ABC 09.09.09
No podía ser de otra forma en
este país en el que la envidia es el sentimiento supremo y el victimismo la
moda imperecedera. Me refiero al entusiasmo que ha generado en muchos medios el
hecho de que los actos vandálicos de Pozuelo se produjeran en una población de
clase media alta, «en un pueblo rico». Surge el perezoso ingenio para forjar
términos como «pijoborrokas» o «pijolandia». En comentarios y titulares se
plasma el regocijo. Los «ricos» han vivido ambiente de Cañada Real y los
culpables son sus hijos, de colegios de pago o, mejor aun, religiosos. Para mí,
la novedad de Pozuelo está en el gregarismo violento, pero también en el
carácter interclasista de la horda. «Pijos» cargaron contra la policía unidos a
jóvenes de toda condición, incluidos marginados sucesores del «Cojo Manteca».
Toca buscar razones a este movimiento interclasista de adolescentes
descerebrados. Les daré una pista. Vean las series televisivas que ven todos
ellos, ricos y pobres. Lo peor en las mismas no es que los héroes duerman siempre
en calzoncillos usados. Ni que todas las adolescentes quieran parecer la más
puta para acostarse con el guapo traficante de cocaína. Ni que la profesora
lesbiana seduzca a una alumna menor. Quien no sea soez e intente ser distinto
es un carca o le llaman Aznar o Bush. Toda autoridad es intrínsecamente
fascista o castrante. Y todos los protagonistas buenos son víctimas del sistema
que es frustrante. Hay muchas más razones para lo que está pasando con la
juventud. En casa, en el colegio y en la calle. Se harán sesudos análisis al
respecto. Pero éstas son algunas y las tienen a diario en sus pantallas.
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