domingo, 16 de junio de 2013

LÁGRIMAS AL DANUBIO

Por HERMANN TERTSCH
ABC 06.11.10

Quienes vivimos aquel otoño de 1991 en la región croata de Eslavonia y asistimos a la agonía de su capital Vukovar, no hemos podido evitar la emoción ante la imagen del presidente serbio, Boris Tadic, rindiendo homenaje a todos los que allí murieron o enloquecieron. Y serán muchos los que han rememorado las terribles imágenes que desde entonces retienen más allá de la retina, en el alma y en los sueños. Nadie que la viviera podrá jamás olvidar aquella inmensa, insólita crueldad que se abatió sobre la pequeña ciudad barroca, durante siglos una coqueta población en la afluencia del río Vuka al ya inmenso Danubio, rodeada de viñas y huertas. No era entonces, nada más comenzar la guerra que habría de prolongarse cinco años, verosímil ni creíble aquel gozo en el matar, aquel placer desatado en el dolor y el sufrimiento de los antiguos vecinos.
Allí, casi lejos de los Balcanes, donde la gran planicie panónica abre paso a Centroeuropa, estalló el polvorín entre las dos grandes etnias y culturas de los eslavos del sur, serbios y croatas. Fue en la diminuta aldea de Borovo Selo, muy cerca de Vukovar donde murieron acribillados los policías croatas cuando se izaba la bandera serbia en el ayuntamiento. Los que acudimos allá vimos pronto que aquello no tenía marcha atrás. Pero nunca pensó nadie en la orgía de crueldad que habría de desplegarse.
Hay ceremonias que nos hacen recuperar nuestra maltratada fe en la calidad humana. La que se celebró el miércoles ante el memorial de Ovcara en Vukovar fue una de ellas. Y viene a tener para las relaciones entre Serbia y Croacia la misma gravedad y grandeza de la caída de rodillas de Willy Brandt ante el monumento a las víctimas del guetto de Varsovia. Porque casi veinte años después de aquello ha sido posible que lloraran allí juntos serbios y croatas. Lágrimas para el Danubio por tantas vidas allí rotas. Cuando tantos problemas de diversa índole parecen asfixiarnos en Europa, es bueno que recordemos que nada de lo que hoy nos aturde puede compararse a lo que Europa ha visto durante siglos. Hace muy poco en Vukovar.


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