ABC 28.08.08
DIMITRI Medvedev, presidente de Rusia por la gracia del Zar
Vladimir Putin, nos ha hecho saber que su vecina Georgia se ha quedado
definitivamente sin parte de su territorio. Y sus embajadores en Moldavia y en
Ucrania han advertido a los gobiernos de los respectivos países que debieran
tener en cuenta estos acontecimientos a la hora de tomar decisiones. También
nos anunciaba ayer el Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú que considera
innecesaria y una provocación la integración en la OTAN de unos estados que lo
han solicitado repetidas veces por medio de sus parlamentos y gobiernos
democráticamente elegidos. Presidencia y Gobierno de Rusia han decidido cambiar
las fronteras de un vecino y se muestran dispuestos a hacerlo con las de otros.
Se han inventado dos países donde han repartido pasaportes rusos en los últimos
años y meses y ya están amenazando a otros estados vecinos -en Bielorrusia la
amenaza es oficial- para que reconozcan a sus títeres o se atengan a las
consecuencias. No cuentan con un cardenal como Tiso que Hitler puso a la cabeza
del estado títere eslovaco cuando invadió los Sudetes y destruyó
Checoslovaquia, pero sí con unas franquicias en Osetia, Abjasia o Transniester,
-aun no reconocido-, donde la mafia local comparte con el ejército ruso y el
KGB el presupuesto que les dedica el Kremlin a cambio de desestabilizar primero
e imponer sumisión después a los estados vecinos.
De
momento, Moscú triunfa. Gozar de esta gloria militar del momento y, desde
luego, del placer de haber impuesto un veto de hecho sobre las decisiones de la
OTAN sobre su ampliación y sobre la voluntad de los vecinos democráticos de
pertenecer a una alianza que les proteja precisamente de este matonismo
imperialista que muchos venían anunciando y que en las capitales occidentales
se tachaba de «alarmismo». ¿Cómo iban a preocuparse nuestras democracias
posmodernas de los agoreros de la guerra fría? De ahí que, de momento y aunque
cunda la alarma, los países afectados están abandonados a su suerte. Estamos
protestando. Interesante será ver si, ante estos éxitos que tan buen humor
generan en Rusia, el Kremlin se decide a organizar una «provocación» en algún
país vecino miembro de la OTAN como son los estados bálticos. No sería difícil
crear ambiente de «Heim ins Reich» (Retorno al imperio) entre la población rusa
letona y generar incidentes para hacer «imprescindible» la intervención del
ejército ruso. El proyecto piloto ha sido un éxito. ¿Seguirá la OTAN
limitándose a «protestar»? Si entra en Ucrania por supuesto. Pero ¿y si entra
en Letonia? ¿Creen capaz a la OTAN de acordar medidas militares en reacción a
un ataque a sus fronteras orientales? Muchos en Occidente no. Y desde luego que
muchos en el Kremlin tampoco.
«Desde
Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático se ha bajado un telón de acero
a través del continente». Ésta es la frase más célebre de la histórica
conferencia pronunciada el 5 de marzo de 1946, con motivo de la aceptación del
doctorado «honoris causa» de la Universidad de Fulton en Missouri, por el
entonces ya ex primer ministro británico, Winston Churchill. Entonces advertía
el estadista británico que las democracias no podían cometer ante el nuevo
totalitarismo los mismos errores que permitieron a Hitler crecer, conquistar y
devastar el continente. No se evitó la esclavitud de medio continente durante
otro medio siglo. Pero surgió una alianza de sociedades libres, la OTAN, con el
poder necesario para hacerse respetar por quienes solo respetan el poder. Y con
la determinación creíble de utilizarlo. Sin esta credibilidad la sumisión de
los georgianos será solo un terrible principio de una larga tragedia.
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