ABC 05.06.08
ES bonito saber que los españoles vivimos mejor que nadie.
En Europa y en el mundo, nos dicen nuestros muy viajados gobernantes, todos
darían la vida por ser nosotros. ¿No sienten todos ustedes ese amable hormigueo
de quienes son observados con envidia por tirios y troyanos, alemanes y
norteamericanos, por Seattle y Singapur? Debieran sentirlo y compartir el gozo
con su presidente. Si no fuera el caso, háganselo mirar. Porque nuestro
socialismo de éxito no nos pide ya fe -tiempo para creer- como antes de su
alarde prestidigitador de primavera. Nuestros poderosos renovados y pletóricos
nos piden convicción, certeza en la felicidad. A prueba de bomba e IPC. Pareja,
al menos, a la que ellos pasean con garbo. Quien no la manifiesta puede ser un
incapaz pero también -¡cuidado!- un saboteador. Los entusiastas de este
Gobierno saben lo que se dicen cuando desprecian los lamentos de los
desaprensivos e ingratos que no valoran lo que hay. Y están alerta frente al
estado de ánimo antipatriota que siempre antecede al traidor. Quien está en la
liga de lujo -«txampionch lig»- gracias al Gran Nieto y no lo disfruta, debiera
protestar menos y pensar en irse. Las fronteras están abiertas.
Mucha
culpa del mendaz pesimismo tienen quienes ponen en duda a nuestro Sancho Solbes
Pedro Panza -también lo llaman Merlín-, el Supremo Indolente dedicado a los
números, que todos los días nos confirma, con credibilidad y avalado por las
cifras, haberse equivocado el día anterior. Eso sí, sin jamás caer en la cuenta
de que podría ser pertinente una disculpa. ¿A quién, por favor? ¿A quienes no
creen en nosotros? No, ni un paso atras. Nuestro presidente -larga vida le
deseamos, aléjese de él todo mal- y los ministros de su gabinete -los que
tienen permiso para hablar- nos lo recuerdan día a día. Es triste que aún
existan gentes por aquí que nunca entenderán que es mejor esta España moderna
de junio del 2008, con sus pequeños sobresaltos, que aquella mugrienta nación
en declive, atávica y semilegionaria que reflejan los datos económicos de 2004.
Aún resuena la firme arenga del Supernieto reflejada a cinco gloriosas columnas
en el diario de campaña: «Zapatero garantiza que España está a salvo de la
crisis financiera». A salvo estamos. Palabra de Jiménez-Arnau o garantía de
Zapatero.
Hay
españoles, especialmente en el Gobierno y sus aledaños, que viven mejor que
nunca. Muchos sin querer saber que son españoles. Otros, convencidos y
orgullosos de serlo, viven peor. Un poquito peor cada día. Pero tranquilos
todos porque nada hay mejor que el liderazgo. Y si en la economía somos
realmente inexpugnables, nuestro prestigio, poderío y sutil influencia se ha
disparado. Nos surgen Metternichs por debajo de los hórreos. «Me he resistido
en estos últimos meses a confesar públicamente mi simpatía hacia Barack Obama
para no interferir en lo más mínimo en el proceso de elección que estaba
desarrollando el Partido Demócrata». Impresionante documento esta declaración
de... Pepiño Blanco cuyo autocontrol ha evitado que las elecciones en EE.UU.
den un vuelco. Zapatero forja las reglas del mundo económico y Blanco es
nuestro demiurgo impoluto.
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