ABC 12.01.10
CREO que entre tanto despropósito como hemos sufrido en los
últimos cinco años triunfales del vallisolateno leonés, mitad nieto franquista,
mitad nieto Lozano -aquel militar fusilable a ambos lados de la trinchera-,
bueno con infinito merengue retórico en sus intenciones, desastrosamente ruín,
vago y calamitoso en sus resultados, nos tiene ya a muchos españoles muy
agotados. Tanto que hasta sus periódicos de cabecera y masaje dicen que no
quieren votarle la próxima vez ni los suyos. Comienza a surgir la elocuencia
como las hiedras se abren paso por las grietas de un búnker abandonado,
dedicado a la defensa a ultranza de la mediocridad prepotente e implacable.
Zapatero emprendió con tanto entusiasmo el descubrimiento de una nueva realidad
que sólo existía en su muy modesta cabecita para acometer la mayor destrucción
habida en España en tiempos de paz, en todos los órdenes, desde la economía a
las instituciones. Casi lo ha conseguido. Era cuestión de justicia que tarde o
temprano -ha sido bastante tarde- acabara autodestruyéndose él con su mezcla de
violenta arrogancia, desequilibrio general y desorden total en su propia
melopea de ideas improvisadas. Ya sólo le quedaría la opción de ser malo con
efectividad y optar seriamente por la represión de todo lo que no le convenga.
Sería demasiada. Matar políticamente no le es ajeno, vive Dios, y lo hace con
mucha parsimonia y eficacia. Toda su biografía política está sembrada de
cadáveres. Muchos de los cuales, por cierto y gracias a Dios, gozan de
excelente salud al haberse escapado al entorno tóxico y políticamente perverso
del gran Timonel, político excelso de la mentira. Pero aplastar ya a todos los
que le votaron en su día y de paso a quienes jamás lo votarían es una operación
que le viene grande a nuestro chico que combina la moda yeyé exclusiva de su
Sonsoles, con sus trajes cortados por el sastre albanés de Enver Hoxha, siempre
deseoso de que las manos incontrolables revelaran el auténtico talante de la
percha. Venganza postrera.
Pero lo mejor que realmente nos ha pasado a los españoles en
los últimos años del Señor es que finalmente llegara esta presidencia europea.
Así todas las víctimas y los espantados por la tropa zapateril conseguirán
finalmente la comprensión de todos los europeos ante la tragedia que se nos
echó encima con la llegada al poder del Gran Maestre de la Mentira y su
ejército de sicarios de la secta. En quince días tan sólo de presidencia, las
cancillerías de toda Europa están alarmadas. Como si se les hubiera metido un
freaky en la cabina de mandos. Los alemanes, con una señora Merkel tan cabal,
ya han calificado de «absurdas» e «insensatas» las propuestas de Zapatero
-precisamente de Zapatero- de sancionar a quienes no cumplan con lo que él
considera las medidas económicas necesarias. Otros países no hacen siquiera
comentarios porque no tienen la mínima intención de hacer el menor caso a las
manifestaciones del fracasado y patéticamente solemne, que ya hace pasar unas
terroríficas situaciones de vergüenza ajena al auténtico presidente de la UE,
Herman van Rampoy. Este es un líder discreto, pero preparado y con la
experiencia que le lleva a ver al señor Zapatero como un auténtico marciano
salido de un programa de televisión de reality show. Y Van Rampoy, que no es un
hombre de bromas, ni llega tarde a los actos institucionales, ni hace el
ridículo con la fraseología de la nada de nuestro Timonel de tierra adentro, ya
ha dejado claro que él no hará el imbécil por la triste casualidad de coincidir
en la entrada de su mandato con la elocuencia vacua del nieto Lozano. Hace
cinco años, todo el pijerío izquierdista europeo estaba medio enamorado de
Zapatero o de Zerolo. Hoy Europa está perfectamente hastiada de las ridiculeces
y naderías del presidente español. Es una pena que los electores españoles no
fueran tan rápidos en su perspicacia como lo están siendo los líderes europeos.
Pero nos viene bien a todos. Esta presidencia puede dejar al gran líder
izquierdista leonés o vallisoletano -orwhoknowswhat- en esa basura de la
historia de la que jamás debió salir.
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