ABC 20.12.07
Todas las familias tienen sus especiales leyendas, la
mayoría de las cuales suelen ser falsas. Entre las muchísimas leyendas de la
mía hay una que nos transmite que un familiar, -sepa Judas si era un Iznaga, un
Valle, un Lersundi o un Ormaechea, porque nunca me esforzaré por saberlo- murió
envenenado por beber la leche que Simón Bolívar tenía que beberse en una
reunión en París. Ahora nuestro querido Hugo Chávez, quien ha querido cambiar
el curso de la historia y promover a ciertos cadáveres, el de Bolívar, el del
Ché y el de Fidel Castro aun trashumante, ha decidido abrir el sarcófago de don
Simón para determinar no sólo las causas de la muerte del Unificador sino también su identidad. Los venezolanos y Latinoamérica en general, careciendo de
problemas y tediosos como están, agradecerán esta especie de mareo, puzzle y
sudoku que les organiza el hombre que, con más dinero, más calamidades ha
generado en el continente desde que fue descubierto por España y animó a gentes
como los muy españoles vizcaínos de Bolívar a darse una vuelta por aquellas
nuevas tierras.
En el Pierre Lachaisse
Volviendo a la leyenda familiar, relata ésta que nuestro
pariente murió por Bolívar, al que otros familiares consideraban un detestable
separatista y agitador contra la metrópoli española procedente de una aldea
cercana a Marquina en Vizcaya, que precisamente lleva su nombre y queda a los
pies de la maravillosa colegiata de Cenarruza. Dicen que aquel familiar nuestro
está enterrado en el Pierre Lachaisse. No lo he buscado. Bastante susto me
llevé en su día, hace bastantes inviernos pero también como ahora en Navidad,
cuando me encontré en el cementerio central de Viena -ese camposanto del que
dicen los vieneses que es la mitad en superficie que la ciudad suiza de Zurich
pero el doble de divertido- una tumba con mi nombre. Perdonen la petulancia
pero tengo una sobria tumba en el Zentralfriedhof (cementerio central) de Viena
con mi nombre y todo hace suponer que quien está dentro es mi abuelo al que mi
padre enterró allí en 1962, descubridor de un inverosímil mineral que se llama
tertschita, que se encuentra casi exclusivamente en Turquía y que no sirve para
nada más que para ingresar con una referencia en las enciclopedias.
Yo me fío de los enterradores vieneses y agradezco al ayuntamiento
de esa magnífica y entrañable ciudad que siga cuidando -desde hace más de
cuatro décadas- la tumba de Hermann Tertsch en Viena sin pedirnos a la familia
un euro de propina de Pedro Solbes a cambio. El presidente venezolano, sin
embargo, parece haber sido poseído por una curiosidad incontrolable por las
circunstancias de la muerte de nuestro vizcaíno Bolívar y ha decidido exhumarlo
para pedirle el carnet por vía del análisis del ADN e investigar las causas de
su muerte. Quizás llegue a la conclusión de que la leche que supuestamente se
bebió nuestro pariente fue un hechizo, la muerte oficial de nuestro paisano un
mito y los responsables de la desaparición del gran libertador fueron José
María Aznar o el Rey de España.
Desentierre a los secuestrados
Lo que es evidente es que Chávez está con serias
dificultades para enterrar su proyecto dictatorial para Latinoamérica y que
busca desesperadamente fórmulas para convertirlo todo en un entierro
clandestino. A punto de enterrar, de veras esta vez, al siniestro sátrapa de La
Habana, Chávez ya sabe que ha generado el caos en Venezuela, en Bolivia, en
Nicaragua y Ecuador. Pero no ha sabido imponer su orden que era un proyecto
liberticida para un continente que se ha resistido con éxito, desde Chile y
Brasil, desde la heroica Colombia y los modestos y tímidos gobiernos que se han
opuesto callada pero sólidamente al matonismo del castrismo-chavismo armado de
petrodólares. No nos desentierre, presidente Chávez, al vizcaíno Bolívar, por
favor. Ése puede descansar. Desentierre a todos los secuestrados por los
terroristas de las FARC -Ingrid y cientos más- que usted puede liberar porque
sabe dónde están en manos de sus secuaces. Y entierre definitivamente sus
sueños de enterrar en vida a millones de compatriotas y latinoamericanos en una
nueva experimentación social. Millones de tumbas en todos los continentes nos
señalan que los inventores de mitos y experimentos con los seres humanos sólo
acaban cavando tumbas y fosas comunes.
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