solo repetía palabras del presidente del Gobierno.
Si lo dijo Moncloa, podrá ETA estar de acuerdo. ¿O no?
Finalmente tenemos, como otro gran alarde del éxito de la
política de cohesión de que alardea con dinero público el Gobierno de Z, el
aquelarre contra España que fue el partido de las selecciones vasca y catalana
en San Mamés. Allí se unieron en feliz hermandad los antisistema con el
«establishment», la «kale borroka» con la corbata Hermés, la herriko taberna y
las estrellas Michelín. Estaban gobernantes de dos regímenes que han erigido
los nacionalismos para arrebatar la libertad a los españoles que allí
discrepen. Con dinero de todos los españoles y con la imprescindible ayuda del
«Gobierno de España».
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