ABC 21.03.08
Mucho
mejor armados estaríamos los españoles para la solución de nuestras propias
cuitas si los dos grandes partidos tuvieran tanta sintonía en la búsqueda de la
solución de los problemas propios como en la perseverancia del error en la
cuestión de Kosovo. Españoles de derecha e izquierda, parecen todos de repente
unidos en causa imposible, llorando por la integridad de un país -por supuesto
no el suyo- que jamás tuvo fronteras históricas y nacionales y cuyo desmembramiento
estaba sentenciado desde hace nada menos que tres lustros. Hasta el razonable
Gustavo de Arístegui se une con José María Aznar a todo el izquierdismo español
en los lloros por la unidad territorial imaginaria que el nacionalismo serbio
se ha creado como «última ratio» a partir de la derrota de todos sus planes
fracasados de expansión y hegemonía racial y militar. Tantas majaderías se han
dicho en los últimos días -desde que el lunes y desde Belgrado se orquestó en
Mitrovica una forzada reapertura de la crisis- que todos juntos van a convertir
en sensato oráculo al Ministerio de Miguel Angel Moratinos. Ahí es nada. Su
secretario de Estado, Bernardino León es probablemente el único que ha
mantenido la calma y no ha disparatado ante lo que debieran ser los últimos
intentos de Belgrado para desestabilizar un proceso que no tiene alternativa.
La posibilidad de los saboteadores de frenar el proceso en beneficio de otra
opción pacífica es simplemente nula. Esta solución tomada por EEUU y todas las
potencias europeas significativas es la única viable. Si acabara no siéndolo no
será porque es saboteada por radicales serbios en Mitrovica, por una clase
política en Serbia incapaz de romper con su pasado autodestructivo o por una
Rusia ansiosa de nuevos espacios de poder en detrimento de la UE. Lo será por
la actitud de países como España que en su orgía de ignorancia y
auto-observación, no son capaces de entender que el Kosovo independiente es tan
irreversible como la pérdida de Granada por Boabdil o el Danzig polaco. Y por
no ayudar a quienes en Belgrado quieren acabar ya con un problema que por
zanjado ha dejado de serlo.
Les
cuesta mucho. No debiera sorprender a nadie que un gobierno tan ideologizado y
tan condicionado por sus propios pecados internos como el de José Luís
Rodríguez Zapatero, intente ahora hacernos un simulacro de inflexibilidad
dinamitando como única potencia media europea el consenso de la UE sobre la
necesidad de reconocer rápidamente a Kosovo y dedicarnos a cosas más serias,
como impedir que Rusia adquiera un veto sobre nuestra política europea común.
Es lógico que los serbios de Mitrovica y el gran demiurgo de los incidentes del
lunes -que causaron la muerte a un soldado ucraniano y heridas a varios
miembros de las fuerzas internacionales, incluido un Guardia Civil-, el
ministro para Kosovo en el Gobierno serbio Slobodan Samardzic, leal peón del
primer ministro y ex presidente serbio Vojislav Kostunica, estén descontentos
con el realismo de ya decenas de países que han reconocido a Kosovo. Los últimos
en reconocer a Kosovo como Estado independiente han sido países que conocen muy
bien a los dos protagonistas y son vecinos como Croacia, Bulgaria y Hungría.
Saben que pese a todas las reservas, la prioridad máxima hoy es dejar claro a
serbios y albaneses que han de pasar página en la historia y volcarse a la
construcción de un futuro que pasa por esta separación que, de producirse una
rápida evolución hacia la integración europea, será tan sólo un paréntesis
mucho menos doloroso que otros muchos sufridos por ambos pueblos en los últimos
dos siglos. Aquí no ha habido una declaración ilegal y unilateral de
independencia como insisten derecha e izquierda española en repetir en armonía
digna de mejor causa. Hay un plan encargado por la ONU al nada sospechoso ex
presidente de Finlandia, Maati Ahtisaari, que Serbia y Rusia no han querido
aceptar. Y que otros han considerado la única solución posible. Tiene razón el
Gobierno español en que las tropas han de permanecer en Kosovo para garantizar
la seguridad interna. No tienen razón alguna en sabotear por consideraciones
falsas y paralelismos falsos y ridículos la común aceptación europea de la
realidad de la independencia de Kosovo.
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