miércoles, 25 de junio de 2014

BAILANDO CON LOBOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  03.06.08


CIERTA gente se sabe confortar con el mal ajeno y mucha más aun tentada por el consuelo de la generalización de los males. Es siempre una actitud necia, como dice el refrán. Pero disparatada cuando el mal ajeno puede multiplicar el propio. Por eso no nos podemos alegrar los españoles cuando vemos cómo el SPD, el legendario Partido Socialdemócrata alemán, adalid de la izquierda democrática europea, se apresta a lanzarse por los derroteros mágicos izquierdistas de ese movimiento antisistema institucionalizado que aquí padecemos ya desde hace cuatro años.

No son un fenómeno nuevo los líderes de la izquierda que quieren salvar a una atribulada socialdemocracia convirtiéndola en otra cosa, sea socialismo caribeño, tribalismo colectivista, populismo pardo o proyecto bolchevique de ingeniería y experimentación social. El socialista Benito Mussolini lo hizo con éxito a principios de los años veinte, el socialista juvenil Santiago Carrillo diez años después, con el consabido disgusto de su padre. Y lo hicieron muchos decepcionados con la democracia y entusiasmados con las ideologías redentoras, el nazismo o el comunismo. Pero en el SPD no pasaba desde Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. Sin contar, por supuesto, la siniestra trampa de la conversión forzosa de todo el SPD en la zona de ocupación soviética en Alemania, liderada por el socialista Otto Grotewohl y el comunista Walter Ulbricht. Aquella villanía en 1946 dio origen al Partido Socialista Unificado (SED) que, miren por dónde, vuelve a estar de actualidad ahora.

Resulta que Oskar Lafontaine, que fuera presidente del SPD y nietísimo izquierdista de Willy Brandt, fundó un partido tras enfadarse mortalmente con las reformas socialdemócratas de Gerhard Schröder. Su grupúsculo creció gracias al desencanto de muchos socialistas con la gran coalición liderada por Angela Merkel. Con la perfecta simbiosis de los discursos políticos de Le Pen y el Che Guevara, Lafontaine se hizo espacio en la izquierda y después dio el gran salto al unificarse con el PDS, los ex comunistas de la RDA, sucesores del SED de Ulbricht y Grotewohl. La mala noticia es que todo el disperso desecho de tienta del izquierdismo mágico y del comunismo irredento ha logrado una cohesión que el SPD no logra. Alarmante es que ya sean la tercera fuerza política gracias al voto oriental. Y no menos lo es que el SPD, desarbolado bajo el titubeante mando de Kurt Beck, parece ya secuestrado por la secta izquierdista.

Ahora se ve hasta qué punto se ha consumado la abducción de la socialdemocracia por el partido Die Linke de Lafontaine. El SPD estaba decidido hasta entonces a apoyar la reelección por parte de la Asamblea Federal del jefe del Estado, Horst Köhler. La presión de la izquierda dentro y fuera del partido ha obligado al SPD a presentar una candidata propia, Gesinde Schwan. Así consuma su primera alianza electoral con el populismo izquierdista y comunista del partido de Lafontaine, sin cuyos votos Schwan no puede ganar. La Gran Coalición, el gran Pacto de Estado, ha muerto. El SPD se ha puesto a bailar con lobos. Quizá les resulte conocida esta historia.

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