ABC 23.07.09
LA agencia internacional de calificación crediticia Moody's
ha anunciado que va a rebajar la valoración de todas las comunidades autónomas
españolas, incluidas aquellas que pretenden no serlo. Las regiones autónomas
que llevan años agitando, con violencia o sin ella, las pretensiones
independentistas están financieramente tan acogotadas o más que las que se
conforman, sin alardes identitarios, en gastar cómodamente el dinero que
recauda el Estado. Lenta pero inexorablemente se va imponiendo en los observatorios
y gabinetes de análisis del exterior la certeza de que la fragmentación
progresiva del Estado español, la administrativa, la judicial, la policial, la
del mercado y la legislativa, se han convertido en una losa que hará
extremadamente difícil, si no imposible, que España se recupere económicamente
en un futuro previsible. Los que aún hablaban hace unos meses del año 2010 como
fecha previsible de recuperación son ya literalmente un hazmerreír. Los que
hablan de un lustro de travesía por un desierto en el que vaguemos con más de
cinco millones de parados no son los más pesimistas. Pero el desastre al que
nos aboca este «auténtico Estado de las autonomías» que el Gran Timonel cree
haber instaurado ahora con este sistema de financiación autonómica no sólo se
refleja por supuesto en la degradación del crédito de España. Sino también en
el de todas y cada una de sus 17 partes. La decisión de Moody's es, que yo
sepa, la primera reacción internacional al gran plan de financiación
autonómica, del que sólo sabemos lo que se llevan los campeones del chantaje o
los favorecidos por las conveniencias particulares de Zapatero. Hasta la
Comunidad Autónoma Vasca y Navarra, con sus especiales privilegios, por
completo inexplicables en el exterior, se las van a ver y desear para conseguir
créditos no ya para modernizar sus infraestructuras y reformar sus economías,
sino para pagar a sus funcionarios y mantener sus gastos corrientes en general.
Son inexplicables fuera porque en ninguna democracia moderna se pueden entender
los cambalaches que se han hecho en nuestro país so pretexto de supuestos
derechos históricos, fueros medievales o deudas históricas.
En
otras comunidades, convertidas en cacicatos por la falta de alternancia en el
poder y la lógica socialista de gastar el dinero llegado de Madrid y Bruselas
casi exclusivamente en comprar fidelidades, es decir en sueldos e instituciones
y organizaciones que justificaran éstos, la situación es probablemente más
tramática aun. Porque a los gastos corrientes para financiar a los leales a la
taifa hay que añadir los problemas sociales que lejos de haberse paliado
durante los años de crecimiento, se han disparado. Las sociedades en las que el
ritmo de crecimiento del funcionariado es parejo a la destrucción de empleo
entre los autónomos y el cierre de empresas no son precisamente atractivas para
invertir. Menos aun cuando la descomposición social, el fracaso escolar, el
absentismo y la ridícula productividad hacen prever un deterioro de las
condiciones en un futuro que ya está aquí. Así las cosas aquí está el aviso. Si
España no logra revertir muchos de los disparates cometidos en décadas pero
agravados bajo esta tropa gobernante, que pierdan toda esperanza los cacicatos
de salvarse por su cuenta. Tienen tan poco crédito como el país de las
maravillas de nuestra Alicia de León.
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