martes, 24 de junio de 2014

GOTOVINA, GUERRA Y CRIMEN

Por HERMANN TERTSCH
ABC  13.03.08


En el contexto nacional político y cultural que se puede sintetizar en los golpes de ingenio de Zerolo y Chiquilicuatre, hoy por hoy dos de los máximos representantes de la España de José Luis Rodríguez Zapatero, habrá quien piense que todo el mundo es Costa Polvoranca, rincón lumpen de copas, prisas y risas, donde el buenismo sonríe y jalea ansias infinitas de paz mientras blande bates de béisbol y amenaza con estiletes.

Pues no. Aún hay hechos a asumir con más seriedad que resignación y asco. Pongamos por ejemplo la apertura del juicio en el Tribunal Internacional de La Haya al ex general croata Ante Gotovina, por su presunta instigación y ejecución de crímenes de guerra durante el «Blitzkrieg» que, con enorme éxito militar y terribles consecuencias, llevó a cabo en ofensiva «Oluja» (tormenta) en agosto de 1995 con la que reconquistó la Krajina croata.

Esta vez no son militares y paramilitares serbios los acusados de crímenes de guerra en La Haya, sino croatas que protagonizaron la contraofensiva final de la guerra entre Serbia y Croacia antes del Acuerdo de Dayton.

El fiscal del Tribunal, el norteamericano Alan Tieger, que ha representado a la acusación en casos contra criminales de guerra ya condenados, hizo una brillante exposición sobre la situación en aquellos momentos. Y dejó claro que la muerte les ha ahorrado al que fue presidente croata, Franjo Tudjman, y a su ministro de defensa Gojko Susak de estar en el banquillo con Gotovina. Fueron los que le ordenaron que la ofensiva militar tuviera no ya como efecto colateral sino como objetivo principal la limpieza étnica de los serbios que desde hacía siglos habitaban y protegían, permanentemente militarizados y bajo órdenes de Viena aquella región fronteriza inestable entre el Imperio austriaco y Otomano.

De ahí la fiereza con que la Krajina, con su capital en Knin, se levantó contra la Croacia independiente en 1991 y la barbarie desplegada por la soldadesca serbia durante cuatro años. Algunos como Martic, el líder de la temida horda de criminales de los «marticevski» que mató a miles de croatas, se sentaron antes en el mismo banquillo. También Slobodan Milósevic, principal responsable, estuvo sentado allí. Él murió. Otros cumplen sentencia. Son éxitos del tribunal en su lucha contra la impunidad y la resignación.

Este juicio tiene importancia capital, moral y política. Lanza un mensaje claro a una sociedad serbia que sigue sin lograr el golpe liberador frente a su pasado y ha sido incapaz de entregar a dos de los máximos matarifes de la última guerra balcánica, Radovan Karadzic y Ratko Mladic.

En Croacia se ha producido la dolorosa catarsis inducida por el hecho de que su Gobierno apoye el juicio contra un general considerado por muchos como «héroe de guerra» por liberar un territorio croata que se había declarado estado independiente en el proyecto de Milósevic de la creación de la Gran Serbia. Esto ha supuesto uno de los mayores impulsos para la probidad y salud de la democracia croata. Serbia aun está en deuda. Las consecuencias de ello están a la vista.

Pero además, este juicio contra Gotovina es un hito más en perseguir la violencia militar criminal contra civiles. Deja claro que ni siquiera la reconquista de un territorio propio ni operación militar legítima alguna puede justificar limpiezas étnicas u operaciones de terror. Y que nadie, ni siquiera «héroes nacionales» como Gotovina pueden escudarse tras la acción de guerra para intentar justificar estos crímenes alimentados por el odio y la venganza.

Gotovina fue un gran general que se lanzó a una operación militar brillante que mancilló con el crimen masivo que ordenó y permitió.

Desde La Haya se recuerda una vez más que la guerra no es excusa para el crimen. Cierto que es una lección tan antigua como la guerra misma y conceptos como la piedad o la crueldad, pero aún no aprendida. Quizás nunca lo sea del todo. Pero sí resulta reconfortante que a veces nos muestren esa línea roja entre la guerra y el crimen.

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