ABC 24.01.08
El presidente colombiano, Álvaro Uribe, ha recibido plenas
garantías de Javier Solana de que los narcoterroristas de las FARC seguirán en
la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea. La noticia puede
parecer un disparate. ¿En qué sano juicio cabía la posibilidad de que la mayor
unión de democracias del mundo se planteara el dejar de considerar terroristas
a una inmensa banda de narcotraficantes y asesinos que mantienen secuestrados y
en permanente tortura a centenares de ciudadanos inocentes colombianos y
extranjeros? ¿Quién, salvo los propios terroristas de las FARC o su cada vez
menos disimulado cómplice que es el presidente venezolano, Hugo Chávez, podría
tener la peregrina idea de reclamar el reconocimiento de esa banda sanguinaria
como «fuerza combatiente» en práctica equiparación política, militar y moral
con el Estado democrático de Colombia? Semejante idea, incalificable por su
perversión de todos los principios básicos de la democracia y las leyes
internacionales, debería haber sido desechada nada más ser formulada por el
ínclito Chávez como una intolerable afrenta a la Unión Europea y un disparate
que no merecía ser discutido. Sin embargo, al parecer para algunos no debía ser
tan demencial ya que Javier Solana, consideró adecuado anunciar que los
terroristas seguirán siéndolo a ojos de la UE. Ha sido necesaria esta
manifestación explícita de «pleno apoyo» para aliviar los temores del
presidente colombiano.
Uribe ha estado en Madrid después de pasar por París y de
camino a Davos. Ha pronunciado una magnífica conferencia ante un par de
centenares de políticos, empresarios y periodistas para explicar una vez más,
con toda la paciencia y pedagogía del mundo, hechos que debieran ser obvios
para todo ciudadano del mundo libre. Uno es que la democracia colombiana ha
logrado inmensos avances en la conquista de seguridad y libertad para sus
ciudadanos en los últimos años y que los terroristas pierden ante la firmeza
del Estado de Derecho y la voluntad política de derrotarlos. Otro, también
evidente, es que esta lucha de la democracia armada que ha sacado ya
irreversiblemente a Colombia de la estrategia de la guerra civil e
insurreccional planeada, alimentada y apoyada por ideólogos izquierdistas de
Latinoamérica y Europa, debiera tener un apoyo mucho más rotundo por parte de
las democracias europeas.
Liberación de rehenes
Uribe ha venido a estudiar los siguientes pasos a dar para
la liberación de los rehenes con los tres países -Francia, España y Suiza- que,
junto a la Iglesia católica, ha autorizado a mediar con las FARC después de
poner punto final a la farsa mediadora del presidente venezolano. Y tiene
razones para querer amarrar bien cortas las condiciones. Por varias razones. En
París, un presidente Nicolas Sarkozy que se declara implacable con todo
terrorismo y desafío al monopolio del estado de la violencia, parece
peligrosamente tierno en su ferviente y loable deseo de conseguir la liberación
de Ingrid Betancourt, candidata presidencial colombiana que tiene también la
ciudadanía francesa. Resulta lógico que las familias de los secuestrados tengan
como único objetivo la liberación de los suyos y asuman parte del «síndrome de
Estocolmo» de los propios secuestrados. Pero los últimos gestos del pequeño
gran hombre del Elíseo sugieren que también él puede estar interiorizando esta
reacción, humanamente explicable, políticamente nefasta.
En España tiene Uribe suerte de que la «luna de miel» de los
camaradas Zapatero y Chávez ha concluido. Pero hace bien en no fiarse. Tampoco
él olvida que fue Zapatero el precursor en dar crédito internacional a unos
terroristas, a ETA, en Estrasburgo, en su insensata apuesta de armonía infinita
con los asesinos.
Si el jefe del Gobierno español cree que puede permitirse
esto y mucho más, Uribe sabe bien que ni él ni la democracia colombiana pueden
mecerse de nuevo en el abismo. El presidente colombiano es probablemente la
antítesis política y de carácter de Zapatero. Eso explica los atronadores aplausos
que recibió en el IV Congreso de Víctimas del Terrorismo que clausuró ayer en
Madrid antes de partir hacia Suiza. Allí dejó claro que sólo ofrece a las FARC
reinserción y a sus ciudadanos la lucha hasta «la derrota del terrorismo».
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