sábado, 1 de noviembre de 2014

DE LA MEDIOCRIDAD A LA AMENAZA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  04.02.10


EL gran escritor e intelectual que es Hans Magnus Enzensberger no es un ser excesivamente combativo en contra de la vida animal y burocrática que domina la política europea. Y sin embargo, parece preocuparle ahora toda la cantinela de chorradas a las que se dedica nuestra Unión Europea en esa burocracia que no sólo decide el compás en que debe de pisarse la uva tras la vendimia o la temperatura para servir un café en todo el territorio de la Unión, también lo que fumamos, el tamaño de nuestros plátanos y los crucifijos que podemos tener en nuestras escuelas. Enzensberger, probablemente uno de los pensadores más brillantes pero también más altivos a un tiempo en esta Europa actual, acaba de decidir que la UE hace el payaso cuando quiere determinar todo lo que hemos de hacer países y sociedades tan distintos entre nosotros. De gente que tiene siglos, cuando no milenios, de formas distintas de vida. Y que convivimos perfectamente con estas diferencias. Nuestro gran éxito está en cooperar y no matarnos cada dos o tres generaciones. No quieran por tanto hacernos iguales. Con que nos civilicemos todos y respetemos al prójimo estamos muy bien. No quieran hacernos un pan igual a todos, porque de ahí podría partir de nuevo la discordia.

No está mal que nos vayamos convirtiendo en británicos o checos todos, incluidos los pensadores alemanes, y nos demos cuenta de que nuestros estados nacionales no tienen sustitución en parlamentos paniaguados con políticos retirados o prejubilados. Ni en Estrasburgo ni en las Termópilas. Nuestra soberanía nacional resulta, paradójicamente, hoy mucho más actual que en momentos de bonanza. Ni el Parlamento europeo ni la burocracia de Bruselas tienen realmente potestad para organizarnos la vida a ningún europeo. Pero se empeñan en ello con una arrogancia y prepotencia que no parece tener límites. Estoy convencido de que hay siete imbéciles en una oficina cerca de la Grand Place que creen saber lo que desean fervientemente mis vecinos de Valdecaballeros. También sé que en ese pueblo de la Siberia extremeña, viven cientos de personas avasalladas en su día por la mentecatez de la política antinuclear del fanatismo ecologista o la demagogia socialista. Y que sufren más que nunca la precariedad que ha generado la ideologización del debate sobre la energía y lo pagan con el paro endémico y la falta de expectativas laborales para sus hijos y nietos. En Garoña pasará lo mismo.

En Bruselas tenemos a una corte de personajes muy bien pagados que ponen condiciones draconianas a todos aquellos que viven de su esfuerzo y no buscan más que el bienestar de sus familias, en las peores condiciones. En Madrid y en todas las cortes de taifas de nuestra geografía se producen aún mayores vilipendios. Hablar de los abusos y disparates, de las barbaridades que comete la Generalidad de Cataluña en su incansable cruzada por la puridad identitaria resulta ya ocioso. Un grupo de perfectos mediocres que quiere hundir a su pueblo al mismo nivel que el suyo está destrozando toda motivación de calidad, excelencia y humanismo porque sólo se sabe a gusto y a salvo en el lodo propio. Han conseguido en Cataluña crear el temor necesario para que solo les respondan los exiliados. Pero hemos llegado al instante en que ya no es sólo el País Vasco con la amenaza permanente de muerte. Ni Cataluña con su espada de Damocles de la exclusión social. Estamos ante una España en general en la que se siente el miedo. En la que ya no son payasadas de Bruselas sino admoniciones propias de La Moncloa las que hacen bajar el tono a nuestros ciudadanos a la hora de hablar. Si Bruselas se ha convertido en una especie de laboratorio total de directrices con amenazas de sanción, Madrid y su Gobierno se han convertido en una amenaza para toda persona libre.Con una vocación intimidatoria que Europa no conoce desde que se hundieron las últimas dictaduras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario