ABC 30.07.09
HABLÁBAMOS ayer de armas y de
la conveniencia, de la absoluta necesidad, de que éstas se hallen en las manos
adecuadas. La madrugada de ayer, ETA nos ha hecho una nueva demostración de lo
que sucede cuando los ingenios para matar y destruir no están en manos de las
fuerzas encargadas en defender las sociedades libres, sino en las de asesinos y
militantes de ideas totalitarias. Las armas son buenas cuando las tiene la
Guardia Civil -si además ellos y la Policía tienen presupuesto para gasolina
para patrullar, mejor que mejor- y malas cuando las tienen los txikos de
Txeroki. Las armas son un bien común en poder de la OTAN y lo contrario en
manos de Bin Laden o los talibán. Pero volvamos a nuestra pesadilla particular.
Al parecer nuestras autoridades están especialmente enfadadas con ETA porque
esta vez no ha avisado de la colocación de la bomba en Burgos. Dicen que es
prueba unívoca de que ETA quería provocar una matanza. Que no se ha producido
por un milagro o, como dirán otros, por una concatenación o coincidencia de
factores favorables. Porque parece absolutamente inverosímil que, a la vista
del estado en que quedó el edificio en el que dormían muchas decenas de
personas, no hayamos tenido que lamentar más que heridos leves. No hace mucho
-aunque algunos tengan la memoria cada vez más corta- se nos hablaba de los
avisos de ETA, previos a los atentados, como una prueba de que en el fondo,
nuestros jatorrillas del hacha y la serpiente también tenían su corazoncito y
había «líneas rojas» que ni los etarras querían traspasar. Eso no ha sido
siempre así en los atentados urbanos de ETA. Pero en todo caso nunca ha sido en
los ataques a los cuarteles de la Guardia Civil. Por eso convendría que
tuviéramos más cuidado en hablar de líneas rojas. Sobre todo porque no se ven y
se mueven sin aviso. La tropa de listos en el Gobierno y en los círculos más
íntimos de sus amistades mediáticas llevan ya desde el final de la tregua
intentando vendernos la milonga de que ETA está en una situación desesperada
precisamente por la sucesión de los hechos, por la habilidad de Zapatero en
haber entablado con los terroristas unas negociaciones políticas. Y que los
éxitos policiales habidos últimamente se deben precisamente a que se dio en su
día aquella camaradería de txoko de izquierdas en Elgoibar, en Loyola y en
medio mundo. El buhonero de medias verdades y mentiras absolutas que es nuestro
presidente nos quiere vender continuidad y coherencia entre aquello y esto. Los
problemas existenciales de los presos los presenta la prensa amiga como pruebas
del éxito de la estrategia del Gran Timonel. Craso error. Los etarras que están
fuera interpretan esta simulación de continuidad como una señal de la posible
reversibilidad de la política. Y consideran que para forzarla han de aumentar
la dosis de su voluntad de matar.
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