ABC 20.04.10
A sus 95 años y pese a su gran pasión de fumador, Santiago
Carrillo vive probablemente los momentos más dulces de su vida. Aunque todos
sabemos que hace setenta años ya supo gozar de numerosos placeres. Ahora,
cómodamente integrado en el «establishment» del nuevo socialismo izquierdista
de los revisionistas de la transición de la que fue protagonista, se dedica a
la muy retribuida actividad de descalificar dicho pacto entre españoles de toda
condición. Con el Gran Timonel Zapatero resulta mucho más rentable la loa al
antifranquismo y la llamada «lucha antifascista» que la defensa de aquella
transición que desprecian todos los jovencitos socialistas que jamás supieron
lo que fue el franquismo salvo por relatos del abuelo que muchas veces ni
siquiera existió. Nos da don Santiago lecciones a todos de democracia desde su
nueva posición de patriarca del socialismo de la secta zapateril. Y a él desde
luego le cuesta tanto mentir como al propio Zapatero, es decir nada. Es más, se
nota que disfruta en su papel recuperado de seis años acá.
Nos
dice don Santiago que el error de los comunistas fue haber apoyado al
estalinismo que, según él, «no era más que capitalismo de Estado». ¡Cuánta
humildad hay en estas palabras! Carrillo hablando de «errores», porque no se
dio cuenta a tiempo de que Joselito Stalin los engañaba a él y a todos los
comunistas porque, sin ellos saberlo, quería instaurar un «capitalismo» de
Estado. ¡Qué malo ese Stalin que quería instaurar un capitalismo, aunque fuera
de Estado! ¡Qué pena que no quisiera Stalin un comunismo auténtico como lo
querían Carrillo, José Díaz, La Pasionaria, o Karl Radek, o Laurenti Beria, el
fiscal Andrei Vishinski, Georgi Dimitrof o Guenrij Yagoda! ¡Qué pena que los
engañara a todos! Si no llega a ser por Stalin, tendríamos un mundo feliz
gracias a ese proyecto humanista que defendían Carrillo y todos los nombrados.
La culpa sin duda la tuvo ese proyecto capitalista que defendía en secreto
pérfido el padrecito Stalin.
Lo
malo no es oír este tipo de insultos a la historia y a la inteligencia por
parte de un asesino en masa y criminal de guerra perdonado por los españoles
gracias a una amnistía que ahora él quiere poner en duda para quienes se
negaron a seguir la suerte de miles de compatriotas en las fosas de
Paracuellos. Lo malo es que aquí el tono guerracivilista de la secta ha llegado
a un extremo en el que el anciano sabe que puede decir cualquier cosa sin que
sus interlocutores se rían, lloren o le refuten con contundencia sus
barbaridades. Errores los justos. Carrillo y Stalin estaban perfectamente de
acuerdo en todo porque Carrillo no se habría atrevido a otra cosa. Siempre
estuvo del lado del jefe y no recordamos ningún comentario suyo que pusiera
ningún reparo no ya al exterminio de millones de kulakos, a la hambruna provocada
en Ucrania, a los juicios farsa a sus camaradas, desde el asesinato de Kirov, a
las ejecuciones de los militares en torno al mariscal Tujachevsvki hasta el de
Bujarin, pasando por todo el terror que costó la vida a millones de rusos y
europeos. ¡Vaya con los errores! Por no hablar de las muertes, nunca
explicadas, de comunistas españoles que, según familiares de ellos y numerosos
indicios, fueron directamente ordenadas por Carrillo.