ABC 01.10.09
QUEDA muy feo hacer trampas a los amigos. Y no arrepentirse
de pequeño de los engaños a los amigos suele llevar de mayor a hacer trampas en
el juego de cartas, probablemente una conducta más rufián que estafar a los
bancos. En la política, como en la guerra, suele aceptarse el engaño como un
mecanismo más de imponerse. Pero no el engaño al amigo, socio o aliado para
lograr ventajas o favores del enemigo. Eso es peor que hacer trampas jugando a
las cartas. Es cierto que los países aliados no lo son por amor, sino por
conveniencia e intereses comunes. Y que nunca los miembros de una alianza lo
comparten todo. Muchas veces en la historia, intereses particulares han
generado tensiones en las alianzas, incluso las han roto. Pero mientras éstas
existen, sobre todo entre países aliados en libertad, resulta muy poco
elegante, por no decir una vileza, engañar al que lucha a tu lado, en la
trinchera común. No vamos a hablar aquí de ejemplos lejanos en la historia. Ni
siquiera de aquellos intentos de Francois Miterrand y Margaret Thatcher de
buscar en Moscú un acuerdo que impidiera la reunificación alemana, a espaldas
de su socio Helmut Kohl. Ni comentaré el llamamiento de Zapatero a los aliados
a desertar de Irak, ni la fuga militar sin previo aviso de aquel país como de
Kosovo.
Pero ahora suceden cosas muy extrañas. Hoy comienzan las
negociaciones en Ginebra en las que los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad y Alemania intentarán persuadir a Irán de que ponga fin a su programa
nuclear. Y ayer, los servicios de información del Reino Unido hicieron público
un informe según el cual Irán tiene muy avanzado el plan y está diseñando
ojivas nucleares para los cohetes de que dispone. Estos llegan a gran parte de
Europa, pero también a Israel, ese estado que el régimen de Teherán promete
destruir. Este informe está en sintonía con estimaciones de la administración
Bush y con algunas israelíes. Pero es radicalmente opuesto a los informes de la
administración Obama, que quitan importancia y urgencia a los avances del
programa iraní. A Obama le venía muy bien un informe tranquilizador para
paralizar el escudo antimisiles proyectado por su antecesor en Polonia y la
República Checa. Tal como hizo. A sus aliados afectados los informó del hecho
consumado con una llamada telefónica, pasada la medianoche. Se granjeó así
grandes elogios de Moscú, que había escenificado gran indignación aun
consciente de que el escudo no le afectaba. Ayer, la UE emitió un informe sobre
la guerra en Georgia, en la que culpa a Tiblisi del comienzo de las hostilidades.
Y menciona algo las provocaciones rusas y el hecho de que Rusia tiene ocupada
la región georgiana. Moscú ha celebrado el informe como otro gran triunfo. Pero
los amenazados por Irán y Rusia tienen motivos para moderar la Obamania.
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