ABC 16.09.09
¿Cuántos muertos puede
soportar una sociedad democrática en una guerra que oficialmente no existe? No
digo muertes de soldados propios que llegan en ataúdes desde tierras que no
conocían ni los muertos ni sus compatriotas. Hablo de muertos en general, que es
lo que las contiendas producen. La guerra es una monstruosidad siempre.
Conlleva tragedias e injusticias por necesaria y justa que sea. Pero a la
guerra se va con voluntad o esperanza de ganar. Así ha de ser. Y quien asume
los muertos propios tiene que poder asumir los ajenos. También los no
combatientes. Todo esfuerzo es poco para impedir muertos civiles. No era el
caso en otras guerras ni lo hace nuestro enemigo. Sí en Afganistán e Irak. Los
soldados occidentales asumen riesgos -y mueren- para no matar a civiles. Pero
mueren civiles. Siempre. Que aviones alemanes bombardearan dos camiones de
combustible que los talibanes les habían robado es un acto legítimo de guerra.
Aunque junto a setenta talibanes murieran una treintena de civiles. El material
robado habría servido para causar muchos más muertos. Sobre todo afganos. Los
golpes de pecho de la OTAN son por tanto ridículos. Sólo demuestran la
hipocresía de quienes quieren ocultar la guerra y sus inevitables consecuencias
a sus electorados. Supongo estas líneas dispararán mi fama de desalmado. Pero
creo firmemente en que esa guerra tiene que ganarse. Y nadie debe retirarse
hasta lograrlo. La victoria del enemigo nos traería la guerra, tarde o
temprano, hasta nuestras ciudades.
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