ABC 16.07.07
Cuanto más llaman los tambores a agotar esta «exitosa
legislatura», más verosímil se antoja que estemos ante la enésima añagaza e
intoxicación del presidente. En todo caso, si claro está que hará lo que le
venga en gana -lo que en este caso es incluso legítimo y legal- también lo está
que mucho y muy pronto se ha lanzado a la orquestación de gestos preparativos
si realmente tiene intención -ETA mediante- de llegar a marzo. Y hasta ahora no
había destacado precisamente como gran previsor nuestro inmenso visionario.
Aseguran quienes dicen saber que no habrá elecciones hasta el final porque los
socialistas aún no han encargado su logística electoral. Escasa razón parece.
Los socialistas -incluidos sus órganos directivos- se enteran ya por su
periódico de lo que ha decidido su jefe. Como en Moscú a partir de 1934 después
de la muerte de Kirov y como le pasa al Partido Comunista en Cuba que lleva una
década sin organizar congresos. Todo lo que haya que saber se comunica por
medio del Pravda o el Granma, -por email, sms, parte radiado o diario de la
mañana-. También los candidatos a puestos públicos o cargos regionales.
Más allá de la desaparición de los socialistas como
organización de debate interno y su conversión en aparato piramidal de
funcionarios obedientes por devoción, interés o miedo, tiene interés
sociológico ver cómo los nuevos nombramientos de ministros y la reactivación de
José Bono, el gran comulgador por excelencia, generan tan poca
individualización como si hubiera sido la elaboración de la «Biografía de
robots» de Norman Manea. Apiñados todos en torno al caudillo muestran, justito,
justito, el mínimo carácter necesario para dar credibilidad a su entusiasmo en
la sumisión. Con esta estructura ya plenamente impuesta se presupone a todo
buen soldado pierda el mínimo pudor en sus defensas de mentiras insólitas,
obscenas manipulaciones y perversiones del lenguaje y la negación obstinada de
realidades palpables. Una vez que, en el relativismo absoluto en el que toda la
realidad puede ser interpretada y reinterpretada, queda marcada «la verdad del
momento». Sus críticos han de ser descalificados, la desviación perseguida. No
se admiten tibiezas. Porque la lógica de poder impuesta por Zapatero dentro del
partido es sin duda la que quiere imponer a la sociedad si tiene ocasión con
una segunda legislatura. Y si las amenazas e intimidaciones dentro del partido
han tenido el éxito del que Zapatero presume y muchos socialistas se
avergüenzan (eso sí, en silencio o la intimidad), nadie dude de la voluntad de
aplicarlas también en aquellas comunidades del Estado en las que todavía existe
resistencia.
Por eso un partido como el socialista puede permitirse una
mascarada como la organizada para despreciar a Miguel Ángel Blanco, a su
familia y al partido del que era miembro cuando murió, sin que se produzca una
rebelión interna de dignidad con más cuerpo que el formado por aquellos
socialistas ya represaliados en purgas pasadas para su escarmiento y advertencia
a otros tras la llegada a la dirección de Zapatero. El ejemplo de Carlos
Totorica es trágico. Ante el dilema, optó por la sumisión y el cargo. Es
perfectamente comprensible además de ser probablemente la suya la conducta más
generalizada. Las hay mucho peores por su celo en la militancia sectaria como
han demostrado en el Parlamento Europeo. Pero más allá de la catadura de su
guardia pretoriana, el problema está en la ruptura del lenguaje común habido -y
lo hubo por mucho que mientan hasta que Zapatero llegó al poder en el PSOE-
entre los demócratas españoles. Eso sí, ha logrado un fluido diálogo con
enemigos del orden constitucional español dentro y fuera. Ayer este periódico
ya informaba que también Francia tiene las actas de la coordinación de intereses
varios entre los socialistas y ETA. Es un consuelo que los tenga alguien
decente. Porque pronto pueden aparecer en el tablón de la Bodeguita de En medio
en La Habana.
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