ABC 24.07.08
EL presidente del Gobierno de España, Gran Timonel de la
Bondad y la Lucha contra el Hambre Mundial, se proclamó ayer perfectamente
satisfecho de sus acuerdos con el presidente del Partido Popular y candidato a
Gran Capitán de la Armonía y el Diálogo Perpetuum Mobile. José Luis Rodríguez
Zapatero dice estar encantado con los acuerdos supuestamente alcanzados con
Mariano Rajoy en materia de lucha antiterrorista y justicia, es decir,
concretamente, en la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del
Tribunal Constitucional. Rajoy se proclama medianamente satisfecho. Sobre todo
por sus divergencias en el análisis de la situación económica. Dice que el
presidente del Gobierno no comparte su diagnóstico ni por supuesto sus
propuestas de tratamiento para una crisis económica que parece alarmar más a
los que no gobiernan que a los que tienen responsabilidad directa.
Pero entendámonos antes de que alguien despotrique. No pasa
nada. Es cierto y evidente que el señor Zapatero se ha metido en un inmenso
berenjenal con su mendacidad y contumacia en la mentira. Lo comienzan a
reflejar hasta las encuestas amigas. La sociedad española está dispuesta a
zamparse cualquier sapo mientras la digestión esté medianamente garantizada por
la Seguridad Social. Pero, aunque cómoda, caprichosa y bastante cobarde, se
queja cuando las indigestiones de lo servido se convierten en crónicas. De ahí
que nada le venga mejor a nuestro apuesto druida leonés que buscar a un
ayudante de cocina con el que poder compartir la responsabilidad de la
intoxicación generalizada. Para repartir responsabilidades civiles en caso de
que se produzcan colapsos orgánicos generalizados.
El señor Rajoy tenía bien claro que el asunto de la lucha
antiterrorista era hoy terreno fácil para imponer sentido común porque, por
mucho que Zapatero jamás reconozca su aventurerismo y su consumada estafa a la
población durante la pasada legislatura, han sido ETA e Ibarretxe los que han
forzado al Príncipe de la Paz a echar mano de la Guardia Civil y aparcar a sus
emisarios y especialistas en cambalaches. Pero nuestro buen Rajoy debiera tener
muy claro que su acuerdo respecto al CGPJ y al TC sin ninguna contrapartida de
garantías -y ninguna se conoce-, le dejará al Gran Timonel las manos libres en
todos los demás campos políticos. La voluntad de coacción y utilización de la
justicia para crear un régimen distinto en España «más allá de alternancias»
debiera ser evidente hasta para los más piadosos de la calle Génova. Da la muy
incómoda sensación de que Rajoy tiene tantas ganas de convencer a los votantes
de Zapatero de que él es un Zapatero mejor, que se olvida de sus propios
votantes y de aquellos que, antes de las elecciones y sobre todo en los últimos
cien días gloriosos de la segunda legislatura, han llegado a la conclusión de
que jamás volverán a votar a un trilero.
Quizás debiera Rajoy fijarse más en los pasos concretos que
está dando el Gobierno que en las alharacas con las que nos quiere distraer de
sus grandes estafas. No estaría de más que pusiera su máximo interés en
intentar cambiar la actitud de los socialistas como aliados de los
nacionalistas para impedir que se violen y machaquen los derechos de los
españoles allá donde gobiernan juntos. Y no estaría de más que Rajoy y su
partido dijeran algo sobre el asalto que orquestan los socialistas contra los
medios de comunicación que no son sus cómplices o lacayos. Es en estos campos
en los que los españoles nos jugamos nuestras libertades. Están en peligro por
mucho que tantos, también en el PP, se empeñen en ignorarlo y decirnos que esto
es un trámite administrativo. Y que no pasa nada.
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