ABC 27.12.07
Ahora ya lo sabemos. Porque ese es el mensaje. Los cientos
de ciudadanos colombianos secuestrados y sometidos a condiciones de vida
infrahumanas en la jungla por el terrorismo de las FARC están en semejante
situación por responsabilidad exclusiva del presidente de Colombia, Álvaro
Uribe y su Gobierno democrático y prooccidental. Chávez se encargó ayer de
explicárnoslo en multitudinaria conferencia de prensa tras varios días de
silencio insólito en él. En los últimos días había hecho mutis hasta de su arenga
televisiva «Aló presidente». Pero nadie crea que se debía a que finalmente
había hecho caso al Rey de España. Sólo calló en aras de un silencio calculado
para un efecto mediático plenamente eficaz. Su sentencia inundó ayer como
titular los periódicos digitales y los informativos de radio y televisión. «Lo
único que nos falta -para la liberación- es la autorización de Colombia», Ayer
Chávez nos explicó que los tres ciudadanos colombianos secuestrados por las
FARC, cuya liberación lleva anunciando semanas -entre ellas Clara Rojas, la
compañera de candidatura presidencial de la también secuestrada Ingrid
Betancourt, su hijo y la excongresista Consuelo González-, serán liberadas por
sus torturadores en cuanto Uribe quiera. «Chávez dice que sólo falta el permiso
de Uribe para liberar a tres rehenes de las FARC», reza la proclama incluso de
medios poco sospechosos de complicidad con la sociedad de intereses de los
terroristas de las FARC con el presidente venezolano.
En manos de Uribe
En el caso de Chávez hay que ser muy Moratinos para creer en la buena fe de nuestro golpista bolivariano y no tener en cuenta la inmensa sociedad que han tenido la suerte las FARC de fundar gracias al chavismo en su «hinterland» venezolano, para mayor gloria, prosperidad y efectividad de su narcotráfico, terrorismo e intentos de expansión ideológica.
En Uribe se han topado los terroristas, los narcos y los guevaristas y bolivarianos de nueva generación, todos ellos en unión, con un estadista que les ha hecho frente siempre y con un éxito encomiable. Jamás se lo perdonarán. Y ha sido así pese a la lamentable desidia de Washington en su defensa de los Gobiernos democráticos y amigos en Latinoamérica de los que es el máximo representante. Y pese a la nefasta actitud de tantos Gobiernos europeos ciegos o cautivos de la retórica y mentirosa épica izquierdista que aun presenta a las FARC como una noble guerrilla alzada en armas contra la injusticia. Vergüenza debiera dar a los demócratas a ambos lados del Atlántico norte y sur lo sólo que en ocasiones ha estado Colombia en su lucha contra el terrorismo. Las grandes democracias latinoamericanas sí deberían -Brasil, Chile, México, también Argentina- saber lo mucho que le deben a Colombia por su firme oposición a que el terror y el matonismo, financiado con petróleo y drogas, se extiendan por el continente y pongan en peligro su existencia. Quizás cuando lean estas líneas estén felizmente libres los tres secuestrados. Quizás no. Miles de secuestrados en Latinoamérica por el terrorismo y las mafias seguirán en cautiverio. Nadie olvide que no los secuestró Uribe sino los aliados del falso mediador mediático.
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