ABC 28.02.08
El partido de mayor tradición y más larga historia de la
izquierda europea, el legendario SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschland),
ha entrado en barrena. Su presidente Kurt Beck y parte del aparato parece creer
que la mejor forma de combatir a un partido de ultraizquierdistas y
paleocomunistas que, bajo el muy poco honorable caudillaje de Oskar Lafontaine,
ha conseguido ciertos éxitos electorales, ahora también en Hesse y Hamburgo, es
acercarse mucho a él.
Tanto como para confundirse. En los últimos días, ante las
dificultades de formar Gobierno en el estado de Hesse, aumenta la tentación de
acabar con el veto de colaborar con quienes nunca se han distanciado del terror
comunista que dominó gran parte de Alemania durante casi medio siglo y que
bendicen la incautación y los métodos forzados de experimentación social. Con
quienes no condenan el crimen, en resumen.
En su histórico congreso de Bad Godesberg, los
socialdemócratas alemanes fueron los primeros socialistas europeos en proclamar
su liberación de los dogmas del marxismo, de la lucha de clases y del rencor
social, así como su voluntad de ser un partido popular y su aceptación de la
validez permanente del mercado y la libertad en la democracia plural frente al
utopismo socializante y redentor.
Recuerdo de la RDA
Ahora, en el mundo globalizado que tanto los confunde, en su
angustia por encontrar espacios alternativos a sus adversarios liberales o
conservadores, parecen querer salirse del corsé que suponía la decidida e
irrenunciable defensa de las libertades individuales y la pluralidad. En Bad
Godesberg, junto al Rhin, todos los delegados socialdemócratas, con la memoria
del nazismo y la presencia permanente del comunismo en la RDA, sabían lo que
había supuesto la cooperación, voluntaria o forzosa, con el totalitarismo
comunista. Ahora, por desgracia, comienza a dar la impresión de que, como ha
sucedido con los socialistas vascos -y después españoles- con el terrorismo
etarra, el digno rechazo a la cooperación con el totalitarismo va cediendo ante
la presión de ventajas políticas inmediatas, cargos, poder al fin y al cabo.
Política con terroristas
La profunda inmoralidad que supone coordinar la política con
terroristas o totalitarios de un signo u otro ha dejado de ser un axioma,
también en un país tan recargado de historia terrible inmediata como Alemania.
Puede que en un tiempo, facciones izquierdistas,
competidores neocomunistas y radicales antisistema se disputen los restos de
siglas y patrimonio de un partido que ha marcado como muy pocos el proceso del
avance de la combinación de libertad, solidaridad y piedad en la evolución
político social europea de los últimos 150 años.
Los socialdemócratas auténticos están alarmados ante las
ligerezas con las que algunos dirigentes coquetean con un frentepopulismo
marcado por el anticapitalismo y utopismos diversos. En este momento es la muy
zapateril y juvenil líder del SPD Andrea Ypsilanti en el Estado de Hesse la que
está dispuesta -¿les suena?- a aliarse con cualquiera, incluso un enemigo
declarado del orden constitucional, con tal de acceder a la presidencia. En
concreto, parece dispuesta a adquirir mayoría con Die Linke, el referido
partido de Oskar Lafontaine unido a los mimbres que la Stasi y el aparato
comunista convirtió en partido en la Alemania Unificada.
Déficit democrático
Puede que estemos -¡ay de nosotros los catastrofistas! -, y
éste podría ser el hecho más grave sugerido por muchos indicios que se
acumulan, por doquier y muy claramente en España, ante el momento en que la
socialdemocracia se considera incapaz de hacer frente a la globalización desde
una óptica democrática. Pero desde luego será difícil que sea el SPD -el de
Kurt Schumacher, Willy Brandt y Helmut Schmidt-, la socialdemocracia europea de
Olof Palme y Bruno Kreisky, la que sobreviva a este abrazo hacia compañeros de
viaje que son el Willy Münzenberg de nuestros días, aquel virtuoso de la
manipulación comunista al que sirvieron tantos socialistas y pacifistas.
Si el SPD entra como el PSOE en la tentación de armonizar su
cooperación con fuerzas totalitarias con el respeto a la democracia, verá que
es imposible. Lo malo es que ya en Bad Godesberg lo sabía. ¿Es necesario
volverlo a aprender?.
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