lunes, 27 de julio de 2015

HERMANN TERTSCH DESENMASCARA A LOS SACERDOTES DEL FANATISMO

Por LUIS MARÍA ANSON, de la Real Academia Española
El Cultural 29.05.15

"La farándula izquierdista vive mejor que nunca con la derecha en el poder… Ellos, invariablemente, practican y exigen un implacable sectarismo contra todo el que no sea de los suyos… La izquierda siempre contrata a los suyos sin ningún pudor y los favorece y privilegia… La derecha política en España, paralizada por sus complejos históricos y su cobardía proverbial, también favorece sistemáticamente a las personalidades culturales, a los artistas y hasta a los humoristas, comediantes o periodistas de la izquierda… La derecha siempre promociona a la gente de la cultura que presenta sólida acreditación de su tendencia de izquierdas…

Hermann Tertsch ha escrito todo esto en Días de ira, libro que es una tremenda meditación galopante. Desde una independencia feroz, y en el ejercicio de la libertad sin veladuras, el autor muñequea como en una extensa y plural columna periodística los aspectos más diversos de la actualidad con reflexiones respaldadas por su cultura plural y la larga experiencia acumulada en años intensos de actividad profesional. Exangüe el régimen de la Transición española, Tertsch denuncia los males que zarandean a España y a Europa, los desmenuza y revienta. No propone soluciones claras tal vez porque no existen o al menos él no las encuentra. El autor escucha el crujir de las cuadernas de la nave política y pelea desesperadamente contra los sacerdotes del fanatismo, tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda.

Para Hermann Tertsch, hundida la Unión Soviética, el movimiento comunista adaptó el lenguaje estalinista a los nuevos tiempos y se refugió en el Foro de São Paulo para adoptar como propias un sinfín de causas, desde el ecologismo hasta las protestas anticapitalistas regionales de todo el mundo. El petróleo venezolano alimenta ese comunismo renovado en muy variopintos países. Para Tertsch, el fenómeno Podemos puede borrar en España a Izquierda Unida y convertirse en la representación auténtica del comunismo radical, favorecido, según el autor, por la torpeza de Pedro Arriola, la eminencia gris de Rajoy, que en lugar de advertir la realidad de la nueva situación desdeñó a los jóvenes líderes de la ultraizquierda considerándoles unos frikis. “Arriola, el estudioso más fracasado y mejor pagado de España -escribe en Días de ira-, parte siempre de la premisa de que los españoles tienen los mismos principios, convicciones y motivaciones que él o su celebérrima mujer, Celia Villalobos, es decir, el dinero y su desbordante prepotencia y nada más”. Arriola, hombre como todo el mundo sabe muy seguro en sus errores está especializado en profetizar el pasado.

“En las catacumbas del movimiento comunista, indigenista y tercermundista latinoamericano que, desde São Paulo, asumió el relevo de Moscú, como centro del mundo de la izquierda totalitaria, se piensa en Europa”, afirma Hermann Tertsch. Y con mesura y racionalidad subraya la ignorancia abisal de una parte considerable de los políticos españoles y denuncia a los nuevos totalitarios coletudos para los que “el ideal es que los medios de comunicación estén en manos del Estado y solo del Estado”.

El libro de Tertsch, en fin, es el alfil que penetra en los males de la sociedad que vivimos, si bien no es lo mismo la cultura que la política. En cultura hay que subrayar y reconocer el mérito allí donde se produce, al margen de las ideologías; en política, las ideologías repercuten directamente en la acción que condiciona la vertebración de la sociedad. No hay exageraciones en las alarmas de Tertsch. Son muchos los que en las nuevas generaciones pretenden fragilizar el orden social reinante. Las uvas de la ira están ya maduras. Y además la entera Humanidad bordea la frontera del cambio histórico. Pasó la Edad Antigua; pasó la Edad Media y la Edad Moderna. Ha pasado la Edad Contemporánea. Estamos en la Edad Digital. La aldea global de McLuhan es ya prehistoria. Vivimos todos en un patio de vecindad globalizado. 

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