ABC 02.09.09
Fue el periodista Iñaki
Gabilondo quien confesó en una entrevista que el ex presidente José María Aznar
lograba sacar de él lo peor de sí mismo. Fue tan sólo la constatación de ese
odio irrefrenable que tantos periodistas tienen a Aznar y que con tanto acierto
han utilizado el Gobierno y su red mediática para la demonización de este
político, que se retiró voluntariamente, dejó España mejor que la encontró y
cuyos innegables errores sólo dañaron a sus amigos. Aznar puede parecer uno de
los seres más antipáticos de la tierra. Pero su linchamiento continuo y los
odios que genera, tras un lustro alejado de la política, merecen un estudio
psicosocial. A su sucesor le ocurre lo contrario. Cinco años lleva cometiendo
todos los errores posibles en detrimento del bienestar y la seguridad de los
españoles. Sin otro bagaje inicial que la subcultura primitiva e ideologizada
del aparato socialista -y el virtuosismo en la intriga-, confirma su propia
confesión a su mujer Sonsoles de que él es la prueba de que cualquiera puede
ser presidente. Sin embargo, existe aún gente que le cree, ve en él rasgos
arcangélicos. Y le votaron. Si el carácter de Aznar era problemático, el de
Zapatero es un problema, quizás el problema. Su forma de rodearse de personajes
de aun menor talla que él y de expulsar a las tinieblas al que revele mayor
preparación y excelencia -Jordi Sevilla, el último- han hecho de nuestro
Gobierno un producto consumado de la selección negativa. Habrá quien diga que a
mí me pasa con Zapatero lo que a Gabilondo con Aznar. Que soy otro preso de la
fobia. Pues no. El día que Zapatero deje el cargo lo ignoraré tanto como antes
de saber que existía.
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