ABC 01.10.07
Alguna vez hemos hablado aquí de lo mucho que se parecen el
presidente Rodríguez Zapatero y los hermanos polacos Lech y Jaroslaw Kaczynski,
tanto en su forma sectaria e intrigante de gobernar como en sus resultados de
dinamitación de los consensos básicos nacionales, exaltación de la revancha,
ruptura del tejido social y utilización del poder, las leyes y los presupuestos
en contra de los compatriotas críticos hacia ellos. Si en todo esto, Zapatero y
los Kaczynski -cayó en la cuenta después el «Wall Street Journal»- se parecen
como tres gotas de agua, lo cierto es que el presidente socialista tiene
también un espíritu gemelo en el lendakari, Juan José Ibarretxe, que tiene
muchos planes -anticonstitucionales, ilegales e imposibles- y se enfada
terriblemente cuando se le sugiere que sus despropósitos se topan con todas las
leyes, incluidas probablemente las de la física. El espíritu común
desarrollado en estos últimos años por socialistas, nacionalistas y antorcheros
antisistema, queda así plasmado en estos dos jóvenes políticos tan
emprendedores y aseados de aspecto como poco pulcros en el trato de las leyes,
el respeto y el sentido común.
Es
cierto que, ante cualquier crítica, oposición, incomprensión o estupefacción
hacia sus respectivos planes históricos de conquista obligada de la felicidad,
Zapatero tiende más al insulto e Ibarretxe a la impostura plañidera, como
demostró ayer una vez más en la campa de Foronda. Esto quizás se deba a que
Zapatero no ha tenido jamás un trato social o profesional fuera de su partido
mientras Ibarretxe ha podido pulir sus maneras en una carrera profesional
tecnocrática en la que siempre queda mejor el lamento que el insulto. Sea como
fuere, lo cierto es que el Juan José que ayer advertía que «no le temblaría el
pulso» parecía ansioso por imitar al José Luis cuando anuncia que será
«implacable». Y al advertir que intentará «honestamente, con todas las
energías» llegar a ese acuerdo que consiste en que los demás se avengan a sus
planes, parecía tener ensayado al Zapatero al que le salen «de las entrañas»
los deseos de llegar a acuerdos con los terroristas. Si Zapatero nunca dejará
«los esfuerzos por lograr la paz», Ibarretxe impresionaba ayer al auditorio con
un «no nos quedaremos parados». ¿Qué hay de «ilegal» en «preguntar a la sociedad,
en solicitar a la sociedad que nos abra la puerta para iniciar un camino»?, se
preguntó a su vez el lendakari. «¿De qué sirve el autogobierno, de qué sirve
ser lehendakari de este país si no puedo preguntar a los hombres y mujeres qué
pensáis acerca de las cosas, de qué sirve»? Aquí sí le pudo un poco la
tendencia llorona. Zapatero habría dicho que la democracia avanzada consiste en
que mujeres y hombres (por este orden) logren sus aspiraciones sea como sea.
No
obstante, ha manifestado que no se pueden «quedar parados si las cosas no
salen» como quieren. En este sentido, se preguntó «qué hay de
"ilegal" en preguntar a la sociedad que nos abra la puerta para
iniciar un camino. De qué sirve el autogobierno, de qué sirve ser lehendakari
de este país si no puedo preguntar a los hombres y mujeres qué pensáis acerca
de las cosas, de qué sirve».
Convengamos
en que tiene razón Ibarretxe en que, si el 34% de los catalanes que ratificó el
estatuto es la sociedad a la que Zapatero prometió decidir al margen de la
nación española, el algo más del 38% de los vascos que votó al tripartito vasco
es un montonazo.
Aunque
haya que decirle también al lendakari que para impresionar le hará falta algo
más que el «picnic» de Foronda, nada espectacular. ¿Quizás un apoyo de ETA más
contundente que la revista Zutabe con elogios al retorno a las esencias? No
daremos ideas. También le hará falta que el gemelo muñidor gane las elecciones
y vuelva con sus infinitas ansias de paz a coordinar con todas las fuerzas de
Lizarra un suave y moderno programa cultural y político contra todo lo que
signifique España en el País Vasco como ya sucede en Cataluña, una vez
liquidadas las instituciones. Porque como amenaza a las instituciones
democráticas fundadas en la Constitución, Ibarretxe tenía que organizar este
akelarre de la convocatoria del referéndum para estar a la altura y competir
con su gemelo de León.
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