ABC 31.03.08
El método ha creado escuela. También entre sus víctimas que,
por cierto, comenzamos a ser todos. Sólo se trata de combinar bien las dosis de
miedo real y tolerancia fingida. Supone la perfecta inversión de todos los
principios de la ilustración, de la inteligencia y de la libertad. Pero sus
adeptos son multitud y reinan en tantos Gobiernos democráticos como en
regímenes totalitarios, en el poder y en la oposición, en los ministerios y en
las redacciones, en tertulias y en la Universidad. Es la corrección política.
El término en sí debiera provocar espanto a los espíritus algo libres. Quizás
lo provoque en muchos. Pero el miedo siempre es un poco mayor. Suficiente al
menos para que el espanto o la indignación no se manifiesten. Y para que, si lo
hace, sea reprimido con virulencia por un coro de voces que exigen corrección.
O represalias. Sucede todos los días pero hay veces en que el coro de la
armonía -que no es sino jauría contra el discrepante- tiene éxitos que hielan
la sangre y deberían advertirnos sobre las amenazas que se ciernen sobre
nuestras libertades sin que la mayoría de la sociedad siquiera lo intuya. El
fenómeno es internacional sin duda. Pero en la España del Míster Z reafirmado y
la oposición ilocalizable amenaza con convertirse en el auténtico «tsunami» que
legitime la picota, la ruina, la cárcel o la hoguera para todo el que no
comulgue con ruedas de molino.
Pocos
españoles parecen haberse sentido irritados por el hecho de que las amenazas de
muerte masivas sobre un servidor de Internet hayan obligado a los responsables
del mismo a retirar de su oferta e impedir la difusión de un documental que,
bajo el título de «Fitna» ha producido un parlamentario holandés, Geert
Wilders, con objeto de alarmar sobre los peligros que, en su opinión y en la de
muchos, supone el islamismo militante para nuestras sociedades libres. El
documental Fitna (en árabe significa conflicto, guerra civil o tribulación) se
limita a reproducir filmaciones y noticias todas reales, ninguna cuestionada,
de actos terroristas, manifestaciones amenazantes y actos religiosos
doctrinarios islamistas, intercalados con «suras», capítulos del Corán en los
que se llama a la lucha implacable contra quienes no se plieguen a la voluntad
de Alá. No crean ustedes que el parlamentario conservador y liberal -al que por
supuesto se difama como ultraderechista desde todas las esquinas de la
corrección política- se ha permitido la libertad de manipular imágenes como
hace la cadena SER en su web. Wilders se ha limitado al cortar y pegar. El
resultado es tan demoledor como ilustrativo. Pues al parecer es intolerable que
alguien ponga juntas imágenes reales de islamistas amenazando a Occidente y
matando a occidentales. La ONU, -insólita premura de este órgano marchito-, la
UE -que no tiene otra cosa que hacer- y todo el coro de la corrección, la
jauría retórica, se lanzaron sobre el parlamentario y el documental para dar la
razón a la jauría armada que amenazaba con tanta efectividad a los trabajadores
del servidor Life Leak que horas más tarde el documental desaparecía de la red.
«El precio era demasiado alto». Así concluía el mensaje en el que la aterrada
dirección del servidor explicaba que las amenazas de muerte les impedían
defender la libertad de expresión.
El
método funciona. También aquí. Sin llevarlo a extremos. Basta con la amenaza de
liquidación social o laboral para imponer la idea de que mansos, dóciles y
dependientes viven mejor y más seguros que quienes tienen criterio. La
difamación del discrepante, comenzando con la oposición parlamentaria, ha
tenido tanto éxito en la pasada legislatura que ya son legión los que sufren
este especial síndrome de Estocolmo que les hace buscar, encontrar y adoptar
las razones de quienes han querido destruirlos.
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