ABC 25.03.10
DICE don Jaime Mayor Oreja, ese hombre que ha visto morir a
casi todos sus compañeros de UCD en los años ochenta, que vio cómo se liquidó a
su partido en aquellos años en nuestras provincias Vascongadas y morían uno
tras otro los miembros de la Guardia Civil y la Policía, que el Gobierno
español vuelve a embarcarse en una negociación que dejará en la calle a
centenares de asesinos de casi un millar de compatriotas nuestros. Volvemos a
las andadas. Nuestro gobierno, angustiado por las miserias que ha causado,
busca árnica. Y la busca entre nosotros. Quiere una vez más bizcar la
confraternización con los asesinos. Mal asunto.
La
depravación moral que bajo Zapatero iniciaron los socialistas nada tiene que
ver con la miseria encauzada por Felipe González. Es peor porque tiene menos
inteligencia. Matar es casi menos malo al final que engañar siempre. Porque es
menos sofisticada la solución frente al enemigo. Porque es en realidad mucho
más paleta. Si hubiéramos tenido a un Winston Churchill joven lo habríamos comprobado.
Y con la seguridad, lo dicen todos los que saben de ello, que lo peor que se
puede ser no es malo, sino paleto, no perverso, sino idiota, menos canalla que
imbécil. Pero tan tóxico nadie ha podido ser en nuestra historia moderna. Peor
casi que el crimen es la complicidad. Y la complicidad existe. Nadie que se
haya acercado a este eterno adolescente, dependido de él, ha salido impune ni
decente. Si hubiéramos tenido a un Churchilll y no al vallisoletano leonés,
hubiéramos tenido una salida digna de nuestras cuitas.
Porque
aquel británico enorgullecía a todo aquél que con él trabajara. Mientras este
emponzoña todo lo que toca. Nadie que haya visitado la basura intelectual de
este presidente del Gobierno ha vuelto a ser una persona con mediana probidad.
El veneno de la mentira está tan perfectamente inoculado en todo lo que
atraviesa su camino que no hay dignidad después de un almuerzo en la actual
Moncloa.
Este
hombre que nos ha caído en el Gobierno de la Nación española, en su cúpula, por
la gracia ya no de Dios, sino de algún enemigo indescriptible de los intereses
de nuestro país y una constelación maldita, ha resultado ser una maldición.
Pero además una maldición perfectamente ridícula. Mayor Oreja lo sabe. Ha visto
muchos muertos. Sabe quién es el amigo, sabe quién es el enemigo y sabe muy
bien quiénes son los cómplices. Aquí hay mucho miserable que cree que nuestros
logros contra quienes asesinaron a Javier Ybarra Bergé -¿se acuerda alguien? Yo
sí, casi todos los días, como del suicidio de Primo Levi, todos los días pienso
en quienes hicieron y vivieron por nosotros- y por supuesto de todos nuestros
servidores del Estado, de quienes mataron a Miguel Ángel Blanco.
De
quienes han matado a lo mejor de los servidores de una democracia emergente y
una sociedad que quería quererse, que supo hacerlo y hoy ha perdido su ilusión
en montar una sociedad con esa dignidad que una comunidad de seres honestos y
dispuestos, enhiestos y emocionados por la gesta de la convivencia se conceden.
ETA
es, sin duda, una basura asesina residual. Pero ETA tiene un plan. Y quienes en
el País Vasco viven de ETA no son ETA en sí. Pero no son pocos. Y quienes
tenemos unas vidas que sí dependen de ETA, porque nos ha marcado de por vida,
sabemos que cualquier acuerdo de este Gobierno con ETA, que lo está labrando,
supone una infamia y un insulto a nuestros muertos, que son muchos. Pero
también una amenaza para quienes vivos sabemos que la profunda inmoralidad del
gentucismo nacional, es decir, de la secta de Zapatero, nos pone siempre en
peligro aunque le solvente a él mayorías. Quienes hemos vivido la tragedia
nacional del terrorismo, sabemos que Mayor Oreja tiene razón. Los asesinos
están en ETA. Sus cómplices necesarios están en nuestro Gobierno y en todas las
alianzas miserables que partidos nacionales han hecho.
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