ABC 17.09.09
CAYO Lara, el nuevo dirigente de Izquierda Unida, dice que
si se ilegaliza a las organizaciones terroristas habría que pensar en hacer
otro tanto con el Partido Popular por apoyar la intervención militar en Irak o
por no condenar a Israel. Después hace una cerrada defensa de la dictadura
castrista en Cuba con las habituales monsergas comunistas. El señor Cayo Lara
ha llegado a la presidencia de IU a intentar disputar la izquierda radical a
los socialistas. La agonía que los comunistas han sufrido bajo la dirección del
-más que submarino- funcionario de sucursal del zapaterismo que es Llamazares
ha dejado a IU hecha unos zorros.
Pero
lo va a tener difícil Cayo Lara. Tendrá que tensar más la cuerda y la palabra.
La empatía con los carceleros del régimen cubano, el entusiasmo mal disimulado
por el milico izquierdista de Hugo Chávez o la agitación contra los ricos y los
judíos de Wall Street e Israel son carteras que le ha robado a los comunistas
Zapatero. Y que piensa quedarse. Ni la criminalización de la oposición
democrática es ya original. Nada tan bonito como la exhortación del presidente
del Gobierno a «limpiar de caciques los despachos» como antes «habían limpiado
las playas del «Prestige». Y debe deducirse que no se refería ni a Touriño, el
gran mecenas con dinero ajeno, ni a toda la tropa de zascandiles tuneadores,
decoradores y horteras que su partido y sus socios han instalado en todos los
cacicatos en los que gobiernan. Por eso la escalada verbal tendrá que proseguir.
Cayo Lara tendrá que esforzarse. ¿Adónde llegará? Quizá pronto haya de pedir la
apertura de las checas para perseguir a banqueros, fascistas y
quintacolumnistas. Y acciones de un tribunal especial contra los saboteadores.
Además de llorar un poquitín contra la traición del Kerensky de León, a ver si
le araña unos cuantos votos bolcheviques. Renacidos en las próximas elecciones.
O quizá proponga Cayo Lara viajes de ida hacia los alrededores de Madrid como
los organizados antaño por el venerado santo laico de la izquierda española.
Zapatero
no se lo va a poner fácil. El discurso del resentimiento es suyo. Y desde el
poder cunde mucho más. Se es Gobierno de España y nacionalista antiespañol,
Estado y movimiento antisistema simultáneamente. La intensidad de este discurso
no puede sino aumentar cuando pasemos de la marejada a la mar arbolada hacia la
que, con más obcecación que pulso firme, nos dirige el Gran Timonel. El sólido
buque que decía capitanear tiene ya tantas vías de agua que deberá recurrir a
la retórica más dura -y a lo que sea, como suele decir- para intentar disuadir
de motines a bordo. Cayo Lara lo tiene crudo para marcar la diferencia. Fíjense
si no lo tendría fácil asumiendo la defensa de los cientos de puestos de
trabajo en la industria aeroespacial que nos costará la angustiosa compra que
hizo Zapatero de su inútil presencia en la pasada cumbre del G-20. Pero Cayo
Lara quiere la batalla ideológica. Y ésa la tiene perdida. El capitán, hace un
año aún el campeón de la sonrisa, tiene ya un rictus capaz de dar miedo a un
legionario. Y una retórica que ningún totalitario comunista puede robarle.
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