ABC 29.10.09
NADIE debiera alegrarse por la certeza de que Carmen Chacón
tiene también amigos cacos -supuestos- como el presidente Camps. Nadie debiera
sorprenderse por la sospecha de que la generación de amigos de nuestro querido
honorable Jordi Pujol, que tan razonable era en el ABC del pasado domingo, esté
saturada de trincones. En realidad casi nadie debiera alterarse por el hecho de
que los ladrones actúan mejor y con más convicción y efectividad que la gente
honrada hoy en día. Igual que los enemigos de la democracia suelen ser más
valientes que quienes gozan de ella sin ser capaces de riesgo o sacrificio
alguno. A nadie puede extrañar que los islamistas estén convencidos de que
tarde o temprano nos van a ganar la partida a los demócratas laicos, cristianos
o mediopensionistas en Europa. Por el simple motivo de que todos los
enumerados, desde los ladrones a los islamofascistas tienen objetivos, tienen
voluntad de imponerse y saben por qué hacen lo que hacen y arriesgan lo que
arriesgan. Tengo la absoluta certeza de que muchos de nuestros políticos son
gente honrada, por supuesto. Quizás incluso hasta la mayoría. Pero tengo
también la absoluta convicción de que son pocos en los que confluyen honradez,
convicción, talento, tenacidad y preparación. Para tenaces los ladrones. Para
talento nuestros ingenieros financieros y los trileros en general. Para
preparación todos aquellos que no quieren entrar en política porque pueden
vivir bien y dignamente fuera de un mundo político que se antoja nauseabundo y
en el que medran los peores desde cachorrillos domados y entrenados para la
trampa, la intriga y la mezquindad.
Cierto
es que este terrible fenómeno no es exclusivamente español y que Italia es un
triste precedente europeo. Pero incluso allí suele tener mayor éxito el talento
que por nuestros lares. Mucho meterse aquí con Berlusconi, que sin duda es un
personaje de cuidado, pero él al menos miente con dinero propio. Aquí lo hacen
con el de todos los sufridos españoletes que como no es de nadie es suyo. Aquí
el mérito y la independencia de criterio, el coraje y la convicción convierten
de inmediato a un político -o política, como se dice ahora- en una personalidad
de alto riesgo para la tropa de mediocres que nunca sabrían vivir de otra cosa
que no sea decir sí y soltar sus letanías de argumentarios.
Lo
triste es que existe una mayoría social que cree que esto es inevitable y que
sucede en todas partes, lo que no es en absoluto cierto. Nuestro país se va
convirtiendo otra vez en una perfecta anomalía en este continente y no sólo
porque hayamos elegido el camino más corto de retorno a la pobreza, al
analfabetismo y a la zafiedad. También porque se respira literalmente un
ambiente de docilidad, miedo y fracaso que son impropios de una democracia
desarrollada europea. Si tuvimos una guerra civil porque no había demócratas en
ninguno de los dos lados pese a las mentiras que hoy se inventan, hoy hemos
elegido el camino de la regresión porque apenas hay ciudadanos que quieran
pagar el precio por seguir siéndolo.
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