ABC 11.10.07
Aún humean las cenizas de aquel proyecto tan frívolamente
jaleado como efímero y ridiculizado de llevar al poder en Francia a un Partido
Socialista (PSF) con una dirigente vacua, inane y «zapaterizada» como Ségolène
Royal, cuando se ha puesto a arder el gran partido socialdemócrata europeo por
antonomasia, que es el alemán. El SPD entró en crisis antes de la victoria
antiamericana del último mandato de Gerhard Schröder, pero ha entrado en agonía
hace meses en el seno de una gran coalición en la que todos los buenos
resultados de la alianza los cosecha la canciller Angela Merkel.
No era
por ello sorprendente que se agudizaran las contradicciones entre su presidente
Kurt Beck, en busca desesperada de autoridad, y unos ministros socialdemócratas
en el Gobierno que quieren consolidar el proyecto de recuperación económica
común con los democristianos sin lanzarse a nuevas aventuras de subvenciones
populistas. El gran partido socialista alemán, pionero en todo lo que la
izquierda democrática ha hecho en Europa, no hace ya sino reflejar el inmenso
dilema general de una izquierda que se debate entre tener que aceptar con
correcciones la supremacía del centrismo liberal y quienes no encuentran otra
opción que el retorno a las cavernas de la rigidez izquierdista, el dirigismo
económico y la aventura populista.
El
martes, Merkel, la canciller de la Unión Cristianodemócrata (CDU), que dirige
la gran coalición, advirtió por primera vez a sus socios socialdemócratas -y
con más severidad de la que acostumbra a exponer en público- que las veleidades
populistas de algunas de sus facciones ponen en peligro la continuidad de la
coalición. Lo que podría parecer sólo una lucha menor por la prolongación del
subsidio de desempleo para unos tramos de parados de mayor edad son, según advierte
ya el socio democristiano, una concesión que busca la izquierda del SPD para
dinamitar el rigor de las reformas que están de hecho marcando la recuperación
económica de Alemania.
El
sindicalista al rescate
Resulta
paradójico que al final sea un viejo tradicionalista con hondas raíces en el
sindicalismo como es el vicecanciller Müntefering, como aliado con los
ministros de Finanzas, Peer Steinbruck y el de Exteriores, Frank-Walter
Steinmaier, el que lidere el frente de lealtad a la gran coalición y de defensa
de las reformas liberalizadoras frente a aquellos que quieren escuchar los
cantos del izquierdismo demagógico de un Oskar Lafontaine, ya definitivamente
integrado en un partido, la Nueva Izquierda (NL) identificable con los devaneos
estatalistas, neocomunistas, antiglobalizadores y rayanos en el antisistema de
sectores del socialismo español y de la amalgama protoideológica que ha acabado
liderando Prodi en Italia. Como ciertos sectores del socialismo europeo
meridional, en el SPD se han reactivado las corrientes que se consideran más
cercanas ideológicamente a los herederos del partido comunista de Alemania
oriental que a las corrientes que han asumido plenamente el mercado y la
democracia sin adjetivos.
Coalición
para las reformas
La
solución extraordinaria de una alianza entre los dos grandes partidos alemanes,
la CDU y el SPD, fue celebrado en su día por toda la socialdemocracia como la
solución menos mala ante un panorama de crisis grave y un bloqueo de las
reformas que tampoco Gerhardt Schröder, pese a su pragmatismo, había logrado
superar.
Si en
otras partes del mundo el giro hacia posiciones izquierdistas intervencionistas
o abiertamente liberticidas no es ya siquiera noticia, sí supone un motivo de
alarma que, ante la encrucijada en que se halla la izquierda cuando ya apenas
mantiene gobiernos, salvo los ya casi periféricos como el español o el
italiano, surja una tendencia radical no ya en el partido escindido de Oskar
Lafontaine, sino en el propio seno del SPD. La buena noticia podría estar en
que, de no imponerse los socialdemócratas en el SPD a corto plazo, unas
elecciones anticipadas en Alemania podrían llevar al histórico partido a un no
menos histórico desastre. Otra noticia que debería sembrar la alarma en el SPD
es que la CDU y los liberales del FDP llevan ya tiempo en conversaciones. Y las
cifras podrían cuadrar.
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