ABC 15.05.08
¿RECUERDAN a aquellos que nos decían que ETA había matado
por accidente en el aparcamiento de la T-4 de Barajas? Recordarán sin duda a
quienes decían que ETA no volvería a matar. ¿Recuerdan a aquellos que han
escrito cientos de artículos y algún librillo proclamando que ETA ya
prácticamente no existía? «El fin de ETA» se llamaba una de las publicaciones
del frente mediático de Zapatero, en plenas negociaciones, ya desesperadas, por
lograr convencer a ETA de que le esperaba un lugar muy cómodo en las instituciones
y en las decisiones políticas sobre el futuro del País Vasco y Navarra si
colaboraba con el Gobierno de España en mantener viva la estafa. Resultó ser
que ETA se fiaba menos del presidente Zapatero que éste de los terroristas a
los que nunca ha visto sino como izquierdistas patriotas vascos algo
descarriados. Zapatero decidió otorgarle a ETA el acceso a las instituciones en
espera de ese acto de camaradería y buena fe que era el mantenimiento de la
tregua comprada a los terroristas con promesas de romper el orden
constitucional. El fiscal general del Estado hizo de sumo sacerdote de la
profanación del espíritu y la letra de la ley. ¿Recuerdan? Del resultado de
este juego con la ley y de la trama entre compinches cuando De Juana Chaos
paseaba con su novia y Otegui reclamaba ante el juez la asistencia de su
protector, Conde Pumpido, cuando los cobradores de ETA recibían el «queo»
(aviso) para huir desde un teléfono de la Seguridad del Estado, ya sabemos algo
más desde la madrugada del miércoles. Se puede expresar con un nombre: Juan
Manuel Piñuel, un español de Melilla, guardia civil, de 41 años, casado y con
un hijo.
Pudo
haber veinte muertos. O treinta. Los únicos responsables de su muerte habrían
sido los terroristas, por supuesto. Harto está uno de repetir obviedades como
harto está de oír condenas ridículas que tachan de «ratas» a los etarras y de
«salvajadas» sus crímenes. Pero hagamos un poquito de memoria. ¿Quién dio
legitimidad negociadora a la banda exhausta? ¿Qué dirigente socialista les
otorgó a los testaferros y lacayos de ETA razones propias? ¿Quiénes fueron los
que movidos por sus infinitas ansias de paz surgidas de lo más profundo de las
entrañas elevaron de nuevo a los asesinos a la categoría de interlocutor del
Estado de Derecho? ¿Recuerdan?
¿Se
acuerdan de que cuando Zapatero llegó al poder ETA llevaba un año sin matar y
no precisamente porque su antecesor le hubiera propuesto planes comunes a ETA
en Loyola sino porque el acoso policial y legal estaba cobrándose los éxitos de
una política de lucha sin cuartel contra el crimen político? ¿Recuerdan que la
kale borroka había desaparecido y que no había terroristas en las instituciones
vascas? Ayer, uno de los más grotescos propagandistas de la aventura de Zeta se
preguntaba en la radio: ¿Qué tendrá que ver lo de Mondragón con el atentado de
hoy? Mucho. El Gobierno trató a ETA como a un socio. Su único enemigo era la
oposición democrática. Zapatero no pudo cumplir en la sociedad que él propuso.
Ahora el socio exige de nuevo buen trato. Con sus argumentos. El de ayer se
llamaba Juan Manuel Piñuel.
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