ABC 24.03.08
Mal han de andar de ánimos por Ajuria Enea y Sabin Etxea
cuando el instinto le recomienda al PNV celebrar nada menos que el Aberri Eguna
en la Plaza Nueva de Bilbao. Esa modesta placita porticada del «Bocho» la
llenábamos los chiquiteros a finales de los setenta sin más convocatoria que el
rumor de la inminente presencia allá de un nutrido grupo de estudiantes
alemanas. Como caja de resonancia del rugir de una nación en pie, el Aberri
Eguna de ayer viene a ser algo así como que Mussolini convocara a su gente en
las terrazas de las tabernas del Pasquino y no en la Piazza de Venecia. Nos han
desertado los burukides de las campas «históricas» hacia escenarios casi
íntimos.
Tanto
el indómito Ibarretxe como Iñigo Urkullu sacan pecho. Para eso son los
representantes de la nación que aun no es una, ni grande ni libre pero que lo
será pronto, según ellos, gracias al fervor militante de esos miles de
bilbaínos mayoritariamente de la tercera edad que ayer se reunieron para
escucharles. Dijo Urkullu: «Si hay una oportunidad de acuerdo, si el PSOE y
Zapatero entienden que este pueblo tiene derecho a un acuerdo singular y a dar
un paso de gigante en el autogobierno, ahí estaremos. Si propone un pacto de
rebajas o un acuerdo «cepillado», ahí no vamos a estar». Según «Deia», es
decir, según el PNV, cuando Urkullu habla de «cepillado» se refiere al Estatuto
catalán, una especie de cambalache raro que sirve para aplacar a fenicios y
demás raleas mediterráneas pero en absoluto para engañar a un pueblo que lucha
por su soberanía desde hace 7.000 años.
Los
garbanzos del batzoki
El PNV
está inquieto. Es muy humano que lo esté aunque su propio origen sea
mitológico. De repente los socialistas les han comido el terreno y el discurso
y los cachorros de los niños de la gasolina vuelve a apretar clavijas desde el
otro lado. La pinza, que dirían algunos. ¿Pinza acordada? Muchos lo sospechan.
También en Sabin Etxea. Por eso urge buscar aliados que permitan mantener no ya
sólo el sueño de la tierra prometida, sino también el del caudal de los
garbanzos del Batzoki. Para otros 7.000 años. Los momentos ilusionantes del
pasado se han revelado ilusiones. Mal fue el plan Ibarretxe porque hasta los
más avenidos se prestan poco a ocurrencias lunáticas. Lizarra acabó mal porque
los vascos de chaqueta, corbata y misa tienen serias dificultades para comer a
diario con quienes no saben utilizar los cubiertos y se hurgan en los oídos con
el cañón de las pistolas. Ahí se puso serio Urkullu, porque los sustos traen a
veces el enfado. La izquierda abertzale no impedirá que hagan un buen acuerdo
para Euskadi -con Zapatero-. Y que no «nos acusen de vender Euskadi cuando no
han hecho siempre sino vivir a costa de lo que nosotros hacemos». Querido
Urkullu, cabe interpelarle desde la izquierda abertzale y ETA: ¿Quién ha vivido
de quién?
En
todo caso y por desgracia, es de temer que todo este regodeo sobre las cuitas
del PNV y su patético Aberri Eguna no sea más que un consuelo melancólico ante
lo que se avecina. Hasta en el Bocho saben que Zapatero, ganadas las
elecciones, persistirá en buscarnos un mundo feliz. Y negociará un Lizarra bajo
la dirección del Gobierno de España. ¿Como el cambalache del Estatut fenicio?
Depende de quien tenga más mango de la sartén. El principio supremo del bien,
según Zapatero, está en compartir el cocido en armonía. Con quien sea. Aunque
sea tóxico.
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