ABC 20.10.09
NO les voy a hablar de la
política exterior española porque la escenificación de la visita del ministro
Moratinos a Cuba para reiterar su desprecio a los presos políticos, a la
disidencia y al derecho a la libertad de los cubanos lo dice todo. Que encima presuma
allí de haber sido el artífice de que a las democracias de la Unión Europea se
les haya olvidado que el régimen cubano es una miserable tiranía tan solo
confirma el oprobio al pueblo cubano y la vergüenza que todo demócrata debiera
sentir ante la actuación de nuestro Gobierno. Lamentablemente no es sólo
nuestro inefable Moratinos el que parece disfrutar en el roce íntimo con las
tiranías. Últimamente el relativismo o la ausencia de principios en la política
exterior parece ganar adeptos por doquier y el nuevo Premio Nobel de la Paz
parece haber animado a muchos en este sentido. Su negativa a recibir al Dalai
Lama solo es una anécdota en este sentido. Este fin de semana se ha celebrado
en Estambul la Conferencia del Bósforo. El espléndido marco del Palacio Cilagan
no ha evitado que se escucharan teorías muy preocupantes. Era sabido que gran
parte de los turcos se sienten heridos y ofendidos por lo que consideran
medidas dilatorias artificiales en sus intentos de convertirse en miembro de la
Unión Europea. En gran parte por supuesto por la retórica oficial del partido
islamista AKP que dirige el íntimo aliado del presidente Zapatero en la Alianza
de Civilizaciones, el primer ministro Erdogan. Porque el doble lenguaje del
Gobierno turco es cada vez más evidente. Y rompe una larga tradición de
diplomacia predecible, sobria y de gran credibilidad. Por un lado se echan a
Bruselas y especialmente a París todas las culpas de que Turquía no esté poco
menos que dentro de la Unión. Y se lanza un discurso perfectamente irreal de
que es una especie de fundamentalismo cristiano quien lo impide y no el hecho
de que el país está aún lejos de cumplir los criterios de Copenhague para su
adhesión y que las realidades hacen hoy en día impensable que la UE pueda
digerirla. Por el otro lado, el abrazo a Siria -otra de las satrapías favoritas
de Moratinos- es cada vez más estrecho, hasta el punto de celebrar consejos de
ministros conjuntos. Y los flirteos con el Irán de Ahmadineyad son cada vez
mayores. La misma noche en que los iraníes salieron a la calle para protestar
por el fraude de las elecciones, Ankara se apresuraba a felicitar al fanático
enemigo de Occidente por su victoria. A esto se suma que puede decirse que la
alianza política, militar y estratégica que formaban Turquía e Israel ha
saltado por los aires. Porque una cosa era la lógica consideración del Gobierno
de Erdogan a la indignación que en su momento produjo en la opinión pública
turca la reocupación temporal de Gaza y los métodos utilizados en la misma
confirmado. Pero la creciente hostilidad hacia Israel por parte del Gobierno
islamista que llega a expresarse hasta en la emisión de una serie televisiva
claramente antijudía en la televisión estatal parece ya parte de una
estrategia a largo plazo. Cada vez son más los políticos del partido gobernante
que hablan abiertamente de buscar alianzas en el Este ante la supuesta ofensa
de la Unión Europea. Y por bienvenido que sea el gran paso que supone la
apertura de relaciones diplomáticas y de la frontera con Armenia, a nadie se le
escapa que aquel país, como también Azerbaiyan, son todo menos democracias.
Luego parece evidente que en el partido de Erdogan cada vez hay más fuerzas
tentadas a buscarse una solución oriental sin importar mucho que sean
dictaduras o regímenes islámicos radicales. Aparte por supuesto de la Alianza
con Zapatero. No son pocos los demócratas turcos que están convencidos de que
además de un doble lenguaje hay una doble agenda del Gobierno de Erdogan. Que
se va imponiendo poco a poco. Como la prohibición del alcohol en muchos
municipios. No es una buena noticia. Y no me refiero sólo a dicha prohibición,
por supuesto lamentable.
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