domingo, 19 de enero de 2014

MENESTEROSIDAD EXISTENCIAL

Por HERMANN TERTSCH
ABC 04.06.07

Hace muy bien el líder de la oposición española, Mariano Rajoy, en enviar a colaboradores a París y Berlín para que intenten entender y transmitirle lo que ha sucedido últimamente en estas dos capitales de las principales naciones continentales. Política y culturalmente. Esperemos que cuando informen de ello no intenten adaptar demasiado a «las circunstancias propias» las ideas captadas. Muchas cosas son más fáciles de lo que parecen. Hay que recordar que hubo bienintencionados bolcheviques de primera hora que creían podían interpretar los mecanismos de avituallamiento de las grandes urbes europeas para aplicarlos a las ciudades del nuevo poder soviético. Se toparon con grandes problemas. Creyeron poder vencerlos con sofisticadas técnicas, artificios compensatorios o argucias organizativas. En realidad, nada les habría sido más fácil para lograr los resultados de los sistemas de suministro y transporte de Londres que haber imitado al Gobierno de Su Majestad en su forma de gobernar.

Rajoy y su partido tienen ante todo que admirar y emular de las opciones gobernantes en París y Berlín la claridad, la falta de miedo y resignación y la voluntad de dar un giro a la percepción que la ciudadanía tiene de la política para que de la asumida deriva surja con fuerza la voluntad de recuperación. Se trata, ni más ni menos, que de recuperar la ciencia frente a los curanderos y el sentido común frente a la ideología débil y vaga. Se trata de recuperar no sólo años perdidos por una basura intelectual y moral que se basa en el igualitarismo impuesto, en la liquidación, persecución y degradación de la excelencia y la individualidad y en la continua profanación de los bienes de la cultura y tradición que al final pueden resumirse en esa simple y modesta palabra de «respeto». El desprestigio del respeto a lo que no es propio es lo que une al izquierdismo de los Zerolos con el ultratumbismo de los polacos Kaczyinskis. Recuperar ese respeto en una sociedad occidental que se respete a sí misma es el gran reto cultural y metapolítico de una Angela Merkel que es niña de una dictadura comunista y un Nicolas Sarkozy que es hijo de un húngaro y una judía griega. Aquí, en estos casos, sí que hay abuelos que no son inventados.

Valores no negociables

Si en algo se demuestra esta diferencia de calidad en la política es precisamente en ese respeto a ciertos valores no negociables. No debiera haber diferentes formas de calificar a la dictadura castrista y sus crímenes como no hay diferentes calificativos para valorar una ablación de clítoris, ni una violación a una niña, ni el tráfico de órganos de reos ejecutados. Para la próxima movilización electoral le puede ser muy útil a Zapatero y a Moratinos enfrentarse a Bush y a la «mano negra de Condoleeza Rice» (Rosa Regas dixit) como grandes adalides del régimen cubano. Ayer, escribo estas líneas desde Viena, en la abadía benedictina de Göttweig junto al Danubio, preguntaba el ex ministro polaco Meller, que cómo era posible que en Europa alguien impidiera el consenso para una política de condena rotunda y explícita del régimen de Castro. En el auditorio, desde el primer ministro portugués José Sócrates, al vicecanciller austriaco Wilhelm Molterer pasando por decenas de políticos europeos, nadie dudaba que se refería a España.

La oposición española ha de plantear a la sociedad que no puede resignarse al insulto barriobajero de comisarios políticos, a la utilización de la Policía y la presidencia para hacer dossieres sobre adversarios, empresarios o manifestantes, a la calumnia impune, a ocultar casos de colaboración con sospechosos de la financiación de ETA ni a siniestras componendas de fiscales con etarras y viceversa. Y tendrán que combatir el régimen de clientelismo magrebí que domina diversas regiones gobernadas por los socialistas y otras secuestradas por nacionalistas o socialistas que ya también lo son. Sin olvidar combatir a sus propios caciques. Pero ante todo tendrán que hacer creíble al electorado que quieren hacer una política contra la mentira y más aún contra la nada. Contra esa nada solemnizada que es la esencia del presidente del Gobierno español cuyas cortinas de humo para ocultar su inanidad cada día son más tóxicas.

Quincalla moral

España no es la URSS de los veinte -en eso aún todos los españoles estamos de acuerdo- y hasta el mayor pesimista reconocerá como improbable la posibilidad de que incluso este gobierno por mucho que se prolongue supere el abismo de calidad, tiempo y espacio que separa estos dos mundos. Aunque ademanes, rictus y talante de responsables del Gobierno nos hagan pensar que alguno querría. Porque quincalla moral era aquello y lo es el universo político que revelan silencios, vaguedades y mentiras del jefe, la audacia en la tergiversación de la realidad -no ya pasada sino presente- de sus capataces de la justicia y las grandes construcciones y juegos de ingeniería jurídica, política, histórica y sentimental de sus ideólogos imaginativos e innovadores.

Pero llegados al punto en el que estamos, en el que delincuentes y sus cómplices dan a diario en España, a través de todos los medios de comunicación, consejos a los demócratas sobre cómo comportarse y les advierten sin recato sobre las consecuencias de no obedecerles, hay que advertirle a la oposición de que tiene ya la obligación de poner fin a esa incertidumbre que ha mantenido. Y que ante la gravedad de la crisis nacional, sus líderes habrán de asumir una seria responsabilidad si, cuando existen razones fundadas para pensar que la sociedad española puede poner fin a este disparate, lo impide con querellas internas y fobias y filias u otras frivolidades. Gran parte del socialismo español parece haber decidido a hundirse con Zapatero. Triste, pero la oposición no puede seguirle. Porque en política y en todo los huecos se llenan. Dice ahora Ruiz-Gallardón que Zapatero cruza con Navarra la raya roja de la Constitución. Muchos creemos que lo ha hecho mucho antes. Pero desde luego había que ser iluso para creer que no lo haría. No lo son Mariano Rajoy ni Esperanza Aguirre y muchos otros. Pero seamos claros. Sin aspavientos ni soflamas puede transmitirse al pueblo español no solo la percepción del riesgo que para su seguridad y también, sí, su prosperidad y la de sus hijos supone Zapatero. Es ante todo necesario denunciar la profunda menesterosidad existencial en la que se ha hundido voluntariamente Zapatero ante ETA y en la que amenaza con sumirnos a toda la sociedad española si no reacciona.

Poder intimidatorio

Se ha tenido miedo en estos años de la virulencia del huracán descalificador de un izquierdismo cada vez más sectario, agresivo y manipulador. Muchos han sufrido el inmenso poder intimidatorio que despliega esta hegemonía izquierdista nacionalista, de planteamientos patéticos y argumentos mentirosos. Ahí está gracias a los temerosos, sobre todo. Ahí está como la Puerta de Alcalá y se cree aún un rey vestido. Los enviados a ver a Sarkozy y a Merkel tienen que volver convencidos de que se puede y debe, por responsabilidad y patriotismo, hacer frente al ejército de aparatchiks de la selección negativa, reivindicar la razón frente al pensamiento mágico totalitario y sectario y crear una mayoría en España con fuerzas que crean en el estado de Derecho, en el individuo y en el trabajo. Una mayoría antitética a la actual.


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