miércoles, 28 de mayo de 2014

DE LLOROS Y GANAS DE GANAR

Por HERMANN TERTSCH
ABC 21.01.08


El «consejo del enemigo» -ese ejercicio del buenismo tan hipócrita como a la postre pendenciero- ha tenido horas estelares esta pasada semana. Siempre pasa que, cuando la peor izquierda pisa el acelerador de la intoxicación, los complejos de la derecha liberal y conservadora, del centro razonable y racional de este país, imponen a la postre planteamientos que conllevan toda la dosis intimidatoria, chantajista y totalitaria de quienes se proclaman adalides de una autoridad moral que la historia les disputa con rotundidad y pruebas. Si algo debiera preocupar al magnífico gestor y brillante político que es Alberto Ruiz Gallardón, son los elogios, las zalamerías y las lágrimas de cocodrilo que le han dedicado quienes, al tiempo que lo hacían, declaraban de nuevo su guerra total al partido nacional que representa él en la capital de España, a sus electores, que son casi media España y a todos los principios que ha defendido siempre. Su presencia ayer en un acto del PP demuestra que más allá de ambiciones legítimas, el principal partido de la oposición tiene todos los mimbres para ofrecer a la sociedad una propuesta basada en la vocación de servicio y el mejor patriotismo e imponer en las urnas su máxima prioridad actual que es convertir a Zapatero en un triste paréntesis de la historia de la democracia española.

La voluntad de ganar desde la libertad y el respeto al individuo que declaró necesaria Gallardón tras la victoria en las municipales es hoy imprescindible para la democracia española. Por eso dicha voluntad de victoria debe imponerse a quienes en el centro-derecha se lloran a sí mismos y creen que para ganar en las urnas hay que adaptarse al terreno viscoso y vil de Zapatero. Cierta derecha lastimera debiera saber que quien nos gobierna se enternece más con los lloros de sus izquierdistas descarriados de ETA que con la emoción de los demócratas no izquierdistas.

Gallardón se refirió -tras la victoria municipal- a la prioridad de convertir en anomalía una legislatura catastrófica. Ahora ha adquirido un protagonismo, en gran medida otorgado por quienes lo quieren liquidar a él tanto como a sus compañeros de partido, que debe usar con contundencia. Y lo debe hacer dentro del único partido que en España ha defendido en los últimos cuatro años la democracia basada en la cultura de la transición, en la firmeza frente al terrorismo y la tergiversación, en la libertad individual, en la solidaridad entre españoles y, ante todo, en un pacto contra la mentira. Con la entrada de Manuel Pizarro en la dirección del partido se han mezclado de nuevo las cartas ante el envite electoral. La dirección zapateril de los socialistas, esa secta mezcla de socialismo caribeño, «New Age», magia tonta y analfabetismo funcional hiperactivo ha entrado en pánico. Pizarro puede estar sumamente orgulloso que le dirijan los cañones de su artillería «Berta» de difamación que cada vez mezclan más mentira con rabia.

Gallardón tiene que utilizar todas sus probadas dotes de comunicador para dejar claro a los artilleros de la secta izquierdista que quiere acabar con la alternancia política en España que él no es ni será nunca su munición. Cuando te elogian personajes siniestros como Rosa Regás, te jalean los coros mediáticos y la soldadesca del revanchismo de Ferraz y te encumbran miembros de un Gobierno que reactivan con virulencia los esfuerzos por expulsar a tu partido del sistema, lo tachan de «integrista» y le discuten el derecho democrático de fiscalizar al Gobierno, es evidente que ha cundido un malentendido que hay que despejar de una vez por todas. Gallardón puede ser clave en la victoria de su partido con Rajoy, con Pizarro y toda su dirección. Para evitar la pesadilla de otra legislatura en manos de la secta, de daños ya con seguridad irreversibles.

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