ABC 27.10.09
LA señora Angela Merkel tiene ya su nuevo Gobierno. Y quizás
ese Gobierno alemán tenga bastantes malas noticias que comunicarle a este
Gobierno español, que ha pasado hace tiempo del tontiloquismo faldicorto al
absurdo general. Y se ha convertido en un peligro para el equipo. El Gran
Timonel, que comienza a mostrar síntomas de ser aún más ciclotímico que Felipe
González y tener más problemas con la realidad que Maradona, puede sentirlo muy
pronto. Durante su presidencia de la Unión Europea, para la que intentan en
estos últimos meses buscar iniciativas imaginativas. Más allá de su apoyo
incondicional a las peores satrapías del mundo como si estas fueran un proyecto
de futuro. El ridículo de nuestro ministro Miguel Ángel Moratinos en Cuba
pasará, una vez más, a los anales de la inmoralidad y la peor falta de
estética. Pero que nadie crea que no se toma nota. No aquí. Pero sí fuera. Ya
sabemos que levantar la voz hoy en España es hacer el tonto. Y cuando la
oposición se desparrama de forma tan grotesca como estamos viendo en estos
días, lo lógico es que quienes nos sentimos oposición al absurdo y disparate, a
esa especie de socialismo cutre y mentiroso del siglo XXI y todo lo que nos
pueda deparar, aparte de miseria y miedo, nos sintamos huérfanos, amenazados o suicidas.
La señora Merkel ha nombrado ministro de economía y finanzas
a un peso pesado que sabe muy bien el grado de irresponsabilidad del que es
capaz el Gobierno del eterno adolescente. Wolfgang Schäuble es un perro viejo.
Aburrido de idioteces. Un loco atentó contra él y lo dejó en una silla de
ruedas de por vida. Pero todos los que conocían entonces a Schäuble sabían que
esto en su vida sería poco más que una dolorosa anécdota. Hoy es tan fuerte,
tan lúcido y decidido o más que antes de circular con ruedas. Recuerdo una
maravillosa anécdota que presencié en el lago Wannsee, cerca de Berlín, allí
donde en el año 1942 los nazis decidieron poner en marcha la Endlösung, la
solución final del llamado «problema judío», un eufemismo para describir el
genocidio industrial. Una ocurrencia de ingeniería social que convirtió en humo
o huesos comidos por el lodo a seis millones de judíos. El sitio no era por
tanto precisamente el ideal para hacer ingeniería social por benevolente que
pareciera. Allí estaban Schäuble como ministro del interior y un señor llamado
Caldera que acudía como ministro español de trabajo, inmigración y
bienaventuranza. El perro viejo que es Schäuble habló de los inmensos problemas
que la inmigración y la falta de voluntad de integración de los inmigrantes
causaban en Alemania. Advirtió sobre las graves consecuencias que para toda
Europa tienen las decisiones unilaterales de Gobiernos tan ocurrentes,
buenistas, mal informados y perfectamente vagos intelectualmente como el
español, que acababa de montarse una regulación de los inmigrantes sin
encomendarse a dios ni al diablo. Caldera, que probablemente tenía un traductor
al chino o al esperanto habló de las maravillas que suponían y suponen
-supongo- de esa inmigración que había recibido en todo el mundo el mensaje de
que por España se entraba a Europa con facilidad y garbo. La mala leche de
Schäuble era palpable. El buen humor del pensador socialista español también. Y
así quedó la cosa en el Wannsee. Los alemanes que consiguieron entender algo de
lo que Caldera decía quedaron estupefactos. Nuestro entonces ministro
preparador de la indigencia salió de allí feliz.
Ahora Wolfgang Schäuble, que podía haber sido en su día el
sucesor de Helmut Kohl, se convierte junto a los liberales Guido Westerwelle y
al nuevo crack de ese Gobierno que es el ministro de defensa, el bávaro Karl
Theodor zu Guttenberg, en el hombre fuerte en lo que a finanzas, Unión Europea
y estabilidad económica se refiere. Y los que le conocemos un poco sabemos que
las tonterías de Caldera fueron las últimas que está dispuesto a tolerar
procedentes de un país que Zapatero está convirtiendo en un Estado fracasado.
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