miércoles, 22 de enero de 2014

EL ESPEJO DEL FANTASMA

Por HERMANN TERTSCH
ABC 14.06.07

Los muertos se acumulan, los mediadores claudican, partes y operaciones militares se multiplican y los crímenes al margen de los combates entre milicianos adquieren desde hace días cada vez mayor horror iraquí. Los palestinos no sólo se están disparando entre sí. Se ejecutan unos a otros. Y en las últimas 72 horas, se lanzan unos a otros al vacío desde los pisos altos en la ciudad y los campos de refugiados. La guerra civil palestina parece imparable en Gaza entre bandos, sólo en principio dos, compuestos por fanáticos asalariados y funcionarios fanatizados.

Dicen que es ya una guerra entre islamistas y laicos que ha hecho trizas el precario acuerdo de La Meca para ese Gobierno Palestino de Unidad en el que Arabia Saudí invirtió un prestigio de tan escaso recorrido. Ahora parece que interesan otras cosas que la unidad y no parece mucha casualidad la inmensa contundencia y el nunca visto despliegue de medios con que se enfrentan los grupos de Al Fatah, del presidente Mahmud Abbas y los islamistas de Hamás del primer ministro Haniye.

Los movimientos militares de los últimos días apuntan a una lucha, si no decisiva muy importante, de cara al dominio de los principales símbolos de poder de la Autoridad Palestina en Gaza y los puestos militares más significativos para el control del territorio, de su infraestructura y sus recursos. Cisjordania es otro cantar, al menos de momento. Donde hay mayor espacio hay menos tendencia a la acción final desesperada y las gentes de Al Fatah, más o menos leales a Abbas y a la antigua Autoridad Palestina, ejercen aún suficiente respeto o terror sobre aquellos que les odian, no sólo los más fieles de Hamás.

Treinta grupos diferentes

Muchos están jugando con esas piezas tan sueltas que son los más de treinta grupos diferentes, todos armados, financiados y manipulados por odios, vanidades, rivalidades o uno, dos o tres Estados a la vez. El espejo lo manejan Irán y Siria y otros intentan inclinarlo hacia sus piezas. Y otros intentan mover voluntades caóticas y volubles, tribales, caprichosas, corruptas e inestables.

Pero el factor más importante del drama está en que se sella el naufragio de la idea del Estado palestino en sí como ente capaz de convivir con Israel. La propuesta de dos Estados en un territorio, tanto tiempo negada por Israel, ahora que el Estado judío la considera axioma para su seguridad, es cuestionada por el cuerpo social palestino. No sólo por Hamás. Tanto este partido islámico como la propia Al Fatah o grupos en Líbano que se han lanzado a la desestabilización del gobierno, han dejado de querer un Estado palestino para convivir con Israel. Creen que la ola de la historia les favorece y ya defienden una lucha sin cuartel hacia un único Estado que sellaría, por supuesto, la desaparición de Israel.

El fantasma hacia el que se inclina el espejo cada vez más es el de una región en la que el hundimiento occidental, jaleado por tantos en Occidente, acabe por convencer a todos de que Israel fue un accidente. En los países árabes y en Palestina esta idea ha ganado adeptos de forma vertiginosa en pocos años. Muchos trabajan en el mundo por imponer esta idea, el mayor apaciguamiento intelectualmente perceptible, también en aquellos círculos que no fomentan el odio sino mera indiferencia hacia Oriente Medio.

Este cambio profundo cualitativo en el proyecto general de fuerzas capitales del islamismo y sus aliados desde Gaza a Irán, pasando por Londres, Estambul, Madrid o Caracas, es por supuesto negado por los profesionales de dicho apaciguamiento, cuyos campeones tenemos en casa.

Los llamamientos a la destrucción de Israel del presidente Ahmadineyad son una emulación del mayor éxito del siglo XX del Vaticano. Juan Pablo II dijo en 1979 a los polacos -a todos los europeos- que los territorios arrebatados a la libertad por el comunismo volverían a ser suyos. Así fue.

Ahmadineyad utiliza la implosión de la URSS para pronosticar el destino final de Israel. Pero también del mundo occidental y sus libertades. Con mucha razón, Ahmadineyad considera a Israel bastión capital del mundo de infieles que se propone destruir. En Gaza el proyecto está en marcha. Aquí hay pocos avisados.


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