ABC 07.08.08
ODÓN Elorza, alcalde y espíritu del San Sebastián de ahora,
ha sacado, una vez más, su vena combativa contra todos los males que puedan
acechar a la bonhomía donostiarra. Puntualmente en vísperas de la Semana
Grande, le quiere dejar meridianamente claro al mundo que le observa que esa
sociedad otrora urbana que él preside, la donostiarra, tiene coraje sobrado
para lanzar, sin miedo ni titubeo, una seria advertencia al terrorista y
conciudadano Juan Ignacio de Juana Chaos. Y Elorza ha sido muy claro: queremos
que Iñaki sea de los nuestros pero ha de comportarse un poco. Así, con seriedad
y sin tapujos. Es como hacen las cosas los enhiestos que, eso sí, jamás caerán
en el enfrentamiento sin sentido, en la crispación ni en los aspavientos de
quienes sólo buscan reventarnos el buen ambiente, aquí en la ciudad más bonita
del mundo, tan civilizada, esta Donostia.
Implacable con De Juana, don Odón. Le conmina a un cambio de
actitud, algún gesto cariñoso, se supone, o tierno ademán, no se sabe hacia
quién. Pero sí está claro para qué. Se trata de consumar lo que el alcalde
socialista parece desear más que nada y nadie: que «el represaliado político
number one», recién llegado de Aranjuez a Amara, se convierta en símbolo de la
reconciliación entre donostiarras. Asesinos y tullidos, viudas y delincuentes
politizados, pistoleros y bañistas, vivos, muertos y muertos en vida, todos
juntos de nuevo bajo el amable patronazgo de don Odón, en el gran balneario de
la Belle Epoque. Si reflexionamos sin acritud -siempre sin acritud, que es lo
que nos pide el alcalde- todos deberíamos coincidir en que la imagen de De
Juana frente a la Perla de la Concha es el mejor cartel para la promoción de
unas fiestas en las que siempre gritan unos y callan otros. Y Odón las celebra
como gran ceremonia de la armonía y el «jatorrismo» del buen beber.
Nadie vaya a creer que es una casualidad que Elorza sea alcalde de San Sebastián desde hace diecisiete años. Con tanto enemigo asustado -es verdad que con razón ante conciudadanos tipo De Juana o estilo Juan de Bilbao-, y tanto cómplice envalentonado, sabiéndole a él tan cercano, Odón, el pequeño Napoleón donostiarra, ha consumado la conversión/perversión de una gran ciudad española cosmopolita en un zarrapastroso mercadillo aldeano dominado por el miedo. Algunos ilusos llevarán años o quizá lustros preguntándose: ¿cómo, por Jaungoikoa, los nacionalistas pueden hacer de Bilbao una ciudad medianamente abierta y don Odón convertir San Sebastián en territorio de guetos con vocación de caserío? Pregúntenle a él. Por sus amistades y simpatías. Acaba de proclamar la voluntad de integración de un asesino irredento. Los que han tenido que irse, huyendo, son muchos más, pero sin sitio en la agenda de consejos de don Odón.
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