jueves, 23 de enero de 2014

ENTUSIASMO EN TORNO AL MAGO

Por HERMANN TERTSCH
ABC 09.07.07


Los socialistas dicen estar de nuevo eufóricos con su jefe, José Luis Rodríguez Zapatero. Tras el debate sobre el estado de la Nación -en el que consideran fue más ágil con la faca que su adversario Mariano Rajoy-, y tras el recambio en cuatro ministerios, aquellos que empezaban a no tenerlas todas consigo, pero también aquellos que creían probable un desastre, han recuperado la fe en la «baraka» del presidente. Es lo que tiene la magia. Ahora en la nueva España, en la que ha de combatirse seriamente las supersticiones de todo tipo, especialmente las religiosas, el mago ha inventado nuevas pócimas y la tribu se nos lanza con fe renovada a los bailes rituales. El entusiasmo es desbordante o al menos como tal se presenta y nadie parece de repente dudar en que hasta marzo hay tiempo para hacer olvidar o reinventar directamente el pasado de la legislatura que para marzo concluye.

Hace probablemente bien Zapatero en agotar la legislatura para poner tiempo entre la consulta y sus fechas más vergonzantes. Con esa soltura suya, el optimismo antropológico y la osadía que le caracterizan está claro que él ya apenas se acuerda pero que tiene razones para pensar que una mayoría de los españoles también haya olvidado para entonces. Los anunciados atentados de ETA para este verano tendrán un mayor efecto revelador de su fracaso y su temeridad en el otoño. Para primavera podrán ser ya parte general del paisaje nacional -como siempre, se dirá- y se echará a los perros a quien recuerde que la situación nada tiene que ver con la heredada del Gobierno anterior. Y además siempre podrán buscarse fórmulas de hallar nuevos contactos discretos al menos para preparar la nueva ofensiva de paz si los cálculos electorales funcionan.

El proceso iniciado en Navarra seguirá su curso por titubeantes que sean de momento sus inicios. Y lo hará porque forma parte de una estrategia mucho más amplia cuyas consecuencias son imprevisibles pero tampoco importa demasiado si, al margen de amagos y fintas coyunturales, se logra ampliar los territorios donde las alianzas de socialistas con fuerzas más o menos radicales, dispuestas a la coerción, intimidación y al clientelismo, hacen cada vez menos probables allí votos de castigo al Gobierno y por tanto posible una alternancia en Madrid. Al fin y al cabo es de esto de lo que todo trata, desde las ganas infinitas de paz, las fotos del pasado y del futuro y la dinamitación ya prácticamente consumada, del consenso de la Transición. Salvo improbable arrebato de sentido común por parte de las fuerzas políticas moderadas después de las próximas elecciones, Zapatero seguirá con su juego que es magia en sus métodos, pero que tiene una motivación muy alejada de la buena fe que tantos se empeñan aun en suponerle.

La presión política y social hará que la resistencia a este proceso general se convierta en heroicidad e insensatez con consecuencias tan claramente negativas para los ciudadanos que muchos de los aun discrepantes acabarán declarándose «apolíticos» u optando por el silencio y la resignación. Así los regímenes periféricos, bajo los caciques de nuevo cuño, se convierten en seguros interesados garantes del sueño de Alicia y como bien se ha visto durante esta legislatura, ni siquiera los barones de los territorios siempre dominados han podido hacer frente a este proceso que a medio plazo resultará inviable por imposible de financiar. Pero eso tampoco importa demasiado ante la magnitud de los proyectos que le surgen al presidente mago de las entrañas. Nada puede hacer ya este presidente por ganarse la confianza de quienes consideran toda su legislatura como una perfecta estafa. Al menos nos ha hecho el favor de nombrar a un ministro de Cultura que no genera vergüenza ajena como su antecesora. Aunque está claro que sus nuevos ministros llegan ya única y exclusivamente para la agitación electoral desde cargos en principio destinados a la administración política del Estado, muchos le agradecemos el cese de una profesional del ridículo. Aunque le queden muchos.


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