jueves, 5 de marzo de 2015

EL NAUFRAGIO MORAL

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  19.03.09


Llegan tiempos muy revueltos y peligrosos. Llegan momentos en los que quienes tenemos hijos añoramos otros tiempos pasados menos violentos, miserables y lacayos para educarlos y soltarlos a la vida. Eso ya es un síntoma alarmante. Incluso quienes no somos devotos de la beatería del progreso ni de la niñatería del buenismo teníamos cierta confianza en que nuestro futuro tuviera una cierta continuidad en la construcción de una convivencia en seguridad. Creo que hoy ya podemos decir que esto es un sueño fracasado. Y que, como los ciudadanos de Roma en el siglo V, si hubieran sido avisados de la llegada de la Edad Media, debemos ir adoptándonos a unas condiciones que tienen mucho más que ver con la supervivencia que con el bienestar.
Es triste, muy cierto, que hayamos sufrido un siglo veinte plagado de iras y monstruosidades y después sólo hayamos sido capaces de estar un medio siglo a salvo de los peores instintos del ser humano. Muchos estaban convencidos de que habíamos logrado un escalón superior en el que la tolerancia, la inteligencia y la creatividad serían los motores de nuestra vida común en un planeta cada vez más habitado. No va a ser así. Se lo asegura este agorero. Entramos en zonas oscuras e inciertas. En las que gentes como los adolescentes que se confabulan para matar a una niña en Sevilla van a tener la misma o mayor autoridad que cualquier persona decente, toda la impunidad y la máxima soberbia. Entramos en una era de precariedad en la que nadie podrá sentirse seguro porque hasta los estados de mayor prestigio y tradición en la defensa de sus ciudadanos muestran síntomas de estados fallidos.
No seré yo quién se deje derrotar por esos nubarrones que amenazan nuestra forma de vida. A cierta edad, nuestro proyecto vital siempre está vinculado a quienes nos suceden y queremos. A quienes amamos y suponemos herederos de las virtudes que hemos defendido, siempre en lucha con nuestros pecados, con los inmensos errores que todos cometemos. Comprendidos éstos, aceptados y acatadas sus consecuencias, siempre hemos de estar mirando hacia la esperanza. Pero hay muchas razones para que algunos nos sintamos como Joseph Roth o Stefan Zweig, viendo cómo se desmorona el mundo que amamos y cómo surge una plaga parda que nos invade e inunda y destruye lo que consideramos bello, bueno y auténtico. Muchos errores se han cometido para que volvamos a tener, nosotros tan confiados, jóvenes que matan no ya por pasión sino casi por desidia. No son el Raskólnikov de Dostoievski sino unos tristes pasotas semianalfabetos que creen tanto en la vida humana, en la sagrada vida humana, como esa chiquilla andaluza que se llama Bibiana Aído. Que por cierto es la ministra de la Nada de todos Ustedes. Así, entre casos como el que revela esa siniestra trama de Sevilla en la que la mala educación ha creado una mafia de monstruos, se produce esa deriva que nos despoja de todo lo que merece cultivarse. De todo lo por lo que merece morir o matar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario