ABC 13.04.10
LA trágica muerte de gran parte de la cúpula estatal de
Polonia, incluido su presidente, Lech Kazynski, en un accidente aéreo es un
hecho sin precedentes en tiempos de paz. Es una maldición de la historia, que
ninguna mente por perversa que fuera se habría atrevido a fabular, que el avión
con toda la delegación cayera además precisamente sobre los bosques de Katyn.
Cuando volaba toda la delegación presidencial a presentar honores a los 22.000
hombres polacos asesinados en 1940 precisamente allí, cada uno con un tiro en
la nuca. En una labor asesina ingente del NKVD. Stalin, Woroschilow y Molotov
habían firmado la orden cuyo fin era exterminar a las elites de la nación
polaca. Todo fue consecuencia del Pacto Hitler-Stalin por el que Alemania y la
URSS -comunismo y nazismo, las dos ideologías asesinas- se repartían entre
ambos Polonia. Y la hacían desaparecer del mapa como ya había sucedido antes en
la historia. Pero esta vez no se trataba sólo de hacerla desaparecer como
Estado, sino de aniquilar a los líderes, a la excelencia polaca y a los
portadores de la memoria. Se trataba de descabezar a una nación para que
permaneciera por siempre postrada.
Stalin
leía mucha historia. Sabía muy bien del éxito en la represión de la nación
checa después del levantamiento nacional y religioso iniciado en 1618 y su
aplastamiento tras la batalla de la Montaña Blanca en 1620. Entonces todos los
líderes checos, aristócratas y hombres significados fueron ajusticiados por
Viena. La nación checa se convirtió en la más sumisa y maleable del Imperio.
Eso explica en gran parte que si los héroes polacos han sido siempre
aristócratas y guerreros patriotas indómitos, intelectuales comprometidos con
el sufrimiento y la resurrección constante de su pueblo, los checos tengan por
héroe al Bravo soldado Swejk, personaje inventado por Jaroslav Hasek, una
especie de Sancho Panza pragmático, tramposo y cínico. Eso explica también por
qué a lo largo de la historia los polacos han combatido a sus enemigos hasta la
autoinmolación y destrucción total de sus ciudades mientras los checos tienen
todas sus ciudades intactas y siempre se entregaron prácticamente sin lucha a
las fuerzas exteriores superiores. Con todas las excepciones que se quieran ver
y que por supuesto existen. Pero la historia marca el carácter de las naciones
y los contrastes que se revelan entre estos dos vecinos, ambos eslavos, son
posiblemente los más llamativos en Centroeuropa.
Stalin
aplicó la política de intentar descabezar Polonia en su día porque sabía de la
fuerza ejemplarizante de las elites polacas, esas que eran inexistentes en la
nueva Checoslovaquia. Eso se produjo en Katyn. Pero ya lo había ensayado Stalin
en España. Muy cerca de Madrid. En Paracuellos. Allí fue asesinada parte de la
elite nacional nuestra. Se trataba también allí de convertir a todo el país en
una masa amorfa sin columna vertebral ni referentes morales para que el
totalitarismo no tuviera resistencia. Sin líderes ni memoria. Ahora ha sido al
parecer una siniestra fatalidad la que priva a Polonia de muchos de sus mejores
hombres y mujeres. La lista de los hombres y mujeres muertos junto al
aeropuerto de Smolensk es casi un Who is Who de la política, la administración
y las fuerzas armadas de aquel país. Se trata de un drama infinito del que una
sociedad tarda mucho en recuperarse. Y la siniestra coincidencia que redobla la
maldición de Katyn lo puede hacer aun más difícil. Pero Polonia es un gran país
que se ha respetado a sí mismo como quizás sólo lo ha hecho siempre el Reino
Unido. En la peor adversidad. Ejemplo de dignidad a través de los siglos. De
unos siglos que han maltratado a este país como a pocos en el mundo. Por eso,
además del luto profundo que comparto con toda la nación polaca, también tengo
la seguridad de que Polonia tiene una sociedad que genera líderes, tiene una
voluntad nacional a prueba de todas las diferencias políticas, una identidad y
un patriotismo que ha resistido a todo y a todos. Y además un culto por la
excelencia y la ejemplaridad, un reconocimiento a sus grandes hombres y mujeres
que generan esta pujanza que no quiebra con tragedias aun mucho mayores. Ojalá
pudiéramos suponer eso de otras de nuestras sociedades modernas.
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